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Llorando Sobre La Luz Derramada
George Saoulidis
Contrata a una musa, Obtener un Premio Nobel Ex Machina se encuentra con una mente hermosa en este thriller de ciencia ficción alucinante. A punto de abandonar su proyecto de toda la vida, un físico obsesivo contrata el innovador servicio de una musa androide para que le ayude a terminar su trabajo. Pero cuando las cosas empiezan a desaparecer de su vida, debe aprender que no todo vale la pena sacrificarse en el altar de la ciencia antes de que no le quede nada por lo que vivir. Contrata a una musa, Obtener un Premio Nobel Ex Machina se encuentra con una mente hermosa en este thriller de ciencia ficción alucinante. A punto de abandonar su proyecto de toda la vida, un físico obsesivo contrata el innovador servicio de una musa androide para que le ayude a terminar su trabajo. Pero cuando las cosas empiezan a desaparecer de su vida, debe aprender que no todo vale la pena sacrificarse en el altar de la ciencia antes de que no le quede nada por lo que vivir. De ScifiSelect: ”Un thriller alucinante sobre el concepto mismo de inspiración”. De Luke Daniel: ”El libro, aunque corto, es único y una verdadera obra de alfabetización.” De Samie Sands: ”La trama es rápida, oscura, emocionante y apasionante. Una vez que empecé a leer este libro, no podía dejarlo. ¡Altamente recomendado!” ¿Quieres saber qué sigue para la pobre pero brillante Yanni? ¿Quieres conocer a la musa? A continuación, lea este thriller de ciencia ficción único que juega con el concepto mismo de la inspiración.



Contents
Title Page (#ubfd358e1-e791-54b9-9015-c79d4ff8929a)
Copyright (#u426885df-9724-5358-a4cc-52514c8746d2)
Capítulo Cero (#ud16792bb-e2da-5b2f-bf00-3956e4c92222)
Capítulo i (#u0ee7f2ea-c1a5-53d4-8599-1895b330fddd)
Capítulo i^2 (#u2ed38317-d8a7-5ffd-8ad6-33f756909d72)
Capítulo i^3 (#ua41ec345-6668-5ea7-91b8-5d7d3f6cac51)
Capítulo i^4 (#u47204a5a-e283-5628-8d61-d3dc09625fb8)
Capítulo 2i (#ue807c9b9-1a76-5330-b35f-c3c78b248cd4)
Capítulo 2i^2 (#ub5dee048-5f2b-5be9-a9e6-031edacc87e7)
Capítulo 2i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 2i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 3i (#litres_trial_promo)
Capítulo 3i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 3i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 3i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 4i (#litres_trial_promo)
Capítulo 4i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 4i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 4i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 5i (#litres_trial_promo)
Capítulo 5i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 5i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 5i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 6i (#litres_trial_promo)
Capítulo 6i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 6i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 6i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 7i (#litres_trial_promo)
Capítulo 7i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 7i^3 (#litres_trial_promo)
Capítulo 7i^4 (#litres_trial_promo)
Capítulo 8i (#litres_trial_promo)
Capítulo 8i^2 (#litres_trial_promo)
Capítulo 8i^3 (#litres_trial_promo)
Gracias por leer. (#litres_trial_promo)
LAMENTO POR LA LUZ DERRAMADA

Por George Saoulidis

Traduzido por Arturo Juan Rodríguez Sevilla
Publicado por Tektime
Copyright © 2019 George Saoulidis
All rights reserved.
Capítulo Cero
La dama de azul se quedó quieta, mirando a la esquina de la habitación. Hasta el aire parecía inmóvil a su alrededor, las partículas de polvo descendían suavemente, sus trayectorias en espiral apenas iluminadas por unos breves rayos de sol.
El cuerpo que había levantado todo el polvo yacía quieto en medio de la gruesa alfombra. Un hombre alto, pesado, no de músculos sino más bien de espaguetis con queso, estaba boca abajo, sus extremidades inmóviles, su baba goteando sobre la alfombra, que la absorbía instantáneamente. Sus pequeñas gafas estaban aplastadas bajo su cabeza, con la montura rota pero las lentes intactas.
La dama de azul levantó la vista hacia la pizarra.
El movimiento de sus pestañas no fue suficiente para alterar el polvo en suspensión.
Había símbolos matemáticos garabateados en la pizarra, la mitad de ellos tenían pinta de haber sido escritos, borrados y reescritos un millón de veces. La parte superior izquierda estaba seca, rayada y gastada. Ese comienzo había atormentado al hombre pesado durante años. El pizarrón blanco ocupaba un lugar destacado en la sala, como un tótem en alto, un recordatorio constante para que el hombre pesado siguiera trabajando, siguiera pensando en lo que significaban los símbolos.
No había mucho más en la sala que valiera la pena mencionar. Era como si alguien hubiera heredado la casa de su madre, llena de baratijas, tapetes de lino, figuritas y otros objetos artesanales característicos de una casa griega, y luego los hubiera quitado meticulosamente, dejando una evidente mancha descolorida en el barniz de los muebles. Muebles viejos, hechos a mano, con cierres chirriantes y pies desiguales, que se mantienen firmes con una página de periódico doblada y bien colocada, aplastada por el peso de los años, casi convertida de nuevo en la pulpa de madera de la que salió. Alguien criado en una casa así podría identificar fácilmente la mayoría de los objetos que faltan, solo por sus sombras.
Ahí, un marco de fotos grueso. Ahí, colgando del clavo que faltaba, habría un plato decorado, uno de esos que en otro tiempo todo el mundo parecía querer tener en su pared. Su sombra era casi perfecta, como una impronta inversa. Ahí, un tapete blanco de ganchillo cubriría esa forma triangular perfecta.
Todo eso ha desaparecido.
La dama de azul caminó hacia la pizarra, sus suaves pasos finalmente alborotaron las motas de polvo, haciendo que giraran a su alrededor. Recogió el rotulador del suelo, extrajo cuidadosamente una página de un bloc de notas y anotó los símbolos matemáticos. Los revisó dos veces para asegurarse de que no faltara nada, luego agarró el paño que había al lado y limpió la pizarra lentamente. Presionaba con fuerza para que todo se borrara bien. La parte superior izquierda opuso más resistencia, pero finalmente cedió.
Puso el paño en su lugar y dobló la hoja escrita. Sin ningún esfuerzo.
Luego se guardó la página doblada en su vestido azul, justo al lado del corazón. Sin ningún esfuerzo.
Y luego agarró al hombre pesado por la pierna y lo arrastró hasta el final del pasillo. Sin ningún esfuerzo.
Capítulo i
Yanni subió a su oficina-laboratorio. Encendió el láser y la computadora conectada a él. Cerró las persianas para oscurecer la habitación, se puso las gafas protectoras, sacó el cigarrillo electrónico y echó vapor en el camino del rayo láser azul que apuntaba hacia el techo.
El vapor hizo que el láser fuera visible, pero seguía subiendo recto como una flecha.
A Yanni le molestaba esa estúpida sumisión a las leyes de la naturaleza.
Dio un par de caladas más y tecleó diferentes variables en Matlab.
El rayo de luz azul simplemente parpadeó un poco, pero se mantuvo recto.
Yanni gruñó y luego miró fijamente al punto azul del techo, pensando en las ecuaciones.
Trabajó duro así durante siete horas seguidas.
Thalia subió con un sándwich para él.
―¿Estuviste sentado en la oscuridad todo el día? ―preguntó.
―No puedo ver el láser con una fuente de luz de diez mil lúmenes inundando la habitación ―dijo.
Ella, que claramente no había entendido el concepto, forzó una sonrisa y añadió:
―Necesito que cuides a los niños, tengo que comprar algunas cosas.
―Sí, ahora mismo ―contestó Yanni mientras cerraba la puerta.
Ella lo dejó abajo, sentado en el sofá, con la bebé en brazos y Georgie tirando harina con su camión de juguete. Los dibujos animados de la televisión estaban a un nivel que casi podría provocar una explosión de tímpano, y la bebé lloraba por su madre. Le dio un chupete para intentar calmarla. Luego agarró la tableta para enviar un mensaje a sus amigos por Facebook. Dio algunos toques pero se dio cuenta de que la pantalla estaba sucia de chocolate, así que la limpió apresuradamente. Añadió a todos sus amigos a un chat grupal y les contó sobre la fiesta que Thalia estaba preparando.
Después tenía que escribir a Nikos. Él era el único de sus amigos que no tenía Facebook, era un poco chapado a la antigua para esas cosas. Conocía la red, por supuesto, pero nunca quiso aceptar direcciones de Facebook de mujeres, solo sus números de teléfono (si es que no se subían a su coche de inmediato). Pensaba que mirar anónimamente las fotos de una chica era de pervertidos, aunque algunas de ellas le enviaban fotos desnudas igualmente, tan pronto como se enteraban de que era arquitecto.
Nikos le devolvió la llamada:
―Yasou, ¿pensabas que me iba a olvidar? Hombre, el 2 de septiembre, la noche que quemamos la casa... ¡desde hace quince años!
Yanni se sintió un poco avergonzado y dijo:
―Sí, me temo que la fiesta será un poco más tranquila este año.
―Como la del año pasado y el anterior. Es lo que tiene casarse. Sí, no hay problema, solo quiero pasar el rato con vosotros, ya nunca nos vemos ―dijo Nikos.
―Sobre eso, podría ser útil que trajeras una chica más adecuada. La última vez nuestras mujeres casi se arrancan los ojos. Alimentaste el fuego para décadas de reproches ―dijo Yanni.
―¡Ja, ja, sí, eso fue desternillante! ―dijo Nikos riendo―. No, no te preocupes, no tengo pareja. Iré solo.
Yanni frunció el ceño ante la inusual afirmación y preguntó:
―¿Solo? ¿Tú? ¿Cómo es eso?
―Encontré a mi musa ―contestó Nikos―. Vamos a tomar una copa y te lo cuento todo sobre ella.
―Suena serio. Necesito saber más ―dijo Yanni.
Acordaron una hora y un lugar, y Yanni volvió a mirar la tableta, ahora cubierta de harina y baba. Georgie estaba sentado en su camioneta fingiendo que dirigía un cargamento de preciada harina. El resto de sus amigos, todos casados, habían respondido al chat de grupo. Les había gustado la idea y enviaban caritas sonrientes y ya hablaban de traer ese buen vino que tanto les había gustado a todos la última vez.
Yanni se sentó en el sofá con su bebé en brazos y esperó a que su esposa regresara. Todo lo que realmente quería era que su musa volviera.
Capítulo i^2
―No eres tan viejo. Tenemos la misma edad. ¿Estás diciendo que yo también soy vieja? ―preguntó Thalia con una mirada de cuidado-con-lo-que-dices en su cara.
Yanni abrió los brazos en un gesto de disculpa y respondió:
―No, por supuesto que no. Estoy hablando de la edad académica. Sobre ideas. Ya no me siento tan enérgico como antes.
Thalia pensó seriamente en la situación mientras acunaba a la bebé dormida, la imagen misma de la hermosura.
―Yanni, simplemente llega lo más lejos que puedas. Tal vez necesitas un relevo. Alguien a quien tú enseñarías y conducirías a la meta. ¿Tan malo sería?
―Uh. Es mi idea, cariño. He trabajado tantos años en ella que odiaría verla en manos de otra persona ―dijo Yanni, hablando más para sí mismo que para los demás.
Thalia caminó hacia él llamando su atención y dijo:
―Yanni, si pruebas una parte considerable de tu aportación, no tendrán otra opción que darte crédito. Piensa en tu familia, haz un buen trabajo, y después pásalo y deja que otro termine la carrera.
Ella le pasó la bebé a él para hacer otras tareas.
Él cogió a la bebé en brazos y luego la acostó. Encendió la música del móvil de la cuna y ella se rió hacia él, sin fijar sus ojos en ningún lado, sino mirando todo lo que la rodeaba.
Pasó el día trabajando en el laboratorio de su casa. Al menos esta vez se acordó de encender el láser.
Él lo miró. El láser lo miró de vuelta, impasible.
Con las gafas protectoras puestas, aumentó la intensidad. «Todo lo que necesito es un momento eureka. Un poco de suerte», pensó. Sabía, por supuesto, que el momento eureka era un mito. La verdadera ciencia era lenta y estable, o quizá no tan estable sino más bien llena de callejones sin salida. A lo sumo, tendría un momento uy-qué-curioso que podría llevarle a alguna parte.
Aunque no estaría de más probar suerte.
Comenzó a introducir valores aleatorios en las variables con las que estaba trabajando, probando el láser con cada una de ellas. Lo apodíctico de su prueba dependía de las ecuaciones de Maxwell, que, en su simplicidad, tenían permutaciones infinitas. Tenía más posibilidades de ligarse a Kate Upton que de escribir aleatoriamente la variable que demostrara su hipótesis.
Escribió algo. Entrar. No hubo cambios.
Tecleó de nuevo. Entrar. Lo mismo.
Luego intentó su aniversario, no servía de nada ya contenerse con la superstición.
Nada.
¿El cumpleaños de Georgie?
Entonces sonó el teléfono. Afortunadamente.
El mensaje de Nikos decía: «Una persona que no ha hecho su gran contribución a la ciencia antes de los treinta años nunca lo hará. Albert Einstein».
Yanni empezó a escribir una respuesta que decía: «Gracias por retorcer el cuchillo», pero un coche tocó el claxon desde la calle y obviamente era Nikos.
Salió corriendo, deseoso de cambiar de aires, y cerró la puerta al comentario de Thalia de «no bebas». Sintiéndose mal, se asomó otra vez dentro de la casa y le dijo:
―Está bien, cariño, no beberé. Lo prometo.
Nikos estaba esperando en su descapotable, recostado con las manos relajadas como si estuviera sentado en un sofá. Sonreía a unas chicas que cruzaban la calle y ellas le devolvían la sonrisa.
―Esa era tu maniobra de ligue, enviar el mensaje y tocar la bocina unos segundos después mientras yo respondo. No me vuelvas a hacer eso ―dijo Yanni con aversión, sin subir al coche.
―Oye, tú lo inventaste, hombre. Simplemente lo perfeccioné ―dijo Nikos y ambos se rieron a carcajadas.
―Sí, ese parece ser el patrón últimamente ―dijo Yanni con una expresión triste y consternada en su rostro.
Capítulo i^3
―Lo hecho, hecho está ―respondió ella por décima vez, mientras doblaba las cortinas de la oficina-laboratorio. Había sacado todo lo que no había sido tocado por el fuego para que no absorbiera el olor. Entonces su cara mostró preocupación real y preguntó en voz baja:
―¿Reemplazará Demokritos el láser?
Yanni se sentó y suspiró profundamente un par de veces, como si la respuesta se encontrase en las moléculas que le rodeaban.
―Sí, tiene que hacerlo. Pero tomará una eternidad hacer el papeleo y obtener el permiso. No podrá hacerlo a tiempo para la revisión de la financiación.
Thalia remetió las esquinas de las cortinas tan perfectamente como pudo. Eso era algo que podía controlar y se calmó haciendo el trabajo sin problemas.
―Sé que el láser es caro, ¿no podemos conseguir ese dinero de algún sitio mientras tanto? ¿De Nikos, por ejemplo?
Yanni buscó rencor en su voz pero no lo encontró. La sugerencia era fría y lógica, no recriminatoria. Y tenía razón.
―Podemos, sí. Pero el problema no es el precio, sino la disponibilidad. Las piezas son caras y además no están disponibles para particulares. Tener el dinero no es suficiente, aparte hay que ser un centro de investigación para conseguir algo así. O el departamento de investigación y desarrollo de una gran corporación, o algo por el estilo.
―¿Y no puedes explicar el contratiempo al comité de revisión?
Yanni pensó en la llamada de antes, un socio le advirtió sobre el nuevo administrador, que estaba decidido a cortarle los fondos. Decidió no contarle eso a su esposa, para dejar un ápice de esperanza. Estaba tranquila, pero podría no necesitar más que esta nueva información para desmoronarse.
―Sí, claro. No son inaccesibles, los llamaré mañana a primera hora.
Forzó una sonrisa, la besó y subió a su oficina-laboratorio. Se sentó en su silla como siempre y revisó los daños. No eran muchos, podría haber sido mucho peor. El láser tenía una gran quemadura en la parte superior de la caja, obviamente por el sobrecalentamiento. El cableado estaba quemado y olía mal, el plástico siempre lo hace. El borde del escritorio estaba chamuscado, también una esquina de su silla y la alfombra. El señor Andreas realmente trató de evitar rociar el láser, se las arregló para formar un círculo alrededor y ahogó el oxígeno de la llama. Hombre práctico, su pensamiento podría haber ahorrado decenas de miles de euros en reparaciones. La alfombra estaba destruida. Estaba bien. Yanni incluso pensó en llevar la contraria a su esposa y dejar la habitación tal cual.
Las cicatrices del fracaso.
Pensó en volver a encender el láser. Tal vez ese era su accidente fausto. Tal vez este sería su momento eureka, cuando un percance en el laboratorio conduce a un descubrimiento que cambia el mundo. Era tonto de su parte, pero la tentación pudo con él.
Pensó que el láser ya estaba dañado, así que tampoco iba a empeorar las cosas. Trajo una manta vieja por si acaso, diciendo a Thalia que como mantenía la ventana abierta, hacía frío. Ya había oscurecido, así que no estaba tan lejos de la verdad.
Sostuvo la manta en la mano por si se producía otro incendio y encendió el láser, esperando el momento eureka de sus sueños que le cambiaría la vida.
Capítulo i^4
Cuando llegó el láser, fue como la mañana de Navidad. Sus ojos brillaban mientras desenvolvía el embalaje de protección extrema.
―¿Es el efecto visible a simple vista? ―preguntó Ourania.
Yanni tiró algunas bolitas de polietileno al suelo.
―No, uso las gafas polarizadas para ver el patrón de muaré. Las matemáticas predicen que, cuando las ecuaciones se alineen, esa longitud de onda en particular producirá un efecto muaré si se ve a través de las gafas.
Y luego agregó con un toque de orgullo:
―Se me ocurrió a mí.
―¡Eso es brillante, Yanni! ―dijo ella―. De esa forma no necesitas un chip de computadora cuántica para probar la teoría.
―Correcto. Gracias en parte a eso me las arreglé para mantener mis fondos todo este tiempo, porque la prueba era relativamente barata.
Sostuvo el láser como un niño sostendría un brillante tren de juguete y corrió arriba para conectarlo.
Capítulo 2i
Yanni iba y venía por la habitación vacía y estaba furioso.
¿Qué hacía Hermes con estos niños? ¿Los usaban para algún tipo de experimento de interacción humana? ¿Era seguro? Y si no lo era, ¿quién podría saberlo? ¿Qué valores les estaban enseñando a los niños? Si uno de ellos lastimara a otro, ¿qué haría al respecto su madre adoptiva?
Dejó de atender a razonamientos, todo lo que quería era gritarle a las cámaras por exponerles a esto, por exponer a esto a Alex; y llevar al niño a su casa, donde estaría a salvo, donde crecería en un hogar de verdad, con una madre de verdad.
La parte racional de su cerebro se impuso y le hizo pensar que ellos lo habían ingeniado. El juguete era exactamente igual que el de su hijo, el niño podría hacerse pasar por el hermano de Georgie si fuera necesario. Lo habían preparado todo para esta respuesta, esto era una prueba. Incluso si pudiera llevarse al niño y adoptarlo y darle una familia amorosa, ¿qué podría hacer por los demás? ¿Y quién sabía si no estaban mejor así? Lo más probable era que las mejores universidades los estuvieran esperando, siendo ellos verdaderos hijos corporativos y leales hasta los huesos. ¿Quién era él para cargarse eso?
No podía salvarlos. Especialmente ahora. Tal vez en el futuro, cuando terminase su prueba. Cuando tuviera la misma influencia en esta compañía que Nikos. Tal vez entonces podría hacer algo al respecto. Amenazar con denunciarlo en los medios de comunicación. Cualquier cosa.
Pero tenía que ganar esta batalla. Por él, por su familia, por la ciencia, por todos. Esta batalla sádica que parecía diseñada para atormentarlo.
Se calmó y se sentó. Esperaba no haber asustado a Alex; aunque si el chico estaba asustado, no lo mostró.
―Alex ―dijo con la voz más dulce que pudo―. Estoy aquí para enseñarte algo. ¿Te gustaría?
Alex sonrió y movió su linda cabeza de arriba abajo asintiendo.
―Bien. Aquí va. Sabes de computadoras, ¿verdad? Te deben dar tabletas y cosas así para jugar, ¿no? ―preguntó con la misma expectación que cuando le pidió matrimonio a su mujer.
Alex asintió.
―Genial. Esas computadoras tienen una máquina-cerebro dentro de ellas. A eso lo llamamos procesador. ¿Entiendes?
―Sí. Pro-pensador.
―Llamémoslo así, no importa. El pro-pensador necesita ser rápido para que los juegos sean rápidos. Odiamos cuando los juegos van lentos, ¿verdad? Genial. Así que hacemos pensadores cada vez más rápidos, pero las cosas que ponemos ahí no pueden ir tan rápido. Son perezosas y dicen: «¡No nos apresuren tanto!» y se quedan ahí sentadas, sin hacer el trabajo.
Alex se rió y asintió.
―Genial. Así que tenemos que poner cosas más rápidas, cosas que no sean perezosas. ¿Y sabes cuál es la cosa más rápida del mundo?
Alex agitó la cabeza, con ojos deseosos de saber la respuesta.
―Luz. La luz del sol es la cosa más rápida del mundo. No es para nada perezosa. Pero la luz solar es tan rápida que se necesita algo inteligente para mantenerla dentro ―dijo Yanni, y encapsuló aire entre sus manos. Las agitó, aún cerradas, como si tuviera una avispa dentro. Eso parecía entretener mucho a Alex.
―Cuando le digo al señor Luz-Solar que haga un trabajo, necesito ver si lo hizo o no, ¿verdad?
―Verdad.
―Así que echo un vistazo ―dijo, mirando entre sus manos ahuecadas. Alex se inclinó para ver también―, pero el señor Luz-Solar encuentra el agujero y se escapa.
Abrió las manos y dejó libre al imaginario señor Luz-Solar.
―¡Hala! Como. Como la harina.
―Igual que la harina.
―¡Entonces mami está enfadada por el lío que hicimos!
―¡Sí! Por eso tenemos que encontrar una forma de hacer que la luz del sol ruede en círculos. Así, cuando echemos un vistazo, la mayor parte de la luz solar se quedará dentro. Un hombre llamado Maxwell, que tiene una gran barba, pensó en engañar a la luz haciendo nudos. Como los cordones de mis zapatos, ¿ves? Hice un nudo, así que no irán a ninguna parte.
―Aún no puedo atarme los cordones de los zapatos y por eso tengo zapatillas de tiras.
―Lo sé, yo tampoco podía atarme los cordones de los zapatos cuando era pequeño. Pero aprendí el truco, y ahora puedo. Y estoy tratando de aprender a atar la luz del sol en nudos, para que se quede ahí y no se escape. Solo necesito encontrar el truco.
―Y luego puedes cambiar las zapatillas de tiras por zapatillas con cordones, que son más rápidas y entonces puedes ser más rápido.
--¿Y?
―Y luego puedes ser muy rápido para hacerle los trucos al señor Luz-Solar y se caiga en los nudos... En pequeños nudos, como los cordones de los zapatos y puedes echar un vistazo lo suficientemente rápido como para cerrar las manos de nuevo ―dijo Alex, mirando entre sus pequeñas manos.
Así que eso era un momento eureka.
―¿Y entonces?
―¡Y entonces el pro-pensador no será perezoso y hará el trabajo rápido y no tendré que esperar al juego lento!
Alguien aplaudió. Un aplauso lento y concluyente. Yanni se dio la vuelta y vio a la mujer elegantemente vestida de antes.
―Excelente Dr. Tsafantakis. Venga conmigo. No se preocupe, vendrán a recoger al niño en un momento .
Yanni se despidió de Alex. El niño levantó la vista y preguntó:
―¿Puedes traer a Georgie a jugar conmigo?
―Eso es lo primero que le voy a preguntar a esta señora. Adiós, Alex ―dijo.
―Adiós, señor ―dijo Alex, y volvió a jugar con su camión de juguete.
Yanni siguió a la mujer elegantemente vestida a la habitación contigua. A estas alturas, estaba preparado para todo.
Capítulo 2i^2
El sol se estaba poniendo, pero seguía brillando. Yanni disfrutaba del viento en su cara y del sonido de la música antigua que retransmitía la radio. Nikos había tomado la ruta paisajística, subiendo a la montaña Parnitha. Empezaba a hacer frío a medida que subían, pero era estimulante.
El casino fue idea de Nikos; todos los lugares que solían frecuentar habían cerrado de todos modos, y los nuevos eran para familias, así que Yanni ni siquiera se atrevió a sugerirlos. Nikos condujo el cabriolet a la entrada, el aparcacoches lo saludó por su nombre y estacionó el auto junto a otros caros biplazas.
Nikos le guió con los brazos abiertos como si estuviera vendiendo el lugar.
―Ahora, ¿no es esto más varonil? Mira la vista ―dijo, y los dos se sentaron sobre lujoso cuero.
Yanni miraba la ciudad a sus pies mientras Nikos pedía que subieran whisky. Hacia el norte, la zona residencial era más o menos como siempre, un lugar de cierta seguridad que albergaba casas grandes y caras con jardín y acogedores edificios de apartamentos con tres habitaciones para familias. Atenas se extendía también hacia el sur, pero se desvanecía en el horizonte, que parecía acercarse por el aire húmedo y gris de la niebla. Rozando el nivel más bajo de la atmósfera estaban los nuevos rascacielos del centro de la ciudad, altas bestias de cristal y acero que se habían erigido a una velocidad increíble, como si se hubieran formado por condensación espontánea del cristal. Esto le hizo pensar en sus cristales de luz, imaginó cómo se verían en la realidad. ¿Parecerían tan hermosos, formados en celosías a partir de un chip de ordenador? ¿Eran estos rascacielos tan efímeros como sus cristales de luz, o estaban para quedarse?
―¿Cuál es el tuyo? ―preguntó Yanni.
Nikos prendió el extremo de un puro y señaló hacia los rascacielos.
―El segundo por la izquierda. Por mi parte ya está todo, no tengo que hacer nada más. Ahora les toca a los contratistas construirlo, ¡y caray, trabajan rápido! Ni siquiera yo puedo creer que en solo seis meses y ya llevan la mitad. Durante mucho tiempo solo existió en mi mente y ahora de repente brota del suelo y cambia el paisaje.
Yanni conocía esa sensación. La de que algo existiese solo en su mente, no la de verlo ante sus ojos, porque su trabajo todavía estaba en desarrollo. Por eso a Nikos le gustaba tanto venir aquí. Debía ser reconfortante poder ver el progreso de su creación desde lejos, sentado en una silla de cuero y fumándose un puro. Ciertamente había llevado la expresión mirar desde el palco a una escala completamente nueva.
―Están metiendo mucho dinero en ello, ¿no? ―preguntó Yanni, y se inclinó hacia delante para encender su cigarro.
Nikos respondió:
―¿Mucho? A mansalva. Fumemos un poco de ese dinero.
―Thalia me va a matar por el olor a tabaco ―dijo Yanni y exhaló el humo lentamente, disfrutando del aroma.
―Pues cúlpame a mí, di que fumé y te arrojé ceniza por accidente o algo así ―dijo Nikos―. ¡Necesitas parar un momento y disfrutar! ¿Cómo va tu apodeixis? ―preguntó, refiriéndose a la prueba en la que Yanni trabajaba desde hacía años.
Yanni suspiró y volvió a mirar por la ventana.
―No lo sé, tío. Podría estar así de cerca y no saberlo, o podría estar a un universo de distancia. Falta cuadrarla del todo, ¿sabes? Si tengo razón y consigo que las ecuaciones funcionen, encajarán perfectamente como los engranajes de un reloj suizo.
Nikos lo miraba con verdadera empatía.
―Lo entiendo, Yanni. Bueno, no las matemáticas teóricas, ni por asomo; pero entiendo el concepto. Necesitas que las fuerzas implicadas se armonicen o todo se derrumbará.
Yanni se rió y dijo:
―Con mucho menos escombros que en tu caso, pero sí, básicamente es eso.
Nikos se inclinó hacia adelante y le hizo mirarlo a los ojos.
―No lo entiendes, ¿verdad? Lo que yo hago ya estaba ahí, no es nada nuevo. Es una reutilización de cosas que ya sabemos, solo las aplico en un nuevo contexto. Tú estás tratando de crear algo nuevo. Tu apodeixis está encerrada en tu mente, y nadie más puede liberarla. Otra persona podría diseñar mi rascacielos, pero tú eres el único que puede resolver tu apodeixis.
―Lo sé, pero últimamente me siento como si estuviera persiguiendo el final del arcoíris ―dijo Yanni―. Demokritos ha programado una revisión de mi financiación en un mes. Podrían suspender el proyecto. Thalia y yo hemos estado hablando, podría solicitar un trabajo de profesor en la universidad o...
Nikos apagó su cigarro y soltó:
―¿Enseñando? ¿ENSEÑANDO? Al carajo con eso. Que le jodan a Demokritos, ¿qué saben ellos? ¡Tú no enseñas! Conseguirás un maldito premio Nobel por este descubrimiento.
La confianza de su amigo en él emocionó a Yanni, pero consiguió evitar las lágrimas.
―Significa mucho para mí que digas eso. Pero quizá sea el momento de dejarme de castillos en el aire y buscar algo estable. Ahora tengo una familia y necesito cuidar de ellos.

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