Кровавая свадьба. Йерма. Дом Бернарды Альбы. Трилогия. Книга для чтения на испанском языке
Кровавая свадьба. Йерма. Дом Бернарды Альбы. Трилогия. Книга для чтения на испанском языке
Federico García Lorca
Dramaturgia contemporánea
Федерико Гарсиа Лорка – великий испанский поэт и драматург, реформатор испанского театра. Пьесы «Кровавая свадьба», «Йерма» и «Дом Бернарды Альбы» – драматическая трилогия об испанской земле, «о жгучем противоборстве страстей» и о крушении надежд женщин, главных героинь всех трех произведений. Андалусия – край не только тенистых садов, виноградников, оливковых рощ, но и область бесплодных степей и скалистых пустынь. Мотив женитьбы в трагедиях увязывается с мотивами земли, плодородия и социального равенства. Каждый из героев пьесы «Кровавая свадьба» совершает решающий выбор. Леонардо и Невеста выбирают любовь и свободу – и конь мчит их к пропасти. Мать снаряжает погоню, понимая, что посылает сына навстречу гибели. На берегу реки прольется кровь, но любовь окажется сильнее смерти.
Federico García Lorca "Bodas de sangre. Yerma. La casa de Bernarda Alba"
Bodas de Sangre
Poema trágico en tres actos y siete cuadros
PERSONAJES
LA MADRE.
LA NOVIA.
LA SUEGRA.
LA MUJER DE LEONARDO.
LA CRIADA.
LA VECINA.
LEONARDO.
EL NOVIO.
EL PADRE DE LA NOVIA.
LA LUNA.
LA MUERTE, como mendiga.
Muchachas.
Leñadores.
Mozos.
ACTO PRIMERO
CUADRO PRIMERO
Habitación pintada de amarillo.
NOVIO (entrando). Madre.
MADRE. ¿Qué?
NOVIO. Me voy.
MADRE. ¿Adónde?
NOVIO. A la viña. (Va a salir.)
MADRE. Espera.
NOVIO. ¿Quieres algo?
MADRE. Hijo, el almuerzo.
NOVIO. Déjalo. Comeré uvas. Dame la navaja.
MADRE. ¿Para qué?
NOVIO (riendo). Para cortarlas.
MADRE (entre dientes y buscándola). La navaja, la navaja… Malditas sean todas y el bribón que las inventó.
NOVIO. Vamos a otro asunto.
MADRE. Y las escopetas y las pistolas y el cuchillo más pequeño, y hasta las azadas y los bieldos de la era.
NOVIO. Bueno.
MADRE. Todo lo que puede cortar el cuerpo de un hombre. Un hombre hermoso, con su flor en la boca, que sale a las viñas o va a sus olivos propios; porque son de él, heredados…
NOVIO (bajando la cabeza). Calle usted.
MADRE. …y ese hombre no vuelve. O si vuelve es para ponerle una palma encima o un plato de sal gorda para que no se hinche. No sé cómo te atreves a llevar una navaja en tu cuerpo, ni cómo yo dejo a la serpiente dentro del arcón.
NOVIO. ¿Está bueno ya?
MADRE. Cien años que yo viviera, no hablaría de otra cosa. Primero tu padre, que me olía a clavel y lo disfruté tres años escasos. Luego tu hermano. ¿Y es justo y puede ser que una cosa pequeña como una pistola o una navaja pueda acabar con un hombre, que es un toro? No callaría nunca. Pasan los meses y la desesperación me pica en los ojos y hasta en las puntas del pelo.
NOVIO (fuerte). ¿Vamos a acabar?
MADRE. No. No vamos a acabar. ¿Me puede alguien traer a tu padre? ¿Y a tu hermano? Y luego el presidio. ¿Qué es el presidio? ¡Allí comen, allí fuman, allí tocan los instrumentos! Mis muertos llenos de hierba, sin hablar, hechos polvo; dos hombres que eran dos geranios… Los matadores, en presidio, frescos, viendo los montes…
NOVIO. ¿Es que quiere usted que los mate?
MADRE. No… Si hablo es porque… ¿Cómo no voy a hablar viéndote salir por esa puerta? Es que no me gusta que lleves navaja. Es que… que no quisiera que salieras al campo.
NOVIO (riendo). ¡Vamos!
MADRE. Que me gustaría que fueras una mujer. No te irías al arroyo ahora y bordaríamos las dos cenefas y perritos de lana.
NOVIO (coge de un brazo a la MADRE y ríe). Madre, ¿y si yo la llevara conmigo a las viñas?
MADRE. ¿Qué hace en las viñas una vieja? ¿Me ibas a meter debajo de los pámpanos?
NOVIO (levantándola en sus brazos). Vieja, revieja, requetevieja.
MADRE. Tu padre sí que me llevaba. Eso es buena casta. Sangre. Tu abuelo dejó un hijo en cada esquina. Eso me gusta. Los hombres, hombres; el trigo, trigo.
NOVIO. ¿Y yo, madre?
MADRE. ¿Tú, qué?
NOVIO. ¿Necesito decírselo otra vez?
MADRE (seria). ¡Ah!
NOVIO. ¿Es que le parece mal?
MADRE. No.
NOVIO. ¿Entonces?…
MADRE. No lo sé yo misma. Así, de pronto, siempre me sorprende. Yo sé que la muchacha es buena. ¿Verdad que sí? Modosa. Trabajadora. Amasa su pan y cose sus faldas, y siento sin embargo, cuando la nombro, como si me dieran una pedrada en la frente.
NOVIO. Tonterías.
MADRE. Más que tonterías. Es que me quedo sola. Ya no me quedas más que tú y siento que te vayas.
NOVIO. Pero usted vendrá con nosotros.
MADRE. No. Yo no puedo dejar aquí solos a tu padre y a tu hermano. Tengo que ir todas las mañanas, y si me voy es fácil que muera uno de los Félix, uno de la familia de los matadores, y lo entierren al lado. ¡Y eso sí que no! ¡Ca! ¡Eso sí que no! Porque con las uñas los desentierro y yo sola los machaco contra la tapia.
NOVIO (fuerte). Vuelta otra vez.
MADRE. Perdóname. (Pausa.) ¿Cuánto tiempo llevas en relaciones?
NOVIO. Tres años. Ya pude comprar la viña.
MADRE. Tres años. ¿Ella tuvo un novio, no?
NOVIO. No sé. Creo que no. Las muchachas tienen que mirar con quién se casan.
MADRE. Sí. Yo no miré a nadie. Miré a tu padre, y cuando lo mataron miré a la pared de enfrente. Una mujer con un hombre, y ya está.
NOVIO. Usted sabe que mi novia es buena.
MADRE. No lo dudo. De todos modos siento no saber cómo fue su madre.
NOVIO. ¿Qué más da?
MADRE (mirándolo). Hijo.
NOVIO. ¿Qué quiere decir?
MADRE. ¡Que es verdad! ¡Que tienes razón! ¿Cuándo quieres que la pida?
NOVIO (alegre).¿Le parece bien el domingo?
MADRE (seria). Le llevaré los pendientes de azófar, que son antiguos, y tú le compras…
NOVIO. Usted entiende más…
MADRE. Le compras unas medias caladas, y para ti dos trajes… ¡Tres! ¡No te tengo más que a ti!
NOVIO. Me voy. Mañana iré a verla.
MADRE. Sí, sí, y a ver si me alegras con seis nietos, o los que te dé la gana, ya que tu padre no tuvo lugar de hacérmelos a mí.
NOVIO. El primero para usted.
MADRE. Sí, pero que haya niñas. Que yo quiero bordar y hacer encaje y estar tranquila.
NOVIO. Estoy seguro que usted querrá a mi novia.
MADRE. La querré. (Se dirige a besarlo y reacciona.) Anda, ya estás muy grande para besos. Se los das a tu mujer. (Pausa. Aparte.) Cuando lo sea.
NOVIO. Me voy.
MADRE. Que caves bien la parte del molinillo, que la tienes descuidada.
NOVIO. ¡Lo dicho!
MADRE. Anda con Dios.
(Vase el NOVIO. La MADRE queda sentada de espaldas a la puerta. Aparece en la puerta una VECINA vestida de color oscuro, con pañuelo a la cabeza.)
Pasa.
VECINA. ¿Cómo estás?
MADRE. Ya ves.
VECINA. Yo bajé a la tienda y vine a verte. ¡Vivimos tan lejos!
MADRE. Hace veinte años que no he subido a lo alto de la calle.
VECINA. Tú estás bien.
MADRE. ¿Lo crees?
VECINA. Las cosas pasan. Hace dos días trajeron al hijo de mi vecina con los brazos cortados por la máquina. (Se sienta.)
MADRE. ¿A Rafael?
VECINA. Sí. Y allí lo tienes. Muchas veces pienso que tu hijo y el mío están mejor donde están, dormidos, descansando, que no expuestos a quedarse inútiles.
MADRE. Calla. Todo eso son invenciones, pero no consuelos.
VECINA. ¡Ay!
MADRE. ¡Ay!
(Pausa.)
VECINA (triste). ¿Y tu hijo?
MADRE. Salió.
VECINA. ¡Al fin compró la viña!
MADRE. Tuvo suerte.
VECINA. Ahora se casará.
MADRE (como despertando y acercando su silla a la silla de la VECINA). Oye.
VECINA (en plan confidencial). Dime.
MADRE. ¿Tú conoces a la novia de mi hijo?
VECINA. ¡Buena muchacha!
MADRE. Sí, pero…
VECINA. Pero quien la conozca a fondo no hay nadie. Vive sola con su padre allí, tan lejos, a diez leguas de la casa más cerca. Pero es buena. Acostumbrada a la soledad.
MADRE. ¿Y su madre?
VECINA. A su madre la conocí. Hermosa. Le relucía la cara como a un santo; pero a mí no me gustó nunca. No quería a su marido.
MADRE (fuerte). Pero ¡cuántas cosas sabéis las gentes!
VECINA. Perdona. No quise ofender; pero es verdad. Ahora, si fue decente o no, nadie lo dijo. De esto no se ha hablado. Ella era orgullosa.
MADRE. ¡Siempre igual!
VECINA. Tú me preguntaste.
MADRE. Es que quisiera que ni a la viva ni a la muerta las conociera nadie. Que fueran como dos cardos, que ninguna persona les nombra y pinchan si llega el momento.
VECINA. Tienes razón. Tu hijo vale mucho.
MADRE. Vale. Por eso lo cuido. A mí me habían dicho que la muchacha tuvo novio hace tiempo.
VECINA. Tendría ella quince años. Él se casó ya hace dos años con una prima de ella, por cierto. Nadie se acuerda del noviazgo.
MADRE. ¿Cómo te acuerdas tú?
VECINA. ¡Me haces unas preguntas!
MADRE. A cada uno le gusta enterarse de lo que le duele. ¿Quién fue el novio?
VECINA. Leonardo.
MADRE. ¿Qué Leonardo?
VECINA. Leonardo el de los Félix.
MADRE (levantándose). ¡De los Félix!
VECINA. Mujer, ¿qué culpa tiene Leonardo de nada? Él tenía ocho años cuando las cuestiones.
MADRE. Es verdad… Pero oigo eso de Félix y es lo mismo (Entre dientes.) Félix que llenárseme de cieno la boca (Escupe.) y tengo que escupir, tengo que escupir por no matar.
VECINA. Repórtate; ¿qué sacas con eso?
MADRE. Nada. Pero tú lo comprendes.
VECINA. No te opongas a la felicidad de tu hijo. No le digas nada. Tú estás vieja. Yo también. A ti y a mí nos toca callar.
MADRE. No le diré nada.
VECINA (besándola). Nada.
MADRE (serena). ¡Las cosas!…
VECINA. Me voy, que pronto llegará mi gente del campo.
MADRE. ¿Has visto qué día de calor?
VECINA. Iban negros los chiquillos que llevan el agua a los segadores. Adiós, mujer.
MADRE. Adiós. (Se dirige a la puerta de la izquierda. En medio del camino se detiene y lentamente se santigua.)
(Telón.)
CUADRO SEGUNDO
Habitación pintada de rosa, con cobres y ramos de flores populares. En el centro, una mesa con mantel. Es la mañana.
SUEGRA de LEONARDO con un niño en brazos. Lo mece. La MUJER, en la otra esquina, hace punto de media.
SUEGRA.
Nana, niño, nana
del caballo grande
que no quiso el agua.
El agua era negra
dentro de las ramas.
Cuando llega al puente
se detiene y canta.
¿Quién dirá, mi niño,
lo que tiene el agua,
con su larga cola
por su verde sala?
MUJER (bajo).
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
MUJER.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
MUJER.
No quiso tocar la orilla mojada,
su belfo caliente
con moscas de plata.
A los montes duros
sólo relinchaba
con el río muerto
sobre la garganta.
¡Ay, caballo grande
que no quiso el agua!
¡Ay, dolor de nieve,
caballo del alba!
SUEGRA.
¡No vengas! Detente,
cierra la ventana
con rama de sueños
y sueño de ramas.
MUJER.
Mi niño se duerme.
SUEGRA.
Mi niño se calla.
MUJER.
Caballo, mi niño
tiene una almohada.
SUEGRA.
Su cuna de acero.
MUJER.
Su colcha de holanda.
SUEGRA.
Nana, niño, nana.
MUJER.
¡Ay caballo grande
que no quiso el agua!
SUEGRA.
¡No vengas; no entres!
Vete a la montaña.
Por los valles grises
donde está la jaca.
MUJER (mirando).
Mi niño se duerme.
SUEGRA.
Mi niño descansa.
MUJER (bajito).
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
SUEGRA (levantándose y muy bajito).
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
(Entran al niño. Entra LEONARDO.)
LEONARDO. ¿Y el niño?
MUJER. Se durmió.
LEONARDO. Ayer no estuvo bien. Lloró por la noche.
MUJER (alegre). Hoy está como una dalia. ¿Y tú? ¿Fuiste a casa del herrador?
LEONARDO. De allí vengo. ¿Querrás creer? Llevo más de dos meses poniendo herraduras nuevas al caballo y siempre se le caen. Por lo visto se las arranca con las piedras.
MUJER. ¿Y no será que lo usas mucho?
LEONARDO. No. Casi no lo utilizo.
MUJER. Ayer me dijeron las vecinas que te habían visto al límite de los llanos.
LEONARDO. ¿Quién lo dijo?
MUJER. Las mujeres que cogen las alcaparras. Por cierto que me sorprendió. ¿Eras tú?
LEONARDO. No. ¿Qué iba a hacer yo allí, en aquel secano?
MUJER. Eso dije. Pero el caballo estaba reventado de sudar.
LEONARDO. ¿Lo viste tú?
MUJER. No. Mi madre.
LEONARDO. ¿Está con el niño?
MUJER. Sí. ¿Quieres un refresco de limón?
LEONARDO. Con el agua bien fría.
MUJER. ¡Cómo no viniste a comer!…
LEONARDO. Estuve con los medidores del trigo. Siempre entretienen.
MUJER (haciendo el refresco y muy tierna). ¿Y lo pagan a buen precio?
LEONARDO. El justo.
MUJER. Me hace falta un vestido y al niño una gorra con lazos.
LEONARDO (levantándose). Voy a verlo.
MUJER. Ten cuidado, que está dormido.
SUEGRA (saliendo). Pero ¿quién da esas carreras al caballo? Está abajo tendido, con los ojos desorbitados como si llegara del fin del mundo.
LEONARDO (agrio). Yo.
SUEGRA. Perdona; tuyo es.
MUJER (tímida). Estuvo con los medidores del trigo.
SUEGRA. Por mí, que reviente. (Se sienta.)
(Pausa.)
MUJER. El refresco. ¿Está frío?
LEONARDO. Sí.
MUJER. ¿Sabes que piden a mi prima?
LEONARDO. ¿Cuándo?
MUJER. Mañana. La boda será dentro de un mes. Espero que vendrán a invitarnos.
LEONARDO (serio). No sé.
SUEGRA. La madre de él creo que no estaba muy satisfecha con el casamiento.
LEONARDO. Y quizá tenga razón. Ella es de cuidado.
MUJER. No me gusta que penséis mal de una buena muchacha.
SUEGRA. Pero cuando dice eso es porque la conoce. ¿No ves que fue tres años novia suya? (Con intención.)
LEONARDO. Pero la dejé. (A su MUJER.) ¿Vas a llorar ahora? ¡Quita! (Le aparta bruscamente las manos de la cara.) Vamos a ver al niño.
(Entran abrazados.)
(Aparece la MUCHACHA, alegre. Entra corriendo.)
MUCHACHA. Señora.
SUEGRA. ¿Qué pasa?
MUCHACHA. Llegó el novio a la tienda y ha comprado todo lo mejor que había.
SUEGRA. ¿Vino solo?
MUCHACHA. No, con su madre. Seria, alta. (La imita.) Pero ¡qué lujo!
SUEGRA. Ellos tienen dinero.
MUCHACHA. ¡Y compraron unas medias caladas! ¡Ay, qué medias! ¡El sueño de las mujeres en medias! Mire usted: una golondrina aquí (Señala al tobillo.), un barco aquí (Señala la pantorrilla.), y aquí una rosa (Señala al muslo.).
SUEGRA. ¡Niña!
MUCHACHA. ¡Una rosa con las semillas y el tallo! ¡Ay! ¡Todo en seda!
SUEGRA. Se van a juntar dos buenos capitales.
(Aparecen LEONARDO y su MUJER.)
MUCHACHA. Vengo a deciros lo que están comprando.
LEONARDO (fuerte). No nos importa.
MUJER. Déjala.
SUEGRA. Leonardo, no es para tanto.
MUCHACHA. Usted dispense. (Se va llorando.)
SUEGRA. ¿Qué necesidad tienes de ponerte a mal con las gentes?
LEONARDO. No le he preguntado su opinión. (Se sienta.)
SUEGRA. Está bien.
(Pausa.)
MUJER (a LEONARDO). ¿Qué te pasa? ¿Qué idea te bulle por dentro de la cabeza? No me dejes así, sin saber nada…
LEONARDO. Quita.
MUJER. No. Quiero que me mires y me lo digas.
LEONARDO. Déjame. (Se levanta.)
MUJER. ¿Adónde vas, hijo?
LEONARDO (agrio). ¿Te puedes callar?
SUEGRA (enérgica, a su hija). ¡Cállate!
(Sale Leonardo.)
¡El niño! (Entra y vuelve a salir con él en brazos.)
(La MUJER ha permanecido de pie, inmóvil.)
Las patas heridas,
las crines heladas,
dentro de los ojos
un puñal de plata.
Bajaban al río.
¡Ay, cómo bajaban!
La sangre corría
más fuerte que el agua.
MUJER (volviéndose lentamente y como soñando.)
Duérmete, clavel
que el caballo se pone a beber.
SUEGRA.
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
MUJER.
Nana, niño, nana.
SUEGRA.
¡Ay, caballo grande,
que no quiso el agua!
MUJER (dramática).
¡No vengas, no entres!
¡Vete a la montaña!
¡Ay, dolor de nieve,
caballo del alba!
SUEGRA (llorando).
Mi niño se duerme…
MUJER (llorando y acercándose lentamente.)
Mi niño descansa…
SUEGRA.
Duérmete, clavel,
que el caballo no quiere beber.
MUJER (llorando y apoyándose sobre la mesa.)
Duérmete, rosal,
que el caballo se pone a llorar.
(Telón.)
CUADRO TERCERO
Interior de la cueva donde vive la NOVIA. Al fondo, una cruz de grandes flores rosa. Las puertas redondas con cortinas de encaje y lazos rosa. Por las paredes, de material blanco y duro, abanicos redondos, jarros azules y pequeños espejos.
CRIADA. Pasen…
(Muy afable, llena de hipocresía humilde. Entran el NOVIO y su madre. La MADRE viste de raso negro y lleva mantilla de encaje. El NOVIO, de pana negra con gran cadena de oro.)
¿Se quieren sentar? Ahora vienen. (Sale.)
(Quedan madre e hijo sentados, inmóviles como estatuas. Pausa larga.)
MADRE. ¿Traes el reloj?
NOVIO. Sí. (Lo saca y lo mira.)
MADRE. Tenemos que volver a tiempo. ¡Qué lejos vive esta gente!
NOVIO. Pero estas tierras son buenas.
MADRE. Buenas; pero demasiado solas. Cuatro horas de camino y ni una casa ni un árbol.
NOVIO. Éstos son los secanos.
MADRE. Tu padre los hubiera cubierto de árboles.
NOVIO. ¿Sin agua?
MADRE. Ya la hubiera buscado. Los tres años que estuvo casado conmigo plantó diez cerezos. (Haciendo memoria.) Los tres nogales del molino, toda una viña y una planta que se llama Júpiter, que da flores encarnadas, y se secó.
(Pausa.)
NOVIO (por la NOVIA). Debe estar vistiéndose.
(Entra el PADRE de la NOVIA. Es anciano, con el cabello blanco reluciente. Lleva la cabeza inclinada. La MADRE y el NOVIO se levantan y se dan las manos en silencio.)
PADRE. ¿Mucho tiempo de viaje?
MADRE. Cuatro horas.
(Se sientan.)
PADRE. Habéis venido por el camino más largo.
MADRE. Yo estoy ya vieja para andar por las terreras del río.
NOVIO. Se marea.
(Pausa.)
PADRE. Buena cosecha de esparto.
NOVIO. Buena de verdad.
PADRE. En mi tiempo, ni esparto daba esta tierra. Ha sido necesario castigarla y hasta llorarla, para que nos dé algo provechoso.
MADRE. Pero ahora da. No te quejes. Yo no vengo a pedirte nada.
PADRE (sonriendo). Tú eres más rica que yo. Las viñas valen un capital. Cada pámpano una moneda de plata. Lo que siento es que las tierras… ¿entiendes?… estén separadas. A mí me gusta todo junto. Una espina tengo en el corazón, y es la huertecilla esa metida entre mis tierras, que no me quieren vender por todo el oro del mundo.
NOVIO. Eso pasa siempre.
PADRE. Si pudiéramos con veinte pares de bueyes traer tus viñas aquí y ponerlas en la ladera, ¡qué alegría!…
MADRE. ¿Para qué?
PADRE. Lo mío es de ella y lo tuyo de él. Por eso. Para verlo todo junto, ¡que junto es una hermosura!
NOVIO. Y sería menos trabajo.
MADRE. Cuando yo me muera, vendéis aquello y compráis aquí al lado.
PADRE. Vender, ¡vender! ¡Bah!; comprar, hija, comprarlo todo. Si yo hubiera tenido hijos hubiera comprado todo este monte hasta la parte del arroyo. Porque no es buena tierra; pero con brazos se la hace buena, y como no pasa gente no te roban los frutos y puedes dormir tranquilo.
(Pausa.)
MADRE. Tú sabes a lo que vengo.
PADRE. Sí.
MADRE. ¿Y qué?
PADRE. Me parece bien. Ellos lo han hablado.
MADRE. Mi hijo tiene y puede.
PADRE. Mi hija también.
MADRE. Mi hijo es hermoso. No ha conocido mujer. La honra más limpia que una sábana puesta al sol.
PADRE. Qué te digo de la mía. Hace las migas a las tres, cuando el lucero. No habla nunca; suave como la lana, borda toda clase de bordados y puede cortar una maroma con los dientes.
MADRE. Dios bendiga su casa.
PADRE. Que Dios la bendiga.
(Aparece la CRIADA con dos bandejas. Una con copas y la otra con dulces.)
MADRE (al hijo). ¿Cuándo queréis la boda?
NOVIO. El jueves próximo.
PADRE. Día en que ella cumple veintidós años justos.
MADRE. ¡Veintidós años! Esa edad tendría mi hijo mayor si viviera. Que viviría caliente y macho como era, si los hombres no hubieran inventado las navajas.
PADRE. En eso no hay que pensar.
MADRE. Cada minuto, métete la mano en el pecho.
PADRE. Entonces el jueves. ¿No es así?
NOVIO. Así es.
PADRE. Los novios y nosotros iremos en coche hasta la iglesia que está muy lejos, y el acompañamiento en los carros y en las caballerías que traigan.
MADRE. Conformes.
(Pasa la CRIADA.)
PADRE. Dile que ya puede entrar. (A la MADRE.) Celebraré mucho que te guste.
(Aparece la NOVIA. Trae las manos caídas en actitud modesta y la cabeza baja.)
MADRE. Acércate. ¿Estás contenta?
NOVIA. Sí, señora.
PADRE. No debes estar seria. Al fin y al cabo ella va a ser tu madre.
NOVIA. Estoy contenta. Cuando he dado el sí es porque quiero darlo.
MADRE. Naturalmente. (Le coge la barbilla.) Mírame.
PADRE. Se parece en todo a mi mujer.
MADRE. ¿Sí? ¡Qué hermoso mirar! ¿Tú sabes lo que es casarse, criatura?
NOVIA (seria.) Lo sé.
MADRE. Un hombre, unos hijos y una pared de dos varas de ancha para todo lo demás.
NOVIO. ¿Es que hace falta otra cosa?
MADRE. No. Que vivan todos, ¡eso! ¡Que vivan!
NOVIA. Yo sabré cumplir.
MADRE. Aquí tienes unos regalos.
NOVIA. Gracias.
PADRE. ¿No tomamos algo?
MADRE. Yo no quiero. (Al NOVIO.) ¿Y tú?
NOVIO. Tomaré.
(Toma un dulce. La NOVIA toma otro.)
PADRE (al NOVIO). ¿Vino?
MADRE. No lo prueba.
PADRE. ¡Mejor!
(Pausa. Todos están en pie.)
NOVIO (a la NOVIA). Mañana vendré.
NOVIA. ¿A qué hora?
NOVIO. A las cinco.
NOVIA. Yo te espero.
NOVIO. Cuando me voy de tu lado siento un despego grande y así como un nudo en la garganta.
NOVIA. Cuando seas mi marido ya no lo tendrás.
NOVIO. Eso digo yo.
MADRE. Vamos. El sol no espera. (Al PADRE.) ¿Conformes en todo?
PADRE. Conformes.
MADRE (a la CRIADA). Adiós, mujer.
CRIADA. Vayan ustedes con Dios.
(La MADRE besa a la NOVIA y van saliendo en silencio.)
MADRE (en la puerta). Adiós, hija.
(La NOVIA contesta con la mano.)
PADRE. Yo salgo con vosotros.
(Salen.)
CRIADA. Que reviento por ver los regalos.
NOVIA (agria). Quita.
CRIADA. Ay, niña, enséñamelos.
NOVIA. No quiero.
CRIADA. Siquiera las medias. Dicen que son todas caladas. ¡Mujer!
NOVIA. ¡Ea, que no!
CRIADA. Por Dios. Está bien. Parece como si no tuvieras ganas de casarte.
NOVIA (mordiéndose la mano con rabia). ¡Ay!
CRIADA. Niña, hija, ¿qué te pasa? ¿Sientes dejar tu vida de reina? No pienses en cosas agrias. ¿Tienes motivo? Ninguno. Vamos a ver los regalos. (Coge la caja.)
NOVIA (cogiéndola de las muñecas). Suelta.
CRIADA. ¡Ay, mujer!
NOVIA. Suelta he dicho.
CRIADA. Tienes más fuerza que un hombre.
NOVIA. ¿No he hecho yo trabajos de hombre? ¡Ojalá fuera!
CRIADA. ¡No hables así!
NOVIA. Calla he dicho. Hablemos de otro asunto.
(La luz va desapareciendo de la escena. Pausa larga.)
CRIADA. ¿Sentiste anoche un caballo?
NOVIA. ¿A qué hora?
CRIADA. A las tres.
NOVIA. Sería un caballo suelto de la manada.
CRIADA. No. Llevaba jinete.
NOVIA. ¿Por qué lo sabes?
CRIADA. Porque lo vi. Estuvo parado en tu ventana. Me chocó mucho.
NOVIA. ¿No sería mi novio? Algunas veces ha pasado a esas horas.
CRIADA. No.
NOVIA. ¿Tú le viste?
CRIADA. Sí.
NOVIA. ¿Quién era?
CRIADA. Era Leonardo.
NOVIA (fuerte). ¡Mentira! ¡Mentira! ¿A qué viene aquí?
CRIADA. Vino.
NOVIA. ¡Cállate! ¡Maldita sea tu lengua!
(Se siente el ruido de un caballo.)
CRIADA (en la ventana). Mira, asómate. ¿Era?
NOVIA. ¡Era!
(Telón rapido.)
ACTO SEGUNDO
CUADRO PRIMERO
Zaguán de casa de la NOVIA. Portón al fondo. Es de noche. La NOVIA sale con enaguas blancas encañonadas, llenas de encajes y puntas bordadas y un corpiño blanco, con los brazos al aire. La CRIADA, lo mismo.
CRIADA. Aquí te acabaré de peinar.
NOVIA. No se puede estar ahí dentro del calor.
CRIADA. En estas tierras no refresca ni al amanecer.
(Se sienta la NOVIA en una silla baja y se mira en un espejito de mano. La CRIADA la peina.)
NOVIA. Mi madre era de un sitio donde había muchos árboles. De tierra rica.
CRIADA. ¡Así era ella de alegre!
NOVIA. Pero se consumió aquí.
CRIADA. El sino.
NOVIA. Como nos consumimos todas. Echan fuego las paredes. ¡Ay!, no tires demasiado.
CRIADA. Es para arreglarte mejor esta onda. Quiero que te caiga sobre la frente.
(La NOVIA se mira en el espejo.)
Qué hermosa estás. ¡Ay! (La besa apasionadamente.)
NOVIA (seria). Sigue peinándome.
CRIADA (peinándola). ¡Dichosa tú que vas a abrazar a un hombre, que lo vas a besar, que vas a sentir su peso!
NOVIA. Calla.
CRIADA. Y lo mejor es, cuando te despiertes y lo sientas al lado y que él te roza los hombros con su aliento, como con una plumilla de ruiseñor.
NOVIA (fuerte). ¿Te quieres callar?
CRIADA. ¡Pero, niña! ¿Una boda, qué es? Una boda es esto y nada más. ¿Son los dulces? ¿Son los ramos de flores? No. Es una cama relumbrante y un hombre y una MUJER.
NOVIA. No se debe decir.
CRIADA. Eso es otra cosa. ¡Pero es bien alegre!
NOVIA. O bien amargo.
CRIADA. El azahar te lo voy a poner desde aquí, hasta aquí, de modo que la corona luzca sobre el peinado. (Le prueba el ramo de azahar.)
NOVIA (se mira en el espejo). Trae. (Coge el azahar y lo mira y deja caer la cabeza abatida.)
CRIADA. ¿Qué es esto?
NOVIA. Déjame.
CRIADA. No son horas de ponerte triste. (Animosa.) Trae el azahar.
(NOVIA tira el azahar.)
¡Niña! ¿Qué castigo pides tirando al suelo la corona? ¡Levanta esa frente! ¿Es que no te quieres casar? Dilo. Todavía te puedes arrepentir.
(Se levanta.)
NOVIA. Son nublos. Un mal aire en el centro. ¿Quién no lo tiene?
CRIADA. Tú quieres a tu novio.
NOVIA. Lo quiero.
CRIADA. Sí, sí, estoy segura.
NOVIA. Pero éste es un paso muy grande.
CRIADA. Hay que darlo.
NOVIA. Ya me he comprometido.
CRIADA. Te voy a poner la corona.
NOVIA (se sienta). Date prisa, que ya deben ir llegando.
CRIADA. Ya llevarán todos lo menos dos horas de camino.
NOVIA. ¿Cuánto hay de aquí a la iglesia?
CRIADA. Cinco leguas por el arroyo, que por el camino hay el doble.
(La NOVIA se levanta y la CRIADA se entusiasma al verla.)
Despierte la novia
la mañana de la boda.
¡Que los ríos del mundo
lleven tu corona!
NOVIA (sonriente). Vamos.
CRIADA (la besa entusiasmada y baila alrededor.)
Que despierte con el ramo verde
del laurel florido.
¡Que despierte
por el tronco y la rama
de los laureles!
(Se oyen unos aldabonazos.)
NOVIA. ¡Abre! Deben ser los primeros convidados. (Entra.)
(La CRIADA abre sorprendida.)
CRIADA. ¿Tú?
LEONARDO. Yo. Buenos días.
CRIADA. ¡El primero!
LEONARDO. ¿No me han convidado?
CRIADA. Sí.
LEONARDO. Por eso vengo.
CRIADA. ¿Y tu mujer?
LEONARDO. Yo vine a caballo. Ella se acercaba por el camino.
CRIADA. ¿No te has encontrado a nadie?
LEONARDO. Los pasé con el caballo.
CRIADA. Vas a matar al animal con tanta carrera.
LEONARDO. ¡Cuando se muera, muerto está!
(Pausa.)
CRIADA. Siéntate. Todavía no se ha levantado nadie.
LEONARDO. ¿Y la novia?
CRIADA. Ahora mismo la voy a vestir.
LEONARDO. ¡La novia! ¡Estará contenta!
CRIADA (variando de conversación). ¿Y el niño?
LEONARDO. ¿Cuál?
CRIADA. Tu hijo.
LEONARDO (recordando como soñoliento). ¡Ah!
CRIADA. ¿Lo traen?
LEONARDO. No.
(Pausa. Voces cantando muy lejos.)
VOCES.
¡Despierte la novia
la mañana de la boda!
LEONARDO.
Despierte la novia
la mañana de la boda.
CRIADA. Es la gente. Vienen lejos todavía.
LEONARDO (levantándose). ¿La novia llevará una corona grande, no? No debía ser tan grande. Un poco más pequeña le sentaría mejor. ¿Y trajo ya el novio el azahar que se tiene que poner en el pecho?
NOVIA (apareciendo todavía en enaguas y con la corona de azahar puesta). Lo trajo.
CRIADA (fuerte). No salgas así.
NOVIA. ¿Qué más da? (Seria.) ¿Por qué preguntas si trajeron el azahar? ¿Llevas intención?
LEONARDO. Ninguna. ¿Qué intención iba a tener? (Acercándose.) Tú, que me conoces, sabes que no la llevo. Dímelo. ¿Quién he sido yo para ti? Abre y refresca tu recuerdo. Pero dos bueyes y una mala choza son casi nada. Ésa es la espina.
NOVIA. ¿A qué vienes?
LEONARDO. A ver tu casamiento.
NOVIA. ¡También yo vi el tuyo!
LEONARDO. Amarrado por ti, hecho con tus dos manos. A mí me pueden matar, pero no me pueden escupir. Y la plata, que brilla tanto, escupe algunas veces.
NOVIA. ¡Mentira!
LEONARDO. No quiero hablar, porque soy hombre de sangre y no quiero que todos estos cerros oigan mis voces.
NOVIA. Las mías serían más fuertes.
CRIADA. Estas palabras no pueden seguir. Tú no tienes que hablar de lo pasado. (La CRIADA mira a las puertas presa de inquietud.)
NOVIA. Tiene razón. Yo no debo hablarte siquiera. Pero se me calienta el alma de que vengas a verme y atisbar mi boda y preguntes con intención por el azahar. Vete y espera a tu mujer en la puerta.
LEONARDO. ¿Es que tú y yo no podemos hablar?
CRIADA (con rabia). No; no podéis hablar.
LEONARDO. Después de mi casamiento he pensado noche y día de quién era la culpa, y cada vez que pienso sale una culpa nueva que se come a la otra; ¡pero siempre hay culpa!
NOVIA. Un hombre con su caballo sabe mucho y puede mucho para poder estrujar a una muchacha metida en un desierto. Pero yo tengo orgullo. Por eso me caso. Y me encerraré con mi marido, a quien tengo que querer por encima de todo.
LEONARDO. El orgullo no te servirá de nada. (Se acerca.)
NOVIA. ¡No te acerques!
LEONARDO. Callar y quemarse es el castigo más grande que nos podemos echar encima. ¿De qué me sirvió a mí el orgullo y el no mirarte y el dejarte despierta noches y noches? ¡De nada! ¡Sirvió para echarme fuego encima! Porque tú crees que el tiempo cura y que las paredes tapan, y no es verdad, no es verdad. ¡Cuando las cosas llegan a los centros, no hay quien las arranque!
NOVIA (temblando). No puedo oírte. No puedo oír tu voz. Es como si me bebiera una botella de anís y me durmiera en una colcha de rosas. Y me arrastra, y sé que me ahogo, pero voy detrás.
CRIADA (cogiendo a LEONARDO por las solapas). ¡Debes irte ahora mismo!
LEONARDO. Es la última vez que voy a hablar con ella. No temas nada.
NOVIA. Y sé que estoy loca y sé que tengo el pecho podrido de aguantar, y aquí estoy quieta por oírlo, por verlo menear los brazos.
LEONARDO. No me quedo tranquilo si no te digo estas cosas. Yo me casé. Cásate tú ahora.
CRIADA (a LEONARDO). ¡Y se casa!
VOCES (cantando más cerca).
Despierte la novia
la mañana de la boda.
NOVIA. ¡Despierte la novia! (Sale corriendo a su cuarto.)
CRIADA. Ya está aquí la gente. (A Leonardo.) No te vuelvas a acercar a ella.
LEONARDO. Descuida. (Sale por la izquierda.)
(Empieza a clarear el día.)
MUCHACHA 1ª (entrando).
Despierte la novia
la mañana de la boda;
ruede la ronda
y en cada balcón una corona.
VOCES.
¡Despierte la novia!
CRIADA (moviendo algazara).
Que despierte
con el ramo verde
del laurel florido.
¡Que despierte
por el tronco y la rama
de los laureles!
MUCHACHA 2ª (entrando).
Que despierte
con el largo pelo,
camisa de nieve,
botas de charol y plata
y jazmines en la frente.
CRIADA.
¡Ay, pastora,
que la luna asoma!
MUCHACHA 1ª.
¡Ay, galán,
deja tu sombrero por el olivar!
MOZO 1º (entrando con el sombrero en alto).
Despierte la novia
que por los campos viene
rodando la boda,
con bandeja de dalias
y panes de gloria.
VOCES.
¡Despierte la novia!
MUCHACHA 2ª.
La novia
se ha puesto su blanca corona,
y el novio
se la prende con lazos de oro.
CRIADA.
Por el toronjil
la novia no puede dormir.
MUCHACHA 3ª (entrando).
Por el naranjel
el novio le ofrece cuchara y mantel.
(Entran tres convidados.)
MOZO 1 º.
¡Despierta, paloma!
El alba despeja
campanas de sombra.
CONVIDADO.
La novia, la blanca novia,
hoy doncella,
mañana señora.
MUCHACHA 1ª.
Baja, morena,
arrastrando tu cola de seda.
CONVIDADO.
Baja, morenita,
que llueve rocío la mañana fría.
MOZO 1º.
Despertad, señora, despertad,
porque viene el aire lloviendo azahar.
CRIADA
Un árbol quiero bordarle
lleno de cintas granates
y en cada cinta un amor
con vivas alrededor.
VOCES.
Despierte la novia.
MOZO 1º.
¡La mañana de la boda!
CONVIDADO.
La mañana de la boda
qué galana vas a estar;
pareces, flor de los montes,
la mujer de un capitán.
PADRE (entrando).
La mujer de un capitán
se lleva el novio.
¡Ya viene con sus bueyes por el tesoro!
MUCHACHA 3ª.
El novio
parece la flor del oro.
Cuando camina,
a sus plantas se agrupan las clavelinas.
CRIADA.
¡Ay mi niña dichosa!
MOZO 2º.
Que despierte la novia.
CRIADA.
¡Ay mi galana!
MUCHACHA 1ª.
La boda está llamando
por las ventanas.
MUCHACHA 2ª.
Que salga la novia.
MUCHACHA 1ª.
¡Que salga, que salga!
CRIADA.
¡Que toque y repiquen
las campanas!
MOZO 1º.
¡Que viene aquí! ¡Que sale ya!
CRIADA.
¡Como un toro, la boda
levantándose está!
(Aparece la NOVIA. Lleva un traje negro mil novecientos, con caderas y larga cola rodeada de gasas plisadas y encajes duros. Sobre el peinado de visera lleva la corona de azahar. Suenan las guitarras. Las MUCHACHAS besan a la NOVIA.)
MUCHACHA 3ª. ¿Qué esencia te echaste en el pelo?
NOVIA (riendo). Ninguna.
MUCHACHA 2ª (mirando el traje). La tela es de lo que no hay.
MOZO 1º. ¡Aquí está el novio!
NOVIO. ¡Salud!
MUCHACHA 1ª (poniéndole una flor en la oreja).
El novio
parece la flor del oro.
MUCHACHA 2ª.
¡Aires de sosiego
le manan los ojos!
(El NOVIO se dirige al lado de la NOVIA.)
NOVIA. ¿Por qué te pusiste esos zapatos?
NOVIO. Son más alegres que los negros.
MUJER DE LEONARDO (entrando y besando a la NOVIA). ¡Salud!
(Hablan todas con algazara.)
LEONARDO (entrando como quien cumple un deber).
La mañana de casada
la corona te ponemos.
MUJER.
¡Para que el campo se alegre
con el agua de tu pelo!
MADRE (al PADRE). ¿También están ésos aquí?
PADRE. Son familia. ¡Hoy es día de perdones!
MADRE. Me aguanto, pero no perdono.
NOVIO. ¡Con la corona da alegría mirarte!
NOVIA. ¡Vámonos pronto a la iglesia!
NOVIO. ¿Tienes prisa?
NOVIA. Sí. Estoy deseando ser tu mujer y quedarme sola contigo, y no oír más voz que la tuya.
NOVIO. ¡Eso quiero yo!
NOVIA. Y no ver más que tus ojos. Y que me abrazaras tan fuerte, que aunque me llamara mi madre, que está muerta, no me pudiera despegar de ti.
NOVIO. Yo tengo fuerza en los brazos. Te voy a abrazar cuarenta años seguidos.
NOVIA (dramática, cogiéndole del brazo). ¡Siempre!
PADRE. ¡Vamos pronto! ¡A coger las caballerías y los carros! Que ya ha salido el sol.
MADRE. ¡Que llevéis cuidado! No sea que tengamos mala hora.
(Se abre el gran portón del fondo. Empiezan a salir.)
CRIADA (llorando).
Al salir de tu casa,
blanca doncella,
acuérdate que sales
como una estrella…
MUCHACHA 1ª.
Limpia de cuerpo y ropa
al salir de tu casa para la boda.
(Van saliendo.)
MUCHACHA 2ª.
¡Ya sales de tu casa
para la iglesia!
CRIADA.
¡El aire pone flores
por las arenas!
MUCHACHA 3ª.
¡Ay la blanca niña!
CRIADA.
Aire oscuro el encaje de su mantilla.
(Salen. Se oyen guitarras, palillos y panderetas. Quedan solos LEONARDO y su MUJER.)
MUJER. Vamos.
LEONARDO. ¿Adónde?
MUJER. A la iglesia. Pero no vas en el caballo. Vienes conmigo.
LEONARDO. ¿En el carro?
MUJER. ¿Hay otra cosa?
LEONARDO. Yo no soy hombre para ir en carro.
MUJER. Y yo no soy mujer para ir sin marido en un casamiento. ¡Que no puedo más!
LEONARDO. ¡Ni yo tampoco!
MUJER. ¿Por qué me miras así? Tienes una espina en cada ojo.
LEONARDO. ¡Vamos!
MUJER. No sé lo que pasa. Pero pienso y no quiero pensar. Una cosa sé. Yo ya estoy despachada. Pero tengo un hijo. Y otro que viene. Vamos andando. El mismo sino tuvo mi madre. Pero de aquí no me muevo.
(Voces fuera.)
VOCES.
¡Al salir de tu casa
para la iglesia,
acuérdate que sales
como una estrella!
MUJER (llorando).
¡Acuérdate que sales
como una estrella!
Así salí yo de mi casa también.
Que me cabía todo el campo en la boca.
LEONARDO (levantándose). Vamos.
MUJER. ¡Pero conmigo!
LEONARDO. Sí. (Pausa.) ¡Echa a andar!
(Salen.)
VOCES.
Al salir de tu casa
para la iglesia
acuérdate que sales
como una estrella.
(Telón lento.)
CUADRO SEGUNDO
Exterior de la cueva de la NOVIA. Entonación en blancos grises y azules fríos. Grandes chumberas. Tonos sombríos y plateados. Panoramas de mesetas color barquillo, todo endurecido como paisaje de cerámica popular.
CRIADA (arreglando en una mesa copas y bandejas).
Giraba,
giraba la rueda
y el agua pasaba.
Porque llega la boda
que se aparten las ramas
y la luna se adorne
por su blanca baranda.
(En voz alta.)
¡Pon los manteles!
(En voz patética.)
Cantaban,
cantaban los novios
y el agua pasaba.
Porque llega la boda
que relumbre la escarcha
y se llenen de miel
las almendras amargas.
(En voz alta.)
¡Prepara el vino!
(En voz poética.)
Galana.
Galana de la tierra,
mira cómo el agua pasa.
Porque llega tu boda
recógete las faldas
y bajo el ala del novio
nunca salgas de tu casa.
Porque el novio es un palomo
con todo el pecho de brasa
y espera el campo el rumor
de la sangre derramada.
Giraba,
giraba la rueda
y el agua pasaba.
¡Porque llega tu boda,
deja que relumbre el agua!
MADRE (entrando). ¡Por fin!
PADRE. ¿Somos los primeros?
CRIADA. No. Hace rato llegó Leonardo con su mujer. Corrieron como demonios. La MUJER llegó muerta de miedo. Hicieron el camino como si hubieran venido a caballo.
PADRE. Ése busca la desgracia. No tiene buena sangre.
MADRE. ¿Qué sangre va a tener? La de toda su familia. Mana de su bisabuelo, que empezó matando y sigue en toda la mala ralea, manejadores de cuchillos y gente de falsa sonrisa.
PADRE. ¡Vamos a dejarlo!
CRIADA. ¿Cómo lo va a dejar?
MADRE. Me duele hasta la punta de las venas. En la frente de todos ellos yo no veo más que la mano con que mataron a lo que era mío. ¿Tú me ves a mí? ¿No te parezco loca? Pues es loca de no haber gritado todo lo que mi pecho necesita.Tengo en mi pecho un grito siempre puesto de pie a quien tengo que castigar y meter entre los mantos. Pero se llevan a los muertos y hay que callar. Luego la gente critica. (Se quita el manto.)
PADRE. Hoy no es día de que te acuerdes de esas cosas.
MADRE. Cuando sale la conversación, tengo que hablar. Y hoy más. Porque hoy me quedo sola en mi casa.
PADRE. En espera de estar acompañada.
MADRE. Esa es mi ilusión: los nietos.
(Se sientan.)
PADRE. Yo quiero que tengan muchos. Esta tierra necesita brazos que no sean pagados. Hay que sostener una batalla con las malas hierbas, con los cardos, con los pedruscos que salen no se sabe dónde. Y estos brazos tienen que ser de los dueños, que castiguen y que dominen, que hagan brotar las simientes. Se necesitan muchos hijos.
MADRE. ¡Y alguna hija! ¡Los varones son del viento! Tienen por fuerza que manejar armas. Las niñas no salen jamás a la calle.
PADRE (alegre). Yo creo que tendrán de todo.
MADRE. Mi hijo la cubrirá bien. Es de buena simiente. Su padre pudo haber tenido conmigo muchos hijos.
PADRE. Lo que yo quisiera es que esto fuera cosa de un día. Que en seguida tuvieran dos o tres hombres.
MADRE. Pero no es así. Se tarda mucho. Por eso es tan terrible ver la sangre de una derramada por el suelo. Una fuente que corre un minuto y a nosotros nos ha costado años. Cuando yo llegué a ver a mi hijo, estaba tumbado en mitad de la calle. Me mojé las manos y me la lamí con la lengua. Porque era mía. Tú no sabes lo que es eso. En una custodia de cristal y topacios pondría la tierra empapada por ella.
PADRE. Ahora tienes que esperar. Mi hija es ancha y tu hijo es fuerte.
MADRE. Así espero.
(Se levantan.)
PADRE. Prepara las bandejas de trigo.
CRIADA. Están preparadas.
MUJER DE LEONARD (entrando). ¡Que sea para bien!
MADRE. Gracias.
LEONARDO. ¿Va a haber fiesta?
PADRE. Poca. La gente no puede entretenerse.
CRIADA. ¡Ya están aquí!
(Van entrando invitados en alegres grupos. Entran los novios cogidos del brazo. Sale LEONARDO.)
NOVIO. En ninguna boda se vio tanta gente.
NOVIA (sombría). En ninguna.
PADRE. Fue lucida.
MADRE. Ramas enteras de familias han venido.
NOVIO. Gente que no salía de su casa.
MADRE. Tu PADRE sembró mucho y ahora lo recoges tú.
NOVIO. Hubo primos míos que yo ya no conocía.
MADRE. Toda la gente de la costa.
NOVIO (alegre). Se espantaban de los caballos.
(Hablan.)
MADRE (a la NOVIA). ¿Qué piensas?
NOVIA. No pienso en nada.
MADRE. Las bendiciones pesan mucho.
(Se oyen guitarras.)
NOVIA. Como plomo.
MADRE (fuerte). Pero no han de pesar. Ligera como paloma debes ser.
NOVIA. ¿Se queda usted aquí esta noche?
MADRE. No. Mi casa está sola.
NOVIA. ¡Debía usted quedarse!
PADRE (a la MADRE). Mira el baile que tienen formado. Bailes de allá de la orilla del mar.
(Sale LEONARDO y se sienta. Su MUJER detrás de él en actitud rígida.)
MADRE. Son los primos de mi marido. Duros como piedras para la danza.
PADRE. Me alegra el verlos. ¡Qué cambio para esta casa! (Se va.)
NOVIO (a la NOVIA). ¿Te gustó el azahar?
NOVIA (mirándole fija). Sí.
NOVIO. Es todo de cera. Dura siempre. Me hubiera gustado que llevaras en todo el vestido.
NOVIA. No hace falta.
(Mutis de LEONARDO por la derecha.)
MUCHACHA 1ª. Vamos a quitarle los alfileres.
NOVIA (al NOVIO). Ahora vuelvo.
MUJER. ¡Que seas feliz con mi prima!
NOVIO. Tengo seguridad.
MUJER. Aquí los dos; sin salir nunca y a levantar la casa. ¡Ojalá yo viviera también así de lejos!
NOVIO. ¿Por qué no compráis tierras? El monte es barato y los hijos se crían mejor.
MUJER. No tenemos dinero. ¡Y con el camino que llevamos!
NOVIO. Tu marido es un buen trabajador.
MUJER. Sí, pero le gusta volar demasiado. Ir de una cosa a otra. No es hombre tranquilo.
CRIADA. ¿No tomáis nada? Te voy a envolver unos roscos de vino para tu madre, que a ella le gustan mucho.
NOVIO. Ponle tres docenas.
MUJER. No, no. Con media tiene bastante.
NOVIO. Un día es un día.
MUJER (a la CRIADA). ¿Y Leonardo?
CRIADA. No lo vi.
NOVIO. Debe estar con la gente.
MUJER. ¡Voy a ver! (Se va.)
CRIADA. Aquello está hermoso.
NOVIO. ¿Y tú no bailas?
CRIADA. No hay quien me saque.
(Pasan al fondo dos MUCHACHAS; durante todo este acto el fondo será un animado cruce de figuras.)
NOVIO (alegre). Eso se llama no entender. Las viejas frescas como tú bailan mejor que las jóvenes.
CRIADA. Pero ¿vas a echarme requiebros, niño? ¡Qué familia la tuya! ¡Machos entre los machos! Siendo niña vi la boda de tu abuelo. ¡Qué figura! Parecía como si se casara un monte.
NOVIO. Yo tengo menos estatura.
CRIADA. Pero el mismo brillo en los ojos. ¿Y la niña?
NOVIO. Quitándose la toca.
CRIADA. ¡Ah! Mira. Para la media noche, como no dormiréis, os he preparado jamón, y unas copas grandes de vino antiguo. En la parte baja de la alacena. Por si lo necesitáis.
NOVIO (sonriente). No como a media noche.
CRIADA (con malicia). Si tú no, la novia. (Se va.)
MOZO 1º (entrando). ¡Tienes que beber con nosotros!
NOVIO. Estoy esperando a la novia.
MOZO 2º. Ya la tendrás en la madrugada!
MOZO 1º. ¡Que es cuando más gusta!
MOZO 2º. Un momento.
NOVIO. Vamos.
(Salen. Se oye gran algazara. Sale la NOVIA. Por el lado opuesto salen dos MUCHACHAS corriendo a encontrarla.)
MUCHACHA 1ª. ¿A quién diste el primer alfiler, a mí, o a ésta?
NOVIA. No me acuerdo.
MUCHACHA 1ª. A mí me lo diste aquí.
MUCHACHA 2ª. A mí delante del altar.
NOVIA (inquieta y con una gran lucha interior). No sé nada.
MUCHACHA 1ª. Es que yo quisiera que tú…
NOVIA (interrumpiendo). Ni me importa. Tengo mucho que pensar.
MUCHACHA 2ª. Perdona.
(LEONARDO cruza el fondo.)
NOVIA (ve a LEONARDO). Y estos momentos son agitados.
MUCHACHA 1ª. ¡Nosotras no sabemos nada!
NOVIA. Ya lo sabréis cuando os llegue la hora. Estos pasos son pasos que cuestan mucho.
MUCHACHA 1ª. ¿Te ha disgustado?
NOVIA. No. Perdonad vosotras.
MUCHACHA 2ª. ¿De qué? Pero los dos alfileres sirven para casarse, ¿verdad?
NOVIA. Los dos.
MUCHACHA 1ª. Ahora que una se casa antes que otra.
NOVIA. ¿Tantas ganas tenéis?
MUCHACHA 2ª (vergonzosa). Sí.
NOVIA. ¿Para qué?
MUCHACHA 1ª. Pues… (Abrazando a la segunda.)
(Echan a correr las dos. Llega el NOVIO y muy despacio abraza a la NOVIA por detrás.)
NOVIA (con gran sobresalto). ¡Quita!
NOVIO. ¿Te asustas de mí?
NOVIA. ¡Ay! ¿Eras tú?
NOVIO. ¿Quién iba a ser? (Pausa.) Tu padre o yo.
NOVIA. ¡Es verdad!
NOVIO. Ahora que tu padre te hubiera abrazado más blando.
NOVIA (sombría). ¡Claro!
NOVIO. Porque es viejo. (La abraza fuertemente de modo un poco brusco.)
NOVIA (seca). ¡Déjame!
NOVIO. ¿Por qué? (La deja.)
NOVIA. Pues… la gente. Pueden vernos.
(Vuelve a cruzar el fondo la CRIADA, que no mira a los novios.)
NOVIO. ¿Y qué? Ya es sagrado.
NOVIA. Sí, pero déjame… Luego.
NOVIO. ¿Qué tienes? ¡Estás como asustada!
NOVIA. No tengo nada. No te vayas.
(Sale la MUJER de LEONARDO.)
MUJER. No quiero interrumpir.
NOVIO. Dime.
MUJER. ¿Pasó por aquí mi marido?
NOVIO. No.
MUJER. Es que no lo encuentro, y el caballo no está tampoco en el establo.
NOVIO (alegre). Debe estar dándole una carrera.
(Se va la MUJER inquieta. Sale la CRIADA.)
CRIADA. ¿No andáis satisfechos de tanto saludo?
NOVIO. Ya estoy deseando que esto acabe. La novia está un poco cansada.
CRIADA. ¿Qué es eso, niña?
NOVIA. ¡Tengo como un golpe en las sienes!
CRIADA. Una novia de estos montes debe ser fuerte. (Al NOVIO.) Tú eres el único que la puedes curar, porque tuya es. (Sale corriendo.)
NOVIO (abrazándola). Vamos un rato al baile. (La besa.)
NOVIA (angustiada). No. Quisiera echarme en la cama un poco.
NOVIO. Yo te haré compañía.
NOVIA. ¡Nunca! ¿Con toda la gente aquí? ¿Qué dirían? Déjame sosegar un momento.
NOVIO. ¡Lo que quieras! ¡Pero no estés así por la noche!
NOVIA (en la puerta). A la noche estaré mejor.
NOVIO. ¡Que es lo que yo quiero!
(Aparece la MADRE.)
MADRE. Hijo.
NOVIO. ¿Dónde anda usted?
MADRE. En todo ese ruido. ¿Estás contento?
NOVIO. Sí.
MADRE. ¿Y tu MUJER?
NOVIO. Descansa un poco. ¡Mal día para las novias!
MADRE. ¿Mal día? El único bueno. Para mí fue como una herencia.
(Entra la CRIADA y se dirige al cuarto de la NOVIA.)
Es la roturación de las tierras, la plantación de árboles nuevos.
NOVIO. ¿Usted se va a ir?
MADRE. Sí. Yo tengo que estar en mi casa.
NOVIO. Sola.
MADRE. Sola no. Que tengo la cabeza llena de cosas y de hombres y de luchas.
NOVIO. Pero luchas que ya no son luchas.
(Sale la CRIADA rápidamente; desaparece corriendo por el fondo.)
MADRE. Mientras una vive, lucha.
NOVIO. ¡Siempre la obedezco!
MADRE. Con tu mujer procura estar cariñoso, y si la notas infatuada o arisca, hazle una caricia que le produzca un poco de daño, un abrazo fuerte, un mordisco y luego un beso suave. Que ella no pueda disgustarse, pero que sienta que tú eres el macho, el amo, el que mandas. Así aprendí de tu padre. Y como no lo tienes, tengo que ser yo la que te enseñe estas fortalezas.
NOVIO. Yo siempre haré lo que usted mande.
PADRE (entrando). ¿Y mi hija?
NOVIO. Está dentro.
MUCHACHA 1ª. ¡Vengan los novios, que vamos a bailar la rueda!
MOZO 1º (al NOVIO). Tú la vas a dirigir.
PADRE (saliendo). ¡Aquí no está!
NOVIO. ¿No?
PADRE. Debe haber subido a la baranda.
NOVIO. ¡Voy a ver! (Entra.)
(Se oye algazara y guitarras.)
MUCHACHA 1ª. ¡Ya han empezado! (Sale.)
NOVIO (saliendo). No está.
MADRE (inquieta). ¿No?
PADRE. ¿Y a dónde pudo haber ido?
CRIADA (entrando). ¿Y la niña, dónde está?
MADRE (seria). No lo sabemos.
(Sale el NOVIO. Entran tres invitados.)
PADRE (dramático). Pero, ¿no está en el baile?
CRIADA. En el baile no está.
PADRE (con arranque). Hay mucha gente. ¡Mirad!
CRIADA. ¡Ya he mirado!
PADRE (trágico). ¿Pues dónde está?
NOVIO (entrando). Nada. En ningún sitio.
MADRE (al PADRE). ¿Qué es esto? ¿Dónde está tu hija?
(Entra la MUJER de LEONARDO.)
MUJER. ¡Han huido! ¡Han huido! Ella y Leonardo. En el caballo. ¡Iban abrazados, como una exhalación!
PADRE. ¡No es verdad! ¡Mi hija, no!
MADRE. ¡Tu hija, sí! Planta de mala madre y él, también él. ¡Pero ya es la mujer de mi hijo!
NOVIO (entrando). ¡Vamos detrás! ¿Quién tiene un caballo?
MADRE. ¿Quién tiene un caballo ahora mismo, quién tiene un caballo?, que le daré todo lo que tengo, mis ojos y hasta mi lengua…
VOZ. Aquí hay uno.
MADRE (al HIJO). ¡Anda! ¡Detrás!
(Sale con dos mozos.)
No. No vayas. Esa gente mata pronto y bien…; ¡pero sí, corre, y yo detrás!
PADRE. No será ella. Quizá se haya tirado al aljibe.
MADRE. Al agua se tiran las honradas, las limpias; ¡ésa, no! Pero ya es mujer de mi hijo. Dos bandos. Aquí hay ya dos bandos.
(Entran todos.)
Mi familia y la tuya. Salid todos de aquí. Limpiarse el polvo de los zapatos. Vamos a ayudar a mi hijo.
(La gente se separa en dos grupos.)
Porque tiene gente; que son sus primos del mar y todos los que llegan de tierra adentro. ¡Fuera de aquí! Por todos los caminos. Ha llegado otra vez la hora de la sangre. Dos bandos. Tú con el tuyo y yo con el mío. ¡Atrás! ¡Atrás!
(Telón.)
ACTO TERCERO
CUADRO PRIMERO
Bosque. Es de noche. Grandes troncos húmedos. Ambiente oscuro. Se oyen dos violines. Salen tres LEÑADORES.
LEÑADOR 1º. ¿Y los han encontrado?
LEÑADOR 2º. No. Pero los buscan por todas partes.
LEÑADOR 3º. Ya darán con ellos.
LEÑADOR 2º. ¡Chissss!
LEÑADOR 3º. ¿Qué?
LEÑADOR 2º. Parece que se acercan por todos los caminos a la vez.
LEÑADOR 1º. Cuando salga la luna los verán.
LEÑADOR 2º. Debían dejarlos.
LEÑADOR 1º. El mundo es grande. Todos pueden vivir en él.
LEÑADOR 3º. Pero los matarán.
LEÑADOR 2º. Hay que seguir la inclinación; han hecho bien en huir.
LEÑADOR 1º. Se estaban engañando uno a otro y al fin la sangre pudo más.
LEÑADOR 3º. ¡La sangre!
LEÑADOR 1º. Hay que seguir el camino de la sangre.
LEÑADOR 2º. Pero sangre que ve la luz se la bebe la tierra.
LEÑADOR 1º. ¿Y qué? Vale más ser muerto desangrado que vivo con ella podrida.
LEÑADOR 3º. Callar.
LEÑADOR 1º. ¿Qué? ¿Oyes algo?
LEÑADOR 3º. Oigo los grillos, las ranas, el acecho de la noche.
LEÑADOR 1º. Pero el caballo no se siente.
LEÑADOR 3º. No.
LEÑADOR 1º. Ahora la estará queriendo.
LEÑADOR 2º. El cuerpo de ella era para él y el cuerpo de él para ella.
LEÑADOR 3º. Los buscarán y los matarán.
LEÑADOR 1º. Pero ya habrán mezclado sus sangres y serán como dos cántaros vacíos, como dos arroyos secos.
LEÑADOR 2º. Hay muchas nubes y será fácil que la luna no salga.
LEÑADOR 3º. El novio los encontrará con luna o sin luna. Yo lo vi salir. Como una estrella furiosa. La cara color ceniza. Expresaba el sino de su casta.
LEÑADOR 1º. Su casta de muertos en mitad de la calle.
LEÑADOR 2º. ¡Eso es!
LEÑADOR 3º. ¿Crees que ellos lograrán romper el cerco?
LEÑADOR 2º. Es difícil. Hay cuchillos y escopetas a diez leguas a la redonda.
LEÑADOR 3º. Él lleva un buen caballo.
LEÑADOR 2º. Pero lleva una mujer.
LEÑADOR 1º. Ya estamos cerca.
LEÑADOR 2º. Un árbol de cuarenta ramas. Lo cortaremos pronto.
LEÑADOR 3º. Ahora sale la luna. Vamos a darnos prisa.
(Por la izquierda surge una claridad.)
LEÑADOR 1º.
¡Ay luna que sales!
Luna de las hojas grandes.
LEÑADOR 2º.
¡Llena de jazmines la sangre!
LEÑADOR 1º.
¡Ay luna sola!
¡Luna de las verdes hojas!
LEÑADOR 2º.
Plata en la cara de la novia.
LEÑADOR 3º.
¡Ay luna mala!
Deja para el amor la oscura rama.
LEÑADOR 1º.
¡Ay triste luna!
¡Deja para el amor la rama oscura!
(Salen. Por la claridad de la izquierda aparece la LUNA. La LUNA es un leñador joven con la cara blanca. La escena adquiere un vivo resplandor azul.)
LUNA.
Cisne redondo en el río,
ojo de las catedrales,
alba fingida en las hojas
soy; ¡no podrán escaparse!
¿Quién se oculta? ¿Quién solloza
por la maleza del valle?
La luna deja un cuchillo
abandonado en el aire,
que siendo acecho de plomo
quiere ser dolor de sangre.
¡Dejadme entrar! ¡Vengo helada
por paredes y cristales!
¡Abrir tejados y pechos
donde pueda calentarme!
¡Tengo frío! Mis cenizas
de soñolientos metales,
buscan la cresta del fuego
por los montes y las calles.
Pero me lleva la nieve
sobre su espalda de jaspe,
y me anega, dura y fría,
el agua de los estanques.
Pues esta noche tendrán
mis mejillas roja sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¡No haya sombra ni emboscada,
que no puedan escaparse!
¡Que quiero entrar en un pecho
para poder calentarme!
¡Un corazón para mí!
¡Caliente!, que se derrame
por los montes de mi pecho;
dejadme entrar, ¡ay, dejadme!
(A las ramas.)
No quiero sombras. Mis rayos
han de entrar en todas partes,
y haya en los troncos oscuros
un rumor de claridades,
para que esta noche tengan
mis mejillas dulce sangre,
y los juncos agrupados
en los anchos pies del aire.
¿Quién se oculta? ¡Afuera digo!
¡No! ¡No podrán escaparse!
Yo haré lucir al caballo
una fiebre de diamante.
(Desaparece entre los troncos, y vuelve la escena a su luz oscura. Sale una anciana totalmente cubierta por tenues paños verdeoscuro. Lleva los pies descalzos. Apenas si se le verá el rostro entre los pliegues. Este personaje no figura en el reparto.
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