Читать онлайн книгу «Tras La Caída » автора L. G. Castillo

Tras La Caída
L. G. Castillo
El Ángel Roto #2
Reunida finalmente con el amor de su vida, Naomi pensaba que había encontrado la felicidad y el amor eterno. Pese a tener al rebelde Lash a su lado, aprende que la vida como arcángel no es nada fácil.

Cuando los secretos del pasado son finalmente revelados, la irascibilidad brota, los hermanos se enfrentan entre ellos, y Naomi y Lash tienen que hacer frente a la gran amenaza de su relación: elegir entre el amor, la familia o el deber.

¿Podrá esta familia de ángeles rotos perdonar los errores cometidos en el pasado o llevarán una espina clavada en sus corazones para siempre que acabará por destruirles como familia?


Tras la Caída
“Tras la Caída (El ángel roto 2)”
Escrito por L.G. Castillo
Copyright © 2018 L.G. Castillo
Todos los derechos reservados.
Traducido por Teresa Cano.
Diseño de portada Mae I Design (http://www.MaeIDesign.com).

Creado con Vellum (http://tryvellum.com/created)

Libros de L.G. Castillo
La serie El Ángel Roto
Lash (El ángel roto #1) (http://books2read.com/Angel-Roto-1)
Tras la Caída (El ángel roto #2) (http://smarturl.it/AngelRoto2)
Antes de la Caída (El ángel roto #3) (http://smarturl.it/AngelRoto3)
Jeremy (El ángel roto #4) (http://smarturl.it/AngelRoto4)
El Ángel Dorado (El ángel roto #5) (http://smarturl.it/AngelRoto5)
Apúntate en la lista de L.G. Castillo para para tener notificaciones sobre nuevos lanzamientos. Regístrate (https://landing.mailerlite.com/webforms/landing/w2m6h7)
Versión en Inglés
CONTEMPORARY ROMANCE
Stillwater Dusk (https://www.books2read.com/StillwaterDusk)
Strong & Wilde (Texas Wild Hearts #1) (https://books2read.com/StrongWildeNovel)
Secrets & Surrender (Texas Wild Hearts #2) (https://books2read.com/SecretsSurrenderNovel)
Your Gravity (https://books2read.com/YourGravityNovel)
PARANORMAL ROMANCE
Lash (Broken Angel #1) (https://books2read.com/LASH)
After the Fall (Broken Angel #2) (http://books2read.com/AftertheFall)
Before the Fall (Broken Angel #3) (https://books2read.com/BeforeTheFall)
Jeremy (Broken Angel #4) (https://books2read.com/JeremyBrokenAngel4)
Golden Angel (Broken Angel #5) (https://books2read.com/GoldenAngel)
Archangel’s Fire (https://books2read.com/ArchangelsFire)
www.lgcastillo.com (http://www.lgcastillo.com)

Índice
Capítulo 1 (#u2ea94f24-65c5-5886-baa6-626fe021ab3b)
Capítulo 2 (#ua2e278c7-3c73-5954-b81a-858b8259f71b)
Capítulo 3 (#uf41820ea-e696-5508-9f5a-f4f0d1ae9cf0)
Capítulo 4 (#ubbf2f505-7f50-593b-98dd-e20e2e6e05b9)
Capítulo 5 (#u530ef947-c701-5cda-b823-49d2a59b8b02)
Capítulo 6 (#litres_trial_promo)
Capítulo 7 (#litres_trial_promo)
Capítulo 8 (#litres_trial_promo)
Capítulo 9 (#litres_trial_promo)
Capítulo 10 (#litres_trial_promo)
Capítulo 11 (#litres_trial_promo)
Capítulo 12 (#litres_trial_promo)
Capítulo 13 (#litres_trial_promo)
Capítulo 14 (#litres_trial_promo)
Capítulo 15 (#litres_trial_promo)
Capítulo 16 (#litres_trial_promo)
Capítulo 17 (#litres_trial_promo)
Capítulo 18 (#litres_trial_promo)
Capítulo 19 (#litres_trial_promo)
Capítulo 20 (#litres_trial_promo)
Capítulo 21 (#litres_trial_promo)
Capítulo 22 (#litres_trial_promo)
Capítulo 23 (#litres_trial_promo)
Capítulo 24 (#litres_trial_promo)
Epílogo (#litres_trial_promo)
Antes de la Caída: Avance (#litres_trial_promo)

1
El manto de Rachel se agitó cuando se apresuraba a atravesar el oscuro túnel. Él estaba allí. Podía sentirlo.
Temblando, sus dedos tocaron con torpeza el pesado material mientras se lo acercaba al cuerpo. Las bocanadas de aire blanco salían de su boca al jadear al tratar de recuperar el aliento. Con cada paso que daba, era como si sus poderes angelicales se fueran desvaneciendo. Se detuvo y se desplomó contra los húmedos muros de la cueva, incapaz de dar un paso más. ¿Podría hacerlo? Y aunque consiguiera alcanzarlo, ¿le quedaría algo de poder para poder salvarlo?
Gabrielle le había advertido de lo que ocurriría, pero Rachel hizo caso omiso, especialmente la primera vez que entró en el Infierno. ¡Se parecía mucho al lugar donde ellos vivían! Hasta donde podía ver, había abundante hierba y flores perfumadas. Unas montañas cuyas cumbres, cubiertas de nieve, se divisaban a lo lejos bajo el cielo azul. Incluso el arroyo se encontraba dispuesto de la misma forma que en el Cielo. Si no fuera por la inquietante sensación que sentía en la boca del estómago y porque el cabello se le había erizado en la parte trasera del cuello, habría jurado que estaba en casa.
Teniendo en cuenta que Lucifer tenía a sus prisioneros cautivos en el Lago de fuego, había asumido que el Infierno sería un vasto terreno vacío donde haría un calor abrasador. No fue hasta que encontró la cueva escondida detrás de una cascada, cuando finalmente comprendió lo que Gabrielle quería decir cuando le dijo que no bajara la guardia. La cueva era gélida y el aire frío parecía filtrarse por los poros de su piel hasta llegar a los huesos, provocando que sus dientes castañearan de una forma incontrolable.
Deseaba que Gabrielle le hubiera dado más información sobre qué esperar. Se habría abrigado más. Gabrielle tan solo había estado allí una vez, pero se quedó esperando en el exterior de la cueva. Según ella, con una vez ya había tenido suficiente. Le llevó unos días recuperarse de la experiencia.
Solamente Raphael sabía lo que el Infierno era en realidad. Él hizo que Gabrielle le esperase mientras él atravesaba con valentía las profundidades de la caverna hasta alcanzar el lago. Era la única persona que conocía que había bajado hasta allí y había vuelto... vivo.
Deseaba haberle preguntado a Raphael qué esperar de aquello y cómo prepararse. Suspiró. Si hubiera podido se habría escapado sin ser vista, pero habrían informado a Michael y lo más probable era que la hubieran puesto bajo vigilancia hasta que fuera sido demasiado tarde.
Dejó escapar un gemido al pensar en que él pudiese morir. Se llevó la mano a la boca, horrorizada, mientras el sonido retumbaba en la oscuridad, rebotando en los muros. Su cuerpo tembló al luchar contra la idea de perderle. Tuvo que recomponerse. Si la pillaban, sería el final para ambos.
Respiró con determinación y se empujó alejándose del muro. «Puedo hacerlo. No le perderé».
Sus pies raspaban el suelo de la cueva mientras caminaba arduamente en la oscuridad. Al girar una esquina, se topó con dos túneles.
«¿Por cuál debería ir?» Sus ojos se humedecieron y se mordió el labio, frustrada. Estaba cansada. Muy cansada. Si elegía el incorrecto, no sabía si luego podría ir por el segundo. El tiempo se le agotaba. Tenía que elegir ¡ya!
Estaba a punto de decantarse por el túnel de la izquierda, cuando escuchó un gemido procedente del de la derecha.
«¡Es él!»
Salió corriendo en dirección hacia donde venía el sonido con energías renovadas y, en unos minutos, llegó a una gran caverna. El calor le golpeó el cuerpo provocando que se encogiese de dolor debido al abrupto cambio de temperatura. Se detuvo de repente agitando los brazos al tratar de recuperar el equilibrio para no caer sobre la lava fundida que apareció justo delante de sus ojos amenazando con achicharrarle las puntas de los dedos de los pies.
¡El lago!
Un tremendo calor hizo que se le nublara la visión, así que se frotó los ojos. Todo lo que pudo ver fue un mar rojo de calor. «¿Dónde está?»
Mientras buscaba entre la neblina, finalmente visualizó una figura borrosa, inmóvil. Parpadeó de nuevo y se quedó sin aliento cuando sus ojos consiguieron enfocar.
¡Oh, no! No podía ser él.
Al otro lado del lago, encadenado a la pared, desnudo, se encontraba la única persona sin la que ella jamás podría estar. La única por la que desafiaría las órdenes del mayor de los arcángeles, si tuviera que hacerlo para salvarlo.
Uriel.
Las lágrimas se derramaron por sus acaloradas mejillas al ver su magnífico cuerpo, quemado por la lava que salpicaba sobre su piel. Sus hermosas y aterciopeladas alas blancas se habían teñido de un negro grotesco. Con cada movimiento que hacía, sus plumas se convertían en cenizas inertes que caían al suelo.
—Uriel —carraspeó ella.
Uriel levantó la cabeza y unos sorprendentes ojos azules que contrastaban con el negro de su cara carbonizada, la miraron llenos de dolor. —No —gimió él—. Vete. Vete ya. Él va a venir...
La caverna rugió y la lava salió disparada por el aire, salpicando un líquido abrasador sobre su pecho. Él arqueó la espalda chillando de dolor.
—¡Ya voy, Uriel! —Se quitó el manto y abrió las alas.
—Es demasiado tarde para mí —dijo con voz ronca—. No lo hagas.
—No, no lo es. No me importa lo que digan los demás. Te has redimido y mereces otra oportunidad.
Él la miró fijamente a los ojos. —Perdóname. No soy digno de ti.
—No hay nada que perdonar. Te amo.
Desesperada por encontrar una forma de llegar hasta él, Rachel miró a su alrededor. Tragó saliva mientras movía las alas y reunió todas sus fuerzas para impulsarse en el aire. Tan solo fue capaz de elevarse medio metro del suelo. Era como si una barrera invisible la empujara hacia abajo. Agobiada, miró a su alrededor buscando otra forma de llegar hasta él hasta que vio un estrecho sendero de piedra rodeado de lava. No había otra manera de acercarse a él.
Con todas sus fuerzas, se impulsó hacia arriba intentando distanciarse de aquel líquido ardiente. La caverna tembló de nuevo y una ola de lava golpeó contra los muros, mandando gotas de lava por el aire que cayeron sobre sus alas.
Gritó de dolor y empezó a caer.
—No, Rachel. Vuelve —gimió Uriel.
Antes de que Rachel pudiera decirle que no iba a dejarle allí de ninguna manera, esta sintió una oleada de aire en su espalda.
—Llévatela... Gabrielle —dijo Uriel entrecortadamente—. Mantenla... a salvo.
—Tienes mi palabra —dijo Gabrielle mientras agarraba a Rachel.
—¡No! —gritó Rachel, forcejeando con los brazos de acero de Gabrielle—. Déjame ir. ¡Déjame ir!
Rachel estiró los brazos como si pudiera aferrarse a él. —¡Uriel! ¡Uriel!
Justo cuando Gabrielle salía volando de la caverna, un fuerte estruendo sacudió la cueva y el sonido de los gritos de él llegaron hasta ella, mezclándose los gritos de ambos.
Después, silencio.
Él se había ido.
Ella cayó sin fuerzas en los brazos de Gabrielle mientras volaban de vuelta por el gélido túnel. El frío se extendió por su rostro y sus manos, y luego se propagó por su corazón hasta lo más profundo de su alma hasta que no quedó nada más que un oscuro entumecimiento. No importaba. Nada importaba ya.
Cuando salieron volando de la cascada bajo los rayos del sol, ella llevaba la mirada perdida hacia las nubes que flotaban sobre su cabeza. Y, aunque el sol brillaba sobre su rostro, no podía sentir su calidez. Dudaba que volviera a sentirla de nuevo algún día. Su corazón permanecería vacío por siempre porque Uriel había muerto.


—¡Espera! ¿Uri murió? ¿En plan muerto, muerto? ¿Dejó de existir? ¿Murió? —Naomi miró boquiabierta a Rachel y seguidamente miró a Uri. Su hoyuelo apareció cuando sonrió. —Pero, estás... estás aquí.
Rachel se quedó mirando a la nada con una expresión de tristeza, como si hubiera vuelto a la cueva.
—¿Rachel? ¿Estás bien? —Naomi sacudió su hombro con el ceño fruncido por la preocupación. De todos los ángeles que había conocido durante su corto periodo de tiempo en el Cielo, Rachel era la más alegre; siempre hablaba sobre los cotilleos de los ángeles. Deseaba no haberle preguntado cómo se conocieron ella y Uri. Naomi no tenía ni idea de su trágico pasado, ni de que Rachel y Uri estuvieron separados. Uri, cuyo nombre era la apócope de Uriel, siempre había estado al lado de Rachel.
Cuando Naomi conoció a Uri, se quedó alucinada por la forma en la que él le guiñaba y bromeaba con ella. Además, era cariñoso, como Rachel. Pensaba que Lash se pondría celoso por la forma en la que Uri flirteaba con ella, pero entonces se dio cuenta de que era así con todo el mundo, incluso con Gabrielle.
El Cielo no podía concebirse sin los bellísimos ángeles, y aunque el estilo oscuro y taciturno de Lash era más su tipo, tenía que admitir que Uri era atractivo. Su cabello era rubio ceniza y lo llevaba corto con mechones que le caían sobre la frente, destacando unos burlones ojos azules. Pero lo que más lo caracterizaba, eran sus labios carnosos que siempre parecían estar fruncidos. Muchos de los ángeles femeninos babeaban cada vez que Uri les besaba las manos para saludarles o se derretían cada vez que les sonreía. Y si Uri de verdad quería ponerles a tope, solo tenía que poner su fuerte acento ruso.
Pese a lo mucho que llamaba la atención, estaba muy claro que su corazón pertenecía a Rachel. Cada vez que ella entraba en la habitación, se le iluminaba la cara, lo que le hacía parecer incluso aún más guapo.
Rachel parpadeó un par de veces y negó con la cabeza como si tratara de volver al presente. —Sí, lo siento. Me he perdido en mis recuerdos durante un momento. ¿Qué estabais diciendo?
—Mi amor, permíteme que le explique a Naomi cómo fue mi milagrosa resurrección —dijo Uri a Rachel.
Se inclinó sobre la mesa y puso la mano de Naomi sobre la suya. Hizo una pausa y miró a Lash. —¿Puedo?
Lash asintió y se retrepó en su asiento. —Sí, siempre y cuando retengas algunos de tus encantos.
Naomi puso los ojos en blanco. —Solo está cogiéndome la mano. ¿Por qué me coges la mano, Uri?
—Dime, mi hermosa Naomi. ¿Qué sientes? —Uri guiñó a Rachel.
Naomi parpadeó, confundida. —Yo, eh... bueno, siento tu mano.
—Sí, sientes la mano de Uri —dijo él con una fuerte pronunciación de la "r"—. Pero, ¿quién es Uri?
—¿Qué? —Ella miró a Lash sin saber lo que pensar. Este se encogió de hombros.
—¿Es este Uri de carne y hueso? —. Él deslizó la mano de ella hasta su brazo musculoso—. ¿O es este Uri? —Entonces colocó su mano sobre su esculpido pecho.
Lash se puso tenso en su asiento. —¡Oye! Cuidadito.
—Shhh. —Naomi gesticuló con la mano. —Creo que tengo algo.
—Me parece que estás sintiendo a Uri —masculló él.
Rachel soltó una risita y recogió las cartas de la mesa. —Naomi tiene razón. Estás muy mono cuando te pones celoso.
—Yo no estoy... bah, dame las cartas —Le quitó de un tirón la baraja.
Naomi pudo sentir cómo Lash hacía muecas mientras barajaba las cartas. Quería relajar su mente, pero estaba a punto de averiguar lo que Uri trataba de explicarle. Ya estaba muy cerca.
—¿Me estás diciendo que lo único que cambió fue tu cuerpo?
Uri sonrió. —Muy bien. Este —él apretó su mano contra su pecho— es un nuevo y mejorado Uri. ¿Te gusta? —Le guiñó un ojo.
—Sí.
Él sonrió y ella escuchó una risita ahogada de Rachel.
Naomi sintió que la cara se calentaba al retirar la mano de su pecho. —Quiero decir que... eres... un buen amigo —balbuceó.
Respiró profundamente e intentó volver a retomar la conversación que estaban teniendo antes de eso. —Entonces, me estás diciendo que tu verdadero yo, tu alma, no murió y aún sigue viva, ¿no?
—Es inteligente, ¿verdad? —dijo Uri a Lash.
Él gruñó.
—Vamos a tomar eso como un 'sí'. —Naomi volvió su atención al juego que estaban jugando. Retiró las judías del cartón de bingo y buscó otro. El que tenía debía de estar gafado. No había ganado ni una partida en toda la tarde.
Había enseñado a Uri y a Rachel a jugar al bingo mexicano hacía unas semanas con la esperanza de pasar un rato divertido durante los descansos del entrenamiento. A Rachel le gustó muchísimo —probablemente porque siempre ganaba— así que ella y Uri venían a jugar todas las noches.
—Cada día aprendo algo nuevo. No sabía que fuera posible que los ángeles muriesen, o al menos sus cuerpos. Debió haber sido un alivio saber que Uri volvería —dijo Naomi.
La habitación se quedó en silencio.
—No todo el mundo regresa —dijo Rachel en voz baja. Su perenne sonrisa desapareció.
—Oh, pero yo sí lo hice. —Uri se levantó de la mesa, levantó a Rachel de su silla y la puso sobre su regazo. —Me llevó varios años, pero volví a ti, mi amor.
—Tres mil, trescientos ochenta y seis años, cinco meses, dos días, doce horas, cuarenta y ocho minutos y veintitrés segundos —dijo Rachel entre dientes.
Naomi se quedó boquiabierta. ¿Se fue durante tanto tiempo? Su pecho se tensó cuando Uri limpió con ternura una lágrima de la mejilla de Rachel. Si los ángeles podían morir, entonces Lash también podía y no había ninguna garantía de que resucitara. Todo este tiempo, había pensado que no había nada que pudiera separarles. Pensaba que estaría con él para siempre.
—¿Cuándo moriste? —le preguntó ella.
—En el año 1400 a.c. Mi regreso no fue hasta... mmm, vamos a ver... 1967 o así, cuando nací en un cuerpo humano. No es muy diferente a nacer en tu propio cuerpo humano.
—Solo que estaba en Chernobyl en vez de en Texas —Rachel le dio un empujoncito a Uri en el pecho—. Finalmente le volví a ver cuando cumplió diecinueve años.
—Chernobyl en los años 80 —suspiró Lash—. Lo recuerdo.
—Sí, yo también —dijo Rachel—. Nunca en mi vida me había sentido tan feliz y frustrada al mismo tiempo. Créeme, Lash, entiendo completamente lo que tuviste que pasar cuando te asignaron a Naomi.
—¿Uri regresó como humano? —Naomi se giró hacia él—. ¿No sabías que antes eras un ángel?
—No. A Rachel le llevó mucho tiempo convencerme. A diferencia de ti, yo no era la persona más, mmm... íntegra de los humanos, diría yo —Uri le guiñó un ojo—. Por supuesto, Rachel cambió todo por mí y al final volvimos a estar juntos de nuevo.
—Pero tres mil años. Yo nunca podría... —Miró a Lash y respiró profundamente—. No me lo puedo ni imaginar.
—¡Oye! —Lash se inclinó y la besó en la mejilla—. Todo está bien. Estoy aquí —dijo como si pudiera leerle la mente y ver su temor a vivir sin él. ¿Cómo lo había hecho Rachel? Todos esos años sin Uri, verlo morir de esa manera, sin saber si alguna vez regresaría.
—¿Por qué no me lo contaste?
—No surgió. —Soltó el cartón de bingo y le cogió las manos—. No tienes nada de lo que preocuparte. La situación de Uri es totalmente inusual. No te ofendas, Uri.
—Para nada, amigo mío —dijo Uri—. Naomi, Lash no es el ángel más rebelde de aquí por mucho que finja serlo. —Sonrió dejando ver sus hoyuelos—. Hay cosas mucho peores que coger una fuerte rabieta y echar a perder una asignación.
Lash frunció el ceño. —Yo no lo llamaría rabieta.
—¿Qué hiciste? —Naomi no podía imaginar a Uri haciendo algo tan malo para que su castigo fuera morir en el Infierno. No parecía ser ese tipo de persona—. No sabía que los ángeles podían ser castigados de esa forma.
—No fueron los arcángeles quienes lo castigaron. —Rachel miró hacia abajo, al cartón de bingo, con el ceño fruncido y se estiró sobre la mesa para coger otro—. Ellos jamás harían eso.
—Oh, pues yo me imagino a Gabrielle ordenando algo así —dijo Lash.
—Lash —le advirtió Naomi. Gabrielle todavía seguía siendo un punto sensible para él. Rachel le contó que Gabrielle y Lash no se llevaban bien. Así que, cuando Gabrielle fue nombrada su supervisora, pensó que le resultaría difícil trabajar con ella. Sin embargo, fue muy paciente con Naomi e incluso le daba tiempo extra para que completara su entrenamiento. No se percató de que Gabrielle estaba siempre ocupada y nunca interactuaba con ninguno de los ángeles a nivel personal. Naomi lo entendía. Debía de ser difícil para ella ser la segunda, después de Michael. Ella aún no había tenido la oportunidad de conocerlo, pero todos hablaban de él con gran veneración, incluido Lash. La única vez que Gabrielle parecía bajar la guardia era cuando estaba con Raphael. Si no la conociera, juraría que Gabrielle estaba enamorada de él.
—¿Qué? —Lash la miró inocentemente—. Es cierto. Si se tratara de mí, lo haría sin dudar.
—Gabrielle puede ser un poco... estirada a veces, pero tiene buenas intenciones. —Los grandes ojos marrones de Rachel brillaban por las lágrimas mientras miraba en la distancia, como si recordara algo—. Ella arriesgó su vida al venir en mi busca y no debió decirme cómo llegar hasta el Lago de fuego.
—Ajá —Lash la miró escépticamente durante un momento y después volvió su atención a Uri—. Entonces, ¿qué hiciste?
—¿No lo sabes? —preguntó Naomi, sorprendida. Calculó desde cuándo Rachel y Lash eran buenos amigos; a estas alturas, ya habrían hablado de ello.
—Lash sabe que me mataron y que después regresé. Nunca he contado a nadie por qué —dijo Uri, pareciendo acalorado. Miró a Rachel nervioso antes de continuar—. Ya ves, antes era una persona muy diferente. En el 1400 a.c. fui a la ciudad de Ai con Raphael y Luci...
—Oh, ellos no quieren escuchar cosas aburridas. —Rachel saltó de su regazo. Rebuscó en el montón de cartones de bingo que había en el centro de la mesa y miró de cerca cada uno, evitando el contacto visual mientras hablaba—. Uri fue capturado por Lucifer y Saleos. Y debido a, eh, circunstancias especiales, los arcángeles decidieron, esto... dejarle —se hundió en su asiento y tragó saliva— morir.
—Eso es cruel. —Naomi no podía imaginar qué habría hecho tan malo para que él y Rachel mereciesen sufrir de esa manera. Observó a Rachel cuidadosamente y vio cómo se avergonzaba bajo su escrutinio. Había algo que no le estaba contando. Además de Lash, Rachel se había convertido en una de sus mejores amigas; era como una hermana a la que le contaba todo... al menos hasta ahora.
—La ciudad de Ai —dijo Lash—. Eso me resulta familiar. ¿Dónde habré escuchado eso antes?
La risita forzada de Rachel cogió por sorpresa a Naomi. —Mira esta carta, Naomi. La Muerte —leyó, y seguidamente le dio la carta con el dibujo de un esqueleto con una guadaña—. No se parece en nada a Jeremy. No lleva sus botas nuevas de piel de cocodrilo. ¿Verdad, Uri?
Uri frunció el ceño, confundido, y luego, como si hubiera pillado lo que Rachel había dicho, respondió: —Sí, sus botas. Muy bonitas.
Naomi vio a Lash ponerse rígido y dejar de hacer muecas cuando escuchó el nombre de Jeremy. Este desapareció al día siguiente de haberse reunido con Lash. Escuchó hablar sobre la pelea que Lash tuvo con él y se sintió fatal por ello. Le preguntó a Raphael por Jeremy, con la esperanza de poder hacer algo para ayudar a unir a los dos mejores amigos. Raphael tan solo negó con la cabeza con tristeza y dijo que Gabrielle le había mandado una asignación larga y que no sabía cuándo regresaría.
—Entonces, Jeremy ha vuelto. — Lash continuó barajando las cartas, con la voz tensa.
Rachel miró fijamente a Lash y después a Naomi, cuyos ojos estaban llenos pena. Entonces se giró hacia Lash con lo que parecía ser una sonrisa forzada. —Le vi esta mañana. Tal vez tú, Jeremy y Uri podríais retomar vuestras partidas de póquer.
Lash tensó la mandíbula. Estaba mirando fijamente a las cartas mientras sus pulgares se movían rápidamente por ellas. Golpeó la baraja contra la mesa e hizo muecas sin decir ni una palabra.
El ambiente de la habitación se enrareció al evitar contestar la pregunta.
—Es una idea estupenda —dijo Naomi, forzando la voz para sonar alegre. Miró a Rachel y a Uri, al darse cuenta de las miradas de complicidad que tenían el uno con el otro, y suspiró. Más secretos. ¿Qué es lo que pasaba en este lugar con los secretos? Ella no estaba acostumbrada a que la gente le ocultara cosas, especialmente después de que Lash le revelara que era un serafín y de que Raphael le contara que ella era el séptimo arcángel.
Lash incluso le había hablado sobre su conversación con Raphael y le había contado que Rebecca, el ángel de la guarda de su abuela, era su madre y Raphael su padre. Y cuando le contó que Jeremy era su hermano mayor, pensó que los secretos ya se habrían acabado... pero al parecer no era así. ¡Qué frustrante! Con razón Lash estaba malhumorado cuando lo conoció. No podía culparlo por ello.
—Explícamelo otra vez: ¿por qué tenemos que utilizar judías? —preguntó Lash mientras cogía un puñado.
Obviamente, estaba intentando cambiar de tema. Ella suspiró. Tal vez era mejor seguir jugando al bingo mexicano.
—No es necesario que utilicemos las judías. Las fichas de bingo también sirven. A Welita le gustaba usar las judías. —Sintió una punzada en el pecho que le resultaba familiar; la misma que sentía cada vez que pensaba en su abuela y su primo, Chuy.
Cuando Naomi llegó por primera vez al Cielo, estuvo observándolos durante los descansos de su entrenamiento. Pero cada vez que lo hacía, se le hacía más y más difícil separarse del puente del arroyo, la única ventana que tenía hacia su mundo. Gabrielle se había percatado de su incapacidad para concentrarse tras sus visitas y le ordenó que evitara ir al puente hasta haber completado su formación.
Al principio, se quedó impactada porque Gabrielle le estaba pidiendo básicamente que se olvidara de su familia. Lash, por supuesto, estaba enfadado y se ofreció para ir a hablar con Michael y decirle que ella estaba trabajando muy duro y que ver a su familia le ayudaba a superar su transición al Cielo. Tras haberse calmado, ella se dio cuenta de que Gabrielle tenía razón. Su nueva vida y su nueva familia estaba aquí con él y la mejor forma de adaptarse era centrarse en su nuevo papel de arcángel.
—Naomi. —Lash le tocó el hombro con suavidad—. ¿Estás bien?
—Sí, solo estaba pensando en Welita. La echo de menos a ella y a Chuy.
—Yo también los echo de menos... y a Bear —dijo Lash, refiriéndose a la chihuahua de su abuela—. Pequeña bola de pelo loca.
Naomi se preguntaba qué estarían haciendo en ese momento. Quería saber si allí también era de noche, como en el Cielo. ¿En qué huso horario estaba el Cielo?
Chuy y su mejor amigo, Lalo, probablemente estarían sentados a la mesa en ese momento, tras haber terminado de trabajar. Chuy estaría con su segundo plato y Lalo con el tercero. Lalo era como un miembro más de la familia, incluso llamaba a su abuela "Welita" en lugar de por su nombre, Anita.
De hecho, Naomi podía visualizar en su mente a Lalo cogiendo a hurtadillas los trozos de pollo que Welita guardaba para Bear mientras que ella estaba ocupada limpiando la cocina.
Rachel bostezó ruidosamente al levantarse, arrastrando la silla por el suelo. —Estoy reventada. Venga, Uri. Vámonos a casa. ¿Por qué no jugamos en nuestra casa mañana?
—No tenéis por qué iros —dijo Naomi.
Rachel se acercó a ella y le dio un abrazo. —Ya lo sé. Lash y tú deberíais pasar algún rato a solas. Has estado trabajando mucho últimamente. Además, Uri dice que tiene una sorpresa especial para mí esta noche.
—Cada noche es especial contigo. —Uri la arropó con sus brazos y movió las alas.
—¡Uri! —chilló Rachel—. ¿Qué estás haciendo? Yo también tengo alas, ¿sabes?
Uri caminó alrededor de la mesa en dirección al salón, donde había una pared cubierta de ventanales desde los que se veía el valle. Todas las ventanas estaban abiertas, dejando entrar una brisa fresca.
—Lash, has sido listo al mudarte fuera de la comunidad a tu propia casa. —Caminó hacia el filo de la ventana central y miró hacia abajo—. Las vistas desde aquí son magníficas, pero, ¿por qué tan lejos de todos?
Por más que a Naomi le gustara vivir con Lash, su habitación se les había quedado pequeña. Lash inmediatamente enmendó la situación construyendo una pequeña casa en la cumbre de una montaña que sobrevolaba los distritos de los ángeles. Lo más importante era que ella podía ver el puente desde su casa, un recuerdo de que Welita estaba a tan solo unos minutos de allí. A ella le encantaba. Pero, en el fondo, se preguntaba si habría otra razón por la que él quería vivir lejos de todos, o tal vez, lejos de alguien en particular.
Lash envolvió con sus brazos a Naomi y la besó en el cuello. —Oh, digamos que queremos un poco de privacidad. —Su cálido aliento chocó contra su oreja mientras le susurraba—. Y también espacio para las actividades extracurriculares.

2
Jeremy se apoyó contra la barandilla del puente con sus ojos de zafiro fijos en dirección a la montaña. A lo lejos, pudo ver el brillo de las luces en la cumbre más alta.
Cerró los ojos durante un momento, esperando a que pasase el dolor. El hecho de haber estado fuera las últimas semanas no le había dejado ver que aún seguía ahí, en lo más profundo de su corazón. Tenía que agradecérselo a Gabrielle. ¿Cómo sabía lo que estaba sintiendo cuando ni él era capaz de entenderse a sí mismo?
Pensó que alejarse de Lash y Naomi le ayudaría a tener una mejor perspectiva sobre lo que estaba sintiendo. Pero cuando regresó y se quedó a solas en la habitación vacía de Lash, se cuestionó por quién estaba sufriendo su corazón: por Lash o por Naomi.
Se pasó las manos por la cara con frustración. Se había dejado mucho desde que se fue, casi como si se estuviera castigando a sí mismo. Ni siquiera se molestó en afeitarse. Tampoco se molestó en vestirse con sus trajes favoritos. En lugar de eso, se ponía cualquier cosa que encontraba, como pantalones de pinzas negros y camisetas. Incluso su pelo, que siempre lucía perfecto, estaba diferente, con los mechones del flequillo desaliñados cayéndole sobre los ojos y el resto tan largo que le llegaba hasta la clavícula. El único lujo que se permitió fue la chupa de cuero negra que le combinaba con sus nuevas botas de piel de cocodrilo.
Levantó la mirada hacia el cielo, que se estaba oscureciendo, intentando localizar el momento en el que todo cambió. ¿En qué momento dejó de ser un amigo leal para convertirse en alguien en quien no se podía confiar? ¿Podía culpar a Lash por no tener fe en él cuando ni él sabía si podía confiar en sí mismo con respecto a Naomi?
Jeremy se alejó de la barandilla y caminó por el puente mientras sus brillantes botas negras crujían sobre la madera. «Yo solo estaba haciendo mi trabajo. Eso es todo».
Vigilar a Lash y asegurarse de que llevaba a Naomi a Shiprock, eso era lo que le habían dicho que hiciera, y eso fue lo que hizo. Siguió las órdenes a la perfección. Así que, ¿y qué si se había pasado a verlos un poco más de lo que le habían pedido? No había nada malo en ello. Y puede que hubiera sentido un poco de celos... No, preocupación. Sí eso era; estaba preocupado cuando vio la obvia atracción entre ellos dos. Tenía que advertir a Lash que la dejara. Pensaba que arruinaría su oportunidad de regresar a casa.
Jeremy se quedó paralizado al recordar las palabras que le dijo a Lash.
«Ella no es para ti».
¿Por qué le había dicho eso?
«Tú sabes por qué», susurró una voz en su cabeza.
Dio un golpe en la barandilla con la mano. Sabía perfectamente por qué. Deseaba poder olvidarlo todo y volver a empezar con Lash y Naomi. Pero no podía.
Mientras batallaba contra los recuerdos que tenía de ella, agarró la barandilla tan fuerte que los nudillos se le pusieron blancos. Antes le había resultado más fácil, cuando tan solo debía concentrarse en completar una misión. Pero ahora, luchaba por alejar de su mente lo que sintió la primera vez que la vio: ese cabello largo y oscuro cayendo hacia adelante, sobre su hermoso rostro, mientras rodeaba a Deborah. Fue como si la luz golpeara su pecho y reanimara un corazón que no sabía que había estado sin vida. Fue solo cuando Lash apareció, obviamente amenazado por la forma en la que él la miraba, cuando se retiró y se centró en la tarea que le habían encomendado. Desde entonces, había estado apartando los sentimientos que habían surgido en él; unos sentimientos que no tenía ni idea de dónde venían hasta que Raphael le contó que era su hijo y que hacía mucho tiempo estuvo prometido a Naomi.
—¿Estás listo?
Jeremy se dio media vuelta al escuchar la voz. —Gabrielle. Pensaba que estaba solo.
Ella se acercó desde la sombra. Una brisa sopló haciendo que las suaves ondas rubias se movieran alrededor de su serio semblante. —Has estado aislado durante unas semanas. ¿Estás preparado para tu nueva tarea?
Jeremy se quedó sorprendido por su tono. ¿Había soñado que tan solo unas semanas atrás había sido Gabrielle quien le sugirió que se fuera para alejarse de todo lo que había ocurrido entre él y Lash? Le pareció un gesto muy amable y paciente por su parte.
Él miró atrás, hacia la montaña, y se preguntó si Lash todavía estaría furioso con él y, por mucho que intentó no hacerlo, también pensó en Naomi. —¿No podrías dárselo a Lash? Él es más adecuado que yo.
—Michael insistió en que esta asignación fuera supervisada por ti. Además, tú tienes tu propia asignación en la Tierra. —Su voz era firme mientras le miraba cuidadosamente. Ella debió haber visto algo en su cara porque su expresión se suavizó. Le miró de la misma forma en que lo hizo después de su pelea con Lash. —¿Acaso el tiempo que has pasado fuera no te ha ayudado a prepararte?
—Gabrielle, ¿no puedes hacer una excepción? Siempre he cumplido con mi deber y nunca te he cuestionado ni a ti, ni a Michael, por ninguna de las asignaciones que me habéis dado... ni siquiera cuando me pedisteis que atacara a mi mejor amigo.
—Es por tu leal servicio durante todos estos años, por lo que has ascendido y te has convertido en arcángel —señaló ella—. Sabes que esta posición requiere una mayor responsabilidad. Si Lash hubiera sido tan obediente como tú... Bueno, eso ya no importa. Él es un caso perdido.
—¿Por qué le odias?
Gabrielle arqueó una ceja. —Solamente estoy diciendo la verdad. ¿Acaso su comportamiento en el pasado no es una prueba de ello?
Jeremy negó con la cabeza. No podía entender el resentimiento que ella sentía hacia él. Pensaba que algún día finalmente le demostraría a Lash que podía llegar a ser un poco más indulgente con él. Pero con su vuelta tan solo volvió a encontrar que seguía exactamente igual que antes de que se fuera.
—Si estás preocupado por Lash, te aseguro que no habrá ningún problema. Yo me encargaré de ello…
—¿Preocupado? Se podría decir que sí. Cuando averigüe que soy a quien van a poner de pareja junto al amor de su vida en su primera asignación, el Infierno...
Ella prestó atención a la elección de sus palabras.
—Eh... lo que quiero decir es que... —Se aclaró la garganta— ya sabes, él no es precisamente el más razonable de los ángeles. Y tenemos cosas pendientes desde nuestra pelea.
—Te sugerí que te tomaras unos días libres para darte a ti, y espero que también a Lash, un tiempo para reflexionar en todo lo sucedido. —Gabrielle miró hacia la montaña y después a Jeremy—. Y tal vez así lleguéis a resolver los sentimientos que os están... agobiando.
Jeremy tragó saliva con nerviosismo por su indirecta. —No estoy seguro de lo que quieres decir.
El tono de su voz era suave y en voz baja le dijo: —¿Te has dado cuenta de que tienes fama de ser un gran jugador de póquer? Tus habilidades te podrían ser de gran utilidad en esta situación, ¿no crees?
Él frunció el ceño. —No te entiendo.
Gabrielle suspiró. —Aunque aborrezco el juego, estoy muy capacitada para mantener lo que se suele llamar una cara de póquer. Incluso diría que soy bastante buena en ello.
Su cara cambió como si se quitara una máscara y su semblante serio por el que era famosa, cambió al de una mujer cariñosa y vulnerable. —Tienes sentimientos por la chica. Estaba claro cuando te quedaste junto a su cama esperando a que despertase. De hecho, lo llevabas escrito en la cara la primera vez que la viste cuando te asignaron a Deborah y a Nathan.
—¿En serio viste eso?
—Sí. —dijo con voz suave.
—¿Por qué? ¿Por qué me has estado vigilando?
—Porque ya sabía lo que sentías por ella desde hacía mucho tiempo, cuando se iba a convertir en tu esposa. Y sé que ese tipo de sentimientos no desaparecen, incluso cuando los recuerdos son suprimidos.
Él dio un paso adelante y la agarró por el brazo. —¿Qué es lo que sabes? Dímelo. —Necesitaba saber más. Quizás si sabía lo que ocurrió en el pasado, podría deshacerse de sus sentimientos.
Ella hizo un gesto de dolor y miró hacia abajo, a su mano.
—Lo siento. —Él dejó caer la mano. Estaba yendo demasiado lejos. Necesitaba controlarse.
—No es algo que yo deba contarte. —Ella se frotó el brazo justo por donde él la había cogido—. Es algo que Raphael quiere contaros a ti, a Lash y a Naomi. De hecho, él está ahora mismo con Michael, pidiéndole permiso para revelaros parte de vuestro pasado.
—¿Nos van a devolver nuestros recuerdos?
—Es poco probable. Estoy segura de que Raphael ya te ha contado que la supresión de vuestra memoria forma parte de su castigo.
Jeremy asintió. Mientras esperaba junto a Naomi a que esta despertase, Raphael le contó por qué él y Lash no podían recordar su pasado. —Parece que lo han castigado durante mucho tiempo.
—No es cosa tuya decidir cuánto tiempo debe durar un castigo —le regañó—. Pero estoy de acuerdo. Creo que ha durado tanto porque está muy relacionado con lo que está ocurriendo ahora, incluyendo tu actual asignación. Lo que hizo Raphael tuvo una reacción en cadena no solo contigo, con Lash y con Naomi, sino también con... — Hizo una pausa mientras Jeremy la miraba fijamente conteniendo el aliento.
—Bueno, debo irme. Solo quería decirte que tu asignación será pronto para así darte tiempo para que te prepares.
Jeremy dejó escapar un suspiro, decepcionado. No le había revelado nada nuevo. De todas formas, él tenía que averiguar la manera de librarse de la asignación si quería hacer las cosas bien con Lash.
—¿Hay alguna forma de que pueda recurrir mi asignación? ¿Tal vez si hablo con Michael?
—Podrías hacerlo, pero eso solo hará que se enfade aún más. Yo ya he hablado con él en tu nombre. ¿Cómo crees que te dieron permiso para irte y aislarte?
—¿Tú hiciste eso?
—Sí. ¿Por qué estás tan sorprendido? Soy famosa por hacer una o dos cosas buenas de vez en cuando —dijo con un brillo en sus ojos verdes.
Él parpadeó impactado. En realidad, parecía estar bromeando.
—Michael quería que tú te encargases de su instrucción, además de ser su pareja en su primera asignación. Yo lo convencí para que me dejara entrenarla a mí.
—Gabriel, no sé cómo darte las gracias. —Si fuera así de amable con Lash, la vida sería muy distinta para su hermano. Aunque Lash nunca lo admitiría, todo lo que él siempre había querido de ella era su respeto.
—Aquí estás. He estado buscándote, Jeremiel —dijo Raphael desde los jardines. Una réplica más mayor de sí mismo caminaba hacia ellos con una gran sonrisa en el rostro. —Bienvenido de nuevo, hijo mío.
Jeremy tragó saliva con dificultad al oír esas palabras. Raphael siempre había sido como un padre para él. Aunque siempre parecía dirigir su atención hacia Lash, se las arreglaba para pasar tiempo con él.
—Por tu sonrisa, deduzco que la reunión con Michael ha ido bien —dijo Gabrielle.
—Sí. Sí, ha ido bien. Estuvo de acuerdo en que sería beneficioso para todos divulgar cierta información sobre nuestro pasado para así reforzar nuestros lazos. —Raphael se giró hacia Jeremy y le dio una palmadita en el hombro —. Ven, Jeremiel. Tenemos que contarle muchas cosas a tu hermano.
Justo antes de que Jeremy se diera la vuelta, este pilló a Gabrielle mirando a Raphael con tal anhelo que hasta tuvo que mirarla dos veces. Sus ojos verdes se angostaron y su cara volvió a ser la de la Gabrielle de siempre, por lo que se preguntó si se estaba imaginando cosas raras.
Ella levantó la vista hacia la montaña que había a las espaldas de él con una sutil sonrisa. —Recuerda lo que te he dicho, Jeremy. Juega tu partida de póquer.

3
Naomi colocó los platos en el fregadero y rápidamente limpió la cocina, tratando de borrar de su mente la imagen de Uri agonizando. No quería ni pensar en la posibilidad de perder a Lash de tal forma.
—¿Qué estás haciendo? —Lash se puso detrás de ella y con un dedo recorrió su cuello.
—Limpiar. —Metió las judías en un tarro y colocó los cartones de bingo en una cajita.
—Lo que dije iba en serio. —Él cogió la caja de sus manos y la volvió a dejar en la mesa.
Unos ardientes ojos color miel se posaron sobre los de ella y lentamente vagaron hasta su boca. Recorrió su labio inferior con el pulgar mientras lo miraba fijamente, maravillado.
Ella respiró entrecortadamente e inhaló su delicioso aroma, que le hizo olvidar a Uri, a Rachel, el Infierno y la muerte. —¿Y qué dijiste?
Se acercó más a ella, rozando ligeramente sus labios con suyos mientras estos le susurraron: —Ya lo sabes.
Él levantó la cabeza y le lanzó esa sexy sonrisa que siempre provocaba que su cuerpo pareciera estar en llamas. Sus largos dedos se entremetieron por su cabello. Levantó un grueso mechón hasta su nariz e inhaló. Su pecho retumbó de placer, haciendo que a ella se le debilitaran las rodillas.
Suavemente, sin apartar la mirada de la suya, él le retiró el pelo sobre el otro hombro. Enroscó los dedos en su nuca y tiró de ella hacia él.
Ella se estremeció cuando su lengua, caliente y húmeda, se arremolinó alrededor de su oreja. Dejó escapar un suave gemido.
—¿Te estoy distrayendo? —Su voz era profunda y sensual.
—N-no —dijo ella entrecortadamente mientras aquellos ardientes labios se presionaban contra su cuello e iban deslizándose hacia abajo. —¿Dijiste algo relacionado con unas actividades?
Él le cogió la mano y la colocó sobre su pecho. Ella pudo sentir el calor abrasador de su cuerpo tonificado debajo de la camisa. —Ajá. —Su pecho resonó, provocando que su mano sintiera un hormigueo.
Puso su mano sobre la de ella y los ojos se le iluminaron de forma provocativa. —¿Te gusta el nuevo y mejorado Lash?
Él guió su mano hacia abajo por su pecho y ella se deleitó al sentir sus endurecidos músculos. —Sí —suspiró ella mientras trazaba con los dedos las líneas de sus abdominales. —Más de lo que tú crees.
—Demuéstramelo —dijo con voz áspera, con deseo.
Enrollando los dedos en su sedoso pelo, ella tiró de él haciendo que sus febriles labios se desplomaran sobre los suyos. Unos calientes y húmedos labios le devoraron la boca; su mentón le rasgaba la barbilla con cada zambullida de su lengua, dejándosela rosada y magullada.
Ella le sacó la camiseta de un tirón, desesperada por sentir su piel y la calidez de su pecho. Se separaron durante un momento para arrojar la ropa al suelo. Seguidamente, Lash se inclinó para levantarla y ella rodeó con fuerza su cintura con las piernas.
Ella sintió el frío de la pared contra su espalda mientras Lash se apretaba contra ella. Ella gimió por su dureza vibrando, queriéndolo, necesitándolo. Podrían hacerlo mil veces y aun así no era suficiente.
Ella arañó su espalda cuando los labios de él recorrieron su cuello hasta sus senos. Inclinó la cabeza hacia atrás gimiendo y apretando las piernas con más fuerza. Lash gimió.
Ella recorrió con la lengua su marcado mentón, disfrutando de su áspera barba de tres días. Él gimió nuevamente y ella jadeó cuando a él se le puso más dura aún.
Antes de que se diera cuenta se produjo un fuerte traqueteo en la mesa y las sillas cayeron al suelo cuando Lash salió atropelladamente de la cocina hacia el dormitorio con ella en brazos.
Cuando la soltó, esta cayó en una nube de suavidad. Lash se puso sobre ella con ojos llenos de pasión. —Eres tan hermosa.
Lentamente, se recostó a su lado y pasó los dedos sigilosamente sobre sus labios, cuello y alrededor de sus senos. Ella gimió por su tacto ligero como una pluma.
—Ven aquí. Ella tiró de él, acercándolo.
Su cuerpo, duro como una piedra, se presionaba contra sus pechos al besarla intensamente.
—Naomi, mi Naomi —murmuró mientras le chupaba el cuello, saboreándola —. Te amo.
Su corazón se llenó de amor por él. Jamás se cansaba de escuchar esas palabras.
—Eres mía. Para siempre —le susurró.
Una sensación perturbadora la invadió al escuchar la expresión "para siempre", que resonó en su cabeza. Entonces se le vino a la mente la imagen del afligido rostro de Rachel.
—Espera, Lash —dijo sentándose en la cama—. Es que estaba pensando en algo.
—Limpiaré todo el lío de la cocina después. —Él le dio un tirón de la espalda y en medio de los besos dijo—: Menos pensar y más hacer.
Ella se volvió a sentar de nuevo. Algo no encajaba. Pero, ¿qué? Nunca antes había tenido esta extraña sensación. ¿Por qué ahora? —Algo va mal.
Él gruñó y se puso bocarriba. —¿Qué podría ir mal? Estamos solos; estamos juntos.
—No es eso.
—¿Qué es entonces?
—¿Deberíamos estar juntos?
Él se levantó de golpe pareciendo aterrorizado. —¿Tienes dudas sobre nosotros?
—¡No, no! En absoluto. —Inmediatamente ella se sintió culpable por hacerle pensar eso—. No es eso a lo que me refiero. Tú eres el único para mí. No podría estar sin ti. —Ella se inclinó y le besó intensamente.
Él suspiró aliviado. —¿Qué pasa entonces?
—Solo me refería a que si deberíamos hacer, ya sabes, esto. —Naomi señaló su desnudo, su glorioso cuerpo desnudo.
Él dio un tirón de ella y acarició su cuello con la nariz. —Mmm...Sin duda.
Naomi se estremeció cuando le acarició los senos. Volvió a caer sobre la cama. Sí, esto estaba bien. Se sentía muy bien. ¿En qué estaría pensando?
Le acarició el pecho. Él se sintió estupendamente.
—Dios, Naomi. Te quiero muchísimo.
¡Dios!
—Espera, Lash —jadeó, tratando de recuperar el aliento. Lentamente, los recuerdos de las largas tardes en las clases de catecismo y los sermones de Welita sobre la castidad resurgieron—. Lo que quería decir es ¿deberíamos estar juntos así sin estar casados?
Él se echó hacia atrás y la miró atónito. —¿Casados?
Ella se mordió el labio inferior, sin estar segura de cómo abordar el tema. No es que fuera una puritana ni nada por el estilo. Lash no era el primero con el que estaba. El pensamiento de tener sexo antes del matrimonio nunca antes le había importado pese a los sermones de Welita y su padre sobre permanecer casta. Pero ahora las cosas eran distintas. Era un arcángel. ¿No se suponía que tenía que ser un modelo a seguir o algo así?
—Bueno, no sé si los ángeles se casan o tienen algún tipo de unión formal. Me refiero a que no sé si cosas como el matrimonio significan aquí lo mismo que en la Tierra.
Sus labios dibujaron una sonrisa. —Así es. Varias parejas de ángeles hacen votos de compromiso, Uri y Rachel, por ejemplo. —Le metió un mechón de pelo detrás de la oreja—. ¿Es eso lo que quieres?
Ella le miró fijamente a los ojos. —Sí. Quiero unirme a ti, para siempre.
Él tomo su rostro entre sus manos. Sus ojos estaban llenos de tanto amor que a ella le costaba respirar. —No hay nada que desee más que unirme a ti. Hablaré con Michael mañana y haré los arreglos necesarios. —Después se inclinó y la besó.
Lentamente, Naomi sintió cómo volvía a caer sobre la cama y cómo él le acariciaba la parte interna de sus muslos.
Gimió y el sentimiento de culpabilidad reapareció nuevamente. —Lash, tal vez deberíamos esperar hasta que se haga oficial.
Él gruñó y se volvió a poner bocarriba. —Me estás matando, Naomi.
—Lo siento. Es solo que, bueno, tal vez sería mejor si hiciéramos esto de forma correcta.
—¿Por qué ahora? Hemos estado haciendo esto sin parar desde que llegaste aquí. —Se levantó y le lanzó una intensa mirada—. Y si mal no recuerdo, tu fuerte entusiasmo era una de las razones por las que construí nuestro hogar a este lado de la montaña, lejos de oídos y miradas indiscretas. Creo que hasta podrías haberle reventado los tímpanos a Gabrielle, basándome en las miradas asesinas que me ha estado echando últimamente.
Ella se quedó con la boca abierta y su cara empezó a sonrojarse. Además de tener una mejor vista y fuerza, los ángeles también tenían un oído amplificado. La mayoría de las veces, eso era algo positivo. Pero cuando vives en distritos colindantes y quieres privacidad, no lo es tanto.
—Yo... Tú... Bueno... —Se sintió muy avergonzada.
Él se rió entre dientes y le dio un beso en la punta de la nariz. —Estás muy linda cuando te pones nerviosa.
—¡Argh! —Se levantó de la cama y se puso una bata—. Lo digo en serio.
Él se apoyó contra el cabecero de la cama, con los brazos detrás de la cabeza. —Dime: ¿cuál es el verdadero problema?
Ella se sentó en el borde de la cama. Él podía leerla como si fuera un libro abierto. —Es por lo que dijo Rachel sobre ella y Uri. No quiero que eso nos ocurra a nosotros.
Sus ojos se volvieron serios y extendió el brazo para acariciar su mejilla. —No nos pasará. Estoy aquí, contigo. No me voy a ir a ninguna parte.
—¿Pero y si nos metemos en problemas por tener sexo prematrimonial? No quiero correr ningún riesgo.
—Naomi, eso no va a pasar.
—Me sentiría mucho mejor si lo hiciéramos oficial. —Ella se inclinó y le besó con suavidad.
Él la miró y negó con la cabeza, riéndose. —Si de verdad eso va a hacer que te sientas mejor...
—Sí, lo hará. —Ella sonrió—. Cuéntame cómo es la ceremonia.
—Bueno, no es muy diferente de las que probablemente estés acostumbrada a ver. Michael oficia una ceremonia vinculante, y los novios hacen sus votos de compromiso el uno al otro frente a los testigos.
¿Has estado alguna vez en una?
—Uri y Rachel tuvieron su ceremonia hace tiempo. Fue en 1987 o 1988. No estoy seguro. Lo que tengo claro es que fue en los 80. Él llevaba ese extraño peinado que llevaba el miembro de la banda Flock of Seagulls que estaba tan de moda entonces.
Ella se echó a reír al imaginarse a Uri peinado como si llevara un par de alas en la cabeza que combinarían con las de su espalda. Ese estilo causó furor en la década de los 80. El amor de su padre por la música alternativa y las bandas de new wave hicieron que estuviera expuesta a una amplia gama de moda y peinados. —Sí, definitivamente me lo puedo imaginar haciéndolo.
La risa de Naomi se acalló, volviéndose seria otra vez mientras pensaba en la ceremonia. Nunca se había imaginado casada o prometida a alguien, no hasta que conoció a Lash. Sabía que era algo que a Welita le encantaría ver. Y su padre, a él le habría encantado caminar a su lado cogido a su brazo. Las lágrimas le pincharon los ojos al pensar que su familia no estaría allí para verlo.
—Pensaba que eras feliz con todo esto. —dijo él con voz suave.
Ella levantó la mirada hacia él y forzó una sonrisa. —Lo soy. Me estoy comprometiendo contigo. —Ella besó sus labios suavemente.
—Se honesta. No queremos empezar nuestro “para siempre” con secretos, ¿verdad?
Ella suspiró. —Es solo que a veces echo de menos a mi familia. No estarán aquí para verlo. Y mi padre, nunca llegaré a experimentar esto con él.
Ella abrió los ojos de par en par con sorpresa mientras el rostro de él empalidecía. Sin mediar palabra, él se levantó de la cama, fue a la cocina y se sirvió un vaso de agua.
Ella observó que los músculos de su espalda estaban tensos cuando miró hacia otro lado, en silencio. —¿Lash?
Bajó la bebida antes de girarse hacia ella. Sus labios estaban húmedos mientras hablaba. —Ojalá pudiera hacer algo para arreglar eso.
—Oh, Lash. No es tu culpa que mi padre se haya ido o que yo esté aquí. Tan solo necesito recordarme a mí misma que estando aquí puedo cuidar mejor de mi familia.
—Eh, Naomi. —Se limpió la humedad de los labios con el dorso de la mano—. Hay algo que necesito contarte sobre eso.
—¿Qué pasa?
Se lamió los labios nerviosamente y abrió la boca, a punto de decir algo, pero volvió a cerrarla.
—¿Lash? —A ella le entró pánico. Algo iba mal. ¿Por qué estaba actuando de una forma tan extraña?
Él sacudió la cabeza y luego la miró con una sonrisa que no terminaba de ser creíble. —Tienes toda la razón. Juntos podemos cuidar de Welita y de los demás. ¿Sabes qué? Podríamos ir a echarles un vistazo por la mañana.
—¡Eso me encantaría! —Ella sonrió y entonces, de repente, frunció el ceño—. No, espera. No creo que debamos hacerlo. Gabrielle me dijo muy claramente que me mantuviese alejada del puente durante un tiempo.
—Ah, no le importará. Seremos muy rápidos.
Ella tenía una lucha interna entre querer seguir las órdenes de Gabrielle y ver a Welita. Estaba deseando contarle lo de su ceremonia con Lash. Esa era la cosa más cercana a Welita que hizo desde que estaba allí—Tal vez debería ir yo sola.
—Quiero ir contigo.
—No quiero que te metas en problemas. ¡Tú solo vuelve!
—¿Vas a dejar de preocuparte? Estaré bien. Además, a mí no me han dicho que me mantenga alejado del puente —sonrió—. Me encantaría verlos. Pronto ellos también serán mi familia.
Ella lo rodeó con sus brazos. —Lash, me has hecho la mujer más feliz del mundo. Te amo.
Él se echó hacia atrás, buscando su mirada. —¿Pase lo que pase?
Ella parpadeó con sorpresa. —Por supuesto. ¿Por qué haces una pregunta tan tonta como...
Ella dio un respingo al escuchar un repentino golpe en la puerta. —¿Quién será? Los únicos que vienen por aquí son Uri y Rachel. —Naomi se colocó bien la bata y caminó sin hacer ruido hacia la puerta.
Él le agarró la mano. —No.
Ella se rió. —¿Qué pasa contigo hoy? Estás muy nervioso.
—Iré yo —dijo.
Ella negó con la cabeza mientras él se metía los pantalones vaqueros frenéticamente. —Actúas como si viviésemos en medio del barrio más peligroso de Houston.
Él corrió hacia la puerta de entrada y la abrió. Su mandíbula se tensó y las manos se le cerraron formando puños.
—¡Hermano! —gritó Jeremy entrando y dándole una palmada en la espalda al pasar junto a él—. ¿He llegado demasiado tarde para el bingo?

4
Un torrente de emociones recorrió a Lash al ver a Jeremy entrar en la habitación. Respiró profundamente, recordándose a sí mismo que se trataba de su hermano y mejor amigo de toda la vida.
Un recuerdo se había estado reproduciendo una y otra vez en su cabeza, incluso después de que Jeremy se fuera de "descanso" y Lash se mudara con Naomi a su casa en la montaña. Era el recuerdo de Jeremy dándole el anillo de boda al padre de Naomi, un símbolo de los viejos tiempos, cuando el primogénito de la familia mostraba sus intenciones de matrimonio directamente al padre de la chica. Raphael no le había negado que eso era un recuerdo.
¿Y Jeremy? Él no tenía nada que decir; la mirada de su rostro lo decía todo. Lash recordó la expresión de su cara la primera vez que puso los ojos en Naomi. No podía sacárselo de la cabeza. Ahora él estaba allí, actuando como si nada hubiese cambiado.
Incluso aunque Naomi le había insistido en que todos sus recuerdos eran sobre él, no podía evitar preguntarse si en el pasado, un pasado que ella no podía recordar, había amado a Jeremy. ¿Cambiaría eso ahora que Jeremy había vuelto y podría conocerle mejor? Parecía que todo el mundo le quería, incluso Gabrielle.
No. Tenía que creer que Naomi le sería fiel, pasase lo que pasase.
Justo cuando estaba a punto de hablar, Raphael atravesó la puerta flotando con una sonrisa que desapareció al ver la expresión en el rostro de Lash.
—¿Venimos en mal momento?
«Se podría decir que sí», pensó Lash. Sus ojos siguieron a Jeremy mientras el ángel de pelo dorado caminaba hacia la única persona que quería mantener solamente para él. Cuando Naomi le sonrió, luchó contra el instinto de agarrarla y llevársela lo más lejos posible de su hermano.
—Claro que no —le dijo Naomi y después se giró hacia Jeremy—. Venga, muéstramelas.
Jeremy empalideció y una expresión de extrañeza apareció en su rostro. —Eh, ¿Que te muestre qué?
—Las botas. Rachel dijo que tenías unas —dijo mirando hacia abajo expectante.
Jeremy dejó escapar un suspiro y su perpetua sonrisa volvió. —¡Faltaría más! —Saco un pie—. No me digas que estas botas no son la leche.
Ella se echó a reír. —Está claro que has hecho algunos cambios mientras has estado ausente. Echo de menos tus trajes, aunque me encanta la chupa de cuero. ¿Por eso has desaparecido durante tanto tiempo? ¿Te has ido de compras?
—¿Por qué? ¿Me has echado de menos? —Jeremy le guiñó.
Lash dio un paso al frente. No le gustaba hacia dónde iba todo esto... en absoluto.
Raphael se puso inmediatamente delante de Lash, bloqueándole el paso. —Todos te hemos echado de menos, Jeremiel —dijo.
—Te fuiste tan rápido al día siguiente de que tú y Lash... —Naomi se mordió el labio y miró nerviosamente a Lash—. Bueno, esperaba que hablarais de ello.
—Es por eso que estamos aquí —dijo Raphael—. Me han dado permiso para revelaros cierta información sobre nuestro pasado. ¿Nos sentamos?
Cuando se reunieron en el salón, Lash colocó con decisión la mano de Naomi sobre la suya. Miró a Jeremy, que se había sentado frente a ellos junto a Raphael. Había algo raro en él. Aunque estaba sonriendo, no parecía feliz. Esa chispa especial que atraía a todo el mundo había desaparecido. En todos los años que llevaba conociéndole, Jeremy nunca había estado como ahora. Siempre había sido al revés; él era el taciturno y Jeremy el que estaba a su lado, distrayéndole de sus preocupaciones. Lash luchó contra el deseo de consolar a su viejo amigo y el de estar enfadado con él.
Vio cómo los ojos de Jeremy se centraron en la mano de Naomi cuando esta tomó la suya, y después rápidamente los apartó cuando lo cogió mirando.
«Es más fácil estar enfadado», pensó.
—Antes de que Jeremiel dejara su —Raphael miró a Jeremy y se aclaró la garganta— larga asignación, compartí con él la información que previamente había compartido contigo, Lahash.
—¡Hermano! —Jeremy tendió un puño hacia él, sonriendo—. No me dejes colgado, tío.
Lash sintió que Naomi le golpeaba en las costillas. ¿Cómo podía tener un codo tan puntiagudo?
Suspiró y estiró el brazo para chocarle el puño.
Naomi sonrió. —Eso explicaría por qué vosotros dos fuisteis tan amigos durante tantos años.
—Fuimos —farfulló Lash entre dientes.
Jeremy frunció el ceño levemente al volverse a sentar en su asiento. —Tú sabes que te habría hablado sobre mi asignación si me lo hubieran permitido.
—Sí, seguramente. Lo que tú digas.
—Lash —le reprendió Naomi.
Él le soltó la mano con mala cara. —Pensaba que no confiabas en él y ahora estáis todos en plan "familia feliz". No sé. Tal vez estaría mejor si no recordara el pasado.
—¿Cómo va a ser mejor no tener recuerdos de tu propia familia? Es parte de lo que eres —señaló ella.
—Sabias palabras, Naomi —dijo Raphael en voz baja y con autoridad. Este se giró hacia Lash y le miró fijamente a los ojos—. Hoy en día eres quien eres gracias a quien fuiste en el ayer. Tu pasado influye en tu presente, y es la familia quien determina cómo creces.
—¿Ves?, eso es exactamente a lo que me refiero. Todos sabemos que soy un desastre. —Lash se levantó y se paseó por la habitación—. Ojalá solamente tuviera un par de recuerdos que fueran suficientes para mí, para darme cuenta de que incluso en el pasado yo era el segundo para ti — dijo señalando a Jeremy.
—Lahash —Raphael se puso en pie y le colocó una mano sobre el hombro—. Lucifer solamente te mostró lo que le beneficiaba a él.
Lash se alejó. —No, Raphael. Fue algo más que eso. Lo sentí incluso antes de los recuerdos. Sé que estabas decepcionado conmigo cuando era serafín y disciplinado con casi todas las asignaciones. Jeremy y yo empezamos ambos como serafines y al año siguiente le dieron el puesto de arcángel. Y yo, bueno...
—Sé justo, Lash —dijo Jeremy—. Contrariaste a Gabrielle desde el principio.
Lash se giró. —¡Tú, cállate!
Naomi se quedó boquiabierta. —¡Lash!
—No, Naomi. Tú no estuviste allí y no lo sabes. —Respiró con fuerza. Estaba cansado de que todo el mundo se pusiera de parte de Jeremy—. En ese momento no lo veía. Pero ahora sí. Me cuestionaban por cada paso que daba. ¿Y a Jeremy? Nunca. Hacíamos las mismas cosas, pero Jeremy siempre quedaba libre de culpa ¿y yo? Yo era el único que se metía en problemas. Era como si él nunca pudiera hacer nada malo.
—¡Eso no es cierto! —Jeremy se levantó de un salto.
—Puede que tengas razón —dijo Raphael con suavidad.
Jeremy se quedó petrificado y Lash se quedó con la boca abierta.
Durante un momento se produjo un tenso silencio en la habitación antes de que Raphael continuara. —Por favor, sentaos y dejad que me explique.
Naomi dio un tirón del brazo a Lash. Él echó un vistazo a las lágrimas que relucían en sus ojos y se derritió. No era su intención ponerla furiosa. —Lo siento. Perdóname.
Ella asintió.
Una vez sentado a su lado, la rodeó con un brazo y volvió a centrar su atención en Raphael.
—Como ya sabes, Jeremiel es tu hermano mayor. Como era costumbre en aquella época, el primogénito tenía ciertos derechos sobre los demás de la familia. Era el heredero de todo lo que nuestra familia poseía. Con su derecho como primogénito, tenía que casarse antes que Lahash y es aquí cuando tu familia entró en juego —dijo mirando a Naomi.
Ella se llevó una mano al pecho. —¿Mi familia?
—Naomi.—Raphael extendió el brazo y le tomó la mano—. Tu primera familia es de la Ciudad de Ai. Tu padre tenía una posada y era un exitoso hombre de negocios. Era un líder reconocido en toda la ciudad. —Le soltó la mano y miró a Jeremy y a Lash—. Vosotros dos sois hijos de una madre humana y de un padre ángel.
—Rebecca —señaló Lash.
Raphael asintió al mismo tiempo que se entristeció al escuchar ese nombre.
—Entonces somos Nefilim —dijo Jeremy, volviéndose a sentar.
—¿Qué? —dijo Naomi atónita—. ¿Los Nefilim no son gigantes malignos?
—Algunas de las historias que llevan contándose desde hace años no son del todo precisas —aclaró Raphael—. Así como hay personas malvadas, también había Nefilim que se aprovecharon de su herencia. En cuanto a mis hijos, les inculqué la humildad y el respeto por aquellos que les rodean. Y, por entonces, ellos no sabían que eran mitad ángeles.
—Tenía entendido que todos los Nefilim fueron eliminados —dijo Naomi.
Raphael sonrió. —Conoces muy bien las Sagradas Escrituras.
—Las clases de catequesis de los miércoles. Me salté una clase una vez, pero Chuy se chivó a Welita. No pude sentarme durante una semana. —Naomi suspiró con una sonrisa al recordarlo.
Raphael respiró profundamente, como si fuera a decir algo difícil. —Entre los humanos, los Nefilim destacaban por su belleza y su fuerza. Mucha gente en la ciudad los veneraba como si fueran dioses. Jeremiel —le lanzó una mirada precavida a Lash—fue favorecido por encima de todos, tanto humanos como Nefilim, por su habilidad y su fuerza. Había muchas familias que deseaban desposar a sus hijas con él, incluyendo a tu familia, Naomi.
—Como no —farfulló Lash.
Naomi le acarició la pierna. —Eso es el pasado. Ahora estoy aquí contigo.
Levantando la mirada hacia ella, Lash acarició con el dedo su mejilla. —Sí, lo estás. —Él se volvió de nuevo hacia Raphael y vio otra vez esa extraña expresión en el rostro de Jeremy. Lo ignoró, ya que no quería que Naomi se volviese a molestar.
—No se trataba de que tú no fueras habilidoso o que carecieses de fuerza, hijo mío. Me temo que es probable que yo haya fomentado que la gente prestara más atención a Jeremiel que a ti. Desde el día en que vosotros os conocisteis, estaba claro que Naomi te quería solamente a ti. Y yo —tragó saliva con dificultad— hice todo lo que estuvo a mi alcance para alejar a Naomi de ti.
Miró a Lash con ojos atormentados. —Ese es un recuerdo que desearía poder olvidar. Créeme cuando te digo, Lahash, que no hay día que pase sin que me arrepienta de mis acciones.
—¿Por qué harías tal cosa? —preguntó Naomi con dolor en su voz—. ¿Por qué habrías querido herir a tu propio hijo de esa forma?
Raphael lanzó una mirada a Jeremy y a continuación la miró a ella. —Porque yo... yo favorecí a Jeremiel. —Hizo una pausa, ancló los ojos al suelo y las palabras aparecieron lenta y cuidadosamente—. Y él te favorecía a... ti.
Lash se levantó de un salto y le gritó a Jeremy. ¡Lárgate!
—Venga, Lash —dijo Jeremy con un tono de voz suave, levantando la mirada hacia él—. Eso fue hace mucho tiempo.
Lash dio un paso amenazante hacia él mirando al ángel dorado que amenazaba con apartar de él a todos los que amaba. Ya lo había hecho en el pasado. ¿Acaso eso iba a evitar que lo volviera a hacer otra vez? —Has estado actuando de una forma muy rara desde que entraste en esta casa. ¿Por qué?
Jeremy tragó saliva. —No quedamos lo que se dice bien la última vez que nos vimos. No estaba seguro de qué esperar.
Sus ojos miraban fijamente a Lash como si tratara de convencerlo.
Lash intentó leer su rostro. Jeremy estaba usando su cara de póquer. «¡Maldita sea! Está ocultando algo».
—¿Qué es lo que no estás diciéndome?
—Por favor, Lash. Eso ya no importa. —Las suaves manos de Naomi tocaron su tenso brazo e hicieron que se girase hacia ella cara a cara—. Durante todo el tiempo que llevas conociendo a Jeremy, o que tú puedas recordar, ¿alguna vez ha intentado quitarte algo?
—Sí. Te dejó morir. Él pudo haberte salvado.
—Eso fue diferente. Su trabajo era traerme aquí. Cuando lo conocí, me dijiste que era tu amigo. Y por si no lo recuerdas, yo quería darle con una llave de cruz.
Lash sonrió. —Aquellos eran buenos tiempos.
Naomi lo miró expectante.
Él sonrió. —Oh, está bien. No, Jeremy nunca me ha quitado nada.
—¿Y?
—Y siempre estuvo junto a mí.
—Entonces, ¿por qué esperas que ahora sea diferente?
Ella estaba siendo muy coherente y a él no le gustaba. Con recuerdos o sin ellos, sencillamente no podía deshacerse de la sensación de que Jeremy aún la quería. Miró los claros ojos azules de Naomi, enmarcados por espesas pestañas negras.
—Tienes razón. Supongo que estoy siendo un paranoico.
Ella besó ligeramente su mejilla y seguidamente se giró hacia Raphael. —Yo no recuerdo nada de todo esto, y lo que parecen ser pequeños fogonazos de recuerdos, siempre han sido sobre Lash y ahora entiendo por qué. Lo amo y nada, ni nadie, podrá acabar jamás con mi amor por él. Por esa razón nos uniremos tan pronto como pueda realizar todos los arreglos necesarios.
El rostro de Raphael se iluminó. —¡Qué maravillosa noticia!
—¿Te alegras por ello? —preguntó Lash.
—Naturalmente. No soy la persona que Lucifer te mostró. Puede que haya tenido que perderos a ti y a Jeremiel para darme cuenta lo equivocado que estaba entonces. ¿Puedes perdonarme por mi pasado, por mi incapacidad para ser un buen padre para ti?
Lash miró los ojos de súplica de Raphael. En todo el tiempo que llevaba conociéndolo, o al menos en el tiempo que podía recordar, Raphael siempre había estado a su lado, guiándole, ayudándole. Incluso cuando hizo todo lo que pudo por alejarlo de él, éste nunca le dejó. Y ahora sabía por qué. Raphael estaba haciendo todo lo posible para compensarle, para ser un mejor padre. —Sí... Padre.
El rostro de Raphael se iluminó. —Estoy orgulloso de ambos.
Se puso en pie y tomó a Lash entre sus brazos. Sorprendido, Lash miró a Naomi. Las lágrimas brillaron en sus ojos al verlos.
—Abrázalo —vocalizó en silencio ella.
Él asintió y puso una mano en la espalda a Raphael, dándole un suave apretón. Sintió una calidez propagándose por su cuerpo, una paz que no había sentido en mucho tiempo.
—Iré contigo a ver a Michael —dijo Raphael al separarse de él—. Por fin vuelvo a tener a mi familia conmigo. Qué ocasión tan dichosa. ¿No es así, Jeremiel?
Jeremy se levantó y se acercó a Lash, tendiéndole la mano. —Enhorabuena. Os deseo a ambos una felicidad eterna.
Lash miró su mano y seguidamente lo miró a la cara. Lo único que vio fue sinceridad en sus ojos. Estaba verdaderamente feliz por él.
Cogió la mano de Jeremy y, por un momento, sintió que tal vez, solo tal vez, su viejo amigo había regresado.
Después observó cómo Jeremy se giraba hacia Naomi. Apenas fue capaz de mirarla mientras entre dientes la felicitaba y la llamaba hermana.

5
—¿Estás seguro de esto? —Naomi examinó la zona que rodeaba el arroyo para asegurarse de que nadie les veía a ella y a Lash subiendo al puente. Su corazón palpitaba de la emoción al pensar que iba a volver a ver a Welita y a Chuy, aunque habría deseado que Lash la hubiese dejado hacer esto sola. Si la pillaban desobedeciendo las órdenes de Gabrielle, puede que a ella se lo dejaran pasar porque era nueva. Pero si pillaban a Lash, probablemente se metería en problemas por ayudarla.
—Completamente. —La tomó de la mano mientras iban hacia la parte central del puente—. Yo vigilaré.
Naomi se mordió el labio. Solo estaba a unos segundos de ver a Welita después de varias semanas. ¿Por qué de repente sentía miedo de mirar?
—¿Qué ocurre?
Ella miró sus hermosos ojos color miel. ¿Cómo podría tener miedo con él a su lado? Estaba siendo una tonta. —Nada. Lo haré muy rápido.
Se dirigió al lugar donde sabía que podía tener las mejores vistas de la casa de Welita. Puso la mano sobre la conocida barandilla. Una vez más, su corazón se aceleró ante la expectativa.
«Basta», se dijo a sí misma. «Deja de hacer una montaña de todo esto. Has estado en casa de Welita montones de veces».
Respirando profundamente, se asomó por la barandilla. El agua estaba tranquila. Era como si mirase a través de un cristal. Durante un momento, no vio nada más que el agua cristalina. Después, lentamente, la pequeña casa blanca apareció.
El corazón le latía con fuerza en el pecho. Algo iba mal. Había algo raro.
El césped, que solía ser abundante y solía estar perfectamente cuidado, estaba lleno de malas hierbas que llegaban hasta las rodillas. El parterre que Welita solía cuidar meticulosamente, su orgullo y alegría, estaba invadido por las malas hierbas y lleno de latas de cerveza.
Cerró los ojos con fuerza. Esa no podía ser la casa de Welita. Respiró profundamente, intentando calmarse. Que no cunda el pánico.
Obviamente estaba mirando en la dirección equivocada. Solo tenía que esmerarse un poco más.
Cuando abrió los ojos lentamente, vio la misma casa pequeña en el mismo lugar. Gimió.
Es la casa de Welita.
Cristales rotos cubrían el porche de la entrada y la puerta mosquitera daba golpes a causa del viento. Lo peor de todo era que todas las ventanas estaban rotas.
¿Qué había ocurrido? Welita y Chuy jamás dejarían la casa así, a no ser que la casa estuviera vacía.
—¡No! —Chilló mientras se echaba contra la barandilla, inclinándose todo lo que pudo. La casa era el orgullo y la alegría de Welita. Ella nunca la dejaría. Su padre creció en esa casa. Algo tenía que haber ocurrido... algo tan terrible que Welita no tuviera más remedio que irse de allí.
El miedo se ancló en su garganta al pensar en la única cosa que podría apartar a su obstinada abuela de su casa.
¡No! ¡Ni pensarlo! Welita no estaba muerta. De ninguna manera eso podría suceder. La salud de Welita estaba perfectamente la última vez que la vio hacía unas semanas. Tenía que ser otra cosa. Tenía que ser así.
Frenética, corrió por el puente intentando conseguir una mejor vista del vecindario, desesperada por encontrar una pista, algo que explicase lo que les había pasado a Welita y a Chuy.
—¿Qué pasa? —Lash fue detrás de ella.
—Welita se ha ido —sollozó.
Miró las casas cercanas a la de Welita. Todas tenían el mismo aspecto deteriorado. Era como si todo el vecindario hubiera sido abandonado. —¡Se han ido todos!
—¿Qué? ¿Estás segura? —Él se asomó por la barandilla y miró fijamente al agua.
—Yo-yo no lo entiendo. Solamente han pasado unas semanas desde la última vez que la vi. Todo parecía normal. Había coches aparcados en la calle. Los niños del barrio estaban jugando al baloncesto. Todo parecía estar exactamente igual que siempre cuando me fui.
—Han pasado unas semanas —murmuró él.
—Sí, todo un vecindario no puede simplemente desaparecer en un par de semanas, ¿verdad? Me refiero a que mira la hierba. ¡Llega casi a las rodillas!
Él se pellizcó el puente de la nariz y apretó los dientes. —Unas semanas —repitió.
—¿Por qué no dejas de decir eso?
Él gimió y después golpeó la mano contra la barandilla. —¡Mierda!
—¿Qué? ¿Qué pasa?
Él caminó a lo largo del puente, pasándose las manos por el pelo y maldiciendo entre dientes.
—No pensaba que algo así pasaría —farfulló mientras se metía la cabeza entre las manos—. ¡Estúpido, estúpido, estúpido!
—Lash, por favor cuéntamelo. Tú sabes algo. —Su voz era cada vez más fuerte con cada palabra que decía. Lo agarró por los hombros al ver que no contestaba, zarandeándolo—. ¡Cuéntamelo!
Unos ojos atormentados se encontraron con los suyos. —Han sido unas semanas... para ti.
Ella parpadeó, confundida. —¿Para mí? ¿Qué quieres decir con para mí?
—Bueno, para los dos, en realidad. —Giró la cabeza, incapaz de mirarla—. No puedo creer que no te lo haya dicho.
Ella puso una mano bajo su barbilla y la dirigió hacia ella. —Dime, ¿qué es?
Él inhaló bruscamente y aguantó la respiración antes de dejarlo salir de un golpe. —El tiempo aquí es distinto al de la Tierra.
—¿Qué significa eso? ¿El tiempo es distinto? ¿Cómo de distinto?
Se le puso el corazón en la boca. ¡Oh, Dios! Tal vez están todos muertos.
Ella empezó a ver el rostro de Lash desenfocado hasta que sintió que se caía.
—¡Naomi! —gritó él cogiéndola.
—¿Cuánto tiempo? —Su voz era suave, temerosa.
—Estás en shock. Volvamos a casa. Siento muchísimo haber olvidado contártelo. Te lo explicaré todo y después podemos averiguar...
—No. —Ella respiró hondo y se forzó así misma a ponerse en pie. Ahora no era el momento de ser débil. Era el momento de ser el arcángel que se esperaba que fuera. Cogiendo aire reconfortante de nuevo, dijo: —Dime, ¿cuánto tiempo ha pasado?
—En realidad nunca suelo prestar mucha atención al tiempo. Nosotros no medimos el tiempo aquí como en la Tierra. Diría que tal vez —tragó saliva y la miró con preocupación— un año.
—¡Un año! ¿Llevo ausente un año?
—Quizás menos —dijo él frenéticamente.
Ella dejó escapar un suspiro. Debería estar agradecida de que solo fuera un año. Se dio la vuelta y se quedó mirando la casa de Welita. Había planeado escaparse sin que nadie se diera cuenta y visitarla cuando le dieran su primera asignación. Quería darle a Welita algún tipo de señal de que aún seguía con ella. Aunque esta no pudiera verla, sabía que su abuela sabría que era ella. Había planeado incluso ir ver a Chuy, ya que este había empezado a creer que los ángeles existían. Pero ahora se habían ido.
Una idea repentina la golpeó. —Los arcángeles tienen poderes. Pueden hacer casi cualquier cosa, ¿verdad?
—Yo no diría cualquier cosa, pero, sí, tienen dones poderosos.
—Puedo encontrarlos.
—No podrás bajar a la Tierra a no ser que te den una asignación o uno de los arcángeles te dé permiso.
—Pero, yo soy un arcángel.
—Técnicamente, sí, eres un arcángel, pero estás en formación. Todavía necesitas la aprobación de Michael o de Gabrielle, y ellos nunca te la darán a menos que sea para servir a algún propósito superior.
Le cambió el semblante. ¿De qué le servía ser un arcángel con poderes si no podía utilizarlos? ¿Qué iba a hacer ahora? Las lágrimas se deslizaron por su rostro. —Pensaba que el Cielo sería un lugar de felicidad.
Él la tomó entre sus brazos. —Naomi, por favor, no llores.
No podía evitarlo. Quería ser valiente; ser el poderoso arcángel que todos esperaban que fuera. Pero no podía. Era duro, muy duro dejar atrás una parte de ella, la parte que la hacía ser quien era. Su familia: Welita, Chuy, sus padres. Teniéndolos a ellos sentía que podía hacer cualquier cosa. Cuando sus padres murieron, sintió como si hubiera perdido parte de ese sentimiento. Y ahora que Welita y Chuy se habían ido, sentía un gran vacío en el pecho.
Lash colocó un dedo bajo su barbilla y le levantó la cabeza hasta que sus ojos se encontraron. —Te llevaré a buscar a Welita.
—¿Cómo? —resolló ella—. No sabes dónde están.
—Tengo un plan. Vuelve a casa y cuando regrese, tendré el permiso que necesitamos para bajar a la Tierra.
Ella abrió los ojos de par en par. —No quiero que hagas nada por lo que te puedan echar. No puedo perderte a ti también. —Ella quería encontrar a su familia desesperadamente, pero no a su costa.
—Es completamente legal. Te lo prometo. No puedo contártelo ahora. Solo sé que lo conseguiré para ti. ¿Confías en mí?
Ella miró su glorioso rostro, y él la miró fijamente con ternura. Suspiró, esperanzada. Con Lash a su lado, ambos podrían hacer cualquier cosa.
—Sí.


Lash caminaba arduamente por un sendero desgastado junto al arroyo; un sendero que había tomado cientos de veces a lo largo de los años. «No puedo creer que de verdad esté haciendo esto».
Le había prometido a Naomi que conseguiría que pudiera bajar a la Tierra para encontrar a Welita y a Chuy. Pensando que ellos seguramente empatizarían con la situación de Naomi, su primer pensamiento fue pedirles permiso a Rachel o a Uri. Desechó esa idea cuando recordó que ambos habían pasado siglos separados el uno del otro. No sería justo pedírselo a ellos, no fuera a ser que se metieran en problemas. Los arcángeles no estaban a salvo de ser castigados. Raphael podía dar fe de ello.
Solo le quedaba una persona que pudiera ayudarle y le irritaba infinitamente tener que pedirle ayuda.
Anduvo con pesadumbre por el sendero con flores alineadas a los lados hasta llegar a la puerta de Jeremy. Jeremy vivía en una pequeña casa de campo de una habitación junto al arroyo, a unos tres kilómetros del puente, la puerta de entrada a la Tierra. Al igual que su ropa, Jeremy mantenía su vivienda impoluta, algo que era difícil, especialmente después de una noche de póquer. Pese a que Lash ofrecía su casa, Jeremy siempre lo rechazaba, argumentando que nadie podría atravesar la puerta principal debido a la montaña de desorden.

Конец ознакомительного фрагмента.
Текст предоставлен ООО «ЛитРес».
Прочитайте эту книгу целиком, купив полную легальную версию (https://www.litres.ru/pages/biblio_book/?art=42351555) на ЛитРес.
Безопасно оплатить книгу можно банковской картой Visa, MasterCard, Maestro, со счета мобильного телефона, с платежного терминала, в салоне МТС или Связной, через PayPal, WebMoney, Яндекс.Деньги, QIWI Кошелек, бонусными картами или другим удобным Вам способом.