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Sindone: La Misteriosa Sábana Santa De Turín
Guido Pagliarino


Guido Pagliarino

SINDONE
LA MISTERIOSA
SÁBANA SANTA
DE TURÍN

ENSAYO
Guido Pagliarino
SINDONE
La misteriosa Sábana Santa de Turín
Ensayo
Traducción del italiano de Mariano Bas
Distribución Tektime
© 2020 Guido Pagliarino

Ediciones anteriores:
1a edición, solo en papel, bajo el título «La misteriosa Sindone di Torino», © 2007-2012 Boopen Editore
2a edición en papel y 1a edición en e-book - solo PDF -, revisada y aumentada por el autor, bajo el título «Sindòn la misteriosa Sindone di Torino», © 2013-2014 Editrice GDS. Desde 2015 también esta edición está descatalogada y todos los derechos retornaron al autor
3a edición, con el mismo título, solo en e-book mobi Amazon y epub Kobo, realizada por el autor, © 2015 Guido Pagliarino
4a edición, con el mismo título, en libro y en e-book en todos los formatos, distribuida por Tektime © 2019 Guido Pagliarino

En cubierta: Una de las dos pinturas de Giovanni Battista della Rovere «Fiammenghino» que representan la envoltura de Jesús en la Sábana Santa.

Las fotografías generales y particulares de la Sábana Santa que se encuentran en el interior del libro pertenecen a la Iglesia Católica, es decir, a todos.
ÍNDICE

Capítulos y apartados

- PRÓLOGO DEL AUTOR (#ulink_66499b30-cfab-5522-94e7-f6812af40306)

- LA MISTERIOSA SÁBANA SANTA (#ulink_0bd51ebf-4b65-5743-90ca-f756f7a9c8e6)

- A) En general: (#ulink_911786c5-c1a8-591f-9bf2-c14589816be2)

- Sin duda… (#ulink_a4fa9785-f631-5fa4-bc77-f39255223561)

- ¿Sábana o vendas? (#ulink_78228778-ea77-5fe0-83bf-036ebce083da)

- Datos parahistóricos de la Sábana Santa hasta 1356 y el primer documento histórico verdadero de ese año (#ulink_7d052a16-df4d-522d-afb2-3392d7432870)

- Algunos han tratado en los últimos años de conseguir una copia de la imagen sindónica, pero, por el momento, no se ha conseguido nunca con las mismas peculiaridades. Hay quien ha conseguido imágenes similares, pero ninguno ha reproducido todas sus caracter ísticas a la vez

- Por qué en el Hombre de la Sábana Santa no se ven los pulgares y, en el positivo sindónico, tiene el pie derecho cubriendo el izquierdo

- Monedas

- Aloe y mirra

- Crurifragium

- Señales de heridas y abrasiones

- Heridas, lesiones, sangre sobre la Sábana Santa concuerdan perfectamente con las descripciones de la pasión de Jesucristo en los Evangelios

- Estadística

- Sobre el análisis del anatomopatólogo profesor Pierluigi Baima Bollone

- B) En particular:

- I - LAS FOTOGRAFÍAS

- II - SE INICIA LA INVESTIGACIÓN

- III – LOS EXPERIMENTOS CON EL CARBONO 14

- En qué principios se basa la radiación del Carbono 14 (C14)

- El primer y poco conocido experimento (oficioso) de datación de una muestra sindónica con el método del C14

- Los experimentos oficiales de radiodatación de 1988: Por qué tampoco estos han generado resultados completamente aceptables

- IV - UN POSIBLE FALSIFICADOR MEDIEVAL HABRÍA SIDO EL MAYOR GENIO DE TODOS LOS TIEMPOS Y UN MONSTRUO CRIMINAL ASESINO

- V - CRONOLOGÍA (Historia sintética de la Sábana Santa de Turín)

- PRINCIPALES FUENTES DEL ENSAYO

- Apéndice - Sobre los voluntarios «Amigos de la Real Iglesia de San Lorenzo» en el Año Santo 2000 para explicar la Sábana Santa
PRÓLOGO DEL AUTOR (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)

Si bien es verdad que la Tela por antonomasia ha llevado a muchas personas a la conversión o la reconversión al cristianismo, por lo que tiene mucha razón quien ha hablado del «apostolado a través de la Sábana Santa»,
este ensayo no tiene el objetivo de inducir a creer que este Sábana haya envuelto realmente el cuerpo de Cristo hace un par de milenios o, como se dice habitualmente, que sea auténtica. Por otro lado, autenticidad puede significar también otra cosa, pues una cosa es sostener que la conservada en Turín sea la Sábana Santa de Cristo y otra es sencillamente defender su ancianidad bimilenaria. Y si bien no me posiciono acerca del hecho de que haya envuelto a Jesús, sostengo que prevalecen las razones para pensar que la Sábana Santa es muy antigua, habiendo actualmente muchos datos a favor y solo dos en contra, de los cuales solamente uno parece considerable objetivamente, y cada vez menos, que es la prueba de radiodatación de muestras de la Sindone, que, como veremos, fijó la antigüedad de la Sábana en la época bajomedieval, prueba que sin embargo cada vez está más contestada científicamente, y no solo por estudiosos cristianos. El otro motivo de aversión a la Sábana Santa, por otro lado bastante fuerte, es un prejuicio, tanto de laicos anticlericales como de muchos, tal vez de la mayoría, de los cristianos reformados, una prevención que lleva a los primeros a ignorar los argumentos, cuando no a burlarse de ellos, e impulsa a los fieles protestantes a condenar la veneración de la Sabana Santa, la cual, para ellos, por sus prejuicios, es un mero «icono» creado por la mano de un hombre: asumen la condena veterotestamentaria de las «falsas imágenes», que nació históricamente contra la idolatría,
aunque los católicos sostienen que la prohibición estuvo vigente solo antes de que Dios se encarnase en Jesús mostrándose al mundo como «imagen», es decir, como figura carnal humana, sin ninguna posibilidad de confundirse con los ídolos. También hay, por cierto, católicos negadores de su autenticidad, entendida en el sentido de que la Sábana Santa sea realmente la que envolvió el cuerpo de Jesús
y se encuentran protestantes que sí suponen su autenticidad, al menos en el segundo sentido del término, cuando no además en el primero. En todo caso, hay que dejar bien claro que la fe cristiana no se basa en la Sábana Santa de Turín, sino, históricamente, en el testimonio oral apostólico de la resurrección de Cristo recogida en el siglo I en los libros del Nuevo Testamento
y que llega a nosotros porque lo conserva la Iglesia a lo largo de los siglos, con el control sistemático de la correspondencia de las nuevas copias con las precedentes,
a partir de las más antiguas. Por otro lado, confieso que en el pasado más lejano no había tenido mucho interés por la Sábana Santa. Solo a partir de 1998 empecé primero a sentir curiosidad y luego interés por ella, gracias a mi relación con el difunto doctor Giovanni Latino, a quien me presentó un amigo común: el entusiasmo de Latino me impulsó cordialmente a frecuentar las conferencias de expertos en la materia y los encuentros semanales de profundización y debate que, en el bienio previo a la Ostensión del Año Santo 2000, se fueron sucediendo en la sala de reuniones de la iglesia turinesa de San Lorenzo, a cuyos «Amigos», organizados por el propio Latino, me uniría, convirtiéndome además en voluntario para la explicación de la Tela durante la Ostensión de ese año.
Y sin embargo mis creencias nunca han dejado de basarse en el testimonio del Nuevo testamento, no en la Sábana Santa, y es con ese mismo espíritu con el que publico ahora esta nueva edición de mi ensayo divulgativo sobre ella, realizado considerando nuevos datos y corrigiendo un par de inexactitudes del libro escrito hace años y del texto correspondiente que difundí por la web en el 2000 como modesto corolario de la Ostensión de ese Año Santo. He organizado el ensayo de forma que vuelvo varias veces sobre ciertos argumentos, desde perspectivas diversas, de forma que el lector no pueda considerar tales reiteraciones como pleonásticas y mucho menos involuntarias: la obra comprende una parte de presentación general (en algunos puntos, por considerarlo útil, empezando a profundizar, como en el caso de las conclusiones médicas del anatomopatólogo Pierluigi Baima Bollone) y una sección, dividida en capítulos, con un tratamiento específico de argumentos particulares ya tocados en la primera parte, como por ejemplo las fotografías sindónicas, y una cronología.
LA MISTERIOSA SÁBANA SANTA (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)
La Sábana Santa de Turínantes de las restauraciones del verano 2002 (ver Cronología, año 2002)



La Sábana Santa de Turín después de las restauraciones realizadas entre el 20 de junio y el 22 de julio de 2002
- Foto distribuida a la prensa por la Arquidiócesis de Turín -



La Sábana de Turín en positivo y en negativo



A) (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)En general: (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)

La Sindone (Sábana Santa en el entorno católico) es una sábana (sindòn = sábana, tela) de lino de un grosor de apenas 0,34 milímetros, tejido en forma de «espina de pescado» con una técnica ya conocida hace dos mil años en Egipto (se conservan restos egipcios de hace cincuenta mil años), en Palestina y en otras zonas del Medio Oriente. El hilado es de «torsión en sentido Z» (en sentido de las agujas del reloj), en lugar de «en S» (contrario a las agujas del reloj) como se haría en épocas posteriores.
Se trata de técnicas de hilado y tejido de las cuales ya se había perdido el recuerdo muy al principio del Medioevo. Esta Tela mide, después de las restauraciones de conservación realizadas en 2002 (v. Cronología, año 2002), 4,41 metros de largo y 1,13 metros de ancho.
Su Custodio oficial es el arzobispo pro tempore de Turín (es decir, quien ocupa el puesto). La Sábana Santa está en Turín desde 1578, con algunas interrupciones ocasionales, normalmente debido a guerras, como durante el asedio francés a la ciudad de 1706 y, la última vez, a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, tras cuyo estallido en 1939 (en previsión de que también Italia, como acabó sucediendo, entrara en guerra) se trasladó, para protegerla de los bombardeos, al Santuario de Montevergine, cerca de Avellino. Volvió a la capital piamontesa en 1946.
La Sábana Santa de Turín, aunque en casi todo el mundo se la conoce sencillamente como la «Sindone», es una tela todavía en parte misteriosa.
Como se puede observar en las fotos anteriores, presenta diversas manchas, cuya naturaleza y causa solo se conocen parcialmente. Como veremos, en algunas partes de estas manchas la Sábana Santa se comporta como un negativo fotográfico. En otras partes, no.

Sin duda... (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)

Sobre esta tela hay remiendos y señales de abrasión.
Se sabe, a la vista de las muestras y los análisis de los expertos, que en ella hay restos de pólenes de plantas del Medio Oriente y de flora de los Alpes. Además, en la tela hay restos de aloe y de mirra, además de aragonito (composición de carbonato de calcio, hierro y estroncio), una tierra presente en Jerusalén y, en particular, en una tumba estudiada por Riccardo Levy-Setti, un investigador de la Universidad de Chicago, que, comparándola con el aragonito de la Sábana Santa, ha concluido que los dos minerales son exactamente iguales.
También es seguro que sobre la tela hay manchas de sangre coagulada del grupo AB con restos de ADN, después de análisis efectuados por diversos anatomopatólogos de prestigio internacional, entre ellos el profesor Luigi Baima Bollone, antes catedrático titular y ahora profesor emérito de medicina forense en la Universidad de Turín.
Por cierto: Es cuando menos curioso saber que sangre de idéntico tipo AB mancha el llamado Sudario de Oviedo (España), una tela de 83x52 centímetros. Estas manchas hemáticas tienen formas simétricas y, por lo que se dice, corresponderían en su conjunto a un rostro humano.
Además, resulta interesante el hecho de que los restos (reliquias) del milagro que cuenta la tradición que ocurrió en el siglo VIII en Lanciano, en la provincia de Chieti (un sacerdote dudaba de la presencia de Cristo en la Eucaristía mientras estaba consagrando y el pan y el vino se transformaron en carne y sangre), son: sangre del grupo AB, como la de la Sábana Santa; carnes humana del tejido miocárdico (análisis de 1970 del profesor Odoardo Linoli, anatomopatólogo).

A continuación, fotografía del Sudario de Oviedo y del Ostensorio, con la carne y la ampolla, con la sangre coagulada, en el Santuario de Lanciano:





Algunas manchas de la Sábana Santa están acompañadas de suero sanguíneo (lo que significa sangre de cadáver) y otras no, lo que significa que son de una persona aún viva.
También es verdad que la Tela ha sufrido abrasiones en el pasado lejano. Quedan restos muy evidentes: en particular los del incendio documentado el 4 de diciembre de 1532, desatado en la capilla de Chambery, en Saboya, donde se custodiaba la Sábana (v. Cronología, año 1532): dos tiras carbonizadas a todo lo largo de la Tela y agujeros, cubiertos después por encargo a las hermanas clarisas de un convento vecino. Además, las religiosas cosieron, para reforzar la sábana, un forro en su reverso, una tela de Holanda, a lo largo de toda su extensión. Los parches y la tela de Holanda fueron retirados por expertos con ocasión de la restauración de la Sábana Santa de 2002.
Esquema de las abrasiones
línea de abrasión ___ agujero O



Es además absolutamente evidente que sobre la sábana está impresa la imagen de un cuerpo humano de frente y de espaldas. Esta imagen humana sobre la Sábana Santa es sustancialmente un negativo fotográfico. Así, una vez impresa fotográficamente sobre el carrete, o más antiguamente en la placa negativa, aparece como positiva. Es algo así como si el Hombre se hubiera reflejado y en este espejo que es la Sábana Santa hubiera quedado fotografiado en negativo su imagen: como en todos los negativos y como en una imagen en un espejo, es decir que lo que está a la derecha aparece a la izquierda y viceversa.
Para ver claramente lo anterior, comparemos una foto positiva y otra negativa de una obra de arte bizantina (un icono pintado) e, inmediatamente debajo, una foto positiva y otra negativa del Rostro del Hombre de la Sábana Santa:


Las rayas que atraviesan el pelo y la barba del Rostro de la Sábana Santa son dos pliegues de esta debidos a quién sabe qué causas pasadas, tal vez por el forro cosido en el reverso por las clarisas de Chambery después de incendio de 1532. Lo mismo pasa con las manchas de sangre, por ejemplo, la muy evidente sobre la frente que tiene la forma respectivamente de «ℇ», es decir, de un «3 invertido» en la imagen de la derecha (a la izquierda del lector) y de un «3» en la imagen de la derecha (a la izquierda del lector), resulta positiva en la foto de la derecha y negativa en la de la izquierda.
Reproducción de una de las dos pinturas de Giovanni Battista della Rovere «Fiammenghino», representando la envoltura de Jesús en la Sábana Santa (la otra aparece en la primera página de la cubierta).



También es seguro que la sábana es del mismo tipo empleado para envolver a los cadáveres en Palestina en la época de Jesús, aunque también, como alternativa, era habitual vendar los restos al estilo egipcio, como ya sabemos, entre otras fuentes, por el Evangelio de Juan a propósito del cadáver de Lázaro de Betania.
En el caso de la envoltura en sábana o sudario los restos se colocaban boca arriba sobre la tela, con los pies en un extremo y la cabeza hacia el centro del lienzo (a veces era al contrario: cabeza en el extremo y pies hacia el centro). La otra mitad de la sábana se doblaba sobre el cadáver, el cual, así, quedaba dentro de la sábana, como en la pintura precedente.
¿Sábana o vendas? (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)

Al hablar de la sepultura de Jesús, los evangelistas Mateo, Marcos y Lucas escriben que fue envuelto en un sindòn, sudario o sábana, mientras que Juan no y en la traducción española encontramos vendas en lugar de sábana, por lo que hay quien sostiene y afirma, solo con esta base, que la Sábana Santa de Turín es falsa. Después de leer los fragmentos evangélicos que hablan de ello, vamos a tratar de resolver este pequeño «misterio» de las vendas: ya os he dado alguna pista.
Un sepulcro antiguo en Nazaret, con piedra circular para cerrar el acceso, similar al de Jesús (la llamada «Tumba del Justo»).



«Al atardecer, llegó un hombre rico de Arimatea, llamado José, que también se había hecho discípulo de Jesús, y fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato ordenó que se lo entregaran. Entonces José tomó el cuerpo, lo envolvió en una sábana limpia y lo depositó en un sepulcro nuevo que se había hecho cavar en la roca. Después hizo rodar una gran piedra a la entrada del sepulcro, y se fue» (Mateo, 27, 57 - 60).

«Era día de Preparación, es decir, vísperas de sábado. Por eso, al atardecer, José de Arimatea –miembro notable del Sanedrín, que también esperaba el Reino de Dios– tuvo la audacia de presentarse ante Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Pilato se asombró de que ya hubiera muerto; hizo llamar al centurión y le preguntó si hacía mucho que había muerto. Informado por el centurión, entregó el cadáver a José. Este compró una sábana, bajó el cuerpo de Jesús, lo envolvió en ella y lo depositó en un sepulcro cavado en la roca. Después hizo rodar una piedra a la entrada del sepulcro» (Marcos, 15, 42 - 46).

«Llegó entonces un miembro del Consejo, llamado José, hombre recto y justo, que había disentido con las decisiones y actitudes de los demás. Era de Arimatea, ciudad de Judea, y esperaba el Reino de Dios. Fue a ver a Pilato para pedirle el cuerpo de Jesús. Después de bajarlo de la cruz, lo envolvió en una sábana y lo colocó en un sepulcro cavado en la roca, donde nadie había sido sepultado. Era el día de la Preparación, y ya comenzaba el sábado» (Lucas, 23, 50 - 54).

«Después de esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús –pero secretamente, por temor a los judíos– pidió autorización a Pilato para retirar el cuerpo de Jesús. Pilato se la concedió, y él fue a retirarlo. Fue también Nicodemo, el mismo que anteriormente había ido a verlo de noche, y trajo una mezcla de mirra y aloe, que pesaba unos treinta kilos. Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas,
agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús» (Giovanni, 19, 38 - 42).

Juan habla también del hallazgo de los lienzos funerarios de Jesús a la mañana del domingo siguiente al viernes de la crucifixión, en el sepulcro ya vacío que había sido el de Jesús antes de resucitar:


«El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba,
y les dijo: “Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto”. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos» (Juan, 20, 1 - 9).


¿Entonces son vendas? ¿No una sábana?

Imagen del Hombre ana Santa desolo en el interior, correspondiente erior de la Sáb Turín.

Externo, correspondiente con Hombre.
Bueno, he dicho que había dejado una pista. En concreto, he hablado de traducción. Si se va al original griego, se ve que los dos apóstoles, aparte del «sudario», pañuelo fúnebre que se ponía sobre la cabeza,
encontramos othònia, es decir, tejidos genéricos de lino, en plural y por tanto no vendas como aparece en la traducción italiana de 1974,
que no es literal. Como othònia significa tejidos genéricos de lino, la palabra puede referirse de hecho, al ser una palabra plural, a una sábana al tiempo que al pañuelo-sudario y a vendas.
Pero sin duda no significa exactamente vendas. Advirtamos que los otros tres evangelistas no nos dicen de qué tejido era la Sábana de Jesús: esto piensa Juan, que escribe su Evangelio el último, entre los años 80 y 100 para llenar el vacío:
El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: «Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto». Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las telas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las telas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, él debía resucitar de entre los muertos.

Si hubiera querido hablar expresamente de vendas, Juan no habría usado othònia sino keirìai, como hizo en ese mismo Evangelio (Jn, 11, 14) en relación con la resurrección de Lázaro.
Datos parahistóricos de la Sábana Santa hasta 1356 y el primer documento histórico verdadero de ese año (#ulink_e80950f3-5445-57f3-9bdd-45ca5f86ad00)

La historia de la Sábana Santa o Sindone desde 1356 en adelante está documentada sin vacíos temporales. Por el contrario, para los siglos precedentes se trata sobre todo de tradiciones e hipótesis, además de unos pocos documentos escritos poco convincentes.
Cirilo de Jerusalén, en torno al año 340, define como «testimonios de la resurrección» la piedra roja de las vetas blancas del Sepulcro y la Sábana (no dice las vendas), que, según los evangelistas sinópticos, habría envuelto a Jesús, aunque no dice si vio personalmente esa tela. La conexión con la Sábana Santa de Turín es en este aspecto imposible. Cerca de doscientos años después, estamos en torno a 570, un tal Antonino de Piacenza, peregrino en Jerusalén, afirma que en esta ciudad se puede ver el «sudario» que tapó la cabeza de Jesús, precisando que se conserva en un monasterio junto al Jordán: aparte de que el peregrino no habla de una imagen sobreimpresa, tampoco en este caso se puede pensar en la Tela de Turín, ni siquiera en una sábana en general, al tratarse de un pañuelo. Tampoco olvidamos las muchas presuntas reliquias que circulaban en esos siglos, de los clavos de Cristo al madero de la cruz, de la lanza de Longinos que habría atravesado el costado de Jesús crucificado a pañuelos varios con lágrimas de la Virgen y otros restos sagrados.




Un mandylion o pañuelo con el rostro de Jesús estaba expuesto en el 544 en Edesa, la actual Sanliurfa o sencillamente Urfa, en el sudeste de Turquía. Se ha supuesto que dicho mandylion no era otra cosa que la Sábana Santa doblada en varias capas superpuestas de modo que solo se viera el Rostro y poco más. ¿La Sábana Santa? En ciertas imágenes que representan el mandylion, como las de la Iglesia del Salvador en Neréditsa, cerca de Nóvgorod en Rusia, en Gradac (Serbia) o en Laón (Aisne, Francia), se representa como un relicario rectangular con rombos mostrando en el centro un rostro con barba y cabellos largos. En 1984, el sindonólogo J. P. Jackson había detectado la existencia en la Tela de Turín de rastros de carreras ininterrumpidas a lo largo de toda ella, correspondientes a un doblado en ocho partes rectangulares de 110 x 55 cm. cada una: si la sábana Santa estaba doblada de esa manera, haciendo que el rectángulo superior resultara ser el del Rostro, este estaría casi en el centro del recuadro, un poco hacia arriba, mientras que aparecería bajo él el busto y una pequeña parte del costado.
Si se considera que resulta inverosímil que en Edesa se hubiera querido presentar solo la cara o poco más del hombre desvestido y martirizado, en la hipótesis obviamente de que se tratase de la Sábana Santa, pudo ser por motivos de decencia, según la mentalidad de la época, por la cual la imagen que representa el cuerpo desnudo y torturado de Cristo sería considerada completamente escandalosa y hay que observar, más en general, que por razones análogas no se mostraban de hecho en esos siglos pinturas o mosaicos de Jesús desvestido y, por otro lado, no existían tampoco representaciones de Jesús crucificado aunque cubierto con un paño de pudor: se realizarían solo siglos después.
En la antigüedad surgió una leyenda en torno al lienzo de Edesa, que nos ha llegado con algunas variantes:

El mandylion lo habría creado milagrosamente Jesús como regalo a Abgaro V, llamado Ukama, «el Negro», rey de Edesa en el siglo I del 13 al 50, que sufría de lepra, a través de sus mensajeros enviados a Jerusalén con ocasión de la semana de Pascua y que invitó al Nazareno a su corte, esperando que hiciera un milagro. Pero, al no poder ir con él, pues faltaban pocos días para su crucifixión, Cristo le había curado a través de la visión de ese icono, que se hizo llegar al soberano mediante sus delegados. Según otra versión, la pintura fue realizada al temple por un pintor, un tal Ananías, enviado expresamente por Jesús al rey. Según otra leyenda más, la pintura la habría hecho Ananías, pero Jesús, al no estar convencido del resultado, mojando sus dedos en la pintura, habría añadido algún retoque haciendo que el Rostro fuera exactamente igual que el suyo. En todo caso, el soberano se curó al ver la imagen y así se convirtió al cristianismo, con su hijo Ma’nu V, que, durante un periodo breve de tiempo, fue rey tras su muerte. Pero el sobrino de Abgaro, Ma’nu VI, que subió al trono en el año 57, habría vuelto al paganismo y perseguido a los cristianos. Todavía hoy en la iglesia genovesa de San Bartolomé de los Armenios se venera una imagen pintada al temple a base de clara de huevo que sería precisamente la enviada por Jesús al rey Abgaro. Evidentemente, si el mandylion era una pintura, no habría podido tener nada que ver con la Sábana Santa. En todo caso, en la realidad histórica, el de Génova es un antiquísimo icono bizantino inspirado por el mandylion y, tal vez, realizado en Edesa.
Icono al temple de la Iglesia de San Bartolomé de los Armenios en Génova



Según tradiciones dispares, griegas, árabes y sirias, hacia la mitad del siglo X, el emperador de Oriente Romano I Lecapeno deseaba que el mandylion se llevara a Constantinopla. El Rostro de Cristo de Edesa era considerado por todos achiropita, es decir, «no hecho por manos humanas» y era venerado sobre todo por esto.
La Anatolia estaba desde hace tiempo sometida a los turcos, que, al ser islamistas y dado que para ellos Jesús era, y es, el segundo profeta más importante después de Mahoma, veneraban el mandylion considerándolo protector de la ciudad.
Queriendo obtener la misma tutela, el emperador Romano I inició la guerra contra los turcos enviando contra ellos un potente ejército a las órdenes del general Juan Curcuas, quien, en la primavera del año 943, conquistó Edesa. El general bizantino pidió al emir de la ciudad derrotada la entrega del mandylion, entretanto escondido por los asediados y, para conseguirlo, prometió misericordia para los habitantes, liberó a 200 prisioneros y prometió pagar más de doce monedas en metal precioso (según algunas fuentes, monedas de plata, según otras, incluso de oro). A pesar de las protestas del pueblo, el emir aceptó y entregó la reliquia al general Curcuas. El mandylion llegó a Constantinopla el 15 de agosto de 944, fiesta del Tránsito de María (luego de la Asunción). El mandylion (¿o la Sábana Santa doblada?), después de la entrega oficial al emperador se dejó en la capilla Nuestra Señora del Faro, junto al Bucoleón, el palacio de Romano I.
Una miniatura del Códice Skilitzis, manuscrito bizantino realizado entre los siglos Xi y XIII, actualmente guardado en la Biblioteca Nacional de Madrid, representa la entrega del mandylion al emperador Romano I Lecapeno, flanqueado por el patriarca de Constantinopla, Teofilacto, y otros dignatarios. Como se ve en la imagen, en el centro destaca la imagen de Cristo, que, casi tridimensionalmente, se levanta de la tela:


El 16 de agosto de 944, día posterior a la llegada del mandylion a Constantinopla, el archidiácono Gregorio de la catedral de Santa Sofía, refrendario encargado de los mensajes oficiales entre el patriarca y el emperador, lanzaba desde el púlpito un sermón sobre el acontecimiento. En la Biblioteca Vaticana se ha conservado el manuscrito (Cod. Vat. Gr. 511, ff. 143-150v, catalogado De Christi imagine Edessena).
Gregorio, después de afirmar que pretende hablar de la reliquia traída desde Edesa en el año actual de 6452 (según la datación bíblica, correspondiente al año 944 después de Cristo) describe en tono apasionado el mandylion, al que llama sábana, refiriéndose evidentemente a los tres Evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas), lo cuales, al contrario que Juan, usan precisamente ese término. Dice Gregorio de la imagen: «Reliquia impresa únicamente por los sudores de la agonía del rostro del Príncipe de la Vida, que gotean como pequeños arroyos de sangre, y el dedo de Dios. Esos son los ornamentos que han coloreado la verdadera imagen de Cristo. Y la imagen, después de haber goteado también está hecha por las gotas más preciosas de su costado. Los dos hechos están llenos de enseñanzas: aquí sangre y agua, allí sudor e imagen. Es el equilibrio de la realidad, pues [se originan] de un Solo y Único [Ser]. Pero se ve también la fuente de agua viva que apaga la sed mostrando los sudores artífices de la imagen, que se deslizan por el costado de una naturaleza [común] a cualquiera y que han producido [la reliquia]. Poco a poco nos habituamos a algo que no se había visto nunca antes y de lo cual ni ojos ni mente habían tenido experiencia. Una imagen no delimitada en sus bordes, que se disuelve en la nada, a la que, si te acercas, poco a poco empalidece y desaparece y, si te alejas, reaparece, un color apagado, muy pálido, que no sabría definir, que casi se sale de la escala cromática. Dos grandes improntas de un cuerpo expoliado, de frente y de espaldas, acostado de una forma muy extraña e ilógica. Una cantidad de señales evidentemente sanguinolentas, estampadas también sobre la piel de una suma inmovilidad cadavérica (…) antes de hundirse en esa larga contemplación sin palabras que es siempre y para cualquiera la primera observación de la sábana. Para todos, el primer impacto con la sábana es una larga mirada en un largo silencio».
Evidentemente, el uso de la palabra sábana en aquel antiguo sermón no es una prueba de que se refiriera precisamente a la Sábana Santa de Turín. Sin embargo, es muy importante la cita del cuerpo de Jesús y no solo de su rostro, porque da a entender que se trataba de una sábana y no de un pañuelo.
Miniatura del siglo XV que representa la conquista latina de Constantinopla.



En 1204 se produce la tragedia: el Imperio de Oriente es atacado por los combatientes de la Cuarta Cruzada, que se ha organizado en Occidente para liberar de musulmanes Tierra Santa, algo que no se conseguiría. Y el 12 de abril, Constantinopla es expugnada entre horribles masacres y tremendos saqueos de tesoros y reliquias sagradas. Si es verdad que solo la Primera Cruzada tuvo también fuertes motivaciones ideales además de las habituales razones económicas y de poder, sin embargo, antes de 1204, quizás no se había llegado todavía a tal punto de especulación cínica y sanguinaria en el bando cristiano. Al mando de la mezquina expedición estaban, a la cabeza, el conde Balduino IX de Flandes y, bajo su mando, los condestables franceses Guillermo de Champlitte, Godofredo de Villehardoui, Otón de la Roche, señor de Borgoña, y los comandantes italianos Bonifacio de Montferrato y Enrico Dandolo, dux de Venecia. Se funda el Imperio Latino y los jefes de los vencedores, salvo el dux, que ya tenía más de noventa años y estaba muy enfermo, se repartieron el territorio: el conde Balduino de Flandes se hace coronar como Balduino I, con gran pompa, en la catedral de Constantinopla, Santa Sofía, como los emperadores; Guillermo de Champlitte se convierte en príncipe de Acaya; Godofredo de Villehardoui en príncipe de Morea; Bonifacio de Montferrato en rey de Tesalónica; finalmente, aunque su figura sea la más importante para nuestra historia, Otón de la Roche se convierte en duque de Atenas y de Tebas. Entretanto, el mandylion (¿o bien la Sábana Santa?) es robado durante el saqueo de la iglesia adosada al palacio imperial de Blanquerna, donde estaba guardado, y desaparece. ¿Tal vez se ocultó en Atenas? Lo haría suponer la copia, siempre que fura cierta la prueba de la existencia de su original,
de una carta datada el 1 de agosto de 1205, no mucho después del saqueo de Constantinopla, cuyo original se habría enviado al Papa entonces reinante, Inocencio III, por Teodoro Ángelo Comneno, emparentado con la familia imperial. El remitente, después de condenar los actos de los cruzados saqueadores de reliquias, pide al Sumo Pontífice la restitución de la tela de Constantinopla, que afirma que estaba guardada en ese momento en Atenas por el duque Otón de la Roche. Se ha dicho, aunque no haya pruebas seguras, que posteriormente, en 1208, el duque de Atenas y Tebas habría enviado la sábana (de nuevo la pregunta: ¿la de Turín?) en su posesión a su padre Ponce II de La Roche-sur-Ognon y de Ray para que desde aquel año la tela estuviera en Francia en poder de la familia.


Todo lo anterior no se puede considerar verdadera Historia, pues faltan documentos seguros que atestigüen que la sábana de Constantinopla fuera realmente la hoy se conserva en Turín, por lo que queda un vacío histórico hasta 1356, cuando, como veremos, la Sábana Santa que hoy se conserva en Turín está sin duda en Francia, en Lirey, y sin embargo se ha encontrado, por decirlo así, un cuasidocumento, es decir una miniatura sobre un manuscrito, el Códice Pray, datado entre 1192 y 1195, actualmente en poder de la Biblioteca Nacional de Budapest.
Se trata de un sacramentario en latín con un sermón fúnebre en húngaro (el texto más antiguo en este idioma). Fue encontrado en el siglo XVIII por el jesuita húngaro Georgius Pray, de ahí el nombre del manuscrito, en Eslovaquia, en la biblioteca del capítulo benedictino de Pozsony, actualmente Bratislava. El Códice Pray se escribió a mano, pues el siglo XII es anterior a la invención en Occidente de la impresión con tipos móviles. La miniatura está en el reverso de la hoja número XXVII. Muestra el entierro de Jesús y consta de dos partes superpuestas. La superior muestra la unción de los restos de Jesús, que, algo especial con respecto a los iconos de esos tiempos y los anteriores, está desnudo, igual que en la Sábana Santa y, como en la tela, sus manos se cruzan sobre el pubis, la derecha sobre la izquierda, sin que se vean los pulgares e, igual que en la Sábana Santa, tampoco se ven los pies (ver la sección siguiente Por qué en el Hombre de la Sábana Santa no se ven los pulgares y, en el positivo sindónico, tiene el pie derecho cubriendo el izquierdo). Aquí se muestran detalles de las manos y las extremidades inferiores sobre el negativo de una foto de la Sábana Santa y, a continuación, la imagen del Códice Pray:


Miniatura del Codice Pray.



Como se puede observar, en la parte superior de la miniatura Pray aparece el cuerpo de Cristo tendido sobre un lienzo de tela en el momento de la unción y la parte de debajo de la propia miniatura muestra a las mujeres pías visitando el sepulcro en el domingo de Pascua, con los óleos para ungir el cadáver, pero que ya no está allí, porque, como anuncia el ángel, Cristo ha resucitado:

Pasado el sábado, María Magdalena, María, la madre de Santiago, y Salomé compraron perfumes para ungir el cuerpo de Jesús. A la madrugada del primer día de la semana, cuando salía el sol, fueron al sepulcro. Y decían entre ellas: «¿Quién nos correrá la piedra de la entrada del sepulcro?» Pero al mirar, vieron que la piedra había sido corrida; era una piedra muy grande. Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha, vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas. Pero él les dijo: «No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo habían puesto. Vayan ahora a decir a sus discípulos y a Pedro que él irá antes que ustedes a Galilea; allí lo verán, como él se lo había dicho». Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían miedo. (Marcos, 16, 1-8).

Siempre en la imagen de la miniatura Pray, se ven, en la parte superior, rayas en ángulo recto sobre la tela, que, según algunos podrían querer representar el tejido sindónico de espina de pescado (personalmente, no estoy convencido de ello). En la parte más baja de la misma imagen aparecen sobre la tela dos grupos de pequeños círculos dispuestos en forma L, similares a cuatro grupos de cuatro agujeros cada uno, originados por abrasiones, como los que se encuentran en la Sábana Santa de Turín (realmente, en esta hay otros pequeños agujeros bastante pequeños, pero poco visibles, mientras que estos son los grandes que se aprecian a simple vista por quien vaya a ver la tela). Esos grupos simétricos de agujeros están respectivamente cerca del centro de los cuatro rectángulos que pueden suponerse del plegado en cuatro dobleces de la Sábana.
Detalle de la Sábana Santa con indicación de los cuatro grupos de las abrasiones más antiguas.



Primer plano de uno de los grupos más antiguos de abrasiones de la Sábana Santa.



Detalle del Códice Pray destacando los dos presuntos grupos de agujeros en L.



Se podría por tanto suponer que cuando se produjeron esos agujeros de abrasión sobre la Sábana Santa, esta estuviera doblada en cuatro y lo que provocó que las abrasiones pasaran a través de todas las capas. La razón de estas abrasiones se desconoce (¿tal vez metal fundido caído por accidente?), pero sí se sabe que están en la tela desde antes de 1532, el año del incendio en la Capilla de la Sábana Santa en Chambery (v. Cronología, año 1532), de hecho estos daños se reproducen en un grabado que representa la Sábana Santa, que es la primera obra que la reproduce integralmente, atribuida a Durero y realizada en la misma Chambery en 1516, grabado que muestra los cuatro grupos simétricos de agujeros:
Grabado de la Sábana Santa atribuido a Alberto Durero del año 1516, a una escala de un tercio de la real, conservada en la iglesia de Saint-Gommaiere de Lier, Bélgica: los grupos de cuatro agujeros son muy evidentes.



¿Se podría pensar que el autor de la miniatura del Códice Pray, que declara expresamente en el texto haberse inspirado en una sábana, hubiera visto precisamente la que hoy se conserva en Turín y se inspirara en ella?

Por cierto: Se puede advertir que en el grabado el rostro y la cabeza del Hombre resultan bien claros y destacados (debido a la tridimensionalidad de la cabeza), estando en 1516 todavía ausente la mancha permanente de agua causada al apagar el incendio de Chambery de 1532 (v. cronología), mancha que algunos, por una observación superficial, se equivocan creyendo que es la nuca del Hombre. Véase al respecto este detalle de la foto de la Sábana Santa de Turín:


Aunque la miniatura del Códice Pray encierra indicios seguramente interesantes, el primer documento verdaderamente histórico sobre la Sábana Santa es solo de 1356: en aquel año, la tela se encuentra en Francia, en Lirey, en del departamento del Aube, en la diócesis de Troyes. Pertenece a la familia de los Charny, parientes de los De la Roche. El cabeza de familia es el conde Godofredo de Charny. El 28 de mayo de 1356 se inaugura la iglesia de Lirey, proyectada y construida por el mismo conde, a la que se dota de seis canónigos, y la oficia personalmente el obispo de Troyes, Enrique de Poitiers. En 1357, tras morir Godofredo en la guerra, su viuda, Juana de Vergy cede la Sábana Santa, mediante documento escrito, a los canónigos, tal vez por apuros económicos que tenía que atender, pero formalmente por generosidad, al haber sido esta la voluntad de su difunto marido. Los canónigos se lucran realizando ostensiones pagadas que resultan ser un gran éxito, tanto que el pequeño centro de Lirey se convierte en un importante centro espiritual. Un nuevo obispo, Pedro d’Arcis, prohíbe las ostensiones juzgando que la Sábana Santa era falsa, aunque sin haberla visto y solo por el hecho de que proliferaban diversas reliquias falsas, entre ellas sábanas pintadas. Los canónigos apelan al Papa y obtienen la autorización formal para continuar con las ostensiones. A continuación, una bula de 1390 concede además indulgencias espirituales para quienes veneren la Sábana de la iglesia de Lirey.











































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