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El Viaje De Los Héroes
Cristian Taiani
En el mundo de Inglor una aparente paz está a punto de ser socavada por un antiguo y malvado hechizo, una oscuridad que ya en el pasado había causado la mayor guerra que las Siete Tierras habían visto. Cantada y narrada por los bardos como la Guerra Sangrienta, hombres y elfos participaron abandonados por el más antiguo linaje de enanos, gloriosa fue la batalla donde el Sin Nombre y su súbdito Zetroc fue cazado. Veinte años después, el mal vuelve a las calles de Radigast, la capital de las Siete Tierras, y en su camino se encuentra con Rhevi, una chica mitad humana y mitad elfa que creció entre el amor del abuelo Otan, dueño de la posada, el Oso Blanco, Tras el abandono de la madre elfa, el padre, perdido en el dolor, se alista en el ejército del emperador Adon Vesto, la pobre chica pierde todo rastro de él, la chica que sueña con dejar la realidad de esa ciudad que no la acepta tendrá la forma de cumplir su deseo, ¿pero a qué precio? Un chico flaco con un alma noble pero con un temperamento arrogante acaba de convertirse en mago después de una vida como recluso en la academia de magia más codiciada de Inglor, entrenado en las artes arcanas por los maestros más hábiles comandados por el director Searmon, mentor y amigo del mago huérfano, el único puente con su misterioso pasado. Los dos chicos se encontrarán durante una fiesta en la posada, pero el feliz encuentro los pondrá frente a un hombre misterioso que los llevará a un largo viaje bajo un juramento que parecerá más bien una maldición. Durante su peregrinación se encontrarán con Adalomonte, el guerrero de ojos rubios sin un pasado claro, marcado por el símbolo del lobo y el león, la efigie de los hermanos que se cree que son dioses. Tres de ellos desafiarán el destino en busca de la libertad iniciando un viaje que los pondrá frente a descubrimientos y misterios más grandes que ellos, entre la magia, las guerras, los enanos, los dragones y el viaje en el tiempo se encontrarán para convertirse en los héroes que Inglor estaba esperando. Se encontrarán con los elfos de la Luz Elros Anàrion, los hermanos gnomos a bordo de su nave artefacto, las profecías legendarias, los excéntricos piratas capitaneados por el terrible corsario Frasso y los malvados elfos de la Oscuridad. Cruzarán el caluroso desierto de Azir hasta que descubran los arcaicos secretos escondidos por el tiempo y la oscuridad sin nombre


Cristian Taiani

El Viaje de los Héroes

El Juramento

Título | El Viaje de los Héroes. El Juramento
Autor | Cristian Taiani
Traducido por Jorge Ledezma Millán
Ilustración de la portada: Isabella Manara Concepto gráfico: Giuseppe Cuscito Página de Facebook:
https://www.facebook.com/GCDigita lArt/ (https://www.facebook.com/GCDigita%20lArt/) (https://www.facebook.com/GCDigita%20lArt/)Immagine folio:
Grafica da pntree.com
Edición a cargo de Miriam Mastrovito
Primera edición © 2018 Cristian Taiani

Todos los derechos reservados. La reproducción total o parcial está prohibida por la ley.

Esta es una historia ficticia. Los nombres de los personajes y las situaciones son el resultado de la imaginación del autor. Cualquier referencia a hechos o personas existentes es puramente aleatoria.



Escuché que mi sueño estaba destinado a quedarse en un cajón.
Ningún sueño es creado por el alma para ser encerrado.



CAPÍTULO 1

El encuentro
Vígesima Era después de la Guerra Sangrienta,
ciudad de Radigast

Radigast: nubes oscuras y cargadas presagiaban un invierno lluvioso más frío de lo normal en la ciudad de Ragia. Caía una lluvia densa, gruesa, que hacía difícil incluso mirar más allá de la palma de la mano. Las gotas rebotaban en los tejados de las casas y en la Academia de Magia, la más grande de las Tierras del Escudo, una de las Siete Tierras del mundo de Inglor.
Al sur de la capital estaba el Mar Profundo, mientras que en el lado norte se alcanzaban a vislumbrar los elevados picos de las montañas de Morgrym, donde, según se decía, vivía la más antigua estirpe del pueblo de los enanos.
El río, casi congelado, pasaba justo frente a una posada, reflejando hermosos colores que iban desde el púrpura amatista hasta el azul marino. A través de una ventana se podía distinguir una figura flotante y danzante; su cabello tenía un color bastante extraño e inusual en aquella zona: un azul celeste con reflejos color verde oscuro.
Muy alta para ser mujer, de piel blanca y libre de imperfecciones, parecía una criatura atemporal. Sus ojos color verde esmeralda parecían esconder un tesoro, una riqueza difícil de alcanzar.
Rhevi se encontraba ocupada limpiando la posada después de un duro día de trabajo.
Debajo del corpiño de cuero, que solía usar, sus magros músculos se contraían, entrenados no solo por su trabajo como camarera, sino por años de entrenamiento con la espada. Era sobre todo una guerrera, o eso le gustaba imaginar, no porque hubiera participado en alguna guerra, sino porque luchaba todos los días debido a su condición inusual: Rhevi no era como los demás, era descendiente, aunque sólo por el lado materno, de una antigua raza de elfos.
A veces incursionaba en pequeños robos, no solo porque la vida en el pueblo era bastante dura, sino para poner a prueba su formidable destreza.
Su padre se había marchado y ella no lo había visto en años, se había alistado en el ejército del Imperio del Escudo y nunca había regresado. A su madre, Elanor, nunca la conoció; a veces intentaba imaginarla y en ocasiones soñaba con ella.
En sus sueños, ella era solo una figura femenina de aspecto elfo.
Los elfos ahora vivían escondidos, olvidados por otras razas, habían luchado y defendido a los pueblos de las Siete Tierras.
Los miembros de dicha raza poseían talentos únicos y raros; enamorados del amor, el arte y la naturaleza, se habían retirado a los bosques cuando se dieron cuenta de que el mundo que conocían había cambiado y era cada vez menos respetuoso de los valores antiguos.
"Cuando crezcas te lo contaré todo, hasta entonces no debes hacer preguntas".
Quienes conocían a Rhevi trataban de no prestar atención a su aspecto diferente, al menos en su presencia, pero ciertamente no faltaban los chismes de los transeúntes y personas maliciosas. De repente la puerta se abrió.
"¡Vaya que hace frío! Buen trabajo, sobrina". Era el abuelo Otan, dueño de la posada el Oso Blanco, un hombre de aspecto generoso, baja estatura, vientre pronunciado y un rostro redondo bastante agradable. Tenía una pequeña isla calva en la cabeza bordeada de cabello blanco, así como los hombros encorvados por el trabajo duro, siempre estaba bronceado, incluso durante los fríos y oscuros inviernos.
"Gracias abuelo, como siempre eres muy amable", respondió con una sonrisa Rhevi, dejó la escoba en un rincón y lo saludó. Su trabajo de aquel día había terminado.
La chica salió al patio trasero de la posada y sacó su espada, una cimitarra de fabricación elfa que había dejado su madre en la casa que había tenido que dejar años antes, cuando su padre se marchó. El arma estaba bien conservada en un baúl que había descubierto mientras jugaba al escondite con su padre. Era el único recuerdo tangible de mamá.
Comenzó su entrenamiento estirando los músculos de la espalda y de las piernas, luego tomó su espada y comenzó a batirse en duelo con un enemigo imaginario. Su mente había imaginado un formidable guerrero, no importaba cuántos golpes pudiera dar, él seguiría girando, usando pequeñas rocas para saltar, y medios giros para mantener el equilibrio.
Al final del día, el oponente la conocía bien porque era ella misma. La resistencia, la velocidad y la fuerza eran cualidades importantes para convertirse en un buen espadachín. Rhevi lo hacía sola, recordando lo que su padre le había enseñado y lo que había aprendido de sus escapadas fugaces al campo de entrenamiento de los soldados de las Siete Tierras. Para mejorar las técnicas que ya dominaba, necesitaba encontrar un maestro de artes marciales. Pero, ¿cómo alejarse de su abuelo? En su ausencia, el viejo se habría visto obligado a depender sólo de su propia fuerza, ahora desgastada, y de su pequeño ayudante Merry, un muchacho flacucho de cabello alborotado y piernas torcidas. Sin mencionar el costo de las lecciones, imposible de sostener.
Aquella noche sintió que alguien la observaba, miró a través de los arbustos encalados, pero no vio nada, exhaló un profundo aliento que formó una nube blanca, y agotada, al notar que el sol se había puesto, se fue a dormir.

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"¡Por el gran Eurotovar, lo has conseguido Talun! ¡te graduaste!"
El chico se giró con una sonrisa burlona y dijo: "¿Acaso habías dudado Gregor? ¡Soy el mejor aprendiz de Radigast!" Talun era alto y muy delgado, su cara estaba cubierta de pecas, su cabello era rizado y negro como el carbón, tenía una perilla de un color rojo inusual, el cual no sabia de quien lo había heredado, ya que nunca conoció a sus padres. Había crecido en la Academia de Magia, donde lo dejaron al nacer.
Su único atuendo era una túnica oscura, remendada en varios lugares. Después de años de estudios por fin lo había logrado, ¡era un mago!
"¡Mañana celebraremos! Iremos al Oso Blanco, tengo algunas monedas de cobre para gastar. Más una que me debes, si bien recuerdo", dijo con una sonrisa bajo su bigote mientras miraba a su mejor amigo, un chico de enorme barriga con el cabello recogido en una pequeña cola de caballo, vestido igual que él. Los dos habían crecido juntos en la escuela y a lo largo de los años se habían vuelto como hermanos. Gregor era a menudo el blanco de los matones que lo llamaban "gordinflón" o "chancho". Esto había acercado aún más a los dos chicos, quienes se apoyaban mutuamente y luchaban juntos en las pequeñas batallas diarias.
Gregor respondió con una carcajada, ya que entendía lo que el mago quería decir. "¡Cierto! Ahora que te has graduado, puedes salir de la torre, y puedes llevarme contigo, como compañero, es genial".
La vida en la escuela de magia era muy dura para los aprendices, sus días estaban llenos de estudio y poco descanso.
Ningún aprendiz podía dejar la torre hasta su graduación, excepto para algún recado fugaz. Y nadie que no formara parte de la academia podía entrar excepto con un permiso especial del maestro supremo.
"Por supuesto, eres mi ayudante, y lo serás por mucho tiempo", respondió Talun con un aire de superioridad, y el otro lo miró con aire de gravedad, sólo para estallar de nuevo en una risa estruendosa.
Talun era amable, pero tenía un defecto: siempre pretendía estar por encima de todos, quizás para protegerse a sí mismo, o quizás porque era verdaderamente superior a los demás.
Se levantaron del banco del jardín de la academia, situado a los pies de la torre, se trataba de un vasto semicírculo cubierto de vegetación, y con una enorme rosa de los vientos en el centro, grabada en piedra y decorada con runas e imágenes de antiguas leyendas. Una de ellas narraba cómo el grabado había sido donado por los reyes enanos al viejo decano como muestra de agradecimiento después de la Guerra Sangrienta.
Los dos amigos caminaron hacia sus habitaciones.
Talun no durmió mucho aquella noche, todavía estaba emocionado por el examen y su primera salida, sin compañeros adultos escoltándolo. En la oscuridad de su habitación, se sintió observado. Se levantó y se dirigió a la enorme ventana de su habitación. Las gotas de agua se estrellaban contra el vidrio, dificultando la observación del exterior. Talun pasó su mano por la superficie para limpiarla de la escarcha; un rayo iluminó su rostro, casi asustándolo, luego vino el trueno.
La mañana llegó de todos modos, la tormenta había dejado un olor a tierra húmeda y un aire helado. Talun sintió que se filtraba en sus huesos.
El día pasó rápidamente entre pequeñas tareas y algunos viajes por la capital. Y llegó la noche, y con ella el frío punzante se convirtió en un viento helado. Sus pasos eran acompañados por el sonido de los postigos que se golpeaban contra las ventanas cerradas de las pequeñas casas. El mago vio que Gregor caminaba hacia él, tenía en su mano el permiso firmado por el maestro supremo para salir de la academia.
"Está helando, vamos a emborracharnos un poco", dijo el eufórico Talun.
Se dirigió con Gregor a la posada y allí celebraron durante horas, recordando divertidas historias y cantando a todo pulmón, hasta que sólo quedaron ellos dos.
En un momento dado la mesera les dijo que era hora de cerrar.
"Oye, ¿has visto eso? ¡Es la chica mitad elfa! He oído hablar de ella en ocasiones. ¡Que hermosa es!", dijo Gregor, emocionado por el vino también. En la antigüedad, cuando las dos razas aún estaban unidas, no era inusual que elfos y humanos se enamoraran. Pero después de la Guerra Sangrienta, la gente de la luz se retiró a los bosques, decidiendo dejar de mezclar su sangre élfica con la humana.
"Sí, pero ahora debemos irnos, es tarde y estoy muy cansado, no he descansado mucho últimamente y quiero recuperar mi energía para el estudio". Talun trataba de disuadir a su amigo antes de que pensara que podía hacerle preguntas imprudentes a la muchacha, avergonzándolo. Además, cada mañana los magos se veían obligados a recitar fórmulas con el objeto de activar la energía necesaria para realizar los hechizos y la práctica requería tiempo y concentración.
Talun se levantó de la mesa y se dirigió a la puerta, en eso, esta se abrió de par en par y entró un hombre herido, trayendo consigo algo de aguanieve y el aire urticante del invierno.
La chica caminó rápidamente hacia él. El chico lo sostuvo y lo ayudó a sentarse, estaba completamente vestido de negro, podría pasar por un guerrero bárbaro. Era alto, de cabello largo y blanco como la nieve y ojos cubiertos con un velo negro, como la noche más profunda.
"¿Se encuentra bien?" preguntó Talun con voz preocupada.
Pronunció en silencio un hechizo, que la gente a su alrededor no entendió, ya que su susurro fue demasiado rápido. Este liberó una energía color verde claro de su mano y la herida se cerró en el acto.
"¡Eres un mago!" exclamó Rhevi con asombro. Afortunadamente, el abuelo Otan ya se había retirado a su habitación. Si hubiera visto la escena, habría tenido un ataque al corazón.
"Sí, para ello hemos dedicado lo mejor de nuestro tiempo", respondió Talun con convicción.
"Sí... sólo que nadie lo sabe todavía", respondió Gregor con una expresión entre divertida y sarcástica.
El hombre se puso de pie y dijo: "Gracias, estaba buscando un mago, fui atacado fuera de la ciudad, por algo... una bestia... una bestia que nunca antes había visto". Mientras pronunciaba estas palabras, la herida se reabrió, y la sangre brotó de nuevo.
Talun estaba incrédulo. "¿Cómo es posible? Acabo de lanzar un poderoso hechizo de curación, ¿qué podría haberle causado una herida que no puedo curar? ¿Qué tipo de bestia podría ser?"
El extranjero lo miró directamente a los ojos, y el mago se perdió en aquella mirada hechicera y desconocida.
"Una extraña bestia, muy antigua, ¿estarían dispuestos a ayudarme?" Su voz era cálida, su tono era intenso, encantador, hasta el mejor bardo se habría detenido a escuchar.
Rhevi apenas podía creerlo, su imaginación ya explotaba, proyectándola en incursiones, fugas y misiones imposibles, ¡por fin tendría la oportunidad de vivir una verdadera aventura!
Talun pensaba lo mismo, ya listo para responder de manera afirmativa.
Gregor, en cambio, hizo un gesto con la cabeza, como indicando que no le atraía mucho la idea, luego el hombre lo miró a los ojos y algo se iluminó en su mirada.
"¡Hora de ir a la escuela!" exclamó y salió por la puerta, como una marioneta.
"¿Qué le has hecho?" preguntó Talun al extraño.
"Nada, pero no lo necesito, y tú ya has aceptado..." respondió en un tono extraño, como si hubiera leído su mente. "No he aceptado nada, dinos que es lo que quieres", respondió Rhevi, extrañada pero curiosa... Todo era muy extraño, y de repente se quedó desconcertada por aquella figura ambigua.
"Quiero que me traigan una hoja... para que pueda curar la herida. ¿Pueden hacerlo?"
Talun dijo inmediatamente: "¿Tan sólo eso, una hoja? ¿Para sanar? Usé magia y no pude hacer nada, ¿cómo es que que una simple hoja puede curarte? Pero si estás tan seguro, dime dónde puedo encontrarla".
El hombre respondió sin mirarlo. "Es mágica, por eso puede curarme".
Se volvió hacia Rhevi. "¿Puedes, chica?"
Ella ni siquiera pareció considerar la petición. "Por supuesto que puedo".
"Con eso bastará. No hay necesidad de pedir más ayuda", dijo Talun.
El desconocido puso una mano en su corazón y la otra en el de la chica. Sin darle mucha importancia a las declaraciones del mago. "Bien, pero deben jurarlo".
Ante el contacto, Rhevi sintió una pesadez en el pecho, como si le hubieran colocado encima una piedra. Pero aún así respondió: "Lo juro". Y luego dijo: "¿Por qué no confías en nosotros?"
Ni siquiera la miró, e hizo que Talun repitiera el mismo juramento, y luego dijo: "Por supuesto que confío en ustedes, pero soy un hombre de la vieja escuela, ¡y cuando decides ayudar a alguien, tienes que jurarlo!" Dicho esto, caminó hacia la puerta con gran dificultad, dejando un pequeño rastro de sangre detrás de él.
"Una disculpa, olvidé presentarme, mi nombre es Cortez. Mañana saldrán de la ciudad, se dirigirán a la roca negra. ¿Saben dónde está?"
"Sé dónde está", respondió Rhevi, mirando a Talun.
"Encontrarán una casa y yo los estaré esperando". Y el hombre regresó a la oscuridad de donde había venido.
Rhevi y Talun se miraron. Se quedaron sin palabras. Nunca se habían visto o conocido antes, y ahora estaban a punto de irse juntos a quién sabe dónde, a petición de un extraño.
Rompiendo aquel silencio incómodo, se despidieron. "Bueno, te veré mañana aquí en la posada y nos iremos juntos", concluyó Talun, no muy convencido.
Se despidió de Rhevi, salió y se dirigió a la escuela de magia.
Caminó con gran velocidad, de repente no podía esperar para volver a la academia, al lugar que ahora llamaba hogar, pero que había deseado fervientemente dejar en el pasado.
Rhevi cerró la puerta con cuatro cerrojos, si tuviera más los habría usado todos. Apartó suavemente la escarcha de la ventana con la mano para asomarse a la oscuridad, pero aparte del mago que avanzaba por el camino a paso rápido, no vio nada. La escena le hizo sonreír, el tipo era, después de todo, agradable, con todo y sus extrañas maneras.



CAPÍTULO 2

El prisionero
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta,
ciudad de Radigast

Aquella mañana estuvo acompañada por la quizás más intensa ola de frío en los últimos cincuenta años. El aire gélido mantenía a toda la ciudad encerrada. La torre de la academia de magia estaba cubierta por la nieve que había caído durante la noche. Talun se levantó de su cama con más frío que de costumbre, además porque no solo era un mago en su alma sino también en su cuerpo, su físico no era ciertamente el de un guerrero, era muy delgado y de aspecto frágil.
Desayunó leche de cabra y una manzana, luego se colocó delante de su grimorio, un libro antiguo que utilizaban todos los magos del mundo de Inglor y que guardaba la información de casi todos los conocimientos de magia adquiridos a lo largo de los años por el propietario.
El volumen contenía una larga lista de recetas para crear pociones y medicinas, fórmulas para evocaciones y correspondencias astronómicas.
A Talun le gustaba consultar el impresionante libro frente a la ventana porque durante los descansos podía observar el hermoso paisaje circundante. Como todas las mañanas, comenzó a estudiar su magia.
Después de unas horas, estaba listo para reunirse con Rhevi en la taberna.
Tomó el grimorio y su morral de viaje, y bajó por la larga escalera de mármol blanco, cuidando de no tropezar con su largo atuendo bordado en oro, de color rojo intenso. El día anterior había gastado casi todos sus ahorros para comprarlo, había sido su regalo por aprobar el examen. Desde las enormes ventanas de la torre de la academia de Radigast se podía ver el concurrido puerto, donde cada mañana se podían encontrar innumerables variedades de productos del mar; los viejos pescadores, incluso con tiempo desfavorable, lograban extraer del mar sus preciosas criaturas, que casi siempre terminaban en las fauces de los nobles obesos.
"¿Adónde te diriges esta mañana?" preguntó Gregor en voz alta.
"Voy a dar un paseo. Como sabes, soy un mago graduado. No he tenido ninguna clase obligatoria desde ayer. Pero vete, o llegarás tarde y el maestro supremo se enfadará. Te veré esta noche", respondió apresuradamente al tiempo que le hacía un gesto con la cabeza.
El edificio que albergaba la escuela parecía un laberinto, y lo más probable es que hubiese sido construida de esa manera a propósito, llena de túneles, pasillos y criptas, para proteger sus secretos.
Mientras Talun caminaba rodeado por el ruido de la multitud de muchachos que pronto tomarían sus lugares en las aulas, se encontró con el maestro supremo que intentaba calmar las almas de sus alumnos.
"¡Buenos días director! Me disponía a dar un paseo por la ciudad", le saludó.
El director Searmon lo miró con altivez, era bastante alto y superaba a su alumno por lo menos en un palmo y medio; era delgado, tenía una barba gruesa y una larga cabellera color púrpura berenjena; su imponente figura estaba cubierta por una larga túnica de colores brillantes, la cual parecía tener vida propia, ya que cambiaba de color constantemente.
Sonrió al joven mago. "Ve, amigo mío, pero ten cuidado, he oído rumores sobre una bestia en las afueras de la ciudad; si fuera cierto lo que dicen, podría ser muy peligroso; tendré que hablar con el comandante de los guardias lo antes posible para intensificar las patrullas. Por supuesto, mientras sólo se trate de habladurías, no es prudente crear alarma, pero nunca hay que subestimar los chismes del pueblo. Nos vemos esta noche, Talun, y felicitaciones por tu examen, sigue así y un día puede haber una silla aquí esperándote".
Talun no pudo evitar sonrojarse e hizo una reverencia para despedirse. Tenía que darse prisa, una nueva amiga le estaba esperando.
El mago supremo lo observó mientras salía corriendo, su relación iba más allá del mero ámbito escolar, años antes, Searmon le había prometido a un hombre muy importante que lo cuidaría como si fuera su propio hijo. Searmon le debía a ese hombre un gran favor que había recibido y no podía rechazar su petición. Desde ese día había existido una sucesión de consejos y afecto entre los dos, pero siempre con el debido respeto dentro de la academia para no provocar rumores innecesarios.
Talun salió de las grandes puertas de la escuela y respiró el aire frío, llenándose los pulmones, aquello le produjo una sensación de lo más placentera, se sintió libre.
Caminó por las concurridas calles del mercado, le encantaba esa parte de la ciudad, con los mercaderes gritando sus ofertas, los ancianos intentando todo tipo de regateos para ahorrar algo de dinero, los niños aferrados a las faldas de sus madres. Si hubiera sido verano habría sido aún más hermoso con los carruajes llenos de vegetales coloridos y las grandes fuentes llenas de párvulos. Se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, miró al cielo gris y decidió apresurar el paso para llegar a tiempo a la posada.

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Rhevi se levantó muy temprano esa mañana, salió de la posada, admiró la suave capa de nieve, y con su habitual dedicación realizó su entrenamiento sin escatimar esfuerzos. Un tajo a la izquierda, otro a la derecha, y luego se detuvo con su espada larga y brillante.
Se dio cuenta de las gotas que cubrían la cimitarra. Una ligera lluvia caía del cielo, pronto se convirtió en nieve.
Se preparó para reunirse con Talun, tomó la espada, la pulió y, aunque no era necesario, la afiló. La empuñadura y la hoja estaban hechas de una extraña y casi indestructible aleación con una piedra azul en la parte superior. El filo de la espada tenía venas del mismo verde que los reflejos de su cabello, pero ella no conocía el secreto, y en ese momento ni siquiera se lo preguntaba.
Finalmente, la colocó en su vaina, entró en la posada, se dirigió a su habitación y llenó una tina de madera con una infusión de hierbas y agua caliente. Se sumergió en ella y se quedó un rato para disfrutar del calor del agua caliente hasta que esta se enfrió.
Cuando salió de la bañera, observó su cuerpo reflejado en el espejo y quedó fascinada. Este era simplemente perfecto, magro, ágil.
Con un gesto inusual para sus rudos modales, acarició su larga cabellera azul y miró el brillo de sus propios ojos, de un verde esmeralda profundo, aquello la asombró. Era de una belleza única, a pesar de esas orejas puntiagudas que a veces le sobresalían de la cabellera, haciéndola sentir graciosa a los ojos de los demás. Se vistió con su típico atuendo masculino. Con su corpiño, su espada y sus pantalones de cuero oscuro era mal vista por las chicas de la ciudad, pero aquello no le preocupaba en absoluto. De hecho, le divertía.
Bajó a la cocina de la posada, como siempre, bastante ordenada y limpia.
"¿Adónde vas? Trabajaremos esta noche, ¿sí lo sabes?" dijo el abuelo Otan, mientras secaba un vaso detrás del mostrador y luego lo colocaba junto a un plato lleno de huevos cocidos al vapor y dos rebanadas de tostadas. Se acercó a la chica que comía con avidez.
"Sí, lo sé, pero quería pedirte una tarde libre, tengo que hacer una entrega de comida para un hombre que vive fuera de la ciudad, ¡o de lo contrario tú tendrás que ir!" mintió.
"De ninguna manera, soy un pobre viejo y con este frío ni siquiera llegaría a las puertas de la ciudad, pero ¿vas a ir sola? Allá afuera es peligroso y más peligrosos aún son los hombres que buscan la compañía de chicas hermosas".
Rhevi lo miró y sacó su espada con una velocidad sobrehumana. "No te preocupes, puedo cuidar de mí misma", sonrió suavemente.
Otan enroscó su labio en una mueca.
"¡Ah, lo olvidé! Traeré agua y verduras", dijo la chica al entrar en la cocina.
"No llegues tarde, sabes que me preocupo, aunque en mi corazón sé que puedes arreglártelas, te veré esta noche, mi pequeña", dijo el abuelo en un tono meloso. Al final del día ella seguía siendo su niña, ella había tomado el lugar de su hijo, y él la había criado sin que le faltara nada.
Rhevi salió de la posada y esperó al mago, y después de unos minutos lo vio llegar, ya cansado.
"Hola, Rhevi, ¿estás lista?" dijo el chico tiritando de frío.
"Por supuesto, tengo mucha curiosidad respecto a ese hombre", respondió ella.
Salieron del lugar y en poco tiempo llegaron a las puertas de Radigast. Saludaron a los guardias en las puertas y salieron.
El frío cortaba sus rostros, los árboles estaban desnudos y el barro hacía más difícil la marcha, el cielo estaba bastante nublado y prometía una tormenta en breve.
"Espero que no llueva antes de que lleguemos a la casa de Cortez", dijo Talun, quien se había cubierto con un abrigo muy pesado y tenía una capucha sobre su cara. Rhevi sólo llevaba una camisa gruesa y su corpiño, pero por el momento no tenía frío, su cuerpo parecía estar acostumbrado al clima.
"Vamos, camina más rápido, Talun. Un poco de entrenamiento en el bosque no te vendría mal". La joven comenzó a reírse.
"No te rías, llevo una túnica, mira, está sucia por barro, me la acabo de regalar y ya se está arruinando", respondió el joven mago.
Después de aproximadamente una hora de marcha, vieron la roca negra que el hombre les había mencionado, miraron a su alrededor, se desviaron del camino y se perdieron entre los arbustos, hasta que divisaron una columna de humo blanco a lo lejos, y se dieron cuenta de que estaban en el camino correcto. Empapados, debido a que el clima no les había perdonado, llegaron a la casa.
El exterior se estaba desmoronando y parecía abandonada, pero en realidad alguien estaba allí.
Salía humo de la pequeña chimenea. Rhevi se acercó y golpeó la puerta, pero para su sorpresa notó que ya estaba abierta. Talun la miró con una expresión de sospecha y entró.
"¿Hola?" preguntaron con voz fuerte y clara, pero no obtuvieron respuesta alguna.
El lugar estaba lleno de libros y desordenado, la chimenea estaba encendida y había una olla en el fuego en la que hervía una sopa. Se podía percibir un olor nauseabundo en el ambiente.
Rhevi y Talun buscaron en las otras habitaciones, pero no encontraron a nadie. Esperaron un rato, y luego la chica mitad elfa dijo: "¿Qué hacemos, nos vamos?" En ese momento, el fuego de la chimenea se extinguió de repente y un chorro de aire comprimido salió de un agujero bajo las brasas. Ambos saltaron asustados. "¿Qué hay ahí abajo?" preguntó Talun mientras se acercaba. Con un movimiento de su mano, levantó la reja sin tocarla y quedó al descubierto una escalera debajo.
"¿Qué hacemos?" preguntó el mago, ya imaginando la respuesta.
"¿Y lo preguntas? ¡Bajemos, no he venido hasta aquí sólo para coger frío y agua!"
Rhevi bajó, seguida por su compañero. Al final de las escaleras había un túnel, se podía percibir un hedor a moho y no se veía nada, o al menos Talun no veía nada, porque Rhevi, con el más mínimo rayo de luz que salía de la parte superior de las escaleras, podía ver muy bien, un rasgo heredado de su madre.
"¡Espera, no veo nada, por Eurotovar!" exclamó Talun decepcionado, y con un gesto acompañado de unas palabras incomprensibles hizo que saliera de sus manos una esfera de luz danzante. "Ahora podemos aventurarnos a quién sabe dónde, ¿eh?" dijo con un guiño burlón y engreído mientras la bola de luz los seguía.
El túnel era estrecho, casi claustrofóbico, muy sucio y de paredes ennegrecidas.
Rhevi, que estaba de pie frente a él, notó una puerta redonda de bronce. Mientras caminaban, se escuchó un chasquido y con una pirueta tan ágil que hizo que el mago abriera la boca, esquivó cuatro dardos que salieron disparados de las pequeñas grietas. Hizo un ademán de aprobación.
"¿Estamos seguros de que queremos seguir?" preguntó Talun casi dándose la vuelta para volver, pero ella lo agarró por la manga, tirando de él.
La chica ignoró sus palabras y se acercó a la puerta. Había una extraña imagen grabada en ella, un rostro mitad lobo, mitad león y misteriosas runas a su alrededor. El lobo tenía las mandíbulas abiertas de par en par, entre las que se podían ver perfectamente sus afilados dientes, mientras que el león tenía una pose orgullosa, parecía una representación del caos y la calma.
Rhevi rozó con su mano el escudo de armas. "¿Puedes descifrar lo que dice?" preguntó.
"Lo intentaré". Talun pareció entrar en trance, y sus ojos se volvieron de color amarillo dorado. Sus párpados se movían con rapidez, como si estuviera escaneando todo su acervo de lenguajes en busca de símbolos similares, después se detuvo de repente. "No, es un lenguaje muy, muy antiguo, lo siento".
Rhevi trató de abrir la puerta pero estaba cerrada con llave. Sacó unas herramientas de extraño aspecto de su cinturón y comenzó a trabajar en la cerradura, después de unos minutos se escuchó un chasquido y la puerta se abrió.
"¡Veo que tienes otros talentos ocultos además de ser acróbata!" comentó el chico, ella sonrió mientras cruzaban el umbral.
Ninguno de los dos esperaba en absoluto la escena que se presentó ante ellos: se encontraron con un ser de piel muy clara, con brazos largos y cónicos, almohadillas espinosas que sobresalían de sus palmas, y un rostro sin boca. Por un momento, la criatura los miró fijamente.
Con movimientos bastante rápidos la criatura se lanzó contra los chicos, pero con la misma velocidad Rhevi desenvainó su espada.
La criatura la agarró del brazo, hundiendo sus garras en este y haciéndola gritar de dolor, la chica le dio un golpe en la barriga, obligándolo a soltarlo inmediatamente.
Talun pronunció una frase en un idioma desconocido y de sus manos, se liberaron dardos de energía color verde oscuro que penetraron en la espalda del monstruo, luego lo golpearon en el pecho y lo derribaron.
En sus mentes, los dos compañeros escucharon una voz sibilante.
"Mi amo los encontrará y los matará..." No tuvo tiempo de decir nada más porque la espada de Rhevi cayó con fuerza en el cráneo de la bestia y la mató.
Talun se levantó rápidamente y llegó a donde estaba Rhevi, temblando y herida; había entrenado, sí, pero no con dolor, era la primera vez que se enfrentaba a un monstruo en una pelea real.
Ella estaba asustada y feliz al mismo tiempo por el resultado de la lucha.
"Déjame ver esa herida", dijo Talun; con un rápido y extraño gesto de sus manos creó una luz púrpura que la hizo sanar completamente.
"Gracias, eres genial", dijo Rhevi, haciéndolo sonrojar.
Miraron a su alrededor, vieron varios instrumentos de tortura, la misma escritura grabada en la puerta se reproducía en el suelo manchado de sangre, a unos metros de ellos había un pozo, y al lado había un gran espejo negro que no reflejaba nada.
Los dos se acercaron para observarlo de cerca. Talun estudió su forma ligeramente ovalada, parecía ónix pero no lo era. Lo tocó y por un momento le pareció que reflejaba una mano más pequeña que la suya.
Dejó el objeto detrás de él y se acercaron al pozo, se asomaron al interior y lo que vieron los aterró.
Dentro había un hombre sin camisa, con las muñecas y los pies encadenados, formando una X. Completamente maltratado, tenía muchas heridas, era obvio que alguien había disfrutado torturándolo.
"Vamos a levantarlo", dijo Talun con un tono de enojo en su voz. Aunque no conocía al hombre, la escena lo había sacudido profundamente, según su estricto sentido de la justicia nadie podría merecer tal tratamiento.
Se acercó a la polea conectada a las cadenas, agarró los peldaños fijados a una rueda dentada, con fuerza, y con la ayuda de la chica mitad elfa, levantó al prisionero. Liberándolo de las cadenas.
Talun liberó la luz púrpura curativa de sus palmas y curó algunas heridas, haciendo que el hombre recuperara la conciencia.
A la luz de la esfera mágica que aún flotaba a su alrededor, pudieron ver su aspecto: a pesar de las heridas, no parecía tener miedo, su cuerpo musculoso también estaba cubierto de viejas cicatrices, su pelo era muy corto y negro. Pero la verdadera sorpresa fue cuando abrió los ojos: sus pupilas e iris eran de un color rojo rubí.
"¿Quién eres?" preguntó el sujeto con una voz profunda, casi cavernosa.
"Mi nombre es Talun y ella se llama Rhevi, vinimos aquí por una misión, pero lo más probable es que fuera una trampa ¿Cómo te metiste en esto?" Le hizo la pregunta mientras lo ayudaba a levantarse.
"No... no me acuerdo, ni siquiera sé cuánto tiempo llevo aquí, sólo sé que tenemos que irnos antes de que vuelva el que me torturó, sólo recuerdo su terrible risa", respondió el hombre aturdido. Se dispusieron a salir, pero el símbolo bajo sus pies se iluminó con un color carmesí cegador y los tres gritaron de dolor cuando se tocaron el pecho. Sólo el hombre sin camisa vio, en el lado de su corazón, un símbolo marcado con fuego: Inmediatamente reconocieron la cabeza mitad lobo y mitad león.
El sufrimiento desapareció y dejó el símbolo grabado en la piel. Talun miró bajo su túnica y vio que él también tenía esa marca, y Rhevi descubrió lo mismo.
"Salgamos de aquí rápidamente", dijo. Corriendo tan rápido como podían, subieron las escaleras y se encontraron en la casa.
El hombre golpeó con el puño un ataúd que estaba cerca de la chimenea y con una fuerza tremenda lo rompió en mil pedazos. En su interior se encontraba una armadura con una correa de metal negro en forma de cráneo, y una enorme espada.
"Ahora podemos irnos", dijo mientras sostenía el arma con una mano y agarraba el torso de la armadura con la otra.
Cuando salieron de la casa ya era tarde.
"Vamos a la ciudad, allí buscaré en la biblioteca de la academia el significado de este extraño símbolo. Lo siento, pero ¿cómo te llamas, te acuerdas?" preguntó al hombre.
"Me llamo Adalomonte, ¿así que eres un mago? Bueno, espero que seas de utilidad", dijo en un tono serio mientras llevaba la armadura, pero estaba demasiado emocionado para luchar. Talun se levantó la túnica y empezó a correr como nunca antes, Adalomonte y Rhevi lo siguieron.



CAPÍTULO 3

El juramento
Vigésima Era después de la guerra sangrienta,
ciudad de Radigast

El frío y el mal tiempo apenas los dejaron avanzar, así que llegaron a la academia a la mitad de la noche. Todo parecía estar en paz.
Pasaron por una entrada secundaria, de la que sólo los magos conocían su existencia, apresuradamente, no tuvieron tiempo de pedir permiso al maestro supremo, el rostro de Talun no ocultaba su preocupación; el mago ya se había dado cuenta de que habían tropezado con algo más grande que ellos mismos. Bajaron por una larga escalera de caracol que parecía no tener fin.
El muro que los rodeaba tenía varios metros de espesor y no se podía escuchar ningún ruido proveniente del exterior. En cierto punto, la escalera terminó; frente a ellos se alzaba un puente de mármol, seguramente construido por los enanos. Sólo ellos podrían haber creado tal maravilla. Majestuoso en su grandeza y belleza, a sus lados estaban representados todos los maestros supremos de la academia, desde su fundación hasta el presente, incluyendo al actual maestro supremo.
Las esculturas tenían más de tres metros de altura. La primera, tallada en la antigua piedra, representaba al decano Satinder, en toda su magnificencia, parecía más un guerrero que un mago. A pesar del poder que le confería la magia, nunca había perdido la oportunidad de sacar su espada flamígera y decapitar a docenas de orcos.
Satinder Cuchilla de Fuego con frecuencia era llamado a la retaguardia de los ejércitos, era famoso por haber construido la academia y por haber participado en la Guerra Sangrienta.
Inmediatamente después su mirada se posó en la única mujer de los diez, Tasha, con el pelo largo recogido en una cola que siempre llevaba a un lado, conocida como la Venerable, había sido la octava directora. Se decía que era la guardiana de muchos secretos. No se sabía cómo los coleccionaba, pero los antiguos bardos cantaban muchas historias que la señalaban como protagonista de varias aventuras, la más famosa era el descubrimiento de una antigua piedra conocida como el Ojo Único. Luego fue el turno de un gnomo de aspecto gracioso, el cual sostenía un pequeño telescopio en sus manos: era Guildor el astrónomo, capaz de leer el futuro y el pasado de cada persona a través de un cuidadoso estudio de las estrellas. Luego su mirada pasó bajo los ojos de Fenir, el hombre estaba representado con docenas de armas. El quinto director era capaz de crear armas con su propia voluntad y podía interactuar con el dueño, incluso convenciéndolo de hacer cosas buenas o malas. Seguramente los magos no habrían ocultado la existencia de su mayor error: un mago que, a través del engaño y la violencia, había usado el nombre de la academia y sus secretos para sus juegos de poder. Se llamaba Utrech y su escultura estaba envuelta en un sudario. Enseguida estaba Orgon el bueno, Arcus el inventor, Kramer el erudito, Malleu el hechicero. Rhevi estaba fascinada por todas aquellas figuras y disminuyó la velocidad para mirar mejor a su alrededor.
"Te contaría todo sobre ellos pero tenemos que darnos prisa ahora, no puedes quedarte aquí", dijo Talun.
Después de caminar varios metros se encontraron frente a una sólida puerta de acero con muchas runas grabadas en la jamba.
Talun se acercó y pronunció la contraseña en un idioma que ni Adalomonte ni Rhevi conocían. Las runas se iluminaron con un resplandor blanco, se escuchó una especie de cerradura, y la puerta se abrió. Los tres la traspasaron y quedaron inundados de un olor antiguo.
"Por fin hemos llegado, no toquen nada", dijo Talun con un resoplido y comenzó a buscar en la inmensa biblioteca que estaba ante sus ojos.
Era virtualmente imposible ver el final. Una infinidad de escudos y tomos los rodeaban, cualquiera se perdería en la maraña de esa estructura, pero no el mago.
Pronto apareció un anciano de la nada. "Oye, ¿qué estás haciendo aquí?"
Talun lo miró tiritando y con frío y dijo: "Soy yo, Emorex, nos han atacado y probablemente nos han maldecido".
Emorex era un viejo gnomo, que llevaba una sucia túnica azul descolorida y sostenía una linterna, la luz tenue iluminaba su rostro cansado, se acercó al grupo con una cojera. "Acércate y déjame ver lo que te hicieron", dijo resoplando. Colocó la linterna en un escritorio, mientras que con un gesto encendía una gran chimenea en medio de la biblioteca, el fuego no sólo calentó la habitación sino que también la iluminó.
Talun y los otros se acercaron, mostrando la marca. Emorex la estudió cuidadosamente, tomó algunos libros y silenciosamente comenzó a buscar. Después de unos minutos, dijo: "No hay nada aquí que pueda ayudarte, lo único que puedes hacer es ir al ala de la magia prohibida, pero necesitas el permiso del director Searmon Tamarak. Además, sin su permiso, ¡ni siquiera deberían estar aquí!"
Talun respondió al bibliotecario. "Nunca nos lo dará... a menos que le contemos todo lo que pasó".
El gnomo puso los libros en su lugar y dijo: "Cuando tengas el permiso, estaré aquí para ayudarte. Mientras tanto, tendré que pedirte que te vayas". Los acompañó hasta la puerta.
Adalomonte no apreció sus palabras y se acercó al gnomo que se tambaleó ante su vista. Rhevi y Talun, que estaban de pie detrás de él, pudieron ver que el guerrero emanaba un aura extraña del mismo color de sus ojos.
El mago se interpuso inmediatamente entre él y el gnomo. "¡Para, yo me encargo!" gritó, pero al darse cuenta de que había roto el silencio sepulcral que reinaba en la biblioteca, cerró la boca.
"Necesitamos esas respuestas, ¿cómo vas a resolver esto?" preguntó Adalomonte.
"Tengo un plan... siempre tengo un plan", aseguró Talun.
Emorex se sentó allí, asustado por lo que había visto reflejado en los ojos de Ado.
Era tarde en la noche pero ninguno de los tres pensaba en irse a descansar, Rhevi miró a Talun. "¿Qué haremos?" preguntó.
Este la miró sonriendo y dijo: "Vamos a despertar al director Searmon".
Corrieron a su habitación, pasando por estrechos túneles que parecían todos iguales, con cuidado de que nadie los viera, y rodeando hábilmente a los centinelas voladores, pequeñas luciérnagas de aspecto inofensivo capaces de emitir un sonido ensordecedor cuando veían a un extraño.
Cuando llegó a su destino, el mago se detuvo frente a una puerta de cinco dedos de espesor con varios grabados, una bonita alfombra verde esmeralda con la representación de un árbol estaba a sus pies, en la parte superior había una antorcha que desprendía una luz azul, la misma que se reflejaba en los costados de la armadura.
"Qué lugar tan extraño, es un laberinto", comentó Adalomonte, nervioso por la situación.
"Es un hechizo de protección, sólo nosotros los magos conocemos el camino correcto", explicó Talun mientras llamaba a la puerta.
El mago supremo, aunque era tarde en la noche, estaba despierto y se dedicaba a preparar algunas pociones para luego verterlas en varios frascos cuando escuchó que alguien golpeaba la puerta con fuerza e insistencia. Se acercó a esta y observó por la mirilla.
Las cabezas de los caballeros se volvieron hacia los visitantes.
El director murmuró, reconociendo a Talun. "¿Qué quieres a esta hora de la noche?", preguntó educadamente.
"Director, necesito ayuda urgente", dijo Talun. La puerta se abrió de par en par.
La habitación tenía forma ovalada, y en el centro estaba un escritorio muy largo lleno de frascos, libros y objetos extraños. Había un par de gafas con lentes de varios colores, pequeñas piedras que cambiaban de forma al chocar unas con otras.
"¿Crees que esta es una hora adecuada? Y luego, ¿quiénes son estos?", tronó Searmon.
El joven mago lo explicó todo, dejando de lado el juramento que le hizo al hombre llamado Cortez y le mostró la marca.
El director observó y se sentó. "Es un antiguo sello de juramento, no hay magia u objeto capaz de destruirlo o disolverlo. ¿Qué juraste, y especialmente a quién? Pocos saben cómo activarlo", dijo.
Rhevi miró a sus amigos y respondió: "Un hombre llamado Cortez vino a mi posada, tenía una herida en su vientre, Talun trató de curarlo pero su herida no se cerraba, así que nos pidió que lo ayudáramos, dijo que sólo una hoja podría curarlo. Talun y yo aceptamos".
El director miró a Adalomonte y le hizo la misma pregunta, él respondió lo mismo que los demás, mintiendo porque no podía recordar nada. El mago supremo lo miró, seguramente había captado que no había sido sincero, pero no dijo nada.
"¡Bueno, si puedes decirlo! En cuanto a la hoja, no sé qué es ni dónde encontrarla, pero puede que conozca a alguien que sí lo sepa. Es una amiga mía y una poderosa alquimista de hierbas, podría ayudarte, está al norte de Radigast. Si sigues el río, llegarás a un cañón, una especie de abismo. Cerca hay un pueblo llamado Stoik. Pregunta por Agata, y cuando la encuentres, dile que yo te envié. Me debe un favor. Ahora duerme. Puedo ver que estás cansado. En cuanto a ustedes", miró a Rhevi y Adalomonte, "la academia puede alojarlos". Los acompañó hasta la puerta, chasqueó los dedos, hizo que se materializara un pergamino, dio el permiso a los invitados de Talun y los invitó a salir.
El joven mago notó una cierta inquietud, miró al director con aire de interrogación, pero este le cerró la puerta en la cara sin responder.
Cuando estuvo solo, el director se dirigió al espejo, se miró y dijo con tristeza: "¿Qué has hecho, qué has hecho...?" al tiempo que miraba su pecho, en el cual tenia grabada la marca en forma de lobo y león.
Al salir de la habitación, los tres amigos llegaron a las habitaciones de los estudiantes.
"Voy a volver a la posada, mi abuelo debe estar preocupado", dijo Rhevi. El mago la acompañó hasta las puertas, mostrando el permiso del amo supremo a los guardias mágicos, su armadura vacía estaba alimentada por un hechizo de protección.
"Te veré dentro de unas horas en la posada, debemos descansar para recuperar fuerzas y luego nos iremos todos juntos, ten cuidado. Buenas noches, Rhevi".
La chica mitad elfa se despidió de ellos, los soldados la escoltaron hasta afuera, dieron un golpe en el suelo con sus talones, se dieron la vuelta y regresaron a la academia. Rhevi corrió a la posada... Estaba oscuro y la lluvia seguía cayendo, pero cuando un rayo cayó en la zona, creyó ver a Cortez, a pocos metros de ella.
Después de un parpadeo, desapareció sin dejar rastro. La chica se detuvo frente a la puerta de la posada, mirando a izquierda y derecha con el presentimiento de que estaba siendo vigilada, pero no vio a nadie y entró.
"¿Dónde diablos has estado? Estaba preocupado". El abuelo Otan la saludó con un tono agitado.
"Abuelo, lo siento pero hoy, después de la entrega, fui a la Academia de Magia a ver a mi amigo Talun, y el director me pidió que lo acompañara a un pueblo a una semana de viaje. Dijo que me recompensaría bien, y como necesitamos el dinero, acepté".
El anciano la miró fijamente. "De ninguna manera te necesito en la posada, no puedes abandonarme ahora que se acerca el invierno, Merry todavía no puede estar solo".
Ahora que Rhevi estaba a un paso de distancia, podía ver las lágrimas cayendo por su rostro.
"Sabía que este día llegaría, pero esperaba que no fuese tan pronto... No sé si me estás diciendo la verdad, pero supongo que no puedo detenerte, ¿verdad?"
"Así es, partiré mañana al amanecer", respondió ella y lo abrazó con fuerza.

CAPÍTULO 4

El único recuerdo
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta,
ciudad de Radigast

En la academia, la habitación estaba llena de libros y se podía sentir como si uno entrara en una habitación provista.
Olía a encerrado, todo estaba bastante desordenado, pero Talun, en medio de toda esa confusión estaba perfectamente cómodo.
"Puedes dormir aquí, lo que necesites", le dijo al guerrero. Inmediatamente después lo dejó solo.
Ado se acomodó en la cama y sin decir una palabra, se giró hacia el otro lado fingiendo estar dormido y comenzó a escarbar en su memoria. ¿Por qué no recordaba nada? ¿De dónde había salido? ¿Cómo llegó a la maldita casa? ¿Quién lo atrapó y por qué? Todas, preguntas que no pudo responder por el momento. Por mucho que intentara recordar, no había nada más que vacío en su mente; terminó con un dolor de cabeza y finalmente se desplomó en un sueño profundo, y soñó.
Estaba en una habitación totalmente blanca. Miró a su alrededor y se dio cuenta de que estaba atrapado en el interior de una estalactita de hielo opaco. Agudizando su vista, vio a un hombre, o más bien a una figura humanoide, delante de él. Llevaba una media túnica y pantalones de cuero negro, su tez era azulada y tenía el cabello largo y negro. Lo estudió cuidadosamente y tomó notas. Ado no podía moverse ni hablar. Sintió que estaba sufriendo, aunque no sentía ningún dolor en su cuerpo; el sufrimiento se concentraba en su mente, era como si alguien estuviera vaciando su alma, finalmente escuchó una voz: "Eres mío, hagas lo que hagas o intentes hacer, tu destino está escrito. No puedes rebelarte contra mí". Una risa escalofriante lo despertó. Estaba sudando y temblando, y se dio cuenta de que ya era de día. No se sentía descansado en absoluto, pero se juró a sí mismo que encontraría una respuesta a sus preguntas.

CAPÍTULO 5

Cuidado con lo que deseas
Vigésima Era después de la guerra sangrienta,
ciudad de Radigast

Talun entró en su habitación muerto de cansancio, no estaba acostumbrado a ese ritmo de vida. Había pasado veinte años en la academia estudiando fórmulas mágicas y probándolas, sin dar largos paseos bajo la lluvia o el frío, ni correr o pelear. Estaba dividido entre la excitación causada por los nuevos acontecimientos y el miedo a enfrentarse a un futuro desconocido, en el que un juramento que había hecho le parecía una maldición y se confundía entre el sueño y la realidad. ¿Qué debía hacer? ¿Dejar la academia, que también era su casa, y sus amigos, e ir a dónde? ¿A un lugar lejano, con un hombre que no recordaba nada de su pasado y una chica mitad elfa, para ir a pedirle ayuda a una mujer?
Le pareció que su destino estaba escrito.
Sentía que no terminaría pronto, y lo más probable es que su viaje duraría más de una semana. Hacía tiempo que quería vivir una aventura como la de Satinder, que había luchado en la Guerra Sangrienta junto a los más valientes guerreros humanos, enanos y elfos. Talun habría querido pasar a la historia como el mejor mago de su tiempo. Lo había anhelado tantas veces, pero ahora tenía miedo de sufrir, de morir.
Se quitó la túnica y se puso el pijama de lana, se preguntó si podía llevarlo consigo, pero inmediatamente abandonó esa idea imaginándose vestido así al lado de Adalomonte.
Se colocó bajo las mantas y trató de dormirse, sólo tuvo éxito cuando finalmente se rindió a sí mismo.

CAPÍTULO 6

Preparativos
Vigésima Era después de la guerra sangrienta,
ciudad de Radigast

Rhevi estaba en su habitación haciendo las maletas para el viaje. Cuando terminó, se puso a pulir su espada. Notó un símbolo que nunca había visto antes. Estaba grabado en la hoja, era muy pequeño. Representaba tres cuchillos que se cruzaban en un reloj de arena. ¿Cual era su significado? ¿Podría ser que nunca lo hubiese notado? Observó toda la cimitarra para tratar de descubrir otros detalles que se le hubiesen escapado, pero nada, no había ningún rastro de estos. Seguramente le preguntaría a Talun a la mañana siguiente, tal vez el mago sabía más.
Se desnudó, se puso su camisón y se metió en la cama bajo las pesadas mantas de invierno.
No se durmió enseguida y pensó en su padre y su madre. Si hubieran estado allí, tal vez podrían haberla ayudado. Una lágrima rodó sobre su mejilla.
Esa noche soñó con su madre, tal como la había imaginado.
"No te preocupes, hija mía, sé que puedes hacerlo." Su voz era tan suave como su aspecto, se parecía mucho a ella, aunque su cabello azul no tenía ningún reflejo.
Era más alta que ella, llevaba un vestido color verde oscuro con un colgante alrededor del cuello, pero Rhevi no vio cómo era. Sólo dijo con una voz llena de tristeza, "¿Me ayudarás, madre?"
La elfa la miró y sonrió.
Era por la mañana, y quizás ya era tarde, cuando se levantó para prepararse.

CAPÍTULO 7

En marcha
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta,
ciudad de Radigast

Finalmente el amanecer llegó a Radigast, Talun y Adalomonte se prepararon en silencio, después de todo eran sólo dos extraños compartiendo una situación algo incómoda.
Descendieron al patio de la academia donde el decano Searmon los esperaba con tres caballos, uno blanco como la nieve, el otro marrón como la madera más fina, y uno negro como la oscuridad.
"Buenos días, tomen estos tres caballos, son fuertes y rápidos, los necesitarán para llegar primero a Stoik".
Talun se acercó, tomó la brida del caballo blanco y montó en la silla, Adalomonte se volvió hacia el negro y con un salto montó de espaldas a su vez, al contacto con el guerrero el animal relinchó fuerte y reparó. Tiró de las riendas con fuerza y el animal se detuvo al instante, el guerrero se acercó al oído del animal y le susurró algo. El caballo pareció feliz, y Talun lo miró con curiosidad, luego se volvieron hacia el amo supremo.
"Muchas gracias director, tendrá noticias mías en el camino, usaré los mensajes mágicos, es el método más rápido y seguro".
Searmon sostenía la brida del caballo blanco, miraba al mago a los ojos y trataba de penetrar en su mente.
"Talun, ten cuidado con este tipo. Ninguna raza que haya conocido tiene esos ojos. Llámame cuando quieras y allí estaré".
Adalomonte miró al maestro supremo, asintió con la cabeza y salió galopando con su corcel, poco después Talun lo siguió.
Aquella mañana, el mago había hecho todo lo posible para evitar encontrarse con Gregor. En su corazón tenía miedo de no volver a verlo y este pensamiento se apoderó de él.
Cuando llegaron a la posada, no vieron a nadie esperándolos.
"Mujeres, como siempre, impuntuales. No es que sea un experto en mujeres, quiero decir. Olvidémoslo", dijo Talun, cruzando los ojos del guerrero que parecía una estatua.
"Vigila atrás, voy a entrar, no quiero que le pase nada".
Adalomonte hizo lo que su compañero le ordenó, mientras que el mago desmontó de su caballo, lo ató a la valla y entró en la posada.
"¿Hola?", gritó. Escuchó un ruido que venía de arriba, como si alguien corriera.
"¡Aquí estoy! ¿Quién está aquí a esta hora de la mañana?" Otan llegó unos segundos después con el cabello alisado y unas zapatillas. "¡Ah, eres tú! ¿Qué haces aquí a esta hora? Rhevi está durmiendo", dijo amargamente. El viejo pensaba que era culpa del mago el que su sobrina deseara hacer el viaje.
Talun ensanchó los ojos. "¿Qué?" parpadeó molesto.
"¡Aquí estoy, aquí estoy, aquí voy!" dijo Rhevi, bajando las escaleras. "Siento llegar tarde. Estoy lista. Adiós, abuelo. Te veré pronto. No te preocupes y pórtate bien en mi ausencia".

Otan abrazó a su nieta y se despidió de Talun con una expresión de disgusto.

Salieron de la posada y la chica preguntó: "¿Dónde está Adalomon...?"
No había terminado la frase cuando el hombre salió por la parte de atrás de la posada.
"La encontraste, ¿dónde estabas?"
"Lo siento, me estaba preparando".
Adalomonte la interrumpió abruptamente. "Empezamos mal, apúrate, el norte está lejos y no asumas que tenemos una semana de vida".
Rhevi y Talun se miraron el uno al otro con una mirada de extrañeza en sus ojos.
"Este es tu caballo. El director Searmon te lo envió". Rhevi lo miró. "Eres hermoso, ¿tienes un nombre?"
"No, llámalo como quieras. Yo llamé al mío Flama Blanca", respondió el mago. Inclinó la cabeza, miró al animal a los ojos y dijo: "Te llamaré Amdir, significa el que protege los campos de batalla".
Adalomonte los miró con los ojos entrecerados y luego se lanzó hacia el norte.
"Es un tipo simpático", dijo Rhevi y, con un salto felino, montó a Amdir y se puso en marcha seguida por Talun.
Atravesaron las Tierras del Escudo hechas de vastas llanuras que en invierno se convertían en extensiones blancas, afortunadamente para ellos la nieve aún no se había acumulado en el suelo, pero era sólo cuestión de días para ello.
Dispersos aquí y allá, todavía había charcos, que el sol no había secado. El aire estaba frío y el grupo había estado cabalgando a toda velocidad durante horas cuando un silbido ensordecedor de Talun llamó la atención de Rhevi y Adalomonte.
"Podemos parar aquí para comer, ya que no llegaremos a la entrada del bosque antes del anochecer", dijo.
Acamparon en un claro, pequeños arbustos se dispersaban por todo el territorio. Violetas de cuerno, flores resistentes al frío y a las heladas, enmarcaban el pequeño espacio en el que habían decidido detenerse. Sus pétalos eran de color púrpura oscuro. Cuando la nieve caía, se cerraban y luego volvían a florecer tan pronto como esta se derretía.
A lo lejos, en el cielo, podían ver un Grò, una inmensa ave de presa con una envergadura de veinticinco metros más o menos, su larguísimo pico podía tragar un elefante. Por lo regular eran de color blanco, pero aquel espécimen era dorado. Seguramente volaba en busca de comida, tuvieron suerte porque no los vio y con su enérgica envergadura cambió su curso hacia las montañas del norte.
"Si pudiéramos conseguir algunas de esas plumas, tendríamos para vivir todo el año, en el mercado negro sé que se venden por un montón de monedas de oro", dijo Rhevi mirando hacia arriba.
Talun tomó la palabra antes de que la media elfa añadiera más: "¡Olvídalo, no lo creo, nos mataría en un dos por tres!"
Adalomonte desmontó de su caballo y se sentó sobre una roca. "Tengo hambre".
Esas fueron sus únicas palabras. El mago y Rhevi se miraron el uno al otro suspirando.
Comieron las raciones que la chica había preparado el día anterior, descansaron los caballos y saciaron su sed con agua del río. La marcha comenzó de nuevo después de un par de horas.
Cabalgaron hasta el atardecer y con los últimos rayos del sol vieron la entrada a un bosque caducifolio. Los árboles eran muy altos y densos, delante del grupo había un sendero, una vez dentro ya no verían ni el río ni el cielo estrellado. Los caballos estaban cansados y también sentían dolor de espalda y un tirón en el estómago: tenían hambre, las pequeñas raciones de Rhevi no eran suficientes para alimentarlos, pero tenían que economizar. Talun no podía dejar de pensar en su amigo Gregor, si él estuviera allí con ellos, habría serios problemas.
"¿Eres feliz?" dijo el guerrero al pasar por delante de él.
"En realidad estaba pensando en..." El mago se dio cuenta de que a Adalomonte no le interesaba en absoluto su respuesta. Empiezo a odiar a este tipo, pensó.
Poco después, el sol se puso completamente, y el bosque cobró vida con ruidos y sonidos espeluznantes.
"Yo diría que paremos aquí por la noche", propuso Adalomonte, desmontando de su caballo. Tomó algunas ramas y las juntó para encender un fuego.
"Me ocuparé de ello, sin intentarlo con el polvorín", dijo Talun al acercarse, orgulloso de sí mismo. "Te lo mostraré".
Pero el otro miró los pedazos de madera, y se incendiaron inmediatamente sin que él los tocara.
"¿Eres un mago?" Preguntó asombrado.
"No, nunca he estudiado magia", respondió con dureza.
Rhevi se acercó, se sentó junto al fuego y distribuyó las raciones, arrojó las raciones de Adalomonte y las dejó caer al suelo sin cuidado.
"Te traemos con nosotros y no te hacemos preguntas, no te pido que seas amable, probablemente no podrías, pero apreciaría el esfuerzo".
El hombre la miró fijamente con sus ojos de rubí y dijo: "Lo intentaré". Recogió su ración y le dio la espalda sonriendo.
Montaron las carpas que les proporcionó el director Searmon, pero sólo las usaron el mago y la media elfa. Adalomonte se quedó afuera, trepó a un árbol, se subió a una gran rama y se quedó dormido.
Rhevi y Talun contaron las horas de descanso y se dividieron la tarea de las guardias, para mayor seguridad.
A través del follaje, de vez en cuando, podían vislumbrar el cielo, el tiempo era benévolo, el clima se volvía cada vez más duro a medida que pasaban los días, el verdadero invierno estaba a la vuelta de la esquina.
Los días pasaron rápidamente, casi habían llegado al final del bosque cuando estalló otra tormenta.
En esas zonas eran fuertes y frecuentes. Aceleraron su marcha, pero parecía que cuanto más montaban más pesada se hacía la lluvia, los poderosos cascos de los caballos resbalaban en el suelo empapado, el barro había pintado el manto blanco de un color gris claro. El rostro de Adalomonte, mojado y goteando, no expresaba ninguna emoción, mientras que Rhevi y Talun estaban visiblemente cansados y casi listos para rendirse ante la lluvia. El mago se fijó en algunas calas de piedra y esperó encontrar refugio en ellas, y así fue.
"¡Paremos aquí!" gritó en medio de la ventisca, para luego entrar en una cueva.
"Mago, ¿no tienes un hechizo para secarnos?" preguntó el guerrero, sonriendo.
"No, podrías hacerlo tú mismo con uno de tus pequeños fuegos", respondió Talun en tono desafiante.
"Shhh, hay alguien aquí", susurró Rhevi.
El grupo se silenció cuando escucharon un ruido que se asemejaba al de un trozo de hierro de desguace.
"No es seguro entrar ahí. Esperen". Talun cerró los ojos, balbuceó algo incomprensible, y cuando los abrió de nuevo se materializaron unas esferas en el aire, eran transparentes y flotaban como burbujas. "Enviaré esto por delante".
Las burbujas comenzaron a moverse hacia el interior de la cueva, se alejaron hasta que desaparecieron.
"Veo que hay un giro a la derecha, a unos diez metros de nosotros, y luego veo esqueletos humanos y animales, ¡Aaah!" gritó Talun. "Algo ha golpeado mis ojos mágicos".
Desde el fondo de la cueva se podía escuchar algo muy grande.
Rhevi desenvainó su espada, la mirada de Adalón se incendió y sus manos también comenzaron a arder. Talun se posicionó detrás de ellos y se preparó para el ataque.
"No eres un mago, ¿eh? ¡Eres un hechicero, eso es!"
Frente a ellos vieron un enorme ser de acero, plomo y piedra, todo cubierto de runas. Adalomonte soltó la energía que tenía en sus manos y golpeó el pecho mismo del ser. Cuatro runas se iluminaron y absorbieron la energía lanzada por el guerrero. En un abrir y cerrar de ojos, el monstruo de metal ya no estaba delante de ellos, sino detrás. Talun, sorprendido, no tuvo tiempo de hacer nada más que pronunciar algo muy rápido.
La criatura lo golpeó con una fuerza extraordinaria, pero su puño cayó sobre algo invisible que se rompió como un cristal, liberando polvo de estrellas en el impacto. A pesar de todo, el golpe fue directo al pecho del chico y lo lanzó a varios metros del grupo; si no hubiera habido una barrera, habría muerto por el impacto.
Rhevi lanzó a la derecha y luego a la izquierda para confundir a su oponente con su notable agilidad, logró golpearlo en la pierna y le hizo un profundo corte.
Adalomonte se lanzó hacia el monstruo sacando la enorme espada de detrás de sus hombros, cuando casi entró en contacto con él, liberó un destello de energía de su pecho, pero Ado lo detuvo. La energía produjo una gran fuente de luz rojiza que le impactó en la espada causando chispas. El guerrero continuó lanzándose contra el ser metálico, hundiéndose en la tierra a cada paso, todas las runas del ser estaban encendidas, pero era demasiado tarde porque Rhevi desde detrás de él y Talun desde el suelo lo golpearon al unísono.
La media elfa lo agarró de un hombro y le rompió un trozo de su armadura, mientras Talun gritaba algo que hizo temblar la tierra bajo los pies del monstruo. Esta se abrió y se lo tragó y luego se cerró sobre él con una explosión que golpeó a Adalomonte.
Rhevi lo rescató de inmediato, pero el guerrero no tenía ni un rasguño.
"No te preocupes, ve a ver al mago", dijo impasible.
Talun vio la escena y luego todo se volvió negro.
Cuando volvió a abrir los ojos, estos le ardían, su garganta estaba seca y todavía podía sentir la lluvia golpeando fuera de la cueva. "¿Qué me ha pasado?" preguntó en voz baja.
"Perdiste el sentido y dormiste durante dos días, te curamos con lo poco que teníamos y con un poco de hierba que traje conmigo", contestó Rhevi mientras le ayudaba a incorporarse.
"Como te encuentras?" Adalomonte preguntó mientras Talun se esforzaba por ponerse de pie, no podía usar su magia para curarse, ya que no había estudiado su grimorio como lo hacía cada mañana.
De repente recordó los poderes mostrados por el guerrero.
La idea de que había conocido a un hechicero lo sacudió, se pensaba que todos habían muerto durante la Guerra Sangrienta.
A diferencia de los magos, que se veían obligados a estudiar su magia y extraer energía de los libros, los hechiceros nacían con el don. Sus hechizos no eran tan perfectos como los de los magos, siendo naturales, pero ciertamente no menos poderosos, al contrario, algunos estaban seguros de que lo eran mucho más porque podían despertar antiguos poderes. Muchos hechiceros, sin embargo, morían sin saber que tenían el don.
"Ahora está mejor, gracias", dijo Talun a Adalomonte, quien lo miró y luego se fue al fondo de la cueva.
"Si puedes caminar, sígueme, debemos mostrarte algo que encontramos mientras estabas inconsciente".
Avanzaron a más y más profundidad hasta que encontraron un acantilado donde había un extraño artilugio.
Era una polea con una cuerda que parecía de metal, conectada a una plataforma que se usaba para descender, y se podía ver, ahora erosionada por el tiempo, una placa de piedra con una inscripción en una lengua elfa muy antigua. Adalomonte se paró en la plataforma e intentó activar el extraño artefacto pero sin éxito, Talun intentó durante unos minutos descifrar aquella escritura élfica, pero no entendió nada, mientras que Rhevi extrajo algunos objetos de su cinturón e intentó activar la máquina. El artefacto se puso en marcha, y Talun y Rhevi se montaron en ésta.
El descenso comenzó a una velocidad vertiginosa, tanto que los miembros de la pandilla tuvieron que sujetarse de unas asas especiales. No les llevó mucho tiempo descender al abismo, y se encontraron detenidos por un estallido.
"¡Oh! Esta cosa debe ser obra de los enanos, sólo sus mentes podrían haber dado nacimiento a tal idea", dijo Talun, emocionado, formando una linterna luminosa con sus manos.
Se encontraron en un gran claro, a pocos metros se alzaba una puerta gigantesca con representaciones de elfos, hombres y enanos luchando contra un ejército de elfos oscuros, criaturas inmundas, duendes y enormes orcos. Todo estaba tachonado de piedras preciosas y en lengua élfica Antigua estaba escrito: Aquí descansa la gente olvidada.
El grupo se adelantó a la puerta que estaba extrañamente abierta. Adalomonte hizo un gesto con la mano como para disuadir a sus compañeros y se detuvieron. Miró con mucha circunspección más allá de la puerta y entró en ella. Los otros lo siguieron con un hábil movimiento y, sin ser notada, Rhevi desprendió una de esas preciosas y bellas piedras.
Más adentro se quedaron sin aliento, estaban ante una verdadera ciudad subterránea, con altos edificios hechos de mármol y piedra. Todo parecía suspendido en el tiempo, ni siquiera un sonido provenía de aquellas calles y edificios.
La pandilla caminó muy despacio por la calle principal y miraron a su alrededor como si esperaran un ataque en cualquier momento.
Llegaron a lo que parecía ser la plaza principal de la ciudad, en el centro había una enorme fuente en desuso, frente a ellos estaba el mayor templo que habían visto, la enorme puerta estaba abierta.
Entraron inmediatamente, y tuvieron una gran sorpresa. Estaba lleno de gente arrodillada, parecía que estaban rezando a algunos dioses, pero nadie hablaba o se movía. Rhevi y Talun se detuvieron, Adalomonte siguió caminando, se acercó a una de esas personas y miró directamente a su cara.
"¡Son estatuas de elfos!" dijo.
Mirándolos más detenidamente, los tres compañeros notaron que no eran estatuas talladas a mano, sino seres vivos petrificados.
El mago y la media elfa se acercaron.
"¿Qué les ocurrió?" preguntó Rhevi, pero nadie respondió.
Buscaron por todo el templo, el guerrero se sintió inexplicablemente atraído por el altar.
Talun y Rhevi lo siguieron, encontraron un pequeño cofre incrustado en el mármol, trataron de levantarlo, pero ni siquiera se movió, el mago intentó con alguna fórmula mágica, pero nada, estaba pegado al piso. Tan pronto como se acercaron para estudiarlo mejor, notaron una pequeña escritura que brillaba en una cerradura: Este es un sello hecho por los diez descendientes, dado a los olvidados...
La inscripción continuaba, pero era demasiado vieja y deteriorada para leerla.
Rhevi lo miró con un aire inquisitivo... "¿Qué es ese símbolo brillante?"
Talun respondió: "Es una runa enana, pero no entiendo muy bien lo que significa, es muy antigua, parece que dice: aquí se encuentra lo que está maldito por todos los pueblos... En ese momento algo se movió a la sombra del templo.
"Mejor volvamos a la superficie", dijo Talun, y salieron rápidamente.
Ado se dio la vuelta por un momento, en ese lugar olvidado había algo que no podía explicar, un sentimiento de abandono y resignación, luego siguió al grupo. Subieron con el artilugio y se encontraron en la entrada de la cueva, montaron sus caballos y rápidamente dejaron atrás aquel extraño lugar.
Los corceles volaron sobre las charcas de barro, los ruidos de la noche los acompañaron a través del bosque, la luna iluminó su camino y arrojó sus largas sombras sobre la llanura. Corrieron como si los persiguieran. Sólo cuando se sintieron seguros decidieron detenerse para descansar.
Comenzaron a preparar todo lo que necesitaban para pasar lo que quedaba de la noche. Rhevi y Talun avanzaron siguiendo el sonido de lo que parecía un río. "Vamos a buscar agua para los caballos y luego volvéremos", dijo Talun a Ado sin obtener respuesta.
La media elfa y el mago caminaron durante unos minutos en silencio.
Vieron a una serpiente de agua abriéndose paso por el bosque, era de color negro, igual que las amenazantes nubes que los perseguían, una sombra constante que nunca los abandonaba.
A orillas del río, para su sorpresa, encontraron a Cortez esperándolos.
"¿Qué estás haciendo aquí?" tronó Rhevi enfadada.
"Los he estado siguiendo desde ayer y no se han dado cuenta. Veo que están manteniendo su juramento, y eso me complace. Significa que son confiables".
Talun lo miró de manera amenazadora. "¡No podemos hacer nada más, ya que el juramento es también nuestra maldición!"
Cortez los miró con suficiencia y dijo: "No sólo eres confiable, también eres inteligente. ¿Encontraste la hoja? ¿Tienes alguna noticia?"
El mago se acercó a él y en tono severo le respondió: "¡Nos has tendido una trampa! ¿Qué es lo que realmente quieres? ¿Qué es esta hoja? ¿Y por qué siempre nos encontramos con un símbolo que representa una cabeza mitad lobo y mitad león?"
El hombre se acercó tanto a él que Talun podia oler la sangre que salía de aquella desagradable herida en el vientre, la cual parecía aún más grande que la última vez.
"¿Cuántas preguntas, amigo mío, y cuántas respuestas puedo darte? No te tendí una trampa, te ofreciste a ayudarme, y por eso te doy las gracias. Lo que realmente quiero es la hoja, para poder curar esta desagradable herida, y en cuanto al símbolo, no sé de qué estás hablando".
"O nos lo cuentas todo o no te ayudaré más, esa es mi decisión", dijo el mago, que inmediatamente después se puso pálido y cayó al suelo, con saliva blanca brotando de su boca y tocando su corazón marcado por el símbolo, ardió como si fuera una brasa ardiente. Talun no podía respirar, y mucho menos hablar, y sentía la muerte cerniéndose sobre él.
"¿Qué le has hecho?" gritó Rhevi mientras se acercaba a su amigo y lo tomaba en sus brazos.
"Nada, simplemente hizo un juramento, y ahora que ha cambiado de opinión, será mejor que lo piense de nuevo rápidamente", respondió Cortez, moviendo su hermoso cabello blanco como la nieve.
Ante tales palabras Talun, con un enorme esfuerzo, dijo: "Está bien... no haré más preguntas" y comenzó a retomar el color en su tez, la presión en su pecho se hizo menos intense y su respiración más regular.
Rhevi miró a Cortez. "Estamos en camino a Stoik. Allí tal vez encontremos algunas respuestas y tal vez la hoja".
Él la miró y dijo: "Buena chica". Luego desapareció como una nube arrastrada por el viento.
Talun se incorporó con la ayuda de Rhevi y volvieron al campamento juntos. "Por favor no le digas nada al guerrero, no confío en él", dijo el mago. Ella asintió.
Después de varios días de viaje, sin ninguna sorpresa, vieron un pequeño pueblo al noreste del río.
"Por fin hemos llegado", dijo la chica con entusiasmo. "Tenemos que cruzar el río por aquí", dijo Adalomonte mientras galopaba su caballo.
Cruzaron el río y llegaron a la entrada del pueblo, aún con la amargura en su boca leyeron un cartel que decía: "Bienvenidos a la ciudad de Caporna".
"No es nuestro pueblo, pero al menos dormiremos en una cama. Todavía tengo algunas monedas, espero que sea suficiente para los tres", dijo el mago.
"Será mejor que te cubras el rostro si no quieres tener problemas o asustar a alguien con esos ojos", dijo Rhevi a Adalomonte, el guerrero se puso una capucha negra sobre su cabeza, dejando sólo la boca y la barbilla descubiertas. Ahora parecía una montaña envuelta en trapos negros, la media elfa lo miró por detrás y pensó que todavía tenia un aspecto que podría atemorizar a quienes se encontraran en su camino, sus movimientos se parecían a los de un demonio encarnado. El misterioso hombre cruzó el umbral y entró en la ciudad.
La vida del pueblo parecía concentrarse en una sola calle.
Las casas estaban en mal estado, la pobreza reinaba y sólo había unas pocas tiendas pequeñas, inmediatamente el grupo puso los ojos en todas estas.
Vieron una posada miserable, sin ningún letrero, la puerta estaba remendada en varios sitios con tablones de madera, lo único que podía hacerles saber de qué tipo de negocio se trataba eran los borrachos que descansaban en la entrada y los ruidos que provenían del interior.
Desmontaron de sus caballos, ataron los corceles en el establo proporcionado por el posadero y entraron.
Dentro encontraron a mucha gente, casi todos eran granjeros locales que se relajaban después de un duro día de trabajo en el campo. El grupo se sentó y el posadero envió inmediatamente una criada a su mesa.
"Qué puedo traerles, caballeros, también pueden quitarse la capucha aquí", dijo. Pero Adalomonte se hizo de la vista gorda y ni siquiera respondió.
"Tráenos vino y sopa, y nos gustaría una habitación, ¿será suficiente con esto?" dijo Talun, colocando las pocas monedas de oro que tenía sobre la mesa. La criada las tomó y dijo: "Para la cena, sí, pero no para la habitación, lo siento".
"Entonces aquí tienes". Rhevi añadió unas cuantas monedas más.
"¡Muy bien, sopa y vino para esta mesa!" gritó la criada. La media elfa miró alrededor y le preguntó a un hombre que estaba sentado enseguida: "Oye, ¿sabes cuánto tiempo más para llegar a Stoik?"
El sujeto se dio la vuelta y cuando abrió la boca para hablar dejó escapar un desagradable aliento a cerveza.
"¡Tres días a caballo, siempre al norte a lo largo del río, hermosa!"
Le dio las gracias y cuando se dio la vuelta, tomó aire.
Después de comer una buena sopa de zanahoria, varias verduras y beber un poco de vino, subieron al piso superior de la posada donde se encontraban las habitaciones.
Entraron y Rhevi inmediatamente se acostó en la cama.
"¡Esto es mío!" exclamó.
"Tenemos la cama, no te preocupes y duerme bien", dijo el mago. "Nos vamos mañana al amanecer. Buenas noches".
Rhevi se desplomó inmediatamente en un sueño profundo, Adalomonte se giró hacia el otro lado, y Talun, murmurando, también se durmió.
Adalomonte soñó esa noche. Estaba oscuro, no podía ver nada más que unos árboles cercanos, no sabía dónde estaba, pero escuchó una risa escalofriante a lo lejos y una voz que repetía: "Eres mío, mío... me perteneces, no te dejaré ir". El guerrero comenzó a correr muy rápido, pero sintió que estaba siendo cazado. "Corre, corre... Estoy en todas partes, no puedes esconderte, no puedes vencerme, no tienes más remedio que arrodillarte ante mí y rezar para que cumpla pronto con mi deber, porque será muy doloroso".
Se despertó gritando: "¡Inténtalo, estoy aquí!"
Sus compañeros despertaron.
"¿Qué pasa?" dijo Rhevi.
Adalomonte la miró y respondió: "He sido perseguido por voces y visiones desde que me encontraste, no sé si esto tiene algo que ver con mi pérdida de memoria, escucho una voz familiar que dice que le pertenezco, pero no sé quién es. Todo parece tan real".
"No te atormentes, si necesitas nuestra ayuda estaremos aquí. Ahora somos un equipo", dijo Talun, tratando de conseguir un consenso.
Adalomonte se dio la vuelta y trató de dormir de nuevo sin éxito.
Por la mañana fue él quien los despertó. "Miren, el viaje será más duro de lo esperado, ha nevado esta noche", dijo, señalando con el dedo por la ventana.
Se prepararon y bajaron a la planta baja, despidiéndose del posadero y dejando la posada.
La vista era hermosa, toda la ciudad estaba cubierta de una suave nieve, pero el clima no era bueno y también hacía mucho frío.
"Espera aquí un momento", dijo Rhevi.
"¿Adónde vas? No tenemos tiempo", respondió el mago.
"Vuelvo enseguida. Saca los caballos mientras tanto", corrió a una tienda cerca de la posada.
Cuando entró en la tienda, sonó la campanilla de la puerta.
La tienda estaba muy ordenada, había muchas cosas en las tablas usadas como estantes, pociones, botellas de colores, algunas armas mal hechas. Rhevi inmediatamente captó lo que necesitaba con sus ojos. "Dame estas tres cuerdas, pagaré con esto y me darás el resto, si no quieres problemas en tu tienda", dijo en tono amenazador, colocando la gema tomada del pueblo de piedra sobre el mostrador.
"Claro, claro, lo que tú digas". El dependiente le dio las tres cuerdas y una bolsa de monedas de oro. "Sólo tengo estos, no sé si serán suficientes". Seguramente la mercancía no cubría el valor de la gema, pero ella se conformó con eso. Las tomó y se fue sin decir una palabra, dejando al comerciante incrédulo en el trato.
"Aquí estoy, he ido a buscar estas cuerdas para que no nos perdamos en una ventisca", dijo.
Se subieron a sus caballos y salieron a toda prisa de la ciudad.
Hacía mucho frío y delante de ellos sólo se abría una vasta estepa, la vegetación estaba cubierta de nieve, pequeñas estalactitas goteaban de las hojas de los árboles, el tiempo parecía no pasar nunca. Cabalgaron durante todo un día sin parar para comer, tenían que darse prisa... ¡Querían darse prisa! Sólo se detuvieron por la noche, comieron algo y encendieron un gran fuego para calentarse. Por suerte no había nevado de nuevo, pero quién sabe cuánto tiempo duraría la tregua.
Al día siguiente se despertaron antes del amanecer, y volvieron a galopar tan rápido como un rayo, pero, como habían predicho, empezó a nevar de nuevo. No podían continuar, el intenso frío podía perjudicar seriamente la salud de los caballos y la suya. Talun frenó a Flama Blanca frente a Ado y Rhevi, desmontó y con amplios movimientos circulares creó una esfera grande y transparente que los englobó a todos, incluso a los pobres caballos. Un agradable calor se materializó en el interior.
Talun y Rhevi charlaron casi hasta la mañana. Sin importar el cansancio, se confiaron y se contaron algunas historias que pertenecían a su pasado, estaban muy en sintonía, era como si se conocieran desde siempre. Esa noche Rhevi aprovechó la oportunidad para mostrarle el símbolo de su arma, pero había desaparecido. ¿Acaso lo había soñado?
"¿Conoces el símbolo de los tres cuchillos y el reloj de arena?" preguntó.
El mago pareció pensar en ello. "Creo que he oído hablar de ello, pero no recuerdo dónde. "Tan pronto como pueda, daré un vistazo en mi grimorio, tal vez pueda encontrar alguna información".
Cuando dejó de nevar, era de día, y Talun estaba exhausto.
"Tenemos que llegar hoy o no aguantaré otra noche como esta, y tú no la aguantarás si vuelve a nevar", dijo preocupado.
"Habla por ti mismo", dijo Ado.
Cabalgaron todo el día y la mitad de la noche siguiente. Los pobres animales estaban agotados, igual que Rhevi y Talun, mientras que el guerrero no mostraba señal alguna de cansancio.
Pasaron un pueblo en la distancia, con algunas antorchas encendidas.
"¡Apúrate, estamos aquí!" dijo Ado.
Aquellas pequeñas antorchas y las chimeneas de las que salía un humo blanco hicieron que los chicos sintieran el calor que sólo una casa podía brindar, aquello les brindó confianza y fue suficiente para que se relajaran y encontraran las últimas energías que necesitaban para llegar a su destino.



CAPÍTULO 8

Stoik
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, ciudad de Stoik

En Stoik, fueron recibidos por un enorme letrero de bienvenida, finalmente habían llegado al pueblo, no había puertas ni guardias en el acceso, la calle principal era una avenida arbolada. Las casas estaban todas concentradas alrededor de una plaza con un pequeño jardín. Se detuvieron en el centro para mirar más de cerca y vieron una sola posada abierta con antorchas encendidas.
En el cartel se leía "La guarida del conejo"; entraron y estaba casi vacía, incluso a altas horas de la noche, excepto por un par de campesinos y un hombre que llevaba puesta una indumentaria muy extraña, hecha de varios trozos de tela. Era de constitución frágil, tenía una nariz larga, perilla y cabello rubio rizado.
Estaba sentado a la mesa con un enano, que tenía puesta una tosca armadura, probablemente construida por él mismo, dentro de la cual una generosa barriga estaba a punto de explotar.
Su cabello cobrizo estaba recogido en una trenza y la larga barba en otras dos, una sonrisa se dibujaba en sus dos grandes mejillas, enrojecidas por el alcohol. Parecían divertidos con algunos dibujos que tenían en sus manos. Tan pronto como los recién llegados se sentaron, se callaron y parecieron estudiarlos.
Talun pidió bebidas, comida y una habitación, pero Rhevi lo corrigió y pidió tres cuartos separados.
"No te preocupes Talun, tengo algunos ahorros conmigo, yo pagaré, pero debes descansar bien esta noche", explicó.
Después de unos minutos, el hombre del traje extravagante se levantó e hizo las presentaciones: "Bienvenidos, mi nombre es Brady el Magnífico y aquí mi amigo se llama Drum spaccatesta".
Talun y Rhevi los observaron mientras Adalomonte se paraba con la capucha sobre su cabeza y continuaba comiendo. Sólo se escuchaba el sonido de los huesos de la pobre gallina triturándose bajo la capucha. El hombre lo miró por un momento con una expresión de indignación.
La media elfa dijo: "Gracias, pero estamos muy cansados, ¿necesitan algo?"
Brady abrió los ojos. "Oh, dulce doncella, no, no somos vendedores ambulantes, ¡somos actores! Queremos invitarles a nuestro espectáculo, que tendrá lugar esta noche en la plaza", respondió hacienda una reverencia profunda, dejando sobre la mesa tres entradas en las que destacaba la imagen de un carruaje y las palabras "Los Illuminanti".
"Pero no estamos interesa..." Rhevi fue interrumpida.
"No te disculpes si no puedes venir, hermosa niña", el actor guiñó un ojo y se inclinó con otra reverencia. Le dijo a su amigo que era tarde y salieron de la posada juntos. Rhevi se asomó por la pequeña ventana al lado de la mesa, alejándose del telón y vio a los dos extraños actores caminar, tambaleándose y cantando, en cuanto vieron encenderse las luces, corrieron como niños hacia la tienda.
"Tipos extraños" comentó Adalomonte mientras continuaba comiendo.
Cuando subieron a sus habitaciones, se despidieron el uno del otro.
"Nos vemos mañana, buscaremos a Agata, ¡buenas noches!" dijo Rhevi, bostezando. Al entrar en su habitación, también encontró la chimenea encendida; la habitación estaba muy caliente, pero se metió en la cama vestida, sin ni siquiera fuerzas para desvestirse, e inmediatamente se durmió.

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La chimenea también estaba encendida en la habitación de Talun, y ocasionalmente salían de esta unas pequeñas chispas.
El mago colocó todo su equipaje bajo la ventana y echó un vistazo afuera: todo parecía tranquilo. Tomó un pergamino y escribió:
Estimado maestro supremo Searmon,
Llegamos sanos y salvos a Stoik, pero no sin algunas sorpresas.
Mañana iremos a casa de Agata y esperamos que nos ayude a encontrar las respuestas que buscamos.
Saludos. Talun.
Dobló la carta y, pronunciando algunas palabras mágicas, la hizo desaparecer en sus manos.

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Adalomonte entró en la habitación, se desvistió y dejó su sable cerca de su cama, no se sentía tranquilo, pero extrañamente no estaba cansado, no sentía la necesidad de dormir y no entendía por qué, ya que el viaje había sido agotador. Miró por la ventana y vio un carruaje pasando a gran velocidad por la calle principal. Enfocó los ojos, notando un detalle nada despreciable, y abrió la ventana para mirar más de cerca. El carruaje viajaba sin ruedas ni caballos. ¡Estaba flotando! Se dirigía al norte, fuera de la ciudad.
Quién sabe que diablos era eso, se preguntó el guerrero mientras yacía en su cama.
Al final, se durmió y esa noche, afortunadamente, no soñó.

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Al día siguiente, todos, excepto Adalomonte, se levantaron tarde y bajaron al salón principal de la posada. La habitación estaba inundada con un aroma a pan caliente que hizo que rugieran los estómagos de Rhevi y Talun. Se sentaron a una mesa y les sirvieron un buen desayuno: leche caliente, pan y mermelada.
"Todo hecho por nosotros, disfruten, el desayuno está incluido en el precio", dijo la criada.
Se comieron todo.
"Disculpe, ¿conoce por casualidad a una dama llamada Agata? Vive aquí en la ciudad", preguntó la media elfa.
"Sí, la conozco, pero no vive en la ciudad. "Ve al norte, encontrarás un cañón, sigue el único camino y encontrarás su casa. Personalmente nunca la he visto, pero sé que vive allí. Está a un día de camino, debería llevarte unas horas con los caballos", respondió la amable y regordeta camarera, guiñándole un ojo a Talun, que se sonrojó.
"Tsk" fue la respuesta desdeñosa del guerrero.
Salieron, tomaron los caballos del establo e inmediatamente se dirigieron al norte.



CAPÍTULO 9

El engaño
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta,
ciudad de Radigast, la academia.

El primero en llegar fue Searmon, se dirigió a su estudio ubicado en la torre justo después de la hora de la cena.
Entró y, para su gran sorpresa, en su sillón de cuero, frente a la chimenea, vio la figura de un hombre que lo saludó sin darse vuelta para mirarlo.
"Buenas noches, director. Tome asiento. Ha recibido una carta, está ahí en el escritorio, léala por mí, ya sabe, con la edad mi vista no es lo que solía ser", comenzó con una voz áspera.
El mago supremo lo reconoció de inmediato. "¿Qué estás haciendo aquí, Cortez? Sabes que no eres bienvenido". Dio un portazo a la puerta de la habitación y con un movimiento de su mano giró el sillón.
El hombre se aferró a sus brazos, riendo como un niño en un tiovivo.
"Pareces muy viejo y no creo que haya pasado tanto tiempo", dijo el director, sentándose en su escritorio.
"Sí, ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Un par de años? Pero ya sabes, soy un hombre de mundo, siempre estoy fuera, lucho contra las bestias y el mal tiempo, mi cuerpo sufre, ¿no lo crees, Searmon? De todos modos, no pierdas el tiempo y lee, tengo mucha curiosidad por saber quién escribe", respondió guiñando el ojo.
Lo miró y abrió la carta, como si no pudiera rechazar la orden, y comenzó a leer, era el mensaje de Talun.
"Pero bravo, los enviaste a buscar a Agata. Me atrevo a decir que es fantástico. Sabes, esa vieja ni siquiera me abrió la puerta la última vez. Pero es mejor así, mucho mejor, no esperaba encontrarme con chicos tan capaces, apuesto a que harán cualquier cosa para ayudarme. También te felicito por haber elegido a Agata... nos veremos muy pronto" y desapareció en el aire.
Searmon quemó la carta con la llama de una vela, la vio deshacerse lentamente y recordó a Agata, su valiente Agata. El remordimiento se apoderó de su corazón, inmediatamente dio vuelta sus pensamientos, tomó el papel y el tintero y respondió a su alumno.
Mi buen chico, no te preocupes, ella encontrará una solución.
Hasta pronto.
Y la carta desapareció.
El director se miró el pecho donde estaba la marca, la misma que esos pobres chicos tenían en el corazón, y pensó: Lo siento, un juramento así no se puede romper, pero a costa de mi propia vida te ayudaré.



CAPÍTULO 10

La herbolaria
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, gran Cañón

Cabalgando por veredas entre desfiladeros rocosos y escarpados, llegaron al cañón al atardecer. El desfiladero estaba erosionado por el clima y las lluvias torrenciales que se lo habían tragado a lo largo de los siglos. Las rocas eran de un color naranja brillante y con la caída de la nieve, la naturaleza brindó a los caminantes un espectáculo extraordinario.
Al avanzar se encontraron frente a un enorme abismo en la tierra, pero al acercarse no vieron nada más que oscuridad.
De abajo venía un viento muy fuerte que asustó a los caballos, no había nada alrededor, excepto un poco de maleza.
"¿Qué es esto, una broma? No hay nada aquí", tronó Adalomonte enojado.
"No lo sé. El director dijo que la casa estaba aquí, incluso la criada lo confirmó.
Se giraron para ver si había un camino que no hubiesen notado, pero nada, el sol se había puesto completamente y la desesperación se apoderó de sus corazones. El guerrero se bajó de su caballo y con toda la fuerza que tenía en su cuerpo y espíritu lanzó un rayo de energía escarlata al abismo, maldiciendo y gritando. Fue como un reflejo instintivo. Pero fue ese gesto desesperado el que hizo que la chica se diera cuenta de que algo andaba mal en el barranco.
"¡Mira eso! La energía de Ado bajó en algo invisible", dijo, señalando un punto específico en el barranco. "¿Hay alguien ahí? El director Searmon nos envió, por favor ayúdenos", gritó Rhevi a todo pulmón.
Después de unos segundos, una pequeña luz flotante, como las creadas por Talun, se materializó para alcanzarlos, y dentro de ella, se pudo vislumbrar el rostro distorsionado de una mujer. Una voz salió tan distante como un eco. "¿Quienes son ustedes? ¿Y qué es lo que quiere Searmon?"
El mago hizo espacio entre Rhevi y Ado y respondió solemnemente: "Soy Talun, alumno de la escuela de magia de Radigast y ellos son mis amigos. Searmon dijo que podía ayudarnos".
La esfera se acercó, como para estudiarlos, y la voz dijo: "¿Cuál es el problema que el gran Searmon no puede resolver? Él lo sabe todo, puede hacerlo todo, pregunta y luego veremos si puedo ayudarles".
Adalomonte se quitó la coraza de su armadura mostrando la marca.
La esfera se retiró. "No hay tiempo que perder. Entren".
Volvió a su lugar de origen, pero a diferencia de antes, ahora estaba allí una casa de ladrillo y madera.
En la puerta vieron a una dama de edad madura que se vio obligada a gritar por el fuerte viento que venía del abismo: "Ahí al lado, miren bien, hay una escalera, bajen y entren", señalando unos escalones excavados en la piedra y bien camuflados.
El grupo descendió y se encontró en un puente tembloroso. Las tablas apenas eran visibles, era como si fueran transparentes. Rhevi lo cruzó muy rápido, contando con su agilidad, al igual que Adalomonte, mientras que el mago caminaba con paso incierto y maldiciendo a Turuk, dios de los orcos y las bestias.
Llegaron delante de la anciana, quien les hizo señas para que entraran.
Cuando entraron, la anciana miró hacia arriba y dio un portazo con una expresión aterrorizada en el rostro.
Tenía una larga cabellera plateada con algunos reflejos cobrizos, su rostro estaba desgastado, pero debajo de las arrugas se podía adivinar lo que debió ser el rostro de una bella muchacha; sus ojos eran de un color que se acercaba a la amatista y llevaba una larga túnica verde oscuro con un chal amarillo canario bordado con motivos florales.
"Entonces, ¿qué es lo que quieren?", preguntó.
"Estamos aquí para pedirte ayuda, ¿eres Agata?" preguntó Talun.
"Sí, soy yo. ¡Habla y muévete, porque estoy ocupada!" dijo, agitando un pincel que activó un extraño sello pintado en una pared de la entrada y que representaba un árbol.
Las gruesas raíces se materializaron en el escudo de armas y abrazaron toda la puerta.
"¡No perdamos el tiempo, vieja!" dijo el guerrero gruñendo y mostrando la marca. "¿Puedes ayudarnos?"
Agata lo miró fijamente por unos segundos y luego dijo: "¡No, no puedo ayudarte, pero sé quién puede hacerlo, y... muestra respeto, demonio, tengo un nombre y ciertamente no es "vieja"!"
Talun se interpuso entre la herbolaria y el guerrero y amablemente dijo: "Lo siento, ha sido un viaje largo y cansado, por favor denos esta información y le estaremos eternamente agradecidos".
Agata se dirigió a la cocina, el lugar era muy acogedor y cálido, había una enorme chimenea y un mostrador en el que se podían ver muchas plantas de varios colores y tamaños.
"Siéntense, les ofreceré una infusión y les diré lo que sé".
Se acercaron a una mesa redonda llena de grietas de las que salían pequeñas plantas, que apenas se movían cuando estaban sentados.
La mujer vertió una extraña, humeante y roja infusión en copas transparentes, y sirvió algunas golosinas. Todos las probaron y ni siquiera Adalomonte pudo resistirse.
Sobre la maesa había suaves galletas de mantequilla con un aterciopelado relleno de crema de arándanos, acompañadas de un suave pastel redondo con un agujero en el medio, cubierto con manzanas glaseadas y humeantes. La cocina estaba impregnada de un intenso olor a comida.
Un humo colorido salía del té de hierbas.
Talun pasó su mano sobre todos los vasos y platos, pronunció unas palabras mágicas y añadió: "Disculpa, no es por desconfianza, pero quería estar seguro. Sabes, nunca se puede estar demasiado seguro en estos días".
Agata lo miró y sonrió. "Sí, tienes razón, y viendo la marca, te entiendo".
Rhevi la interrumpió. "Nosotros también tenemos la misma marca", y explicó la historia desde el principio.
"Bueno, debo decir que Cortez se hizo más inteligente con el paso de los años. Me quitó todo, incluso el amor de mi vida, mi marido, que también juró ayudarle, pero no pudo, y lo cogió... pero esa es otra historia".
Los ojos de la herbolaria se aclararon, su mente vagó desde el primer encuentro con su amor hasta el último adiós. Entonces recobró el sentido.
"Así que, en varios años de búsqueda, después de que mi amado Breno desapareció, me encontré con un pueblo que sabía algo sobre este ser. Sabes, Cortez no es un hombre sino una criatura de alguna dimensión o tiempo oscuro. Sabían de su existencia y me enseñaron a reconocerlo en sus muchas formas y a mantenerlo alejado de mi vida, pero sobre todo a no hacerme sentir, porque es muy poderoso y puede sentir y ver a todos los que han tenido que ver con él. El sello pintado en la pared contrarresta su poder, así que estamos a salvo aquí y podemos hablar libremente, aunque lo vi antes de que entraran, está justo afuera. Quién sabe, tal vez los esté esperando". Agata los miró. Rhevi y Talun estaban aterrorizados.
"¿Cómo lo haremos? Si está aquí, en cuanto salgamos, hará todo lo posible para enterarse de lo que hemos hablado. -dijo la media elfa desesperada.
"No creo, por lo que me han dicho, están a salvo por ahora. Él necesita que encuentren esa hoja, y no se interpondrá en su camino mientras mantengan su juramento. No tengan miedo por el momento... deben dirigirse al oeste, a un bosque llamado Vesve, está a unas dos o tres semanas de aquí. Allí viven los elfos de la luz, un pueblo muy antiguo y poderoso, y", se dirigió a la chica, "mirándote con atención, te digo que tienen una oportunidad de ser aceptados, porque la sangre de los elfos fluye en ti", dijo Rhevi. "Hacen todo lo que pueden para ayudar a sus semejantes, puedo estar equivocada, pero no tienes elección, son los únicos que pueden ayudarlos". Se alejó un momento y luego volvió con un pergamino. "Tomen este mapa, lo necesitarán para encontrar el lugar, es muy antiguo y lo quiero de vuelta si es posible. Pueden quedarse aquí todo el tiempo que quieran. No hago esto solo por Searmon, sino también porque Talun me recuerda a mi amado marido".
El guerrero miró al mago. "Tsk, qué suerte."
El chico se sonrojó y todos, excepto Ado, estallaron en risa. Agata les mostró una pequeña habitación ovalada, sin ventanas, iluminada por unas pocas velas consumidas, los únicos muebles eran una bañera y una cama.
"Sé que no es mucho, pero es mejor que dormir ahí fuera". Esas fueron las únicas palabras de la herbolaria antes de cerrar la puerta. El grupo se acomodó lo mejor que pudo. Extrañamente, Adalomonte se sintió muy cansado y se desplomó descansando en el muro de piedra, incluso Rhevi y Talun no se hicieron del rogar, la chica se desplomó en la cama concedida por el mago y el chico se acostó como un perro guardián a los pies de la cama.
Esa noche durmieron profundamente, incluso Adalomonte durmió sin tener pesadillas o visiones. Antes de cerrar los ojos pensó: El sello funciona, si no me sintiera tan débil, me quedaría aquí con esta dulce anciana, en lugar de buscar la forma de morir, porque eso es lo que haremos, ¡moriremos todos! Cuanto más horas pasan, más cansado me siento, mejor dejarlo ir y descansar ahora que tengo la oportunidad.
La mañana llegó y trajo consigo una fuerte lluvia. Dios sabe por qué el clima también parecía haberse vuelto en su contra, el agua caía al abismo como una cascada, el cielo estaba cubierto por nubes negras, como si algunos dioses se divirtieran atormentando a esa pobre tierra.
Rhevi y Talun se despertaron temprano, pero bastante descansados. Agata había preparado un delicioso desayuno y el olor del pan caliente con mermelada llenaba toda la casa. Con bastante asombro se dieron cuenta de que Adalomonte seguía durmiendo profundamente, ni siquiera parecía escuchar el ruido de la lluvia, y era extraño.
Normalmente era el primero en despertarse. El mago se acercó a él e intentó despertarlo, pero no pudo.
"¿Qué le ocurre? Agata, por favor, ven aquí", gritó. La herbolaria lo alcanzó e intentó sacudirlo con fuerza, pero nada. "Ahora sé con certeza que está ligado a Cortez o a su mundo, no sólo por el juramento, sino por algo muy misterioso". Señaló al mago que el mismo sello pintado en la pared estaba estampado en los párpados de Ado, representando un mundo inscrito en un pentáculo enredado en gruesas raíces.
Talun lo miró e intentó descifrar ese símbolo. Tomó el grimorio, pero no encontró ninguna referencia a él.
"Necesito más tiempo para buscar", anunció.
"¡Deshaz el sello, por favor!" Rhevi le dijo a Agata.
"Lo desharé, pero deben salir de mi casa inmediatamente, ¿está claro?" los miró y esperó una respuesta.
"Sí, está claro... gracias de todos modos", respondió la chica.
La mujer arrojó semillas en la pared, una fuerte luz lila inundó la cocina y el sello desapareció.
Ado se despertó inmediatamente, sin mirar a los ojos. "Era consciente de que podía escucharlos, pero no podía hacer nada, vamos y dejemos a la anciana con sus asuntos", dijo.
Abrieron la puerta y fueron inmediatamente abordados por un fuerte viento frío y una lluvia torrencial.
Cuando el grupo se había ido, Agata se desplomó en una silla, su pasado había vuelto a surgir, y ponía su mano en el fuego que no terminaba allí.



CAPÍTULO 11

Los Illuminanti
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, Stoik

Salieron de nuevo por la escalera bajo la lluvia, teniendo cuidado de no resbalar, una vez en la cima, Rhevi miró hacia atrás pero la casa ya había desaparecido en el aire. Talun pronunció unas palabras mágicas, las cuales fueron seguidas inmediatamente por Flama Bianca y Córcel Oscuro, los tres caballos llegaron desde un pequeño bosque nevado cercano.
Los tres amigos saltaron sobre sus lomos.
"Volvamos a Stoik para conseguir algunas raciones, y luego continuemos el viaje", propuso Rhevi mientras galopaban.
Después de unas horas, llegaron a la entrada del pueblo, se empaparon de agua y se dirigieron a la posada, metieron los caballos en el establo y entraron.
El lugar estaba medio vacío, caliente e iluminado.
"Hola, ¿podemos comprar algunas raciones para una semana de viaje?" preguntó el mago al posadero, un hombre de unas cincuenta rotaciones, con un bigote grueso y calvo como una pelota. "Por supuesto, estarán listas mañana por la mañana, pero tengan claro que quiero que me paguen por adelantado!"
El guerrero lo miró con expresión oscura y le dijo: "¿No puedes hacerlo antes?"
El hombre respondió con temor, como si toda la altivez que había mostrado se hubiera derretido como la nieve al sol. "No... lo siento, tengo que conseguir algunos suministros, no tengo todas esas cosas aquí, una semana es larga y..."
"Sí, sí, está bien, nos instalaremos aquí por la noche" interrumpió Adalomonte. "No me aburras con tus excusas." Se sentó en una mesa y cruzó los brazos.
"Sé más amable Ado, estos días la gente lo está pasando mal. ¿A dónde deberíamos ir? Esperemos a que mejore", dijo Rhevi y en un tono suave y dulce.
"Está bien, pero no me quedaré un día más, ¡que quede claro!"
"No le haga caso", dijo, "se despertó enfermo". Talun lo miró y luego se río de él.
Al mismo tiempo, otras dos personas se rieron en la posada. El guerrero se dio vuelta tan rápido que se le cayó la capucha que usaba para ocultar su rostro. Vio a un hombre y a un enano que reconoció como los actores de la compañía de teatro "Los Illuminanti". En cuanto vieron sus ojos rojo rubí, dejaron de reírse. "Discúlpenos, señor, pero la escena fue muy divertida, usted podría ser un actor", le dijo Brady al mago, quien inmediatamente sonrió.
"No fueron a nuestro espectáculo ayer, escuchamos que seguirán aquí esta noche, ¿por qué no vienen? Los boletos siguen siendo válidos. Si pudiera hacer una oferta, se los agradeceríamos. Entonces, ¿qué dicen?"
Talun miró a sus compañeros y con cara de niño dijo: "¡Estaremos allí! No tenemos nada que hacer de todos modos". Sonrió a Rhevi, que le devolvió la sonrisa, y a Ado, que permaneció serio.
El actor hizo una reverencia y dijo: "Perfecto, nos vemos esta noche. Estamos en una gran carpa, será fácil de encontrar, les aseguro que será divertido, ¡nos hemos vendido bien! Esto es una garantía, ¡que tengan un buen día, les desea la compañía de los Illuminanti!" gritó al salir de la posada seguido por el enano.
El día transcurrió muy lentamente, quizás porque el grupo sólo vagaba por la posada, charlando y viendo la lluvia golpeando las ventanas. Al final de la tarde se dirigieron a sus habitaciones. Rhevi tomó un agradable baño caliente mientras Talun comenzó a estudiar y buscar información sobre el antiguo símbolo del árbol, hojeando su grimorio, buscando entre las leyendas escritas y estudiadas en la academia, pero sin éxito.
Ado pulió su armadura y encadenó su espada, un trabajo lento y concentrado que necesitaba para mantener su mente ocupada.
Finalmente llegó la hora de la cena y pronto comenzaría el espectáculo.
Bajaron, comieron una buena sopa de verduras hervidas, en la que se podían ver algunos tubérculos flotando. Las especias utilizadas iban muy bien con el caldo amarillo, unas cuantas hebras de queso fundido pegadas a los cubiertos de madera, algunos tiernos trozos de carne habían sido agregados sólo en el plato del mago y el guerrero.
La media elfa estaba en contra de comer animales.
"Tengo mucha curiosidad por ver el espectáculo de esos dos", dijo Talun, limpiándose la boca.
"Bueno, ¿qué estamos esperando? ¡Vamos!" respondió Rhevi, levantándose de la mesa. Adalomonte usó su mano para limpiarse la boca y acabó con las sobras del mago, luego todos salieron juntos de la posada.
La calle estaba cubierta de nieve, las luces de las casas estaban todas apagadas, había muy poca gente alrededor y casi todo el mundo iba de camino al espectáculo. El frío era realmente insoportable, drenaba el aire de los pulmones.
"No puedo recordar la última vez que el invierno fue tan frío, mis huesos están congelados", dijo el mago temblando.
"Tal vez porque eres todo huesos", respondió el guerrero.
"¿Has oído eso, Rhevi? Siempre me provoca. Si sobrevivimos a esto, te mostraré..."
A la vuelta a la esquina de la calle principal divisaron una enorme carpa, toda de color, con una docena de carruajes afuera. Se apresuraron a pasar por la vereda y se dirigieron a la entrada, mostrando el billete a un mezclado sentado en un taburete. Optimistas y alegres por naturaleza, incapaces de defenderse y siempre dispuestos a esconderse, estos pequeños seres eran sobre todo famosos por su suerte y curiosidad innatas. A menudo iban descalzos, tenían la piel almendrada y el cabello rizado. El mezclado respondió sonriendo: "Gracias, son bienvenidos".
Ya desde fuera se oía mucho ruido, pero cuando entraron se asombraron: prácticamente todo el pueblo estaba allí. Había un estruendo ensordecedor, en el centro de la carpa había un hermoso escenario que representaba un bosque, desde detrás de la escena Brady vio al grupo y le dijo a un ayudante: "Escolten a esos tres al frente del escenario, reservé algunas sillas sólo para ellos, ¡vamos!"
Como si fuera un soldado, él tipo saltó.
El grupo vio entrar a un chico que les hizo una reverencia,
"¡Por favor, por aquí caballeros, hay algunos asientos para ustedes, el increíble Brady me envía!" dijo de nuevo con la cabeza inclinada.
Rhevi, con una sonrisa que lo hizo sonrojar, lo siguió y también el guerrero y el mago. Se sentaron en los sillones, eran robustos y muy cómodos, de color rojo. Las luces se apagaron y, como por arte de magia, el ruido se convirtió en silencio absoluto.
Del falso bosque salieron un caballero y un enano armados hasta los dientes, y comenzó el juego, con peleas, falsos monstruos, fuegos artificiales, damas en apuros, todo ello acompañado de aplausos y gritos de niños. Al final, el público quedó extasiado, Rhevi y Talun también quedaron impresionados por la habilidad de los actores y aplaudieron como todos los demás, mientras que Adalomonte permaneció impasible.
Salieron de la tienda y fueron llamados inmediatamente por Brady.
El actor, vestido para la escena que acababa de terminar, tenía el cabello mojado por el sudor y seguía con su brillante sonrisa. "¿Disfrutaron del espectáculo?" preguntó, feliz por el éxito.
"No estuvo mal, lo hicieron bien, ¡felicidades!" respondió Talun. "Muchísimas gracias" respondió el actor.
Arriba en el cielo estrellado, en las nubes, una criatura se dirigía hacia ellos. Mientras hablaban, se abalanzó de manera terrorífica.
Vieron al monstruo estrellarse contra la pobre gente, algunos quedaron gravemente heridos, otros gritaban aterrorizados mientras huían.
La aterradora criatura tenía rasgos que recordaban a una mujer, y tal vez en el pasado lejano había sido una mujer. Sus piernas eran esqueléticas con enormes garras, tenía alas de murciélago y ojos negros como el carbón.
"El dios oscuro volverá, me lo prometió, me lo prometió" gritó con una voz chirriante. De repente, un rayo de color rojo oscuro la golpeó en el pecho y la hizo estrellarse contra la tienda; rebotó y luego golpeó el suelo fangoso.
Todos se volvieron para ver dónde había caído el rayo y notaron que el mago pronunciaba una frase que no entendían, entonces un relámpago salió de su boca y golpeó a Adalomon, que se sintió tan ligero como una pluma. Con un destello que ningún hombre de las Siete Tierras podría haber hecho, se dirigió hacia el monstruo.
La aferró de la garganta con un puño de hierro. "¿Quién te envía?" gritó mientras Rhevi se unía a él.
"¡Cálmate!" le dijo. "La matarás y no sabremos nada".
Aflojó el agarre y la criatura respondió: "Mi amo quería probar el..." Literalmente se pulverizó a sí mismo sin terminar la frase.
La gente seguía huyendo.
"¿Qué ocurrió? ¿Qué era eso?" preguntó Talun.
"Vivimos en tiempos oscuros, sólo tenemos que seguir nuestro viaje y esperar, mago", dijo el guerrero, sacudiéndose el polvo.
A lo lejos se escuchó al actor gritando: "¡Fantástico! ¡Fantasmagórico! ¡Sublime!" Brady estaba preso de una mezcla de miedo y excitación. "No tengo otras palabras para describir lo que acabo de ver. Si les parece bien, Drum y yo los seguiremos para escribir sus increíbles aventuras. ¡Vamos a ser ricos!".
"¡Seguidme y os arrancaré las cabezas! Idiota" dijo Adalomonte en tono amenazante mientras se alejaba.
"Discúlpenos, el espectáculo fue hermoso, pero tenemos que irnos." Rhevi y Talun siguieron al guerrero a los caballos.
"Buena suerte a los héroes valientes", susurró el actor. Insistir no ayudaría, pero en su corazón esperaba encontrarse con ellos de nuevo.



CAPÍTULO 12

Negocios
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, Stoik

Un malestar tangible se había despertado en el grupo. Era tarde en la noche, el ataque de la arpía los había afectado.
No habían hablado ni cruzado la mirada, se sentían culpables por la gente que había resultado lastimada. Dejaron el pueblo y se dirigieron al oeste.
Las poderosas patas de los caballos levantaban el barro que se había formado con las lluvias pasadas, escupiendo humo blanco de sus bocas, el frío seguía siendo intenso, pero al menos el cielo estaba despejado de nubes y las estrellas brillaban en lo alto.
"¿Por qué no paramos?" preguntó Talun, frenando el galope de Flama Blanca. Se detuvieron bajo un árbol, acompañados por los sonidos del bosque.
Encendieron un fuego para calentarse, dieron de beber a sus caballos, se pusieron cómodos, por así decirlo, en sus lechos y se durmieron en silencio. Estaban cansados en cuerpo pero especialmente en alma.
A la mañana siguiente Rhevi abrió los ojos y vio a Adalomonte ya montado en su corcel negro mientras Talun preparaba sus últimas cosas.
"¡Buenos días!" los saludó la media elfa. "Llego tarde, lo siento, podrían haberme despertado sin problemas". Se levantó y empezó a empacar sus cosas. "Me dormí más tarde que de costumbre, de lo contrario ya estaría lista. Los elfos duermen mucho menos que los humanos".
Se inició una conversación informal, para recuperar la confianza que parecía perdida tras los acontecimientos del día anterior. El mago metió su libro en la gran bolsa que llevaba al hombro y se volvió hacia la chica.
"Estudié las razas antiguas en la academia, ¿y tú? Siempre te encontramos de pie. ¿Alguna vez duermes?" Preguntó Talun a Adalomonte.
"No duermo mucho, pero es tarde, dense prisa", respondió el gruñón guerrero.
"Finalmente, un día soleado, hace frío, pero al menos no llueve. De todos modos, me pregunto cómo nos metimos en este problema, si hay una próxima vez, me pararé sobre mis manos", dijo Talun, riendo. "¿Recuerdas algo de cómo te metiste en esta situación?" añadió poco después mientras masticaba un poco de cecina de vaca.
"Nada, sólo tengo algunos recuerdos, he estado parado ahí quién sabe cuánto tiempo, sólo recuerdo el dolor y la oscuridad, no sé qué me hicieron".
El chico lo miró. "¿Qué estaban haciendo? ¿Había alguien más además de ese monstruo?" preguntó, dubitativo.
"Sí, recuerdo que había una pequeña criatura. Tenía una risa aterradora, la mayoría de las veces se reía de sí misma mientras me causaba dolor. Estaba hablando con alguien más allá de un espejo negro, no puedo recordar quién era o sobre qué discutían".
"Nosotros también lo vimos, pero no reflejaba nada, era completamente negro", dijo Rhevi.
El guerrero tensó sus hombros. "No importa, sólo quiero encontrar este maldito bosque y la gente de la que nos habló la herbolaria, pensaré en todo lo demás cuando termine". Mientras cabalgaba, la media elfa pensó en su abuelo, se preguntó qué estaría haciendo y su corazón se tensó al imaginar que estaría preocupado por ella.
Lamentó todas las veces que quiso escapar de su vida, del pueblo, de la posada. Siempre había soñado con vivir una aventura como en los cuentos de hadas que el abuelo Otan le contaba, pero la realidad era diferente, podías resultar gravemente herido o podías morir.
Cabalgaron a paso de tortuga por el bosque, el impresionante paisaje les mostró a sus ojos vastas llanuras y colinas blancas en la distancia, donde de vez en cuando se podía ver alguna pequeña granja. Los rayos del sol se filtraban a través de las ramas de los árboles y parecían pequeños caminos de luz.
Talun, a espaldas de Flama Blanca, se ocupaba de estudiar las fórmulas mágicas; en un cierto momento descansó el libro antiguo en una alforja, tomó un pergamino y comenzó a escribir.
Apreciado mago supremo,
El viaje continúa, desgraciadamente, no sin incógnitas e incertidumbres. Fuimos a ver a la Sra. Agata, mencionamos que veníamos de su parte y debo decir que había un cierto resentimiento en ella. Sin embargo, nos ayudó dándonos un viejo mapa que nos llevará nada menos que a los elfos de la luz. En mi desgracia, sin embargo, me pone nervioso encontrarme con esta raza, desearía que usted estuviera aquí a mi lado. Espero que su investigación, si alguna vez tuvo lugar, sea más afortunada que la nuestra. No sé qué o a quién encontraremos en nuestro viaje, pero rezo para que Erymus, el señor del conocimiento, nos proteja y nos guíe. Mis cordiales saludos, su pupilo, Talun.
Enrolló el pergamino, pronunció la fórmula, y desapareció con un rotundo chasquido.
Siguieron cabalgando durante días sin recibir ninguna respuesta del director, un acontecimiento que provocó dudas y perplejidad en el mago.
Sólo se permitían unos pocos momentos de descanso.
"A este ritmo nunca llegaremos, mientras exista este bosque", exclamó el mago, casi frustrado.
"Deténganse, ¿escuchan algo?" preguntó Rhevi aguzando los oídos. "¿Escuchan ese ruido? Es agua que fluye, tal vez haya un río". Caminó hacia el ruido y vio una pequeña cascada, miró hacia afuera y vio un enorme río, en la distancia, había un pequeño puerto con un barco.
"Deberíamos pedir información, preguntar si vamos en la dirección correcta. Tal vez ellos conocen un camino que nosotros no".
El guerrero asintió con la cabeza y dijo: "Movámonos rápido, así llegaremos antes del atardecer".
Tomaron un camino empinado con sus caballos, levantando nubes de polvo detrás de ellos. Se encontraron en un nivel más bajo, continuaron cabalgando hacia el pequeño puerto en la distancia, llegaron al puerto cuando el sol casi se había puesto.
El pequeño puerto era viejo y deteriorado, los tablones de madera crujían bajo el peso de los corceles. Vieron un barco lo suficientemente grande como para transportar ganado, meciéndose en el río. Sobre cuatro postes de madera sumergidos en el agua se alzaba una pequeña casa habitada, se podía ver una luz tenue que provenía de las ventanas empañadas. El grupo se bajó de sus caballos y se dirigió hacia la entrada, podían escuchar voces que venían de adentro, Rhevi llamó a la puerta.
"Una aguda voz masculina preguntó: ¿Quién es? ¿Qué están buscando?" Escucharon ruidos extraños desde detrás de la Puerta.
"Somos viajeros". ¿Podrías abrir la puerta, por favor? Tenemos algunas preguntas que hacerte. Necesitamos tu ayuda".
La puerta se abrió, al principio no vieron a nadie, luego, al bajar los ojos los ojos, vieron dos gnomos: medían unos noventa centímetros de altura, tenían la piel bronceada y el cabello dorado, una barba del mismo color que cubría su pequeño rostro, tenían unos ojos muy grandes de un color azul profundo, iban vestidos con una pequeña túnica de cuero y llevaban botas tobilleras de cuero marrón. Los miembros de aquella raza eran graciosos, con fama de bromistas. Eran maestros en los juegos de palabras, codiciosos admiradores del oro y las piedras preciosas, excelentes inventores gracias a su innata curiosidad.
Los gnomos estudiaron a los tres viajeros, luego se miraron y dijeron al unísono: "Si quieren información tienen que pagar" y se rieron. "¿Qué necesitan saber? Estamos muy preparados y somos muy sabios".
"Estamos de viaje", dijo el mago, "y nos gustaría saber si este camino lleva a un bosque llamado Vesve".
"Lo sabemos. "Me llamo Boddybock pie de pato y mi hermano se llama Bimpotin doble cerradura," respondió uno de los gnomos, "pero por favor, pasen y siéntense, hace frío allá afuera. Para que podamos hablar de negocios".
La casa era muy pequeña, en su interior se podía ver una colorida cocina con vajilla a la vista y una gran mesa llena de quesos y botellas de vino.
Desde un pequeño pasillo se podia ver una habitación con dos catres, los techos eran muy bajos, de hecho, los tres visitantes tuvieron que agacharse para entrar. Se sentaron en pequeñas sillas, cerca de la chimenea crepitante, a la mesa ya puesta los gnomos añadieron un poco de carne, un poco de cerveza y unos trozos de pan. Al menos en la superficie parecían amistosos.
"¿Cuánto nos costará esta información? Espero que no mucho", dijo Ado, mirándolos con sus ojos color rubí, en un intento de intimidarlos. Se miraron el uno al otro y Bimpotin respondió, "Eee... no mucho".
Su hermano le dio una pequeña patada bajo la mesa y dijo: "No, no mucho, pero tampoco será barato. Digamos que una docena de monedas de oro".
El guerrero se levantó, golpeó su cabeza contra el techo, lanzó una moneda de plata sobre la mesa y tronó, "¡Creo que con esto bastará!" No había acabado de girar sobre la mesa cuando el gnomo la tomó. "Oh, tómelo con calma, señor, creo que con esto no será suficiente, dados los tiempos que vivimos".
Talun miró a Adalomonte de forma divertida. "¿Has oído eso? Has encontrado algo para tus dientes". Levantó una ceja. "Apuesto a que eso lo convencerá". Esta vez su voz no sonaba bien, e incluso Talun estaba alarmado. Rhevi se puso entre el guerrero, el gnomo y se inclinó y ella le dio un montón con diez monedas.
Boddybock las tomó con suficiencia. "Sí, con esto bastará, podemos trasladarlos en nuestra barca, remontando el río, se ahorrarían al menos veinte días a caballo, o si lo prefieren, pueden continuar por este camino, y estarán en las tierras verdes en muchos días más", dijo, señalando con su dedo rechoncho un mapa sobre la mesa.
"¿Cuánto nos costaría hospedarnos aquí y trasladarnos en tu barco?" preguntó la media elfa en un tono meloso, las orejas de Boddybock se pusieron rojas como la lava volcánica, y mirando su escote respondió: "La cena, un catre para dormir, un pasaje río arriba, todo por una moneda de oro".
Ado miró a Rhevi de una manera poco amable. "¡Dile que con lo que le has dado será suficiente!", tronó.
La chica le echo una mirada gélida, pero esta vez no dijo nada. Ni siquiera el gnomo probó suerte por segunda vez, asintiendo tímidamente con su cabeza.
Bimpotin tomó un tazón de zanahorias y ensalada y se lo pasó a Rhevi, mientras que el mago y el guerrero comenzaron el banquete con los dos hermanos que estaban frenéticos en el servicio y felices de haber cerrado un gran trato.
"¿Por qué se dirigen al bosque, si no les importa que pregunte?" preguntó Boddybock con curiosidad mientras encendía una larga pipa, que desprendía un humo bastante fragante.
"Asuntos de negocios, nada peligroso. Hay un pequeño pueblo cerca de allí, ese es en realidad nuestro destino. Como bien sabes, no podemos decir nada más", respondió Rhevi.
"¿Puedo probar un poco de esa hierba aromática? Parece bastante buena", preguntó Talun, extendiendo su mano a Boddybock. El gnomo le pasó la pipa y el mago le dio una Buena fumada, y luego arrojó una gruesa nube de humo. "Mmm, muy bien, felicitaciones, ¿tienes, algunas hojas que puedas venderme? Puedo darte esto", dijo, mostrando una moneda de plata. "Puedes comprar algunas hojas con nuestro amigo Bimpotin".
El gnomo entró en el dormitorio y volvió con una bolsa de cuero. "Aquí tienes, de lo mejorcito", dijo, entregándosela. "¿Puedo pre... preguntar cu... cuál es su... nombre?" añadió.
El chico tomó la bolsa y dijo: "Talun el mago".
Rhevi miró al pequeño gnomo y le dijo: "Rhevi, encantado de conocerte, y este es Adalomonte". Señaló al guerrero que fingía no oír y estaba sentado junto a la ventana mirando hacia afuera.
"Bueno, el placer es todo nuestro. Pasaremos mucho tiempo juntos. Parecen buena gente".
"Por nuestro trabajo a veces tenemos que tratar con bandidos violentos" explicó Boddybock, pero no había terminado la frase cuando su hermano le interrumpió. "Hemos estado en peligro de de... mo... morir un... muchas veces, pero tenemos la piel dura, una vez que escapamos de las garras de un uuubriaco, él no... que…quería pagarnos, pero mi hermano, cuando... se trata dinero, se convierte en una máquina de gueeerra, él... le… le cortó el dedo", dijo con una risa y una expresión divertida mientras sacaba su pipa también.
"¡Felicidades! Pero no les daremos estos problemas", respondió la media elfa.
Pasaron la tarde acordando la hora de salida y los detalles de lo que harían al día siguiente. Finalmente, le dieron las buenas noches a los gnomos y se fueron a dormir a sus camas. Sólo a Rhevi se le permitió dormir en una cama pequeña. Los otros tuvieron que conformarse con el húmedo piso de madera.
La noche transcurrió rápidamente tanto para la media elfa como para el mago, no ocurrió lo mismo con Adalomonte, que fue asaltado por sus pesadillas.
Se encontró en un campo bajo una lluvia torrencial, corriendo, ¿pero de qué estaba huyendo? Sintió el aliento en el cuello de un ser que lo perseguía, diciendo: "¿Pero no entiendes que no puedes escapar? Te encontraré, no puedes esconderte de mí, yo soy tú, soy quien cumplirá tu destino tarde o temprano." La fría voz provenía de su interior. Ado abrió los ojos, para dares cuenta de que aún era de noche, salió a la oscuridad armado tan sólo con su espada. El frío le golpeó con fuerza, se había olvidado de vestirse, pero esto no le molestó, no podía recordar por qué, pero su cuerpo parecía endurecido e inmune al clima.
Se sentó en el muelle mirando el río que fluía debajo de él, acompañado por el sonido del agua, se relajó con su espada, se durmió como un guerrero que muere en su última batalla.
Rhevi oyó abrirse la puerta y vio salir a Adalomonte. Se preguntaba a dónde iba. No perdió tiempo, se levantó en silencio y se acercó a la ventana que daba al pequeño puerto, pequeños copos de nieve caían a través del crepúsculo, el guerrero estaba inmóvil, sus poderosos hombros parecían haber sido forjados para soportar el mundo, y ella lo miró fijamente.



CAPÍTULO 13
¡Navegamos!
Vigésima Era después de la Guerra Sangrienta, el puerto

Llegó el amanecer, los cálidos rayos del sol se filtraban por las ventanas, la luz iluminaba el polvo del aire. Talún abrió los ojos y observó a Rhevi mientras preparaba la embaración con los gnomos.
"Buenos días", dijo mientras se estiraba. "¡Qué frío!" Rhevi le trajo una taza de leche caliente. "Bébelo, te servirá para entrar en calor, ha nevado esta noche. Prepara tu bolso, zarparemos tan pronto como termines de comer", dijo.
Se levantó y cuando se acercó a la ventana vio al guerrero que barría el aire con tal fuerza que la nieve debajo de él se arremolinaba como si el fuerte viento del este estuviera soplando.
"Eso me da escalofríos".
"Durmió toda la noche afuera tan solo con esos pantalones de cuero", dijo Rhevi al acercarse a la ventana.
Talun abrió los ojos. "Rhevi, ¿podemos confiar en él? No parece normal", comentó. "Conozco muchas razas, pero nunca había visto a nadie parecido a él, no creo que sea de las Siete Tierras".
"Por ahora no tenemos elección, y hasta ahora no ha sido un mal amigo. Por el contrario, ha luchado a nuestro lado con valentía", señaló la media elfa.
"No con valentía, más bien con locura en sus ojos", concluyó el mago.
Los gnomos estaban listos, habían cargado la pequeña bodega y los estaban esperando. El guerrero entró en la casa, se secó y se puso su armadura.
"¿Están listos?" preguntó.
"Aquí vamos, podemos zarpar", dijo Talun al salir de la casa. Viendo sólo a los pequeños gnomos, añadió: "¿Pero sólo son ustedes? ¿Cómo van a dirigir la nave? ¿No tienen una tripulación?"
Los gnomos se rieron y Boddybock respondió: "¡Sube, te mostraré algo interesante que responderá a tus preguntas!"
Todos saltaron al barco y el mago siguió al gnomo arriba donde estaba el timón, había una caja rectangular de madera sujeta a extraños artilugios, todos conectados entre sí y a las velas con cuerdas. El gnomo activó un artefacto que el mago no pudo reconocer, el barco desplegó las velas como por arte de magia y comenzó a moverse. "¡Yo controlo todo desde aquí, es nuestro invento, lo llamamos la nave voladora!"
"¡Por el sabio Erymus!" exclamó Talun.
"¡Navegamos!" gritó Bimpotin.
El efecto era muy divertido, normalmente esa frase era gritada por grandes capitanes o piratas, oírla pronunciada por el pequeño gnomo sólo podía hacer sonreír incluso a Adalomon. Rhevi lo notó, pero fingió que no había pasado nada.
El barco salió del puerto, el cielo estaba gris, algunos copos de nieve caían lentamente. Rhevi y Talun estaban impresionados por el ingenio de los dos gnomos.
El mago se paró junto a los gnomos y tomó notas sin ser visto, Rhevi subió al mástil y observó la impresionante vista: las aguas del río eran bastante turbias y la corriente era tranquila, a los lados había un espeso bosque mientras que al norte se veían los picos helados de las imponentes montañas Morgrym. Bajando los ojos vio a Ado apoyado en la balaustrada de proa, descendió y fue hacia él.
"¿Te encuentras bien?" preguntó ella.
"Por supuesto, me preguntaba si una vez que lleguemos al bosque todo esto terminará", respondió el guerrero.
"Siento que me vigilan todo el tiempo, ¿qué es lo que realmente quiere Cortez? ¿Quién es él? Estas son preguntas que haré a estos gnomos, espero que tengan las respuestas", añadió.
Los días pasaron, la vida a bordo era muy agitada, siempre había algo que hacer. Sólo Talun se quedaba encerrado en su habitación y salía únicamente para comer. De vez en cuando se le oía gritar o pronunciar algún conjuro a quién sabe qué dioses, era evidente que el mago estaba probando nuevos hechizos.
Habían pasado siete días desde que zarparon, y desde su partida nunca habían pasado tanto tiempo en paz. Sin embargo, ese silencio se interrumpió inesperadamente cuando Boddybock gritó: "¡Atención! ¡Cuidado!"
Algo golpeó el barco y lo hizo moverse violentamente, Rhevi y Ado inmediatamente miraron para ver lo que habían golpeado, y vieron una enorme sombra nadando bajo las aguas del río.
"Es el Cchuul", gritó Bimpotin, pero no había terminado de hablar cuando el Chuull se adhirió al casco y saltó sobre la cubierta.
Era una criatura similar a un cangrejo pero tenía cuatro patas protegidas por su exoesqueleto tan duro como el acero, sus garras eran muy afiladas, estaba cubierto de algas y tenía largos tentáculos en el hocico. Ado inmediatamente desenvainó su poderosa arma, Rhevi sostuvo su espada y los gnomos se armaron con pequeñas espadas.
La criatura rugií y se lanzó sobre ellos. Era sumamente rápida, hundió sus garras y rompió la armadura del guerrero, mientras que Rhevi lo golpeaba en el poderoso caparazón sin hacer ningún daño. Los gnomos pasaron por debajo de las largas piernas apuñalando y cortando desde abajo, la criatura gritó de dolor.
Ado dejo caer pesadamente su espada sobre la cabeza de la bestia, pero esta con un rápido gesto la golpeó con su garra. El roce de la hoja hizo que salieran chispas de color naranja, de los tentáculos la criatura salió una sustancia verde que roció el rostro de Bimpotin, su hermano, gritando de miedo sacó del cinturón una pequeña arma con un mango de metal y resortes a los lados, apretó el gatillo y disparó, causando un fuerte ruido y una herida mortal al monstruo, que cayó al suelo.
La puerta de la bodega se abrió como una explosión. "¿Qué es todo este alboroto?" preguntó el mago, y luego se fijó en la bestia muerta.
El pequeño gnomo, con la cara cubierta de una sustancia verde y muy viscosa, se dio la vuelta y vio a Ado con un corte en la armadura, que acababa de salvarle la vida, y a Rhevi arrodillada junto a Boddybock, tratando de ayudar a su hermano.
"No toques la baba", gritó. "Es venenosa, tráeme un poco de agua, ¡date prisa!"
Talun pronunció una fórmula y una pequeña cascada de agua clara se materializó en la cara de Bimpotin, limpiándola; aunque el gnomo no se recuperó, su respiración era laboriosa.
El problema no había terminado, debido a la lucha habían perdido el control del barco que se dirigía a una cascada muy alta. Boddybock, recuperado de su trauma, se levantó y tomó el timón. "¡Ado a estribor, Rhevi a babor, Talun a popa! Giren esas manivelas doradas con todas sus fuerzas, a la cuenta de tres... ¡TRES!"
El grupo giró las manivelas, el gnomo manipulaba el timón lleno de botones y pequeñas perillas.
Mientras tanto, el barco había llegado al borde de la cascada y... cayó al vacío.
Algo enorme surgió en la salpicadura, era la nave con su tripulación.
¡Volaban!
Enormes membranas en forma de alas de dragón, colocadas a los lados, más una en la popa, le permitían volar por el cielo.
El color de las membranas era de un azul profundo.
"¡Es fantástico!" gritó el mago, quien inmediatamente se recompuso mientras se dirigía hacia Bimpotin. Una luz verde que surgió sus manos inundó al pequeño gnomo, pero no tuvo ningún efecto.
"No funciona. ¿Por qué esta magia nunca funciona? Tendré que revisar mis notas", dijo, desanimado con voz apenas perceptible.
Ado tomó el pequeño cuerpo en sus brazos y lo llevó a la bodega, Rhevi encendió una vela y lo colocó en una cama, el cuerpo estaba caliente y tenía fiebre alta. "¡Él morirá, mi hermano morirá!" Gimió Boddybock.
"¡No! Lo llevaremos a los elfos de Vesve", respondió Talun. "Ellos sabrán qué hacer, mientras tanto probaré todos los hechizos que conozco".
La media elfa miró a sus amigos y dijo: "Se lo debemos a ellos. Nos dirigimos a los elfos de la luz, Boddybock, siento no habértelo dicho enseguida. No te preocupes, ellos lo salvarán".
Los miró y dijo: "No es culpa tuya, no estamos lejos del bosque, llegaremos esta tarde".
Los tres amigos dejaron la habitación y se dirigieron a la cubierta del barco.
Una vez en la cubierta, todos estaban asombrados, estaban volando, estaban a tal altura que podían ver el río debajo de ellos, la cascada estaba ahora detrás de ellos.
En el fondo se erigía la capital del imperio: Radigast.
Las antiguas leyendas contaban que había sido construida por los siete dioses. Detrás del palacio imperial se encontraba la estatua más grande que el pueblo humano hubiese visto jamás, la cual representaba a un arquero apuntando su arco más allá del cielo. El guerrero estaba de pie sobre todo, gruesas murallas rodeaban toda la ciudad como armas protectoras.
La ciudad estaba distribuida en tres niveles distintos, todos conectados por numerosas escaleras, custodiadas por los guardias imperiales. En el primer nivel vivía la población, en el segundo estaba uno de los mercados más grandes de las Siete Tierras, y en el tercero estaban las enormes villas de los nobles, los únicos que podían acceder a ellas.
Más al norte, había un enorme bosque color esmeralda, con árboles tan altos y densos que resultaba imposible ver el centro.
"Aquí está, el bosque de Vesve, el bosque siempre verde, donde vive la gente olvidada..." dijo Rhevi, suspiró. Allí pronto conocería a los ancestros de su madre, parte de su sangre fluía en ella y se sentía orgullosa de ello.
Se decía que el bosque estaba habitado por elfos, seres agraciados, excelentes jueces, apegados a la naturaleza y enamorados del arte.
"A este ritmo llegaremos por la tarde", dijo el mago emocionado, dando una palmada a la armadura del guerrero, que no se movió. Sus ojos rojos estaban fijos en el bosque.
¿Qué es esta rabia oscura que siento dentro de mí? Si pudiera prenderle fuego a ese bosque, pensó.
"Avisemos al gnomo", dijo Talun en su camino a la bodega.
Entraron todos en la habitación, habían pasado unos minutos desde que lo dejaron al cuidado de Boddybock.
Bimpotin se veía peor, respiraba sin aliento y donde el animal había arrojado el líquido verde ahora se podían ver grandes burbujas llenas de pus.
"Déjénme a solas con él". Los otros salieron y el mago comenzó a formular varios hechizos de curación que parecían tener efecto, pero poco después Bimpotin volvía a caer en la enfermedad.
Talun insistió durante varias horas, pero finalmente cedió.
"Estoy exhausto, hice todo lo que pude". Se levantó y fue a llamar a Rhevi y Ado, que entretanto habían subido con Boddybock para corregir el rumbo de la nave voladora.
Tan pronto como el mago los alcanzó en la cubierta, se quedó sin aliento, las nubes a su alrededor eran de color naranja cuando el sol se ponía y creó una imagen que sólo un dios podía pintar, el aire estaba muy frío.
Se acercó a Rhevi diciendo: "Nunca había visto nada como esto, sé que algunos magos han viajado en naves voladoras construidas por otras razas pero pensaba que eran sólo leyendas, sin embargo, aquí estoy. ¡Cuando se lo cuente a Gregor, no lo creerá!" Cuando miró hacia afuera vio la tierra debajo de él, a varios metros de distancia, y estaba un poco molesto, pero tomó coraje y miró hacia el oeste. "¡Ahí está, el bosque! Ya casi llegamos", exclamó contento.
Boddybock, que estaba al mando del barco, comenzó a bajar el barco, se detuvo justo encima del bosque, empujando una cosa redonda con una gran ancla en ella, la desenganchó y la deslizó hasta el suelo. Esto en el impacto, con el suelo, creó un gran agujero en la tierra, la nave voladora estaba ahora amarrada.
"Hemos llegado", anunció en un tono sombrío y lanzó una escalera de cuerda.
"No te preocupes, traeremos a tu hermano también. ¿Alguien sabe cómo bajarlo de aquí arriba?" preguntó Rhevi.
"Ve a por él, yo me encargaré del resto", aceptó el mago. Ado entró en la bodega, cargó a Bimpotin y lo llevó al puente.
El mago cruzó sus manos y una cuna etérea con reflejos brillantes se formó bajo el cuerpo del gnomo, el chico se concentró y la cuna se levantó y luego se posó en tierra. La escena fue seguida en silencio pero con gran aprensión por Rhevi y Boddybock, Ado fue el único que no mostró preocupación.
Una vez que el gnomo llegó al suelo, el resto de la compañía descendió de la escalera.
"Los esperaré aquí, por favor, hagan todo lo que puedan para salvar a mi hermano", gritó Boddybock desde arriba.
Ado tomó el gnomo, lo envolvió en una manta, lo puso sobre sus hombros y se adentró al bosque junto con los otros.
Desde lejos, Cortez los vio partir.

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