Читать онлайн книгу «Pie De Cereza» автора George Saoulidis

Pie De Cereza
George Saoulidis


Contents
Title Page (#ue20b11bc-624e-55b8-afac-40cf65aecb44)
Copyright (#u97613cf7-37b6-546a-a264-cabf3f19f797)
CAÍDA UNO (#ue176510f-60f6-5205-ad85-a94d498387b1)
CAÍDA DOS (#u5cc6db20-ae04-5747-88ca-407d368edabf)
CAÍDA TRES (#uf01ffcee-92a2-5c24-b076-7fc73699b6d6)
CAÍDA CUATRO (#u08bb5667-b81f-5d02-9efc-217b05b22168)
CAÍDA CINCO (#ud1d63c80-dd84-5173-a314-d4f305ab0ee8)
CAÍDA SEIS (#u884dc9a6-573c-586f-937d-5c8cea9748f4)
CAÍDA SIETE (#u78d151d5-fc27-50d5-ac80-b4cf8dc1cda8)
CAÍDA OCHO (#ucec1bad2-609d-5229-9b3d-9b03647edcd3)
CAÍDA NUEVE (#u42c2db0f-9884-58b2-af59-ff1be477f513)
CAÍDA DIEZ (#u34543c8c-b2fd-52b8-bb05-4513ba959ee2)
CAÍDA ONCE (#ua8c2cc4f-979b-5d3b-a96d-526f19f6a91d)
CAÍDA DOCE (#ufb19e537-a7f4-52d7-aaf2-b7fcba87a5b2)
CAÍDA TRECE (#u50b58244-1a5b-5533-bacb-6cb93683998a)
CAÍDA CATORCE (#uff92e1d7-0df5-5cb4-8532-c47f0c1ab037)
CAÍDA QUINCE (#udd86a887-09a7-5d7f-9c33-2af82ec4ff56)
CAÍDA DIECISEIS (#u243f39ae-427d-5afd-b4c0-26ccc3314ca3)
CAÍDA DIECIOCHO (#u393e092b-d5e9-5422-af8a-0fbb67efe9a3)
CAÍDA DIECINUEVE (#u32b123dc-25d4-53cc-9923-822a6b512984)
CAÍDA VEINTE (#u2a2ef117-4e4f-531e-bde5-2ca731aaec5c)
CAÍDA VEINTIUNO (#ub828cf1f-e734-5c68-8084-d4f280c3872e)
CAÍDA VEINTIDOS (#uf71acc51-8884-5909-9060-d14ac2dc9b37)
CAÍDA VEINTITRES (#ua391ff49-490e-5a29-8698-199c3dc6f882)
CAÍDA VEINTICUATRO (#ua779747c-e91b-5c1d-8cf7-a2dcf47754f8)
CAÍDA VEINTICINCO (#u18d42d1a-aaf2-59ad-9fa1-227e1079d41e)
CAÍDA VEINTISEIS (#u5a6a6bf4-6879-5a24-874e-ceb79d250184)
CAÍDA VEINTISIETE (#ue5bf6dbc-6a4a-53b7-8743-3c9d77c8aa9c)
CAÍDA VEINTIOCHO (#ua2dc8eef-0f2f-570a-b6b6-0d8e5bfd1150)
CAÍDA VEINTINUEVE (#u0a10e0ac-52b6-5f8d-9c89-de6c0dea97c8)
CAÍDA TREINTA (#u2724b2f3-067c-5092-bdf3-73d51c10424d)
CAÍDA TREINTA Y UNO (#uf801b6a0-6d86-50bd-97f9-7820d1f19742)
CAÍDA TREINTA Y DOS (#u7c27216d-3a73-5ba1-9eeb-8febb6acbadc)
CAÍDA TREINTA Y TRES (#ud48c2d2f-afcf-5280-814f-d6a84a530389)
CAÍDA TREINTA Y CUATRO (#u60293135-ca29-5edf-9fd3-62103ff57182)
CAÍDA TREINTA Y CINCO (#u79aca6c0-4cb0-542c-b593-81298d80fcb8)
CAÍDA TREINTA Y SEIS (#uf3beeac5-3955-5520-9236-9ef46f55e71a)
CAÍDA TREINTA Y SIETE (#u3e7b5f02-2d6d-5154-855f-44faafdc4ef4)
CAÍDA TREINTA Y OCHO (#u84b4885f-00ca-5068-aaf2-23c7c5bb6ccd)
CAÍDA TREINTA Y NUEVE (#u2ec13db2-a524-5397-bcf5-b855425e9fad)
CAÍDA CUARENTA (#ua9fbc63b-cdd3-5eaa-bd4b-0b539f36eb35)
CAÍDA CUARENTA Y UNO (#u6258e445-0d72-52c7-8fb6-95b93fe92b26)
CAÍDA CUARENTA Y DOS (#u31a640d0-7d89-5a08-825c-f351585beea4)
CAÍDA CUARENTA Y TRES (#ue67cd0a5-2463-5e10-a2c0-689edae49d11)
CAÍDA CUARENTA Y CUATRO (#u9b110565-c131-561a-ac78-ec303c40918c)
CAÍDA CUARENTA Y CINCO (#u0b1a4fd6-4e9b-5949-ad71-f304f093be0e)
CAÍDA CUARENTA Y SEIS (#uda8c5ce8-c8be-5fae-98da-34dfbde09105)
CAÍDA CUARENTA Y SIETE (#u5ee3db16-6681-5753-a542-4c4db15704b9)
CAÍDA CUARENTA Y OCHO (#u8c195628-7a9d-5947-b337-0290f9b948d2)
CAÍDA CUARENTA Y NUEVE (#u076d5a72-3c15-5b3e-945b-14cf7adde526)
CAÍDA CINCUENTA (#u1c1deff5-b3df-5f48-a163-73b74989f01b)
CAÍDA CINCUENTA Y UNO (#u47ea2051-aa34-54c2-893f-46ce0f83a1c9)
CAÍDA CINCUENTA Y DOS (#ucd097fd1-8747-52c9-ae64-d02bd5b26f52)
CAÍDA CINCUENTA Y TRES (#u00d0392a-6e2d-5f32-9a68-0dd92c9ce4f3)
CAÍDA CINCUENTA Y CUATRO (#uec5a089f-c607-590a-9f8c-31b086645373)
CAÍDA CINCUENTA Y CINCO (#uc5c72c8a-c7ce-5aa2-af55-1779fa3e35f1)
CAÍDA CICUENTA Y SEIS (#u545365d7-95f8-5fd5-b1d8-34f57da69096)
CAÍDA CINCUENTA Y SIETE (#ued609e05-0c8d-59cd-8f0e-e3e9001174af)
CAÍDA CINCUENTA Y OCHO (#ue6e046a1-1cbc-5b97-bc3f-557014fb602a)
CAÍDA CINCUENTA Y NUEVE (#u3f5a7aa4-c8c6-513c-bc7e-1dac9a442d98)
CAÍDA SESENTA (#ub6c16856-e6a2-5eda-8d16-639b75450dda)
Mythographers (#uec476aa0-1fae-55fb-ab03-d9fee1d0dc40)
Pie de Cereza
Ver 2.2.3

George Saoulidis
Copyright © 2019 George Saoulidis
Traducido por Simon Molina
Published by Tektime
All rights reserved.

Cover image Copyright © João de Souza Antunes Jr AKA Antunesketch
CAÍDA UNO

Cherry se quitó su morral de viaje de la espalda y se detuvo frente a la calle de su nueva casa. Había un letrero con el nombre “HPP”. Era el frente de una tienda con un apartamento encima de ella. Arrugó la nariz, lo pensó por un segundo y luego se sentó sobre su morral. Sacó su tableta y comenzó a dibujar lo que tenía enfrente.
La tienda de armaduras estaba en el medio, al lado de otra tienda que equipaba autos blindados a pedido; a la derecha se encontraba la tienda de botas. Sólo botas: botas raras, de cuero y de imitación de cuero, todas en vivos colores. Cherry dibujó todo lo que veía: los clientes que pasaban charlando entre ellos o con alguien que estaba fuera de su vista, viendo las vidrieras de las tiendas, las siluetas de los dueños adentro de ellas apenas visibles por el reflejo del sol, los autos estacionados en la calle y el grafiti en las paredes.
Esta no era la parte más agradable del pueblo. Sólo un par de calles en la Avenida Syggrou, la calle ciega donde los sueños van a morir. Sin embargo, a Cherry le parecía agradable.
Cualquier cosa resultaba agradable comparado con lo que tenía antes.
Una vez que hubo terminado, guardó el dibujo y puso su tableta en blanco para comenzar de nuevo con algunos detalles. Héctor estaba frente a su tienda poniendo una armadura en uno de su maniquís, no la había notado y estaba concentrado en su trabajo, sus diestras manos colocando las distintas piezas en el muñeco inanimado y ajustándolas como debía ser.
Cherry lo dibujaba todo: su expresión concentrada, su cabello oscuro, sus ojos.
Alguien lo llamó desde la parte trasera de la tienda y gritó algo como respuesta. Rápidamente Cherry guardó el dibujo y abrió otra pantalla para dibujar su expresión de disgusto cuando movía su cabeza hacia atrás con los ojos aún fijos en su trabajo.
Patty apareció y Cherry volvió a guardar el dibujo y cambió a una nueva pantalla para incluirla en un doble dibujo. La dibujó rápidamente de memoria, fuerte, más grande, dominante. Héctor hizo un gesto con su mano, parecía enojado. Ella le corrigió algo, acercándose para ajustar la armadura de tal forma que recibiera más luz. Él respondió algo, ella levantó las cejas y él asintió, aparentemente de acuerdo con ella aunque de mala gana. Patty se fue diciendo algo que Cherry no pudo oír. Héctor frunció el ceño y continuó vistiendo sus otros maniquís.
Cherry capturó todo el intercambio en una tira cómica improvisada. Revisó toda la secuencia, ajustando un par de detalles, colocando algunos toques aquí y allá y añadiendo algunos detalles en las manos como fuese necesario. Las manos eran lo más difícil de dibujar, había practicado bastante, pero parecía que nunca sería suficiente.
Satisfecha con su tira cómica, le dio una mirada una vez más. Se imaginaba lo que dirían los globos de texto y las añadiría a la tira. Conocía a Patty, pero apenas conocía a Héctor así que puso su imaginación a trabajar. Masajeándose la cabeza y pensándolo por un minuto, tomó un paso mental hacia atrás. Bien, su conversación era la de una pareja casada por mucho tiempo, así que los pondría a hablar como tales.
“¿No te dije que los pusieras bajo la luz?” “¿Cómo los verán los clientes?” “¿Cómo los comprarán?”
“¡No me digas lo que tengo que hacer con mi tienda!”.
“No lo haría. Si alguna vez alguien viniera a comprar algo”. “Uuhm, uuhm”.
“¿Qué dijiste?”
“Nada Patty”.
“Bueno, bien, ahora todo parece bien. Estaré arreglando las alfombras arriba”.
Riéndose sola, Cherry levantó la vista. Héctor estaba en la parte de atrás y ya no lo podía ver, no desde su ángulo.
¿Cómo se suponía que llegaría hasta allí? “Hola, soy Cherry y ahora vivo aquí. ¿Cierto?” ¿Y luego dejaría caer su morral en una esquina?
Qué estúpido.
Todo era estúpido. El transeúnte era estúpido. Si, tú, déjala en paz. Ella pensaba que estaría allí logrando sus sueños, dibujando con los grandes o al menos, tendría su propia tira cómica en la web. Pero el programa de entrenamiento para Ciberpink era una locura y las heridas sufridas no la dejaban dibujar tanto como ella lo quisiera. Seguro, era rápida pero el bloquear golpes con los antebrazos significaba que sus manos apenas podían funcionar después, menos aún dibujar.
Ella sacó los datos de su programa veil para HPP. Era el mismo tipo de negocio, al que Héctor le cambió el nombre cuando se encargó de él después de su padre. La misma cosa durante casi cincuenta años. Cincuenta años. Cherry ni siquiera podía imaginarse esa cantidad de años, igual podía haber sido un siglo.
Héctor caminó alrededor de la tienda, buscando algo en los diferentes estantes. Héctor, el nuevo dueño. El hombre, quien para toda intención y propósito, tenía el poder de la vida y la muerte de ella, podía rastrearla, darle una descarga con una pistola Taser, intervenir en su salario y podía venderla.
Pero no parecía muy dispuesto a hacer nada de eso.
Cualquier otro dueño la habría rastreado al minuto de haberla comprado, probablemente le hubiese dado una descarga Taser para que se avispara. Héctor llamaba antes y la invitaba a su casa. Invitaba. Amablemente.
¿Quién coño era este tipo?
¿Y Patty? Lo adoraba. Ella nunca, nunca, jamás lo admitiría ante él, pero eran taaán obvio. No podía dejar de mencionarlo cuando hablaban con ella. Héctor esto, Héctor lo otro.
Cherry se detuvo y sopló en su mano, revisando su aliento. Necesitaba una menta o algo parecido. ¿Por qué estaba tan nerviosa? No era como si ya no lo hubiese conocido y también sabía que tenía una amiga allí. No, no era que estuviese preocupada, simplemente no quería hacerse muchas ilusiones. Estaba segura que tan pronto estuviera detrás de esas puertas las cerrarían al pasar y el monstruo aparecería. La bestia que se arrastra dentro de cada persona que tiene poder sobre otros.
Ella lo sabía, eso iba a pasar, estaba segura. Estaría bien durante algunos días, diablos, incluso durante algunos meses, pero la bestia surgiría. Patty estaba equivocada. Ningún hombre era inmune a ello.
Esperando lo peor, se echó el morral a la espalda y caminó hacia su nueva casa.
Entonces se acobardó, se detuvo y se devolvió.
CAÍDA DOS

Se hacía tarde. El timbre de la puerta sonó y Héctor fue a atenderla.
¿Es Cherry? Dile que la he estado esperando por años”, dijo Pickle gritando a través de las habitaciones.
Héctor regresó con una caja. Era una cava de una marca local de refrescos, Loux. “No, no era ella, un mensajero dejó esto, y…” leyó la Nota de Entrega. “Oh, en realidad es para ti”. La deslizó sobre la mesa hacia ella.
Pickle se animó. “¿Para mí? ¡Oh! ¿Qué es?” Abrió la cava y encontró un tesoro adentro. “Vaya, por las tetas de Atenas. ¡Es increíble!”. Destapó una botella agitable y la sostuvo en alto.
Héctor se inclinó hacia la cava haciendo una mueca. “¿Qué es eso?
“Es Jugo de Pepinillos Granizado. ¡Nunca se me hubiese ocurrido! ¡Es genial, toma, pruébalo!” Ella apuntó la pajita hacia él.
Levantó la mano. “Asco, no gracias, puedes quedarte con mi parte”.
En ese momento Pickle notó el color. “Ay, tengo un mal presentimiento”.
“¿Qué?”
“Es amarillo verdoso”.
“¿Y? Es colorante artificial, simplemente”.
“No, no, ve, el color está demasiado diluido y no concuerda con la acidez propia de un pepinillo”.
Héctor parecía divertido y resignado. “¿Cuál es la cantidad de ácido apropiado para el pepinillo?”
Ella se encogió de hombros con la mirada hacia un lado. “Uh, algo como un rico bosque verde, tú sabes, como pepinillo”.
Héctor no parecía impresionado, habló poniendo la lengua entre sus labios. “Uh-Uh. Como sea. ¿Vas a probarlo?”
El granizado estaba frío, la condensación cubría la botella. Tomo la pajita con sus labios y tomó un sorbo. “Si, está dulce. Eso no es bueno”.
“¿Cómo se supone que deba estar?”
Pickle puso cara de “¿Estás bromeando?”. “Ácido, por supuesto”.
Se lamió los labios saboreándolos. “Deja como un cierto sabor residual grato. Esta bebida no está hecha para los amantes del pepinillo”.
“¿Verdaderamente? Maldición, bótala entonces”. Trató de alcanzar la cava.
“¡Coño, no!” Se quejó apartándola.
Él se rio. “Bien, entonces ¿qué quieren?” Volteó la Nota de Entrega y leyó en voz alta. “Estimada Patricia Georgiou, sería un honor si tú y tu dueño probaran nuestro nuevo sabor granizado y estuviesen de acuerdo con un patrocinio nuestro. Hemos adjuntado los términos del contrato propuesto. Realmente nos gustaría trabajar con ustedes, por favor pónganse en contacto con nosotros si tienen alguna pregunta y haremos lo mejor que podamos para solucionar cualquier problema”.
Los ojos de Pickle se abrieron con asombro. “Quiere decir… Quiere decir que yo…”
Héctor le brindó una amplia sonrisa y asintió. “¡Que acabas de conseguir un patrocinador!”.
Pickle soltó una risa de alegría y luego la ahogó. Levantó un dedo. “No lo digas”.
Héctor se recostó en la pared y levantó los hombros con aire presumido. “Sólo iba a decir-“
“¡No lo digas!” Pickle tomó la cava apretándola con sus brazos y corrió hacia su cuarto.
“En serio, todo lo que iba a decir era-“
“¡No digas un carajo!” gritó a través de las habitaciones.
“¡Te lo dije!” gritó Héctor, sintiéndose pleno.
Cerró la puerta de un puntapié.
“Un ‘gracias Héctor’, sería agradable, sabes, ¡ya que te lo dije!” gritó.
Pickle contuvo su respuesta.
Podía oír sus pasos que venían hacia su puerta. Él habló a través de ella, su voz sonaba amortiguada. “¿Entonces vamos a rechazar el patrocinio?
“¿De repente tenemos mucho dinero? ¡Claro que no!” se burló ella. “Abre la puerta”
Héctor echó un vistazo al interior del cuarto. “Obviamente, estoy de acuerdo” dijo. “¿Entonces qué hacemos? No puedes endorsar un producto que no te gusta”.
“Fácil, voy a ir a sus oficinas a decirles qué es lo que tienen que arreglar. ¡Va a ser increíble!”
“Ay, ya lo siento por ellos”. Héctor hizo una mueca, cerró la puerta y se fue.
Pickle se subió a la cama y sostuvo el envoltorio de hielo color orina en sus brazos y tomó otro sorbo. Umm, no. Demasiado dulce. Y si, definitivamente iba a arreglar este producto.
CAÍDA TRES

Héctor sabía cuál sería el voto de ella, podía verlo en sus ojos brillando. Lo otro, era un paso mayor así que para comenzar, realmente no era tan emocional. En realidad no sabía cómo funcionaban los patrocinios, así que le hizo una pregunta a Tony y éste respondió enviándole unas instrucciones. Era bastante fácil, muy parecido a un contrato de cadena de bloques como cualquier otro. Lo revisó un par de veces con el guion del lenguaje simplificado de Tony y vio que era correcto. Ninguna cláusula escondida, ninguna trampa legal extraña que pudiera ver. Parecía que estos tipos en realidad querían este trato. Dijo “Joder”, tomó un trago de ouzo y lo aceptó.
Esperó un par de minutos por las confirmaciones y luego revisó las estadísticas de Pickle:


Mil euros más cada mes, añadidos así como así a su cuenta. Definitivamente podría trabajar con eso, especialmente con todos los gastos ocultos de poseer un equipo. Era una locura, pedían mierda en la que él ni siquiera había pensado. Logos, sitios web, servicios de streaming, gerentes de medios sociales y por contrato estaba obligado a proporcionárselos al torneo de Ciberpink. Los mirones necesitaban un ojo de cerradura para espiar, tú sabes. Tenías que hacerlo lo suficientemente grande y asequible en línea por medio de menús ordenados, desplegables en orden descendiente de lujuria. Afortunadamente, Tony siempre estaba dispuesto a arreglar todo para él. Se había hecho prácticamente indispensable. Héctor ni siquiera sabía dónde estaba alojado el sitio web del equipo, mucho menos trabajar en él. El hombre podía ser insufrible algunas veces, pero era un mago con las computadoras. Y se babeaba sobre el teclado desde que comenzó a estar todo el día alrededor de las atletas Ciberpink. Héctor decidió dejar que el hombre tuviera sus perversiones. Atrasaría algunos pagos por ahora, pero le pagaría su parte justa. Estaba haciendo cosas en las que Héctor ni siquiera había pensado. Había conectado noticias y automatizaciones que Héctor ni siquiera entendía. Todos los fanáticos lujuriosos serían notificados al segundo de la actualización en el patrocinio, pronto pondrían sus órdenes en línea. Las lenguas de los fanáticos en color pepinillo, era algo divertido de imaginar.
Héctor sacudió la cabeza. Ciertamente, un mundo raro para vivir.
Se levantó, miró por la ventana hacia la calle iluminada. La gente aún caminaba a pesar de que las tiendas estaban cerradas a esa hora. Por supuesto, el comercio no se detuvo sólo porque el programa de horario fijado por el gobierno había terminado. Héctor vio al vendedor de drogas usual en la esquina, un muchacho de apenas 17 años, y como era de esperarse, una joven conversando con él para conseguir un toque. Tenía el cabello corto, una buena figura y arrastraba un morral de viaje detrás de ella-
Cherry del coño.
Héctor corrió por las escaleras y salió de la tienda, cruzó la calle y de manera casual dijo, “Hola, Mike”.
“Hola Sr. Troy, ¿Qué pasa?” dijo el joven confundido, mirando alrededor. Ambos sabían que Héctor no era su cliente usual.
“Oh, todo está bien. Oye Cherry, no te había notado”. Héctor se recostó del poste de luz.
Cherry frunció el ceño. “Si viniste hasta aquí a detenerme-“
Héctor levantó una mano, “En realidad déjame detenerte ahí mismo. La verdad, no me importa, pero sí sé que este joven empresario le vende una mercancía de mierda a la gente que es nueva en el vecindario”. Lentamente se volvió hacia Mike para verlo.
Estaba aterrado. “Sr. Troy, yo nunca, honestamente”. Le arrebató el pucho de cocaína de la mano a Cherry y se lo cambió por otro. Volviéndose hacia ella le dijo, “la próxima vez déjame saber que conoces al Sr. Troy, ¿estamos amor?”
Cherry cruzó los brazos y miró hacia un lado. “Cómo sea”.
“¿Estamos listos? Ven al piso de arriba, Patty te ha estado esperando todo el día, estaba preocupada por ti”.
Cherry lo siguió un par de pasos y se detuvo en el pavimento. “¿Qué vas a hacer, darme un sermón? “¿Quitármelo?”
Héctor se volvió hacia ella y puso su mano en alto. “¿Tú tienes, qué, veintidós años? Quiere decir que eres una adulta y no, para ser honesto, preferiría que no uses drogas en mi casa, pero si la alternativa es que te la pases en la calle, drogada en cualquier callejón, entonces sin lugar a dudas, entra. Patty ha estado yendo de aquí para allá todo el día, me está volviendo loco”.
Comenzó a caminar y Cherry permaneció sin moverse.
“Voy a entrar, la puerta está abierta para cuando decidas qué hacer”, dijo Héctor en voz alta mientras se alejaba.
Después de un puchero audible, escuchó el morral que se deslizaba por la calle hacia él.
CAÍDA CUATRO

“¡Cherry!” Exclamó Pickle y la abrazó. No, la abrazó muy fuertemente.
“Hola, ya estoy aquí. Hurra”, dijo con una sonrisa forzada.
“¡Por fin!, estaba preocupada porque nunca respondiste los correos. No importa, déjame mostrarte el lugar. Esta es la casa, y esta es…”
Pickle continuó hablando y hablando acerca del lugar, como si estuviese atolondrada. Cherry no quería arruinar su estado de ánimo, pero no sentía lo mismo. Seguro, confiaba en su amiga, y de alguna forma estaba segura que no era ningún tipo de trampa, pero ya había sido maltratada demasiadas veces. No podía evitar que esperara a que cayera el otro zapato.
“Esta es la cocina, prácticamente es el salón de reuniones. Este es el ouzo de Héctor, hay una provisión suficiente si es que puedes beberlo. Este estante es mi despensa de pepinillos, puedes tomar cuantos quieras”. Ella tomó una jarra completa de pepinillos.
“Vaya, gracias…” Cherry se rio.
“Y ese es nuestra habitación, dormiremos juntas esta noche y lo primero que haremos mañana es conseguirte una cama, ¿Te parece?”
Cherry se encogió de hombros y dejó que le cargara el morral que estaba en la esquina. Pickle estaba como atolondrada, señalando cosas a la izquierda y a la derecha. “Este es el baño, podemos usar el de arriba. Héctor lo dejó para nosotras. Este es el cuarto de los trastes, nunca toques nada de allí, de todas maneras, son sólo cajas llenas de polvo. Esta es la habitación de Héctor, ahora vamos abajo”. Tres escalones antes de llegar al piso, se sentó y el resto lo susurró. “Este es el mejor sitio para espiar a Héctor mientras trabaja sin molestarlo. Es una vista agradable mientras uno se come una botana”. Pickle mordió un pepinillo y se puso a mirar.
Héctor estaba sin camisa, sudando frente a la fragua. Era de alta tecnología construida para trabajos de precisión que incluso podía hacer piezas para naves espaciales, pero sin embargo despedía un calor del carajo. Una chimenea de meta material a base de grafeno enviaba el calor hacia afuera Estaba construyendo partes para sus armaduras, en cierto momento hacía un trabajo pesado golpeando sobre metal con martillos y vertiendo aleaciones derretidas en moldes y al momento siguiente hacía un delicado trabajo de costura mezclando los materiales blandos y fuertes en una perfecta amalgama.
Cherry también observaba y distraídamente aceptó un pepinillo de la jarra y lo masticó. Héctor se parecía a Hefesto trabajando en su fragua. Pero en vez del pequeño, voluminoso jefe del Olimpo, éste era alto, delgado, con músculos hechos para el trabajo, en nada parecido al típico físico culturista hinchado. Las muchachas observaban los músculos que se distendían y contraían, dirigiendo cada golpe del martillo hacia el sitio preciso al que apuntaba. Cherry podía ver que no había correcciones ni golpes errados., ningún gasto de material. Era como ver a un pintor usar la brocha en el lugar y ángulo preciso para completar una obra maestra. Un pintor con un martillo y músculos relucientes, delgado, y cabello oscuro con una barba corta y el pecho peludo que terminaba en una línea de pelo más oscuro en su bajo estómago y que seguía dentro de su pantalón… después de un largo momento, susurró, “Iba a burlarme de ti por completo en un principio, pero definitivamente puedo ver lo atractivo que esto resulta”.
Ambas masticaron más pepinillos disfrutando de la vista en silencio.
“Se me olvidó buscar toallas sanitarias, ¿puedes compartir algunas?” Dijo Cherry mientras se quitaba la ropa en el cuarto.
Pickle sonrió y señaló el closet. “Abre ese”.
Cherry lo hizo y en cuanto lo abrió una pila de toallas y tampones de todas clases de productos para el período cayeron al piso alrededor de sus pies. Ella gritó, “¿Qué? Oh, tú lo planeaste, ¿No? Ja. Muy cómico, que madura eres. ¿Qué significa todo esto?” Recogió una caja de la pila.
Pickle se puso un pijama cómodo y se abrazó las piernas cerca de Cherry. Héctor no sabía que comprarme, así que compró dos de cada una.
Cherry comentó. “¡Oh, eso es adorable!”
Pickle se rio entre dientes y trajo otra almohada.
“Entonces… ustedes dos… ¿sabes? ¿Han hecho algo?” preguntó Cherry, mientras iba hacia el baño.
“¿Hacer qué?”
Cherry se detuvo e hizo una imitación con el dedo en el hueco metiéndolo y sacándolo.
Los ojos de Pickle se abrieron más. “¡No! Uh Uhm, no”
Cherry volteó la cabeza hacia un lado “¿De verdad? Yo hubiera pensado otra cosa”.
“¡No!” chilló Pickle. “¿Por qué lo haría?” protestó con una voz en un tono alto.
Cherry entrecerró los ojos “Así… No te importa que yo…” Movió su dedo alrededor señalándose lugares.
“Todo tuyo”. Pickle negó con la cabeza vigorosamente.
Al regresar del baño, Cherry encontró a Pickle que sostenía su bolsa de droga. Tenía el ceño completamente fruncido. Cherry intentó restarle importancia. “Yo… uh, no la quería. No sé en qué estaba pensando, en verdad. Estaba afuera, lista para venir para acá y entré en pánico”.
Entraste en pánico y ¿fuiste a comprar drogas?” Dijo Pickle, suspirando suavemente.
“Si. Creía que iba a estar en la misma situación con un dueño diferente. Era un acto final de desafío ¿sabes?”
“No, realmente no”, dijo Pickle simplemente poniendo la bolsa de droga de regreso en el tocador.
“Ahora que lo dije en voz alta me parece estúpido a mí también. Debí haber confiado en ti. Dijiste que aquí era grandioso y yo quería creerlo. Todavía lo creo… Es sólo qué…” Cherry se sentó en la cama y se cubrió la cara.
Pickle la abrazó. “Lo sé Carolina, lo sé”.
Sintiéndose segura y amada por primera vez en años, en los brazos de una figura materna, Cherry soltó las lágrimas y sollozó en silencio. Pickle la sostuvo acariciándole el cabello con los dedos, tarareando suavemente. La besó en la frente. “Ahora estás a salvo, no dejaré que te pase nada”.
Cherry soltó todo lo que tenía por dentro, llorando a chorros
Poco después, subieron a la cama. Una atolondrada Pickle la abrazó bien fuerte, “Soy la gran acariciadora”.
“¿Por qué tienes que ser la gran acariciadora?” Se quejó Cherry sin que lo dijera en serio.
“Porque soy más vieja”, dijo Pickle de manera casual.
Cherry se retorció. “Ay chica, tu exoesqueleto se está clavando en mi espalda. Es una tortura”.
“Cuando tengas tu propia cama te liberarás de esta tortura. Ahora cállate y deja que te acaricie”.
CAÍDA CINCO

A la Mañana siguiente, encontraron a Héctor y su mascota en la cocina. Pickle le mostró a Cherry dónde estaba el café. Era un día agradable y soleado y el cielo de Atenas tuvo un raro momento en que se veía claro. La leve brisa que entraba por la ventana abierta hacía el día aún mejor.
“Buenos días”, dijo Héctor leyendo las noticias en su veil.
Cherry parecía apenada. “Buenos días, Señor Troy”.
Él respondió “Sólo Héctor está bien”. Sorbió un poco del café turco caliente. El aroma era sorprendente. “¿Qué vas a desayunar? Pickle puede ayudarte”.

“Lo está haciendo, gracias…” Miró hacia abajo, se frotó el codo. “Héctor”. Añadió dudando.
Héctor volteó los ojos. “En serio, ¡relájate ya! ¿Fuiste una tonta ayer? Sí, lo fuiste ¿Ya todo el mundo, incluyendo Armadillo lo superó? Sí, lo hicimos. Acariciaba la cabeza de Armadillo mientras lo decía. “Siéntete como en tu casa. Oh, esto me recuerda algo”.
Él envió un comando de transacción a través del veil. “Aquí tienes tu mesada, 500 euros, más 200 para que compres la cama adicional. Pickle, ¿te encargarás de eso? No voy a poder estar con ustedes hoy”.
“¡Por supuesto!” Pickle sonrió “¡Hora de comprar! Ya sé que sólo es una cama, sin embargo…” chilló en silencio. Cherry quedó boquiabierta, tardó bastante tiempo hasta que finalmente la cerró. “Perdóname, ¿mesada?
Pickle la agarró y la hizo girar en redondo, después le susurró en el oído, “Sí, tenemos mesada, ahora cállate”.
Cherry todavía estaba atónita. “Lo siento, quieres decir una mesada, ¿así como así?”. Preguntó, moviendo su mano e ignorando los susurros de Pickle.
Héctor se encogió de hombros. “Para cosas de mujeres, ¿bebidas, ropa, maquillaje? No lo sé, sólo soy un hombre. “¿Por qué me estás preguntando?” Hizo saber que la cuestión estaba perfectamente aclarada al darles la espalda. Si hubiese tenido un periódico tradicional en sus manos lo habría agitado y enderezado las páginas. Así era como se veía.
Pickle la haló por el brazo pero Cherry seguía con el asunto.
“Me estás dando efectivo para gastarlo, sin pedirme nada a cambio”.
Héctor frunció el ceño. “Espero que entrenes y formes un equipo con Pickle y que luego jueguen Jugger. ¿Es mucho pedir?
Pickle continuó halándola y esta vez, Cherry se sacudió el brazo con disgusto. “No, lo que quiero decir es que ¿no quieres nada por ello de antemano? Generalmente tengo que mamar-“
“Bla, bla, bla,” Pickle la interrumpió y le tapó la boca. Después cambió de manos y le metió una tostada con mantequilla en la boca. “El desayuno es la comida más importante del día, especialmente para jóvenes como tú. Mastica”.
“Mmm, gha, ufm,”, dijo Cherry con la boca llena mirando a su amiga con rabia.
“Estoy tan contenta que te haya gustado mi tostada”, dijo Pickle con satisfacción. “Vamos a comernos el resto en la habitación para ver como meteremos el mobiliario allí. ¿Está bien? Increíblesoso”. Arrastró a la joven por el brazo hasta el cuarto.
“¿Estás loca?” Susurró Pickle después que cerrara la puerta. Cherry miró alrededor. “Me imagino que sí. Yo sólo… no pude registrarlo en mi cerebro. Le miró la sien, con los ojos bien abiertos.
“Sí, ya me di cuenta”. Pickle asintió con furia.
“¿Él es así en realidad? Cherry apuntó su pulgar en la dirección donde estaba.
“¡Sí!” Chilló Pickle con una sonrisa forzada. “Y vamos a mantenerlo así, ¿está bien?
Cherry suspiró con fuerza y se sentó en la cama. “Lo siento, estoy jodiéndolo todo, ¿No, es verdad?
“Está bien”. Pickle abrió el closet y sacó un top y unos shorts casuales. “Ahora, vámonos de compra ¿Sí?”
Cherry se animó. “¡Yo podría usar ropa nueva! ¿Qué tienes?”
“Nada, todo lo he gastado en pepinillos”.
“¡No puede ser!” Se burló Cherry. “No es cierto”, dijo con una sonrisa maliciosa.
“Lo sé, soy terrible”, dijo sobándose el estómago. “No puedo evitarlo”. Se inclinó y susurró, “Si pudiera retroceder en el tiempo… lo haría de nuevo exactamente igual”.
CAÍDA SEIS

Héctor trabajó duro toda mañana y estaba satisfecho con su progreso para cumplir con los pedidos. No era mucho, uno era una modificación, el dueño del chaleco había ganado algunos kilos. El otro era la típica protección del pecho de un guardaespaldas. El mínimo que el seguro cubriría. Héctor esperaba que el pobre hombre no se metiera en un problema serio y la tercera orden, que aún estaba por hacerse era una de sus armaduras que eran un grito de la moda.
Había notado que estaban teniendo mucha demanda en el mercado. Lo anotó en su siempre creciente lista de cosas que estaban por hacerse, tomó café y regresó al trabajo.
A medida que sus manos hacían su trabajo, su mente divagaba. Ahora vivía con dos mujeres bajo el mismo techo. Imagínatelo. Sus pensamientos se dirigieron hacia los eventos recientes. Esta era una vida loca. Había presenciado de primera mano, simple abuso, abuso sexual, y asesinato en el transcurso de un par de semanas. No era ingenuo, sabía que estas cosas estaban pasando, pero verlo comercializado de esa forma… no era correcto.
Dionisio había creado toda una industria que explotaba gente por entretenimiento. No podía evitar pensar en los gladiadores romanos cuando pensaba en el torneo Ciberpink, esclavas que sangraban para el placer momentáneo de las masas. Extrajo un documental de su veil y lo oía medio distraído mientras trabajaba. El documental mostraba que los gladiadores participaban para ganar, lograr patrocinadores, ventas de aceite de oliva y otros fabricantes locales, disfrutando de una fama efímera antes de sufrir una muerte innecesaria en el ruedo, deseando esa libertad fugaz incluso en el momento final.
Dio un bufido. Esto era exactamente igual. Reemplaza un combate de gladiadores con jugger, hombres con mujeres fornidas y sangre roja con sangre rosada. Haz todo eso y tienes un torneo Ciberpink.
Nada cambia.
CAÍDA SIETE

Héctor oyó un grito penetrante. Soltó sus herramientas, tomó un martillo y corrió escaleras arriba, subiendo los escalones de dos en dos. Una vez que hubo llegado escuchó un gruñido de hombre y encontró a una muy confundida Cherry con sólo una toalla de baño y chorreando agua, encogida de miedo apartándose de Tony
“¡Coño, es bien rápida! No vi venir el golpe” Tony hizo una mueca de dolor, agarrándose las bolas.
Héctor se relajó y puso el martillo a un lado.
“¡Él – él se irrumpió aquí!” Tartamudeó Cherry apuntando hacia el bastante pesado nerd.
“Sí… lo siento. En realidad es un amigo mío y no, no diría que es inofensivo, así que mantente en guardia con él. Tony, saluda a la encantadora señorita”. Héctor abrió sus manos en un gesto típico de quien presenta a una persona con otra. Cherry en verdad estaba echando humo. Joven, con tetas muy jugosas y erectas que una simple toalla no podía mantener, largas piernas, una cara linda y un gran culo. Héctor en verdad ya había visto todo el paquete en ese juego loco de pelota de todos contra uno en Pinups’. Sí, Cherry era sexy, eso no se podía negar. Podía entender la lujuria de Tony, pero la verdad es que un hombre debería saber controlarse.
“Hola Cherry, por supuesto sé todo sobre ti” dijo Tony como un roedor. “Medidas, pasatiempos, incluso la marca de nacimiento en tu muslo que parecen un par de cerezas”.
“¿Qué?” exclamó cubriéndose.
“Sí, puede que no quieras tener que ver con eso en el futuro”. Héctor hizo una mueca y se llevó al lujurioso hasta la cocina. “Anda y vístete Cherry. Estaremos en la cocina”.
Cherry se vistió y Tony se mordió el labio. “Coño hombre, ella está aún más buena en persona, perdí el control, no podía pensar”.
“Sí, sí, yo sé adónde se te fue la sangre”. Héctor lo empujó hacia la silla y vertió ouzo para ambos. “Mira, este es un problema real de recursos humanos. Si vamos a hacer esto aquí con las Pies, tienes que mantenerte en control. No puedo tolerar tu lujuria ante cada teta que aparezca en la vecindad”.
Tony tomó un pase y se puso en control de sí mismo enderezando su espalda. “Puedo manejarlo”. Dijo, y se tomó todo el vaso de ouzo de un solo trago.
Héctor parpadeó ante eso. “Bi-en… Ahora, de vuelta al trabajo. ¿Qué tienes para mí? Para Cherry, básicamente”.
Justo en ese momento, ella apareció, secándose el corto pelo con una toalla pero vestida con pantalones deportivos. Héctor reconoció que los pantalones sueltos eran una opción inteligente de su parte “¿Qué pasa conmigo?”
“Como decía, Tony es un hacker. Por el momento no necesitaremos ese tipo de servicio, pero aún necesito cosas como presencia en línea, transmisión a través del internet (streaming), descubrimiento y todo eso. Le pedí que se encargue de toda nuestra presencia en línea, a él le encanta esa mierda, ya es un gran fanático de Ciberpink y confío en él. Al menos con mis bits y bites”.
Cherry volteó hacia él y le tendió la mano. “Lo siento, me sorprendiste antes. Soy Caroline, pero los fans me llaman Cherry.
Tony le estrechó la mano, obviamente encantado por tocarla. “Lo sé, yo, Hacker”.
Cherry asintió, “Lacónico, muy bien”. Se sentó lejos de Tony.
“En verdad no, tiene un problema que hace que se muerda la lengua cuando está frente a damas bonitas. De cualquier forma, comienza ahora, hombre. Dinos que tienes planeado para nosotros”. Héctor movió su mano para indicarle que continuara.
Tony cambió de actitud por completo. “Sí, entonces ya tengo el sitio Pie listo, están todos inscritos en el torneo, sin la lista de participación, por supuesto. Los mensajes están configurados y listos para aceptar el dinero. Incluso añadí una encriptación persona a persona para evitar que algún tracalero como yo se conecte sin pagar”.
“Si, si, suena increíble. ¿Qué más?”
“Bien, los anuncios están automatizados, todo el mundo conoce a Cherry y la están revisando”, dijo Tony mientras la miraba
Cherry se movió inquieta en donde estaba.
“Es muy popular entre los chicos. Estaremos mercadeando y funcionando ya. Eso es todo después que las Pie pasen las pruebas de calificación, por supuesto”.
“Por supuesto”, asintió Héctor. “¿Migraste sus medios sociales?”
“Todo está programado. Hice un macro y sólo necesito tu confirmación como dueño”. Tony sacó una orden de comando en su veil y lo volteó hacia Héctor.
Echándole una mirada sólo quedaba esperar por una pregunta estilo retro de ¿SI/NO? Héctor se arrugó de hombros y respondió ‘SI’
Tony se hizo cargo e introdujo la orden de comando mientras observaba el texto moverse “Sí, ya lo está haciendo, tiene cada bit de datos de Cherry. Ahora está en nuestros servidores”.
Héctor levantó su ouzo y le dijo a Cherry, “Tenemos servidores, ves, tan profesional”. Sonrió y tomó un trago.
Cherry entrecerró los ojos, negó con la cabeza y le dijo, “Sí, lo sé, yo sé de computadores”.
“Está bien. Lo siento, sólo entiendo apenas una quinta parte de las palabras que Tony usa”. Héctor golpeó la mesa. “Bien, hemos terminado, Tony, vete a tu casa del coño para que no tenga que preocuparme más por ti. Cherry, tómate el resto del día e instálate, “mi casa es su casa” y necesito ir a comprar más chicas para que en realidad tengamos un equipo.
CAÍDA OCHO

“¿Es en serio?” Preguntó Pickle moviendo la cabeza hacia un lado. Él la había llamado para hablar de negocios.
“¡Por última vez, sí! Ya vamos por la mitad hasta ahora, igual podemos meternos de lleno” Héctor hizo un gesto como el que usan los jugadores en la mesa de juego, para meter todas sus fichas.
Pickle se inclinó hacia atrás. “Bien, es obvio que necesitamos contratar tres chicas más”.
“De acuerdo”. Asintió Héctor.
Hubo una larga pausa. “¿Entonces? ¿Cuáles?” preguntó Pickle, impaciente.
Héctor se encogió de hombros. “¡No sé! Es tu decisión, confío en tu buen juicio”.
“Ese es el problema, ése es el trabajo del dueño. Sabes, tonteando por ahí, bebiendo, negociando chicas como si fuesen barajitas coleccionables. Es un club de muchachos”.

“Está bien. Decide con cuales chicas hay que ponerse en contacto y yo iré a… tontear o lo que sea”.
Pickle comenzó. “¿En realidad me dejaría decidir?”
Héctor se rio y tomó un trago de ouzo. “Pickle, no sé nada de este deporte. Te hiciste cargo de un equipo de gente rara en sitios ilícitos y les pateaste el culo a todos los demás. Hasta yo pude decir que era un juego increíble de parte tuya. Así que, sí, ¿por qué es tan difícil de creer que te ponga a cargo del equipo?
Pickle se animó “Uh, es sólo que… no lo esperaba, eso es todo”.
“Pickle, Pickly-Pickle. Tú eres la herramienta perfecta para el trabajo. Sólo un idiota se rehusaría a darte un buen uso”. Él cortó el aire con su mano. “En serio, suficiente de esta discusión. Está acordado. Ahora, ¿Cuáles podemos conseguir? La únicas que conozco son las de los afiches y supongo, las de la reserva de Hondros”.
Pickle chasqueó la lengua. “Sí, no, las de los afiches apestan. No sólo porque odio el sitio, objetivamente apesta. Son sólo atractivas a la vista, a menos que quieras una mamada. En eso son sobresalientes”.
“Está bien, ninguna chica de los afiches, estoy de acuerdo. “¿Quién más? Las chicas de Hondros?
“Quizás, pero son caras y financieramente no estamos a ese nivel”.
“No, definitivamente no. Pero no hace ningún daño el preguntarle”.
Pickle asintió, “seguro, él definitivamente tiene conexiones”.
CAÍDA NUEVE

“¡Me llamó una herramienta!” dijo Pickle, estaba encantada. Iba en el asiento del pasajero y se había volteado para hablar con Cherry. Héctor había vuelto a entrar para recoger algo que había olvidado.
“¿No es usualmente una mala forma de llamar a alguien? Cherry frunció el ceño.
“¡No en este contexto!” Replicó Pickle.
Cherry resopló. “Seguro, lo que sea, amiga”.
Héctor regresó, abrió la puerta y encendió el carro.
Cherry tamborileó en el asiento e hizo resaltar sus labios. “Oye, ¿Podemos detenernos a comer helado?
Héctor suspiró. “Está bien. Me voy a detener en el períptero por cinco minutos. No hay que pensarlo demasiado, simplemente cojan uno y cómanselo. No hagan un desastre en el carro.
Cherry le susurró a Pickle “Tan mandón”, pero lo dijo muy alto dentro de la camioneta.
“Puedo oírte, lo sabes”´
“Lo sé, jefe”.
Héctor masculló algunas groserías en griego y arrancó.
Héctor irrumpió en el restaurant Laimargia. Era lujoso, lo sabías por el tipo de carros estacionados afuera y el estirado camarero con un traje como un pingüino en la entrada. Héctor se sintió como un tipo rudo entrando sin invitación, escoltado por dos damas como ellas, y tuvo que admitir que era algo a lo que se podía acostumbrar.
El jefe de mesoneros trató de detenerlo. Héctor levantó la palma de la mando. “Vuélate pingüino. Casi me dispararon aquí y no formulé cargos, así que a menos que quieras el número de mi abogado para una maldita conversación larga, vete a la mierda”.
“Ah, sí, el incidente”, dijo el mesonero retirándose.
Odiaba este lugar. Estaba lleno de gente rica, gordos y flacos, comiendo hasta reventar y luego deshaciéndolo en el baño. Eso era exceso, glotonería y era malditamente asqueroso.
Héctor caminó hasta la mesa usual de Hondros y negó con la cabeza.
“¿En verdad? ¿La misma mesa el mismo sitio? Ni siquiera lo haces difícil para quienes tratan de matarte”.
El gordo estaba destrozando una tonelada de mierda de camarones. A su lado estaba Mamacita y se veía horrible, tenía bolsas negras bajo los ojos y hasta Héctor podía notar que hoy no había logrado acertar con el maquillaje. “Héctor, mi muchacho, ven, siéntate con nosotros. Come algo. Y trajiste tu equipo contigo, hermoso”. Le hizo un gesto con la mano a los mesoneros para que acomodaran a las damas, lo que hicieron en un dos por tres.
Al sentarse, Héctor se volvió hacia Mamacita “Hola. ¿Todo bien?”
Ella inhaló y sonrió. “Sí, por supuesto Héctor, es bueno verte. Estaba distraída leyendo algo en el veil”.
“Qué bueno oírlo” Héctor se volvió hacia Hondros y se dirigió a él por su nombre. “Yianni, necesito atletas”.
El enorme hombre se animó y su papada se agitó. “¡Por supuesto!, ¿Cuáles? Tengo un catálogo, déjame enviártelo”.
Héctor levantó la mano. “Estoy seguro que todas son adorables, pero también estoy seguro que no puedo pagar ninguna de ellas. Vine a ti porque tú eres el único dueño que conozco con tantos contactos. Sólo quiero que me pongas en el camino correcto. ¿Cómo darme el número de alguien? Quizás un aval tuyo si crees que sea posible. Tú sabes, ¿Después de salvar tu miserable vida?”
“Héctor, Héctor… ¡Por supuesto que puedo ayudarte! Sí, mis chicas están algo fuera de tu alcance, estamos de acuerdo. Pero conozco un par que podrían trabajar para ti. ¿Qué posiciones deseas llenar?” Le echó una mirada a las Pies.
“La Qwik está tomado”, dijo Cherry dándole una dura mirada.
“¡Por supuesto que sí! Y asumo que una ejecutora también, así que necesitas al menos dos más y una Cadena”. Dijo Hondros, revisando sus archivos en su veil. Sus dedos pegajosos no habrían funcionado en una pantalla de contacto y regó jugo de camarones y cosas pegajosas por todas partes mientras gesticulaba.
“Una ejecutora, una Cadena” Corrigió Pickle. Ya tenemos una tercera”.
Héctor la interrogó con la mirada y ella asintió con una mirada garantizándole que se lo diría más tarde.
“¡Bien, bien!” “Entonces, ¿Estas dos serían apropiadas?” Le preguntó a Héctor, enviándole los archivos. Héctor asintió. “Envíaselos a Pickle, ella revisará sus estadísticas”
Hondros le entrecerró los ojos y sonrió. “Cómo gustes, amigo mío…” Y envió los archivos a través del veil.
Ciertamente, ya Pickle estaba revisando los archivos de las atletas mascullando para sí misma.
“Gracias Yianni. ¿Y quién es el dueño?” Dijo Héctor levantándose. No podía esperar para salir de ese asqueroso lugar.
“Oh, yo manejaré el contrato, si no te importa. Recibiré mi comisión justa y todo el mundo estará feliz”.
“Correcto”, bufó Héctor. Las chicas también se levantaron. “Fue bueno verte, Mamacita. Yianni, mi última oferta por ella aún está en pie, si es lo que ella quiere”.
Hondros soltó una risotada. ” ¿Nueve miserables mil?”
“Sip”, dijo Héctor con una actitud como si estuviera ofreciendo millones.
“Mi respuesta es la misma, querido amigo”. Se rehusó educadamente, con su papada saltando a la izquierda y a la derecha cuando negaba con la cabeza.
CAÍDA DIEZ

“Recuérdame otra vez por qué no hice esto por teléfono”, mientras viajaban de regreso a casa.
“Porque”, dijo Pickle desde el asiento del pasajero,
“necesitas comenzar a mostrarte. La mitad de los negocios se hacen simplemente porque alguien conoce a alguien”.
“Muy bien, lo entiendo. Sólo que odio ese lugar. Me provoca vomitar”, hizo un gesto, haciendo una mueca.
“Ese es el punto, ¿no?” Cherry se rio desde el asiento de atrás.
“Uf… voy a vomitar, dejemos de hablar de eso”, dijo Héctor, cruzando a la derecha. “Pickle, ¿Qué tal? ¿Son buenas?”
Sacudió la cabeza a la izquierda y a la derecha, cortando las palabras “Uh… sí… Por ahora ¿supongo?”
“Muéstrame” Sacó las estadísticas.




“El poderoso martillo y las bolas de Nefesto. Pickle, hasta yo puedo decir que estas dos están por debajo del promedio”, exclamó Héctor, cambiando de dirección para mantenerse enfocado en el camino.
“Las puedo… martillar hasta que estén en forma”, dudó Pickle.
“Increíble uso del juego de palabras, Pickle. Tus bromas mejoran cada día”, hizo notar Cherry con poca ayuda desde el asiento trasero.
“No, no, apestan. Encontraremos alguien más”, dijo Héctor negando con la cabeza.
“¿Qué pasa si no podemos encontrarlas a tiempo?” dijo Cherry.
Pickle aspiró aire a través de sus dientes. Lo pensó por un momento. “Bien, si no podemos encontrar a más nadie estoy segura que puedo entrenarlas para que mantengan su posición”, finalmente asintió.
“¿Estás segura?” preguntó Héctor, ignorándola
“Sí”, dijo Pickle, con confianza, la quijada levantada.
“Muy bien, si dices que puedes, estoy contigo”. Dijo Héctor.
Pickle se volvió hacia Cherry. “Esto quiere decir que vamos a tener que echarnos a cuesta todo el equipo, tú, yo y Bobo.
Cherry bufó de una manera muy poco femenina. “¿Qué más hay de nuevo?”
Héctor miró a través del espejo. Cherry se veía muy emocionada, sonriendo y prácticamente rebosante con energía. “Me encanta la actitud positiva, pero en serio “¿Quién es Bobo?”
Pickle se golpeó la frente. “Oh, cierto, he estado tratando de informarte. Tengo una atleta en mente, pienso que ella será perfecta para nosotros”.
“Si así lo crees, “¿Cuándo podemos verla?”
“Uh… Hay un partido mañana en la tarde. ¿Podemos ir a verla?” Dijo Pickle revisando su veil.
Héctor asintió, con los ojos en el camino. “Seguro, resérvanos dos entradas. Ahora, acerca de que entremos oficialmente en el Torneo Ciberpink ¿Cuánto tiempo tenemos?”
“¿Hasta los partidos para calificar? Cuatro semanas”, dijo Pickle y él pudo notar que ya estaba sintiendo el peso de la responsabilidad.
CAÍDA ONCE

Héctor se pasó toda la mañana en el teléfono. Era nuevo en este negocio, y en realidad no logró contactar a nadie. Lo mantenían en espera por horas, la estúpida sosa música perforándole el cráneo. Incluso peor, algunos dueños usaban mensajes grabados que eran incluso más estúpidos que un estúpido hablando a través una lata atada a una cuerda.
Después de una hora queriendo arrancarse el cabello, admitió la derrota.
“Ni siquiera puedo tener una conversación con estos tipos, mucho menos discutir un negocio, se dijo a sí mismo, sujetándose la cabeza. Su escritorio era un desorden de notas, nombres y números de teléfonos, tanto en papel como en el veil. No conocía a esa gente y a los que sí conocía no eran un buen indicio de cómo eran los otros en realidad.
Admitió que necesitaba hablar más en el salón de propietarios. Ir a fiestas. Hablar con gente.
Bah.
Llamó a Hondros. ”Si, mi amigo” dijo el gordo bastardo cuándo atendió el teléfono. Héctor suspiró. No escoges a tus amigos, en realidad no. “Yo, Uh… necesito las dos chicas que mencionaste”
“¿En verdad? ¡Excelente! Te enviaré los contratos inmediatamente. Sus dueños me dijeron que las tenían listas para que salieran, pero definitivamente no esta noche…” se calló, la insinuación saliendo de su gorda lengua.
“Sí, no hay problema, las necesitamos para pasado mañana, para comenzar el entrenamiento. ¿Es posible?” dijo Héctor mientras seguía con los ojos a los que caminaban por la calle.
“Para ti, Héctor ¡todo es posible!” dijo Hondros alegremente, “Ahora, hay algunas cláusulas y espero que me las devuelvas en la misma condición prístina como te las estoy enviando. ¿Está bien?”
“Si, como sea. Ambos sabemos que no puedo escoger. Haz el negocio y que las lleven a HPP mañana en la noche para que puedan descansar. Pickle quiere comenzar a entrenarlas temprano”,
“Interesante… Bien, tan pronto firmes el contrato, ¡tenemos un trato!” Dijo Hondros.
Héctor sintió un sabor amargo en la boca, como si alguien de repente le hubiese dado unas gotas de jugo de pepinillos. “Si, Yianny. Gracias por la rápida preparación para el envío”.
Daba resultados el ser educado en los tratos de negocios. Una lección que había aprendido antes. Incluso si habías dicho algunas cosas sucias de antemano, cuando te sientas en la mesa de negocios aprendes a poner todo eso de lado.
Como un gato. Empuja todo lo que hay en la mesa y déjalos que caigan en pedazos. Se rio de su propio chiste estúpido. Dioses, estaba cansado.
CAÍDA DOCE

Pickle tragó una vez y caminó hasta él.
Héctor suspiró y dejó caer sus bocetos de armaduras en la mesa. “¿Qué pasa? Tienes ese ceño fruncido sólo cuando las cosas están mal”.
No perdió el tiempo “Necesitamos más dinero”.
“Por supuesto que sí. Siempre necesitamos más dinero”. Se relajó y se recostó en la silla.
“Si, pero hay una forma de que podamos hacer algún dinero”.
“Eso está bien, ¿No es así? Se inclinó hacia adelante e hizo un gesto de “continúa” con su mano. “Vamos a oírlo”.
Pickle golpeó el aire y le mostró un estandarte acerca de un partido de jugger. El equipo que le presentó era más tonto que el suyo: Las Torpes.
Ahogó un resoplido. “Está bien. ¿Qué hay con ellas?”
“Puedes prestarme a mí y a Cherry para un partido. No será mucho, pero será una inyección de efectivo, sin mencionar que ambas descargaremos algo de presión”.
“Seguro, ¿Cómo sabes que necesitan jugadoras?”
“Conozco algunas de las chicas, nos encontramos hace algunos días y nos mantuvimos en contacto. Las Torpes son un equipo chistoso, una marca. Aunque hacen bastante dinero. Ellas son más bien agradables, tan agradable como se puede ser en este negocio. Son buenas personas, pero no son buenas atletas y tienen autognosia (autoconocimiento)”.
Héctor miró mejor al poster digital y al sitio web de las Torpes. “Conócete a ti misma”, él asintió.
“Se lo mencioné de manera casual y todas se emocionaron. Es decir, al prospecto de finalmente ganar un partido con nuestra ayuda”.
Héctor cerró el sitio web y regresó a sus bocetos. “Está bien”.
Pickle hizo una pausa de un segundo “¿Qué, así simplemente?”
“Seguro, háganlo. Prepárenlo. Hagan todos los arreglos. ¿De qué manera más clara puedo decir qué estoy de acuerdo?”

“Pero no puedo prepararlo. Tienes que llamarlos”.
Héctor suspiró y levantó la vista de sus bosquejos de armaduras. “¿Pickle?”
“¿Si?”
“¿Las otras chicas no tienen asistentes?”
“Por supuesto que sí”.
“Entonces coge el teléfono, diles que tú eres mi asistente y reserva el maldito cupo”.
“Pero – pero, podría arruinarlo”.
Héctor alzó los ojos y levantó los bosquejos de nuevo. “Ambos sabemos que eso no es probable”.
CAÍDA TRECE

En el gynaeconitis, justo antes del partido, Cherry y Pickle se alistaban para jugar. Héctor estaba recostado contra la pared mirando hacia otro lado, siendo discreto. A Cherry no le importaría si llamaba su atención, aunque sólo fuese un poco. “¿Ves? Te dije que podías con el negocio”, le dijo a Pickle.
“Si… y logré un buen precio también. Sólo un día de pago, pero nada de que burlarse”, dijo Pickle poniéndose la camiseta.

“Ha, no soy quien se va a burlar del dinero que entre. Sólo que no se excedan hoy, no quiero que salgan heridas”, dijo.
“Ven, ayúdame a uniformarme”, dijo Pickle muy erguida.
“Seguro”. Héctor fue hasta ella y tomó las partes de la armadura.
Cherry se avispó a la vista de eso. “¿Qué es esto?”
Pickle habló con un tono muy alto para que Cherry le creyera de verdad. “Oh, no es nada. Héctor me pone la armadura antes de cada partido” Ella hizo un gesto como sin darle importancia, riéndose para terminar con eso. “Es para la buena suerte”.
Héctor se arrodilló, le puso las espinilleras a Pickle, inclinándose detrás de sus piernas para sujetarlas en su lugar.
Se levantó, levantó su protector de pecho, lo inspeccionó por un momento y lo puso alrededor del pecho de Pickle para cubrir su exoesqueleto. Pasó sus manos por su cintura y lo ajustó en la forma correcta.
Luego tomó el escudo, Pickle extendió su brazo y Héctor lo deslizó sobre él permitiéndole que lo agarrara en el lugar correcto,
Apretó las correas tanto como fue necesario.
Luego tomó la espada. Podía haber tenido el filo cubierto con espuma, pero Cherry sabía que Pickle podía esgrimirla como una profesional. Héctor la ajustó en su correa.
Finalmente, levantó su casco, Pickle se inclinó como en una reverencia y Héctor lo puso en su lugar, deslizándole el pelo hacia atrás con sus manos. Le miró a los ojos de nuevo y él le puso la correa en su lugar. Ni muy apretada, ni muy suelta. Sólo correcta.
“Bueno, lista para patear traseros, Pickle”, le dijo con una sonrisa.
Cherry no pudo aguantarse más. “¡Eso. Fue. Increíble!”
Ambos voltearon hacia ella con aspecto confundido.
“Voy a dibujar esta escena tan pronto llegue a casa”. Luego miró hacia un lado y pateó un lado del banco. “Ay… ¿Héctor?”
“¿Si?”
Sostuvo la espinillera con un dedo. “¿Puedes ayudarme a vestirme también?” Preguntó, dudando. “Sólo si lo quieres, es decir…”
Los ojos de Héctor fueron de una a otra de las chicas. “Si, seguro, si puedo”
Héctor caminó hacia dónde estaba y se arrodilló frente a ella. Cherry era mucho más baja que Pickle, y ella podía verlo por la forma en que Héctor podía llegar alrededor de su pierna y atarle las espinilleras sin extender sus manos. Ella miró la cabeza de Héctor mientras le ponía la armadura, deslizando sus manos sobre su protector y revisando las partes, halándolas a la derecha y a la izquierda y apretándolas de la manera correcta. Ella se inclinó hacia adelante y tomó una bocanada de su cabello.
Sus manos eran fuertes y se movían con experticia a lo largo de su cuerpo. Todo se volvió nebuloso en su mente y ni siquiera se dio cuenta cuando Héctor le puso el casco y lo ajustó bajo su quijada.
Cuando le golpeó suavemente en el casco, desapareció su ensueño. “Todo listo. ¡Atrapa esos cráneos, Cherry!”. La animó con un puño indicando ‘podemos hacerlo’.
“S – seguro”
Pickle y Cherry estaban en la entrada esperando por la señal para comenzar. “¿Disfrutaste… también cuando hizo eso?” dijo Pickle. “Estoy hablando acerca de… tú sabes, allá atrás”.
Cherry se desvaneció. “¿Estás bromeando? Sentí un hormigueo por todo el cuerpo, ¡prácticamente estoy mojada aquí abajo!”. Recorrió su cuerpo con sus manos moviendo sus dedos enguantados.
Pickle tosió y volteó hacia adelante. “Si… Yo sólo pienso que da buena suerte, eso es todo”.
“Seguro que sí”, Cherry puso una cara inexpresiva, dirigiéndole una mirada furtiva “Ningún cosquilleo en absoluto, sólo para la buena suerte”.
“¿Qué más podría ser? Y Héctor sabe cómo ajustar una armadura, esa es otra cosa práctica”, asintió Pickle. “Para él tiene sentido hacerlo, tú sabes, para evitar accidentes”.
“¡Por supuesto que tiene sentido para él!” Cherry se mostró alegre. “Con esas poderosas manos por todo mi cuerpo…” Expiró aire.
“¡Concéntrate en el partido, Cherry!” le pidió Pickle .
Cherry inspiró y expiró inflándose las mejillas. “Estoy concentrada, estoy mojada, estoy concentrada”. Saltó en el mismo lugar, la adrenalina corriéndole por las venas.
CAÍDA CATORCE

Las Torpes hicieron honor a su nombre. Sin importar cuan bien jugara Pickle y Cherry, no podían seguirles el paso. Siguieron perdiendo el cráneo por errores tontos de novatas.
Cherry estaba cansada, corriendo de arriba para abajo en el campo haciéndolo lo mejor posible. “¡No puedo anotar!”
“Está bien, créeme, no es tu culpa” Le aseguró Pickle en la línea de partida.
“Sin embargo”, jadeó Cherry, “nos contrataron para que le diéramos una victoria, digo que lo intentemos”.
“Lo haremos. Pero no podemos hacer milagros, ¡no con sólo dos buenas jugadoras!”. Pickle se dio cuenta que habían logrado la atracción de una de las Torpes, llamada Olivia, una de las chicas que Pickle había conocido en el bar Taf. Le sonrió, cambiando el tema. “Vamos a intentar un deslizamiento, yo cubro tu izquierda, preocúpate sólo de tu derecha. ¿Está bien?”
Cherry asintió y tomó la posición de corredora.
Las piedras comenzaron a caer sobre el tambor y Cherry estaba encima del cráneo en un parpadeo. Pickle bloqueó a dos ejecutoras y Cherry serpenteó a través de la Cadena y se lanzó hacia adelante para anotar.
Los fanáticos de las Torpes se pusieron frenéticos. Las chicas se alegraron y la abrazaron bien fuerte, puras sonrisas. “¡Podemos hacerlo! ¡Podemos ganar este juego!” dijeron.
Si… No. Pickle forzó una sonrisa para parecer positiva Pero era una muy buena estratega para creer eso. Por la única niebla de Atenas, el juego ya estaba perdido. Lo único que podían hacer era apegarse al contrato para este juego, jugar bien y tratar de no resultar heridas, porque eso negaría cualquier poco dinero que pudieran ganar este día.
Todas se alistaron para el segundo round. Las Torpes se veían concentradas, cortantes como una hojilla. Apretando sus armas, estaban listas para golpear
Pickle hizo un ruido empujando su labio inferior, ’hum’ ¿Podrían las Torpes arreglárselas para darle una sorpresa? Emma, Olivia e Izzy en verdad tomaban este round en serio.
Y entonces la piedra golpeó el tambor y dos de las Torpes actuaron torpemente y tropezaron. Cayeron al piso y una reproducción instantánea repitió la X CAÍDA una y otra vez para la audiencia.
Pickle bajó los hombros con un suspiro profundo de resignación.
CAÍDA QUINCE

“¿Hey, Cherry? Baja por un segundo, “¿Está bien?” Gritó Héctor desde abajo.
Cherry sintió un escalofrío en su espalda. Allí estaba, el mal presentimiento. No podía decir que no y él no le había pedido nada irrazonable.
Bajó las escaleras lentamente, cada escalón era un drama como si se dirigiera a un pelotón de fusilamiento.
Héctor estaba en su taller, como siempre. Tenía algún proyecto desplegado, eso era aparente. Partes y piezas de armadura y tela estaban dispuestas en un modo en forma de patrón. “¿Si, Héctor?” tragó.
“Ven y párate aquí”, señaló. “Aquí donde está la luz”.
Así lo hizo. “¿Para qué me necesitas?” preguntó, pero su verdadera pregunta era, ‘¿Es esta la noche cuando vas a mostrar tu verdadera cara?’
“Para tomar las medidas para tu armadura”, dijo mientras tomaba su metro de tela como un profesional. “Estira tus brazos, ¿por favor?”
Cerró los ojos e hizo lo que le pedía.
Héctor midió sus dimensiones con facilidad que da la práctica.
“Ya están en línea…” dijo, débilmente.
“No es sólo los números, Cherry”, dijo Héctor mientras iba hacia el otro brazo. Midió y añadió, “También es como se siente en general, como te queda”. Imitó como si sintiera algo pesado con sus manos. Fue hacia su cintura y ella cerró los ojos de nuevo. “Seguro, yo podría armar una sólo por los números y te quedaría bien, sin duda alguna. Pero lograr sentir el cuerpo usándola, es diferente”.
Allí estaba, se preparó para lo que venía. El tocarla inapropiadamente y todo comenzaría. La oscuridad.
“Levanta los brazos, por favor” dijo Héctor y midió por debajo de su pecho cuando lo hizo. “Por qué estás jadeando así. ¿Bajaste corriendo por las escaleras? Cálmate”
Se mordió un labio y asintió, pero en realidad no podía calmarse. Corre, huye, eso era lo que pensaba en ese momento.
Chica tonta.
Solo lograrías dar un par de pasos hacia afuera.
Héctor midió la parte superior de su pecho y preguntó. “¿Puedo tocarte las clavículas?”
Ella asintió aun mordiéndose los labios. Sus ojos se movieron por todo el cuarto. Tantas herramientas, alicates, martillos. Podría tomar una. No era tan fuerte, pero era muy rápida. Rapidez significa poder, ¿correcto?
¿Correcto?
Héctor le tocó las clavículas, moviendo sus manos a lo largo de ellas. “Ves, el problema es que gran parte del peso de la armadura descansa sobre las clavículas y es muy incómoda si no calza bien”.
“Ya veo…” dijo respirando fuertemente. Estaba usando pantalones de muchacho y una franela. La ropa no era provocativa por sí misma, pero era fácil de quitar. Eso, se había dado cuenta, había sido un error. Había bajado la guardia, se había sentido muy cómoda aquí.
Héctor haló su taburete y se sentó a su lado inclinándose para medir sus muslos. “Decía que como eres una qwik necesitas tener movilidad. Tienes un sprint explosivo y cruzas muy rápido. Continuó a medir las rodillas y las pantorrillas. “Hallar el balance correcto entre protección y movilidad es un arte”, continuó.
“Estoy de acuerdo”, dijo. Podía admitir que no la había tocado inapropiadamente, aún no. Pero todo podía cambiar en un instante. Así eran los hombres.
Héctor midió el largo de sus pies y dijo. “Toma una posición de arranque, por favor. Sí, justo así”.
Se mantuvo firme en la posición de ‘lista para un sprint’. Ahora si quería escapar de verdad. Era como tener unas ganas increíbles de orinar y que alguien te pidiera que regaras una planta cerca de ti. Una tortura.
Héctor enderezó su espalda. “¡Listo! Debo tener lista una primera prueba para ti mañana y después la ajustaremos a partir de allí, ya que vamos a estar por aquí por bastante tiempo” Se rio, aparentemente creyendo que su chiste tonto era muy gracioso. Luego se volvió hacia su banco de trabajo.
“Espera, ¿qué? Exclamó Cherry.
“¿Qué?”
“¿Eso es todo?”
“Si. Tengo las medidas, gracias. Puedes irte, o quedarte. No me importa” La despidió con un gesto casual, para que se fuera.
Cherry se puso la mano en la cintura. Estaba verdaderamente molesta.
Hubo una larga pausa, y Héctor finalmente volteó los ojos para ver que todavía seguía allí. “¿Algo está mal?”
“¿Mal, mal? Me invitas a tu casa, me compras cosas, me das una mesada, me pides que baje en medio de la noche para una ‘prueba’, citó mal.
“Medidas” la corrigió.
Levantó ambos brazos. “¡Peor aún! Pones tus manos sobre mi cuerpo, me ves temblando como una hoja y entonces ¿Qué? ¿Nada?”
“¿Qué esperabas que hiciera?”
“No sé, ¿Aprovecharte de mí?” dijo simplemente “¿No soy lo suficientemente atractiva para ti?”
“Cherry, lo eres. Muy atractiva. Cualquier hombre tendría suerte de tenerte”
Inmediatamente dejó de estar enojada. “Entonces ¿Por qué tus manos exploradoras, tú sabes, No exploran?” Ella hizo una imitación con sus manos.
Héctor se vio las manos. “Estoy confundido, ¿Tú quieres que yo…?”
“Si, ¡tú, gran tonto!”
“Oh, Cherry, no puedo. Me estaría aprovechando de ti. Esta relación de dueño – atleta, es verdaderamente jodida”, negó con la cabeza.
“Claro que puedes”, dijo acercándosele.
“Cherry…”
“Toca mis clavículas”.
“Ya lo hice, son agradables”, sonrió. Dioses, tenía una sonrisa agradable.
“Hazlo de nuevo”.
Rozó su clavícula con sus dedos. Se sentían rudos y fuertes y sintió un escalofrío en su espalda. “Ahora mide mi torso”.
Héctor tomó su cinta métrica y se dispuso a hacerlo de nuevo.
“No con eso. Con tu mano”.
Se rio y lo hizo. Midió su torso con el largo de sus palmas. “Esto es terriblemente inexacto”, dijo con su voz profunda. “Vamos a destrozar la armadura y tendremos que hacerla de nuevo”. Movió las palmas de sus manos sobre sus pechos y la tanteó.
Coño, por fin.
Héctor se inclinó, la tomó por la cintura y la atrajo dándole un beso profundo. Era rudo, sudoroso y malditamente caliente.
















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