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Las Posibilidades De Enamorarse
Dawn Brower


Las posibilidades de enamorarse
Las posibilidades de enamorarse
Escrito por Dawn Brower
Copyright © 2019 Dawn Brower
Todos los derechos reservados
Distribuido por Tektime
Traducido por Garay Elizabeth
Diseño de portada © 2019 Victoria Miller
publicado por Tektime

Índice
Prólogo (#ud8551ca7-f48a-553f-baa0-5e0b21bafe95)
CAPÍTULO UNO (#u68d508bf-abb5-5189-9d61-cd9704668ddd)
CAPÍTULO DOS (#ua7f6abf0-2065-5964-9c77-7047f89a0bc0)
CAPÍTULO TRES (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO CUATRO (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO CINCO (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO SEIS (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO SIETE (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO OCHO (#litres_trial_promo)
CAPÍTULO NUEVE (#litres_trial_promo)
Epílogo (#litres_trial_promo)
Extracto: (#litres_trial_promo)
SOBRE EL AUTOR (#litres_trial_promo)
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Prólogo
Enero 1816
La nieve caía y cubría el terreno. Lady Katherine Wilson se ajustó la capa y se esforzó por evitar un escalofrío. La helada temperatura lograba filtrarse por debajo de su capa de lana, y extenderse por todo su cuerpo. Quería desesperadamente llegar a su destino y escapar del frío. Odiaba el invierno. Nunca había sido su época favorita del año y este día no marcaba una diferencia. Hubiera sido mejor quedarse en casa y sentarse frente al fuego en la sala de estar. Inclusive el salón de Fortuna hubiera sido preferible.
Aunque para ser honestos, todos los días, desde que su abuela había fallecido, estos estaban llenos de tristeza. Lo que ella no quería hacer era visitar a los abogados y comentar a detalle su pérdida. Su abuela se había marchado. ¿No había sufrido ya lo suficiente?
Finalmente llegó al despacho del abogado de su abuela y aproximándose a la entrada, tocó a la puerta. Katherine nunca antes había acudido a un abogado y no tenía idea de qué hacer. ¿Exactamente, cuál era el protocolo adecuado a tratar con un abogado? La escuela a la que había asistido no la había preparado para esta situación en particular. Probablemente pudo haber preguntado a Narissa o inclusive a Diana, pero no había querido agobiarlas con sus problemas.
La puerta se abrió y un caballero ya mayor cubrió la entrada. Tenía el cabello oscuro con mechones entrecanos a los lados. Su chaleco oscuro le daba una apariencia sombría que se reflejaba en sus ojos azules, como el hielo. Algo sobre él parecía familiar, pero Katherine no podía ubicarlo en su memoria. “Lady Katherine”, la saludó. “Por favor, aléjese del frío”.
¿Lo había conocido anteriormente? ¿Cómo la había podido reconocer de un simple vistazo? Tendría qué preguntarlo durante la reunión. “¿Sr. Adamson?”, dijo Katherine levantando una ceja. Quería asegurarse de que fuera el abogado con quien tenía la reunión.
“Sí”, respondió haciendo un gesto para que entrara y cerró la puerta.
Katherine se estremeció. El frío no la había dejado del todo, incluso con el calor del lugar que la envolvía. Lamentablemente, después de la reunión, tendría que caminar nuevamente de regreso a casa con ese horrible clima. Realmente deseaba que hubiera un carro disponible para ella, pero su madre lo había usado para pagar las llamadas.
“¿Puedo tomar su capa?”, preguntó el Sr. Adamson.
Ella quería mantenerla porque seguía estando un poco fría; sin embargo, pronto tendría demasiado calor y era mejor quitársela ahora. Además, no estaba segura de cuánto duraría su conversación. Katherine se quitó la capa y se la entregó. Él la colocó en un gancho cercano y luego se giró hacia ella. “Sígame. Se sentirá más cómoda en la oficina. Hay una chimenea y es mucho más caliente”.
El Sr. Adamson la condujo a la oficina y le señaló una silla. Él ocupó un asiento detrás del escritorio y revolvió algunos papeles antes de volver a mirarla. “Probablemente se esté preguntando por qué le pedí que me visitara aquí. Por lo general, yo realizo una visita como esta en la comodidad del hogar del cliente. Pero debido a la naturaleza de los últimos deseos de su abuela, estoy obligado a hacerlo aquí. Ella temía que si nos encontrábamos en casa de su padre, él intentara tomar el control de los bienes que le dejó a usted. No es que él pudiera...”. Se aclaró la garganta y continuó, “pero esto hará las cosas más sencillas para usted. No hay conflicto con el que lidiar y una vez que se marche, tendrá control de su herencia”.
¿Qué podría haberle dejado su abuela? Pensaba que su padre había heredado todas las posesiones de su abuela. No es que Katherine esperara que tuviera mucho. La mayor parte de la herencia ya se había entregado a su padre cuando su abuelo había fallecido. Era una consecuencia lógica. Su abuela vivía en una casa en el condado de Sussex, cerca de Heathfield. Siempre había supuesto que esa casa era la dote… “No estoy segura de entenderlo”.
Él le entregó una carta. “Todo se explica aquí. Es usted muy rica”.
Katherine tomó la misiva y rompió el sello. “Es de mi abuela...”. Había reconocido de inmediato su letra. Su corazón latía fuertemente en su pecho y lucho contra el impulso de llorar. Había estado dejando que su tristeza se apoderara de ella por más tiempo de lo que le hubiera gustado. Katherine extrañaba terriblemente a su abuela.
“Siga leyendo”, la animó el Sr. Adamson, haciendo un gesto hacia la carta. “Es importante que lea hasta el final”.
Katherine volvió su atención hacia las palabras de su abuela. ¿Qué tendría que haber dicho que no hubiera mencionado antes de fallecer?
Mi querida nieta:
Tu corazón debe estar apesadumbrado, y lamento el dolor que ahora estás sintiendo. Si pudiera eliminar todo tu dolor, lo haría, pero si estás leyendo esto, entonces ya no estoy más contigo. Mi muerte, aunque es doloroso, te da libertad de manera que tal vez nunca imaginaste. Mi hijo, tu padre, es duro y no te ha dado el amor que necesitas. Aprendió ese comportamiento de su propio padre.
Mi matrimonio fue arreglado y mi madre hizo lo necesario para asegurar que nunca me faltara nada. En Inglaterra, la propiedad es posesión inmediata del esposo de una mujer, después de decir sus votos matrimoniales. Mi madre no creía que una mujer debía ser controlada por un hombre. El amor no es el requisito principal en el matrimonio y, a menudo, no forma parte de los acuerdos contractuales. Ese fue el caso con mis propias nupcias. Un ducado, como el de Gladstone, se forjó en los lazos de muchas uniones. John no contaba con recursos y aceptó todas las estipulaciones contractuales antes de que me casara con él. Nunca fue mi deseo convertirme en duquesa, pero hizo que prácticamente mi padre salivara, pero estoy divagando.
Lo importante que tienes que entender es que nunca fui un peón, y tú tampoco necesitas serlo. Mi dinero lo controlaba yo, pero después de decir nuestros votos, se otorgó a John una suma cuantiosa. Él tenía su dinero y yo tenía el mío. Le proporcioné su herencia y después de eso tuvimos vidas separadas. Afortunadamente, John no desperdició su dinero y reconstruyó las propiedades de Gladstone. Charles es más hijo de él que mío. No permitas que te controle. Toma el control de tu vida.
Hay tantas cosas que quiero decirte, pero las últimas palabras más importantes que puedo dejarte, son estas. Cásate por amor y nada más. Mi patrimonio es para ti. Úsalo sabiamente, querida. Confío en que tomarás las decisiones correctas. Ahora, tienes la capacidad de elegir tu propio camino. La felicidad puede ser tuya, y también el amor.
Con todo mi amor,
Abuela
Katherine limpió una lágrima de su mejilla. Su padre no siempre era rudo, pero entendía a qué se refería su abuela. Él quería controlarlo todo y a todos a su alrededor. Odiaba sentirse frustrado.
Katherine miró al Sr. Adamson y preguntó: “¿Qué fue exactamente lo que mi abuela me dejó?”.
“Como la carta menciona, todo su patrimonio”, respondió con naturalidad.
“Entiendo, pero ¿en qué consiste su patrimonio?”. Reprimió su impulso de poner sus ojos en blanco. “Ella menciona que ahora soy rica. ¿Quiere decir que tengo fondos ilimitados?”.
“Ahora tiene una cuenta bancaria considerable. Aproximadamente hay diez mil libras en su cuenta”, respondió él. “También le dejó una granja de caballos en Sussex. Esas eran las propiedades principales de su abuela y tenía una cabaña cerca de Bath, que ahora le pertenece a usted. La granja genera alrededor de cinco mil libras por año”.
Katherine se quedó con la boca abierta. Eso era mucho dinero...podía hacer lo que quisiera, así como su abuela lo mencionaba en su carta, pero Katherine no había valorado por completo sus palabras hasta que escuchó lo que había heredado.
“¿Y mi padre no me lo puede quitar?”. Era una preocupación porque a su padre no le gustaba que nadie tuviera más que él. No podía hablar por la situación del ducado, pero esa cantidad de dinero de seguro lo rivalizaría. Él lo querría, así como tener el control de la granja.
“No”, dijo el abogado. “Los contratos son claros. Todo el dinero que ella tenía solo podía ser entregado a una mujer en relación directa con ella. La única manera en que su padre lo hubiera heredado habría sido si no hubiera mujeres que heredaran”. Levantó sus labios. “Incluso así, la primera mujer nacida de su línea de sangre directa, obtendría el control de los bienes. Un hombre solo podría conservar la custodia hasta que naciera una mujer. Es una propiedad matriarcal”.
Había tantas posibilidades disponibles para ella. No estaba segura de lo que debía hacer primero. Nunca en sus sueños más descabellados habría previsto que esto sucedería. La muerte de su abuela fue lo peor y lo mejor que le pudo haber ocurrido. ¿Por qué no le había contado que había heredado tanto de su parte? ¿Pensaba que hubiera hecho una diferencia en su relación? Su abuela siempre había significado mucho para ella.
“¿Hay algo que deba hacer?”. La mente de Katherine seguía conmovida por las noticias. “¿Puedo visitar la granja?”.
Su abuela siempre la visitaba. Nunca había estado en su propiedad en Sussex. Katherine tuvo un repentino deseo de estar entre sus bienes y el lugar que amaba. Podría ayudarla a sentirse más cerca nuevamente de su abuela. Podía ser tonto, pero lo necesitaba.
“No es necesario que usted haga algo. Todo ha sido puesto a su nombre. Todo lo que necesita hacer es aceptar su herencia. Si requiere algo más, por favor, hágamelo saber y me ocuparé de ello”. Le deslizó un montón de papeles. “Estos son para su archivo. Yo guardo una copia, en caso de que se pierdan y sí, para responder su pregunta, puede visitar la granja. Si así lo desea, puede mudarse permanentemente a Sussex. No hay ningún motivo para que permanezca en la propiedad ducal o bajo el cuidado de su padre”.
Eso resolvía todo para ella. Iría a casa, empacaría, luego partiría hacia la granja en Sussex. Viajar en invierno no era su favorito, pero estar lejos de su padre sería una bendición. Ni siquiera había contado a sus amigas cercanas lo horrible que podía llegar a ser. Diana y Narissa no tenían idea de lo difícil que podía ser para ella escabullirse de la casa o incluso obtener abiertamente el permiso para asistir a una función. Ella no vivía la vida despreocupada que creían que tenía. El motivo principal por el que había estado buscando un marido era para escapar del control de su padre. Ahora no tenía que casarse a menos que lo quisiera. Era libre de vivir su vida y de no preocuparse por nada nunca más.
“Muchas gracias”. Katherine se puso de pie. “¿Qué tan pronto puedo partir hacia allá?”.
“Puedo preparar un carruaje para llevarla en cualquier momento. ¿Cuándo desea partir?”. Se levantó y caminó rodeando su escritorio para aproximársele. “Los sirvientes ya saben de sus propiedades y esperan su llegada. Están ansiosos por conocerla. Todos amaban a su abuela”.
“Me gustaría ir a primera hora de la mañana”. Katherine no podía esperar para encontrarse con los criados. Si amaron a su abuela tanto como ella, tenían mucho de qué hablar. “¿Eso es demasiado pronto?”.
“En lo absoluto”, la tranquilizó. Tendré el carruaje listo. ¿Necesita un acompañante o lleva a su doncella?”.
Betty estaría encantada de acompañarla. Era la única sirvienta de la casa de su padre que le era totalmente leal a Katherine. “Mi doncella me acompañará”. Salieron de su oficina y el Sr. Adamson tomó la capa y la ayudó a ponérsela.
“Muy bien entonces”. Le sonrió. Cuando le había parecido frío en un inicio, ahora parecía casi paternal, o al menos era como ella imaginaba que un padre debía ser. “No olvide avisarme si necesita algo de mi parte. Viaje segura en su trayecto. Creo que la granja la sorprenderá gratamente. Es un lugar maravilloso. La he visitado muy seguido, debido a los negocios con su abuela”.
Ya le había agradecido, pero no parecía suficiente. Le había cambiado la vida en menos de una hora. Sí, realmente había sido su abuela quien le hacía la vida más llevadera, pero el Sr. Adamson era el portador de esa brillante noticia. “Estoy segura de que estaré bien, sin embargo, si algo surge, me aseguraré de informarle. Que tenga un buen día”. Katherine le hizo un gesto con la cabeza y salió de la oficina del abogado. Por primera vez en semanas caminó a casa con una sonrisa, incluso ni una sola vez, ni siquiera en pensamiento, se quejó del frío.

CAPÍTULO UNO
Un mes más tarde…
El aire tenía una nitidez fresca, pero al menos era penetrante. Katherine se sentó en el carruaje y revisó su entorno. Tattersall estaba lleno de actividad. Varios caballeros ya se encontraban alrededor del patio para ver los caballos, mientras los sacaban a correr por el perímetro del lugar. Si quería ver la caballería, tendría que salir del carruaje y unirse a ellos.
Se mordisqueó el labio inferior y después respiró hondo. Esto era lo que quería. Su abuela le había legado una granja de caballos y Katherine estaba determinada a dirigirla. Quería asegurarse de que pudiera ser independiente y no solo una joven de sociedad juzgada. Su valor no estaría determinado por un hombre o por estar atado a él. Katherine estaba decidida a hacerlo por ella misma. Su abuela le había confiado su granja de caballos y ella haría todo lo posible por que prosperara.
Solo tenía que salir del carruaje y prepararse para soportar todas las actitudes condescendientes de los caballeros. Una mujer no asistía a la subasta de Tattersall con el propósito de comprar un caballo.
No estaba segura de que, incluso, le permitieran comprar un caballo o bien, cualquier cosa. Había momentos en que haber nacido mujer, era una verdadera desventaja. Por ahora no podía pensar en algún momento en que hubiera sido beneficioso ser una mujer. Katherine suspiró y respiró profundamente. Abrió la puerta del carruaje y salió.
Nadie se detuvo a mirar en su dirección. Lo consideró una buena señal y siguió avanzando hasta llegar a la terraza. Tattersall celebraba su subasta al exterior, en el patio rodeado por tres lados por una amplia terraza sostenida por pilares. Los posibles compradores y curiosos se reunieron al centro. Después de que todos estuvieron juntos, los caballos serían liberados para correr por el perímetro. Una vez que lo completaran, se ofrecerían a la venta.
Katherine se pasó las manos por el vestido azul claro de lana, alisando la tela, después ajustó la capa cubriéndose del frío. Se aseguró de que las cintas de su amplio sombrero estuvieran firmes. Sería mejor para ella si no captaba la atención de nadie. Podía hacer sus selecciones y dejar un billete de banco como pago, y luego seguir su camino. Los caballos que comprara podían ser entregados en su granja. En teoría todo parecía bien. La agitación nerviosa en su estómago sugería que algo podría salir mal.
Alcanzó la reja a lo largo del perímetro y esperó a que soltaran los caballos. El viento soplaba por su rostro congelando sus mejillas. Katherine miró ansiosa hacia el prado. Debió haber traído a su mozo de cuadra. Seguiría siendo su decisión la compra, pero tenerlo allí con ella, le hubiera dado algo de credibilidad. ¿Por que no lo había considerado antes de aventurarse hacia Tattersall?
“Mmmh”. Se cortó su respiración cuando un caballero que se encontraba cerca, la aventó hacia un lado. “Por favor, señor”, dijo ella. Katherine no pudo evitar el enojo en su voz. “Ponga atención hacia dónde mueve sus brazos. Casi me tira al piso”. Le dolía el costado donde la había golpeado.
“Perdone”, dijo el caballero. “No era mi intención...”.
“Por supuesto que no lo era”, lo reprendió. “¿Siempre se comporta tan brusco cuando está en sociedad?”.
Él levantó una ceja. “Esto no es exactamente la sociedad...”.
Por supuesto que estaba en lo cierto. Esto no era una velada, ni un baile, pero seguía siendo una reunión de la alta sociedad. No todos podían permitirse comprar un caballo. Estaba dispuesta a apostar que en Tattersall se encontraban más ‘lords’, que cualquier otro hombre de la clase trabajadora. Katherine se encontró con la mirada del caballero y las palabras se congelaron en su garganta. Conocía a este hombre en particular. Era el marqués de Holton, y se lo habían presentado mientras su amiga, Diana, ahora condesa de Northesk, había sido cortejada por su marido. Katherine se había sentido atraída por el marqués, pero él se había comportado muy grosero con ella durante la presentación teatral a la que asistían en ese momento. “Lord Holton”, finalmente logró expulsar las palabras.
Él se detuvo bruscamente al escuchar que ella mencionaba su nombre. Lord Holton entrecerró la mirada y la observó. Su sombrero cubría gran parte de su rostro, más de lo que había pretendido cuando se lo había puesto por la mañana. “¿Lady Katherine?”.
Ella asintió. Durante un momento pensó que él no la recordaría. Posiblemente era su sombrero que impedía que él viera completamente su rostro. Al menos, eso era lo que esperaba. “Sí, mi lord”.
“¿Qué rayos está haciendo en Tattersall?”.
“Bueno”, comenzó ella. “¿No es obvio?”. Hizo un gesto hacia el potrero. “¿Qué se hace generalmente en una subasta de caballos?”. Él frunció el ceño. “Una dama no viene aquí a comprar un caballo”. Lord Holton cruzó sus brazos sobre el pecho. “Ella envía a alguien a que actúe en su nombre. ¿Qué pensaba usted al presentarse aquí? Por favor, dígame que no viene sola”.
Ella mordisqueó su labio inferior. Ella no podía hacer tal cosa. Katherine había venido sola y no se disculparía por tener el control de su vida. “¿Y si lo estuviera?”.
Él sacudió su cabeza y sus labios formaron una tenue línea blanca. “¿Su padre sabe que usted está aquí?”.
Su padre, el duque de Gladstone nunca le prestaba atención, al menos, no del tipo positivo. Él mimaba a su heredero, su hermano Kendrick, pero la ignoraba a ella. Cuando ella dio aviso que se mudaba a la granja de caballos que su abuela le había legado, a él no le había importado. Al menos cuando él se percató de que no podía tomar el control de ella. “Mi padre tiene asuntos más importantes de qué preocuparse, más que de mi paradero”.
Lord Holton frunció el entrecejo. “Necesita un guardián”.
Ella encontró su mirada y no titubeó ni una sola vez. Permitir que este hombre la intimidara solo le daría la ventaja. Katherine se negó a permitirle cualquier control sobre ella, por pequeño que fuera. “Es cuestión de opinión”.
El primer caballo salió del corral corriendo alrededor del perímetro. Katherine se apartó de él y puso un poco de distancia entre ellos, pero no había dejado de escuchar lo que había dicho en voz baja.
“Dios la salve de los vándalos...”.
Bueno, no necesitaba preocuparse por ella. Ella no necesitaba que la ayudara. Katherine era capaz de cuidarse sola...


Bennett no podía creer que lady Katherine Wilson estuviera en Tattersall. La subasta de caballos no era lugar para una mujer de crianza suave. Su padre debía tener más cuidado con su reputación y con la de ella también. Lady Katherine podría considerarlo una acción inocente, pero había muchos más caballeros que damas asistiendo, y ella había venido sola.
Su falta de acompañante la dejaba abierta al escándalo y a los malvados con intenciones lascivas.
La mantuvo a la vista, irritado por la intención dividida. Bennett quería ignorarla, pero no podía. No estaba en él dejar a una dama necesitada, aunque ella se diera cuenta o no de que lo necesitaba. Una dama sola no estaba segura, y de alguna manera él tenía que asegurarse de que ella se diera cuenta de este hecho. Sir Goliath, el semental que había visto fue sacado del corral para que corriera por el perímetro. Tenía una fina cubierta castaña y una oscura melena negra. Su cola tenía el mismo tono medianoche que su melena. Sus músculos se ondulaban mientras daba una vuelta alrededor del área cercada. El caballo era hermoso y exactamente lo que había estado esperando. Cuando inició la subasta, pujó por él.
Lady Katherine se había alejado un poco de él, pero eso estaba bien. Ella seguía en su línea de visión y lo suficientemente cerca como para poder acercarse en caso de que ella lo necesitara. Dejaron salir del corral al resto de los caballos para que corrieran por el perímetro, pero a él no le importó. Ya había visto al caballo que había venido a comprar.
Después de que todos los caballos terminaron su carrera y todos pudieron verlos, comenzó la subasta. Varios caballos fueron subastados antes de que el semental apareciera en la cuadra. Lady Katherine había estado observando, pero aún no ofertaba nada. Bien. Necesitaba mantenerse fuera de los asuntos a los que no pertenecía.
La subasta había iniciado para Sir Goliath. Lady Katherine gritó su oferta sorprendiendo a Bennett. Qué demonios...se aproximó a ella y se inclinó para susurrarle en un tono áspero. “¿Qué está ud. haciendo?”.
“Pujo por el semental”, dijo ella. “Creo que por mi grito quedó claro”.
Él la fulminó con la mirada. Su grito lo había distraído de su propia intención de conseguir al caballo. Gritó una cantidad mucho mayor que el último postor. Katherine le devolvió la mirada y gritó otra oferta. “Usted no ganará el caballo”, le dijo él. “Yo me quedaré con Sir Goliath”.
“Necesito ese caballo”, dijo ella con súplica en sus ojos. “No me lo quite”.
Él ignoró su súplica sincera. Bennett había querido a ese caballo, incluso desde antes de que ella empezara a apostar por él. No iba a pujar más alto para evitar que ella cometiera un error, sino porque su intención era ganar el caballo para él, como había sido su intención. Después de que ganara el caballo, le podría explicar todo.
Él codiciaba ese caballo desde que había escuchado acerca de la línea de Sir Goliath. Bennett intentaba competir con el semental en la próxima carrera de estacas de primavera.
Katherine gritó de nuevo, esperando ganarse al caballo. Él la superaba a cada paso. Él contaba con los fondos para ir tan alto como quisiera. Aunque fuera la hija del duque, dudaba que tuviera suficiente dinero para ganarle. Sentía placer al ganar. Cuando terminó la subasta, se volvió hacia ella con una sonrisa de satisfacción. “No debió haberse molestado”.
Ella pisoteó con enojo. “Usted no tiene escrúpulos”.
“Querida”, dijo en tono condescendiente. “La salvé de usted misma”.
“Oh...”, ella pisoteó de nuevo. “Lo odio. No sabe lo que ha hecho, pero puedo prometerle que hoy, usted no me salvó de nada. Destruyó planes que había estado elaborando cuidadosamente desde hace meses”.
“No hay necesidad de hacer tanto escándalo. Solo es un caballo. ¿Cómo podría obtenerlo haciendo que usted destruyera algo?”. Levantó una ceja burlona. “Hay otros caballos”. Hizo un gesto a otro semental que estaba siendo subastado mientras discutían. “Eso servirá para lo que sea que usted pudiera necesitar”.
Ella levantó la barbilla desafiándolo. “No, no lo hará, maldito patán”. Lady Katherine sacudió la cabeza y lo miró como si estuviera tragando algo muy desagradable. “Solo hay un caballo que funciona para lo que había planeado y usted me lo quitó. Sabía que yo no le agrado mucho desde esa noche en el teatro, pero no creía que me odiara”.
“Yo no la odio”. Eso sugeriría más sentimientos o pensamientos de los que le hubiera dedicado. Era una chica encantadora, con cabello oscuro y llamativos ojos azules, pero no le interesaba de ninguna manera. “Compré el caballo porque lo quería. El deseo de poseerlo, no tiene nada que ver con usted. Sir Goliath será un corredor”.
“Imbécil”, ella estaba enfurecida. “Para empezar, él es la razón de que viniera a la subasta.” Lady Katherine apretó sus labios con fuerza. “No necesito ninguna explicación de usted sobre la calidad de caballo que es Sir Goliath”.
Se alejó de él y no le dio ninguna otra oportunidad de que hablara. Él no pudo evitar seguir mirándola mientras ella dejaba el patio. Todavía tenía que liquidar el pago de Sir Goliath, antes de poder marcharse. Bennett volvió a considerar su primera impresión sobre Lady Katherine. Seguía creyendo que era un demonio, pero descubrió que le gustaban sus explosiones. Si tuviera la oportunidad, se tomaría el tiempo para conocerla mejor. Tal vez la llamaría y averiguaría sus motivos por querer adquirir a Sir Goliath. Quizás podría ofrecerle una rama de olivo de algún tipo...

CAPÍTULO DOS
Katherine dejó Tattersall y fue directamente al salón de Fortuna. Tenía que estar rodeada de personas que la apoyaran y que no fueran condescendientes en saber lo que era mejor para ella. Abiertamente, previo a la subasta, no le había disgustado el marqués de Holton. Ahora, sin embargo...casí gruñó con ira por su fuerte prepotencia. Lo último que necesitaba era un hombre arrogante que se entrometiera e intentara controlarla. Lord Holton podría ser uno de los ‘lords’ más guapos del montón, pero ella nunca olvidaría lo que le había hecho. Nunca más volvería a verlo de la misma manera.
Hubo un tiempo en que pensó que tal vez podía ser un hombre con el que valiera la pena relacionarse. Incluso había asistido ansiosamente al teatro, con su amiga Diana, para poder conocerlo. Había sido educado, pero distante. Casi había sido grosero, pero ella le había permitido esa postura, considerando que no se conocían y que él probablemente no había querido alentarla. Algunos hábiles caballeros, no deseaban dar una idea equivocada a una dama.
Probablemente lord Holton no deseaba casarse pronto. En algún momento tendría que hacerlo, pero muchos caballeros retrasaban lo inevitable tanto como podían.
La tienda de moda de madame Debroux se encontraba al frente de donde estaba el salón de Fortuna, y no deseaba ser molestada ni ella, ni sus clientes. Cuando llegó a la tienda, miró a su alrededor antes de dirigirse a la parte posterior y entrar al salón de Fortuna. A esta hora del día no había mucha actividad en el infierno de los juegos de mujeres, dirigido por lady Narissa, la duquesa de Blackmore. Lady Lulia, la duquesa de Clare, generalmente se podía encontrar en una de las habitaciones de atrás, dando clases de esgrima. Había una buena posibilidad de que lady Diana, la condesa de Northesk, también estuviera allí. Todos eran queridos amigos suyos y ella necesitaba desesperadamente estar al menos con uno de ellos. Incluso con la duquesa de Blackmore, a pesar de que ella no era tan cercana a ella, como lo eran las demás.
Prácticamente, Katherine corrió por las escaleras hasta que llegó a la puerta que conducía al club. Empujó la puerta y entró. Había más gente de lo que esperaba. La puerta de la oficina de Narissa estaba abierta. Miró dentro y notó que la duquesa estaba ocupada trabajando en su escritorio. Un libro de algún tipo estaba abierto, y ella lo miraba fijamente. Su cabello oscuro estaba recogido en un elegante moño y se mordisqueaba el labio inferior. Un hombre sorprendentemente guapo estaba a su lado, el duque de Blackmore, esposo de Narissa que la había acompañado al club. No es que nunca fuera al salón de Fortuna, pero era extraño. Ella necesitaba su consejo acerca de algo...
Ella los dejó mirando los libros y se dirigió a la trastienda. Lulia se encontraba en la sala, pero no daba lecciones a ningún nuevo estudiante. Diana se encontraba haciendo esgrima con ella, aunque probablemente no debería. Si su esposo supiera que ocultaba algo. Diana estaba embarazada de su primer hijo. Fácilmente llegaba a los tres meses de embarazo. Katherine entró a la habitación y miró a las dos, pero ambas la ignoraron. Continuaron desviándose de un lado a otro hasta que Diana se lanzó hacia adelante y empujó el extremo más ancho de su sable, contra el hombro de Lulia. “Yo gano”, declaró con voz triunfante.
“Lo hiciste”, acordó Lulia. Su acento aludía sus raíces gitanas. “Aunque dudo que lo hubieras hecho si no te lo hubiera puesto fácil”. Ella rió ligeramente.
Ambas se volvieron hacia Katherine y le dirigieron una feliz sonrisa. Diana se quitó su equipo de esgrima y lo dejó a un lado. Caminó hacia Katherine y le dio un abrazo de bienvenida. “¿A qué debemos el honor de tu presencia? Pensaba que te encontrabas en tu nueva granja de caballos”.
Katherine suspiró. “Vine a la ciudad para asistir a la subasta en Tattersall”. Frunció el ceño al recordar nuevamente esa horrible experiencia. “No debí haber intentado apostar por un caballo”.
“Ay, querida”, Diana dijo con simpatía. “¿Qué ocurrió?”.
Lulia, que también se había quitado el equipo, tomó los de Diana y los guardó en el cofre de cedro donde solía guardarlos, luego se acercó para unirse a ellas. Katherine esperó hasta que llegó a su lado para hablar de nuevo. “Lord Holton es un pedante arrogante”.
Lulia rió entre dientes. “Conocí al hombre y no podría estar más de acuerdo. Reprime a la pobre Lenora. Intenté hacerme amiga de ella, e incluso la invité a visitarme en Tenby, cuando estemos en la ciudad. Aún no me ha aceptado la oferta. Fin y yo volveremos pronto a casa de su familia”. Hizo un gesto hacia Diana. “Es el único motivo por el que cedí a su necesidad de practicar la esgrima. Cuando regrese, será tan grande como una casa e incapaz de moverse adecuadamente”.
Diana fulminó con la mirada a su prima. El padre de Lulia era el hermano del padre de Diana. Recientemente se acababan de dar cuenta de que estaban relacionadas, pero habían sido amigas desde mucho tiempo atrás. “No hay necesidad de ser grosera”.
“Solo digo la verdad”, dijo ella, su acento era fuerte al mencionar las palabras. “Estoy segura de que recuperarás tu hermosa figura en poco tiempo, después de que nazca el bebé”.
Diana arrugó la nariz con desagrado ante la afirmación de Lulia y después acarició su vientre y su rostro se iluminó con una leve sonrisa. “De cualquier manera, no lo lamento. Doy la bienvenida a este niño y a todo lo que traiga con él”.

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