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La Escalera De Cristal
Alessandra Grosso
Bienvenidos. Esta es una simple colección de pesadillas, no tiene grandes pretensiones si no dejarte entrar en los pliegues de mi mente. Creo que todos tuvimos pesadillas, con los ojos cerrados. Bueno, soy un super especialista en pesadillas con los ojos cerrados. Las pesadillas con los ojos cerrados son mi maldición personal: las he tenido desde que era niña y nunca entendí la razón. Mi infancia siempre ha estado vinculada al temor de que algo catastrófico iba a suceder, para mí o para las personas que amaba. A menudo tuve sentimientos como ese aire frío que causa el escalofrío detrás de tu cuello, esa mano fangosa y helada que toca tu espalda y te hace saltar, sobresaltado; Muy a menudo veía todo negro y después de eso tenía que irme a dormir. Tan pronto como entré en el dormitorio tuve miedo de lo que habría sido cerrar los ojos. Durante la adolescencia las cosas no mejoraron: soñé y desperté temblando y sudando. INTRODUCCIÓN Bienvenidos. Esta es una colección simple de pesadillas, no tiene grandes pretensiones si no dejarte entrar en los pliegues de mi mente. Creo que todos tuvimos pesadillas, con los ojos cerrados. Bueno, soy una super especialista en pesadillas con los ojos cerrados. Las pesadillas con los ojos cerrados son mi maldición personal: las he tenido desde que era niña y nunca entendí la razón. Mi infancia siempre ha estado vinculada al temor de que algo catastrófico iba a suceder, para mí o para las personas que amaba. A menudo tuve sentimientos como ese aire frío que causa el escalofrío detrás de tu cuello, esa mano fangosa y helada que toca tu espalda y te hace saltar, sobresaltado; Muy a menudo veía todo negro y después de eso tenía que irme a dormir. Tan pronto como entré en el dormitorio tuve miedo de lo que habría sido cerrar los ojos. Durante la adolescencia las cosas no mejoraron: soñé y me desperté temblando y sudando. Después de una noche como esta tuve que enfrentar la vida como todos, pero estaba llena de dudas sobre el futuro y cada vez tenía la opción de hacer que las pesadillas empeoraran. Mi vida se convirtió en un infierno, me callé y siempre me preguntaba dónde estaba, dónde estaba y dónde quería ir. Con el tiempo aprendí a escribir mis sueños para tratar de entenderlos, mientras que en otra hoja escribo mis deseos para ver si se hacen realidad. Esta última idea me ha ayudado en más de una ocasión para aclarar las cosas, pero ahora volvamos a las pesadillas. Pensé que te contaría mis pesadillas románticas y las ataría una detrás de la otra para darte la colección de todas las emociones escalofriantes que he sentido. Lo siento por el regalo frío, pero mi mente es un lugar frío y desordenado. Es la mente de una mujer, de una luchadora que ha enfrentado abiertamente al mal y que ha decidido hablar. Mis palabras ocasionalmente pueden herir a las almas más susceptibles, pero no son ni me siento de ninguna manera mejor que ustedes. Ves el mundo a través de tus filtros y tu sensibilidad; Yo uso el mío en su lugar. Intento usar el tercer ojo para crear una visión de un futuro más fértil y rentable, después de todas las aventuras que he pasado en la vida. Intento ver un futuro lleno de sueños, estudios y viajes... Les recuerdo que los sueños son deseos; Pero ahora volvamos a las pesadillas. Ya que la pesadilla con los ojos cerrados es mi especialidad desde siempre, las razones de este fenómeno son muchas... y quizás la más importante es esta: tengo paciencia pero también soy una persona sensible y emocional; a lo largo de mi vida he tenido muchas astillas en mis pies y mis períodos oscuros. Pero siempre he buscado la luz para ilustrar esta parte de mi vida, y ahora te haré saber sobre mi poema favorito: La escalera de cristal.


LA ESCALERA DE CRISTAL
Por: Alessandra Grosso
Traducido al Español por Carmen Josefa Cortés Gutiérrez

La Escalera de Cristal
Alessandra Grosso

Reservados todos los derechos. No se permite la reproducción total o parcial de esta obra, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en cualquier forma o por cualquier medio (electrónico, mecánico, fotocopia, grabación u otros) sin autorización previa y por escrito de los titulares del copyright. La infracción de dichos derechos puede constituir un delito contra la propiedad intelectual.

Título original: Scala e Cristallo
Imágenes: © Pixabay.com

© Alessandra Grosso, 2019

© Por la traducción, Carmen Josefa Cortés Gutiérrez, 2019


Table of Contents

La Escalera de Cristal (#u6389f0a0-363f-569f-b9c0-ddf61deb23da)
INTRODUCCIÓN (#u551a41d7-b23e-5bda-aa5a-26e019bef1bb)
LA MISION (PRÓLOGO) (#ub73cc8db-e5bd-5e18-9523-2f299f7d2a1a)
PARTE 1 (#u13fb08b5-3b4f-502b-aeb4-a2c0fb1b8d57)
Podían oler todo y percibir el miedo, como muchas bestias salvajes. (#uef130c11-eb16-5e21-8177-533d8d3ab112)
CAPÍTULO 2 (#u34f04b44-1998-5ec3-a32b-42f05e34be23)
LA CONSOLACIÓN Y PROBLEMAS ALTERNATIVOS (#u42eac54c-1665-5966-b33d-320a6a4be5d0)
PARTE II (#u78fedd89-ecf9-5f26-8fb7-d3be70a5b706)
LAS ARAÑAS DEL FIN DEL MUNDO (#litres_trial_promo)
LA VIEJA (#litres_trial_promo)
LA CIUDAD PERDIDA (#litres_trial_promo)
LA MUJER SEMAFORO (#litres_trial_promo)
EL DRAGON (#litres_trial_promo)
LA LARGA CAMINATA (#litres_trial_promo)
CONSECUENCIAS DE LA MARCHA (#litres_trial_promo)
LA TRAICIÓN (#litres_trial_promo)
LA EXPLICACIÓN (#litres_trial_promo)
LA MUERTE TE HACE HERMOSA (#litres_trial_promo)
ELIMINACIÓN DEL PEÓN (#litres_trial_promo)
LA CAÍDA DEL ALFIL (#litres_trial_promo)
LA MATANZA DE LOS CABALLOS (#litres_trial_promo)
JAQUE MATE Y LA DAMA TENEBROSA (#litres_trial_promo)
EL REY Y LA REINA (#litres_trial_promo)
EPÍLOGO (#litres_trial_promo)
DISCURSO A LA HUMANIDAD (POR CHARLIE CHAPLIN) (#litres_trial_promo)
DISCURSO SOBRE MIS ERRORES (#litres_trial_promo)
CONCLUSIONES (#litres_trial_promo)
AGRADECIMIENTOS (#litres_trial_promo)

INTRODUCCIÓN
¡Bienvenidos! Esta es una simple colección de pesadillas, no tiene grandes pretensiones, si no dejarte entrar en los entresijos de mi mente. Creo que todos tuvimos pesadillas, con los ojos cerrados. Bueno, yo soy una súper especialista en pesadillas con los ojos cerrados. Las pesadillas con los ojos cerrados son mi maldición personal: las he tenido desde que era niña y nunca comprendí la razón. Mi infancia siempre estuvo vinculada al temor de que algo catastrófico iba a suceder, a mí o a las personas que amaba. A menudo tenía sensaciones, como ese aire frío que causa los escalofríos detrás de tu cuello, esa mano fangosa y helada que toca tu espalda y te hace sobresaltar; horrorizada. Muy a menudo veía todo negro y enseguida me tenía que ir a dormir. Tan pronto como entraba en la habitación tenía miedo de lo que sería cerrar los ojos. Durante la adolescencia las cosas no mejoraron: soñé y me desperté temblando y sudando. Después de una noche como esa tenía que enfrentar la vida como todos, pero estaba llena de dudas sobre el futuro y siempre existía la posibilidad de que las pesadillas empeoraran. Mi vida se convirtió en un infierno, me callaba y siempre me preguntaba dónde había estado, dónde estaba y a dónde quería ir. Con el tiempo aprendí a escribir mis sueños para tratar de entenderlos, mientras que en otra hoja escribía mis deseos para ver si se hacían realidad. Esta última idea me ha ayudado en más de una ocasión para aclarar las cosas, pero ahora volvamos a las pesadillas. Pensé que te contaría mis pesadillas románticas y las ataría una detrás de la otra para darte la colección de todas las emociones escalofriantes que he sentido. Lo siento por el gélido regalo, pero mi mente es un lugar frío y desordenado. Es la mente de una mujer, de una combatiente que ha enfrentado abiertamente al mal y que ha decidido hablar. Mis palabras ocasionalmente pueden herir a las almas más susceptibles, pero no soy ni me siento de ninguna manera mejor que ustedes. Ves el mundo a través de tus filtros y tu sensibilidad; Yo uso el mío en su lugar. Intento usar el tercer ojo para crear una visión de un futuro más fértil y productivo, después de todas las aventuras que he pasado en la vida. Intento ver un futuro lleno de sueños, estudios y viajes... Les recuerdo que los sueños son deseos; Pero ahora volvamos a las pesadillas. Ya que las pesadillas con los ojos cerrados es mi especialidad desde siempre, las razones de este fenómeno son muchas... y quizás la más importante es esta: tengo paciencia pero también soy una persona emotiva y sensible; a lo largo de mi vida he tenido muchas espinas en los pies y mis períodos oscuros. Pero siempre he buscado la luz para ilustrar esta parte de mi vida, y ahora te contaré sobre mi poema favorito: La Escalera de Cristal.
LA ESCALERA DE CRISTAL



Hijito, te diré algo:
La vida para mí no ha sido una larga escalera de cristal.
Ha tenido clavos,
y espinas,
y tablas desconectadas,
y trayectos sin alfombra:
desnuda.
Pero siempre
seguí subiendo
hasta llegar al rellano,
daba una vuelta,
y por momentos entraba en la oscuridad
donde no había luz.
Por eso, hijo, no te regreses.
No te detengas en los escalones
aunque estés agotado por el andar.
No caigas ahora:
porque yo aun continúo, amor,
yo sigo escalando,
la vida para mí no ha sido una escalera de cristal.

LA MISION (PRÓLOGO)

La misión de nuestra heroína es preservar su vida y encontrar su equilibrio y su libertad e independencia después de enfrentar a todos sus monstruos, que son muchos.
Muchos son los obstáculos internos y externos que he tenido que enfrentar, que se han materializado y desmaterializado en mis pesadillas, pero siempre he buscado la luz, como se puede ver en el poema “La Escalera de Cristal”.
La escalera de cristal representa el período de confusión por el que estoy pasando y el deseo de realizarme.
En el libro, primero verás a una heroína muy tímida que huye delante de sus monstruos; luego comienza a pelear, aunque a veces, cuando la situación se torna más peligrosa, escapa. Al final de un complicado proceso interior, se verá el predominio del combate con respecto a la fuga.
En estos pasajes, hablo de una evolución personal del escape al ataque, pero todo esto sucede para preservarme o para proteger lo que creo correcto.
En el libro me ayudarán algunos y otros me obstaculizaran, pero ahora te dejo leer.
Buena lectura…

PARTE 1

Soñadores ...
"Solo los que sueñan pueden mover montañas ..." cita de la película Fitzcarraldo



CAPÍTULO 1


"Siempre apunta a la luna, si te va mal, habrás vagado entre las estrellas". (Les Brown)

EL ESCAPE


"La vida es una larga lección de humildad". (James Matthew Barrie)

Iba corriendo escaleras arriba para conseguir la llave que finalmente me liberaría. Sabía instintivamente que había cincuenta y cinco escalones para subir y otros cincuenta y cinco para bajar. Detrás de mí se cerraba la puerta, los portones y las antiguas rejas; Todo era oscuridad y desesperación.
El miedo y la ansiedad, los sentimientos, la respiración corta y forzada, las paredes que van del amarillo al blanco cremoso se vuelven cada vez más borrosas... Estaba entrando en el infierno pero no podía disminuir la velocidad. En mi carrera, la llave para salir de ese lugar lo era todo: ¡era la salvación!
Cuando llegué al último escalón, me dirigí hacia la habitación donde estaba la llave. Era el símbolo de la liberación, era nuestra liberación de las tinieblas... pero sabía que el monstruo con garras la defendería: no sería fácil.
Frente al monstruo se requería fuerza. Había sido un hombre en la vida anterior, un hombre fuerte, pedófilo y poderoso. Pude saltar a su derecha y atacar con la única silla de madera que había encontrado, una silla contra un monstruo que había sido un mito en la vida... Una vida de excesos, borracho hasta el amanecer, cocaína, mujeres, millones de mujeres, pedofilia, hasta que fue horriblemente quemado vivo.

Siempre había sido sensible en la vida y comprendí, percibí, las debilidades del monstruo y, de improviso, lo ataqué: con un movimiento esquivo, rompí la silla en su cabeza. Al romper la silla quedaron en mi mano dos astillas. Agitada, apuñalé furiosamente al monstruo en el pecho y en el cuello.
Ahora la horrible figura quemada estaba en el suelo. Podía solo intentar prenderle fuego. Lo habría hecho más lento: tenía fobia... el horrendo monstruo le tenía una fobia al fuego que hubiese arrasado la envidia con la que se había alimentado toda su vida, una feroz envidia hacia la belleza y la inocencia, de hecho había sido un psicópata y manipulador. Estaba casi segura de esta fobia, pero antes tendría que defenderme e inutilizarlo.
Durante toda la vida comprendió que la envidia y los celos se veían mal, así que los enmascaró detrás de una armadura hecha de encanto e intelectualismo, pero sus pensamientos eran oscuros y desagradables; de hecho se dice que "Muy mala cosa es el hambre". Para mí la envidia es peor, y en esta historia ha originado guerras, luchas, conflictos y un duelo interminable.
Encontré mi encendedor de los buenos tiempos, lo llamé el "Zippo de mis dieciséis años", cuando fumaba en secreto. Me moví rápidamente y lancé el Zippo, luego vi la llave, la tomé y corrí hacia las escaleras.
Cincuenta y cinco escalones.
Yo era joven, y los subí volando.
Sentí dolor en mi rodilla pero continué. Pensé que cada escalón era la vida, los conté y reconté.
Al llegar a la cima, finalmente me volví detrás de la barandilla que protegía las escaleras y rápidamente entregué la llave a los compañeros que buscaban la luz, pero también a los que querían ir en la dirección opuesta y aventurarse por los abismos.
La llave giró, pero mientras tanto sentí que el monstruo se estaba recuperando y se estaba acercando: quería volver a la escalera.
Queríamos salir de allí y escapar hacia la luz... la luz que siempre había estado buscando, pero mientras tanto, tenía frente a mí los intrincados barrotes de la puerta pintados de blanco que me recordaban a la pureza y una vez más a la luz.
Las barras eran resistentes y gruesas y el monstruo se mantendría alejado de ellas porque la luz me protegía... ¿pero qué otra cosa podría hacer este elemento protector?
¿La luz? ¿Qué cosa es la luz? ¿Dios? ¿Luz como Lucifer? Eh, estas son preguntas, son preguntas... ¿pero y las respuestas?
Seguí buscándola, y después de escapar del monstruo del sótano me aventuré dentro de una oscura iglesia.
El monstruo había blasfemado, furioso, con su voz gutural y aterradora; había maldecido, pero las rejas permanecían cerradas, todos habían huido y la llave ahora estaba disponible para aquellos que querían morir o ir a matarlo definitivamente. Es lo más que pude hacer.
No sabía qué era lo extraño de la vieja iglesia oscura, pero de repente me encontré sola y en tinieblas en esa iglesia polvorienta y de paredes destartaladas y desnudas.

Me aventuré a lo largo de la capilla, que creo que era la nave principal y vi a un extraño arrodillado con una estatua.

Extraña estatua, pensé. ¿Qué será...?
Estaba llena de sangre.
Un escalofrío y luego una voz.
"¡NO existe una sola muerte!"
¿Será realmente la muerte el final de todo o iremos al pasado? ¿O al futuro? ¿O nos convertiremos lentamente en una nube de humo? ¿Un pasado cercano o lejano o una dimensión paralela?
Me pregunté esto mientras me encontraba fuera de la misteriosa iglesia vagando entre los helechos. Majestuosos helechos gigantes con hojas brillantes que olían a selva y me recordaban mi infancia cerca del lago en la antigua casa de campo. Esa casa de campo estaba cerca, pero yo era curiosa y quería ir más allá de la extensión de los helechos, en una actitud de búsqueda y reconocimiento, típica de la pubertad temprana. Mi juventud me indicaba "explora", mi sabiduría "piensa", mi corazón "siente". Seguí mi naturaleza aventurera... e incluso en ese momento lo estaba haciendo, como es típico de mi personalidad.
Encontré una escena del pasado, una feroz lucha entre tiranosaurios, y escapé. Antes de huir, puedo asegurar que he visto los dientes afilados de los dos animales y su actitud desafiante convertida en un ataque real. Con sus cuerpos gigantescos y musculosos se enfrentaron, destruyendo todo lo que encontraban.
Habían talado árboles y destruido mis amados helechos, en una lucha típica del período reproductivo.
Corriendo, caí sobre piedras que rodaban unas sobre otras. El ruido atrajo a las sensibilísimas bestias, que se voltearon e iniciaron la cacería.



Podían oler todo y percibir el miedo, como muchas bestias salvajes.
Me escapé desesperada, mi respiración se hacía cada vez más pesada. Las venas me palpitaban, estaba agotada, pero no podía permitirme parar: tenía que haber una salida. Y a veces la salida es más aterradora que las cosas de las que estamos huyendo. Mi salida era un callejón oscuro que se continuaba con un túnel agrietado y sombrío, insertado en una cavidad.
Tenía que enfrentarme a la claustrofobia.
Así que de un empujón me metí en ella. Afuera, las bestias gigantescas rugían lívidas de rabia, porque ya no podían ver a su presa.
Me arrastré durante mucho tiempo, el aire era rancio, maloliente y horrible de respirar. Yo le tenía miedo a las arañas y a los ratones... Siempre había odiado a las arañas y a los ratones. Especialmente estos últimos me aterrorizaban: de niña fui al gallinero y vi una enorme rata robando huevos de gallina. Pero era pequeña, sin embargo ahora era una mujer y era hora de luchar por la vida.
Luchar para sobrevivir o escapar si el oponente era más grande: este era el mecanismo detrás de la supervivencia humana. Siempre lo había sido, y continué usándolo, para mí misma, para la supervivencia de la especie humana, para toda la humanidad.
La humanidad nunca había sido el centro de mis pensamientos. Antes de todas estas aventuras, yo había sido una nerd; Una chica difícil, cerrada, siempre vestida de negro y bastante deprimida, incluso con pensamientos suicidas. Sin embargo ahora era el momento de luchar y salir del túnel.
Me arrastré, me arañé y traté de seguir adelante.
Cuando me deslicé, ya era de noche, una noche aterradora casi sin luna, con un cielo negro y, a veces, asomada y agresiva a través de las nubes. Las nubes tenían la fuerza de un guepardo por los colores que se aventuraban en los músculos del animal con inquietantes sombras rojas.
Y lo vi todo. Vi a un tiranosaurio vagando frente a mí mientras lo observaba escondida en esta especie de balcón natural.
Bajé de allí solo durante el día y me sentí más fuerte, lista para ver a otros monstruos e investigar para comprender la verdadera naturaleza de las cosas: la mente estaba abierta a cualquier eventualidad, a ver otras criaturas extrañas y a capturar otros sueños singulares.
Los sueños habían sido todo para mí, el desahogo de todos mis deseos; eran la percepción de las cosas incluso antes de que sucedieran, la percepción del NO, a mi solicitud de ayuda a un querido amigo que no me había entendido como ser humano.
Había soñado con esta negación de ayuda, pero con mi naturaleza obstinada y valiente, fui en contra de lo que había percibido, y seguí adelante. Cerré la puerta de golpe porque no escuché mi voz interior natural y sensible. Lo advertí desde la tierna infancia, pero solo recientemente me había dado cuenta de ello, justo ahora que estaba huyendo de los monstruos o luchando contra ellos.
Empecé a caminar por un valle escarpado, hojas de roble rojo por todas partes. Era otoño, las hojas se desprendían de los árboles, el olor a lluvia recién caída, a musgo salvaje.
Cerca de mí, un ambiente tenue, donde finalmente podría encender un fuego para calentarme. Afortunadamente, todavía tenía mi reserva de carne seca en la bolsa; Preparé el fuego y acampé cómodamente. Luego me acosté para pasar la noche.
La noche fue larga y soñé con viajar a través de los mares sobre barcos destruidos.
Al despertar, la escarcha y luego las gotas de rocío. Debió de ser a mediados de septiembre y las hojas habían creado una capa de varios centímetros donde se hundían mis botas.


Eran botas cómodas y femeninas con la elegancia de las viejas botas de vaquero. El pensar en ello atenuó las reflexiones sobre la soledad, el frío y el profundo aguijón de la nostalgia y los pensamientos íntimos y tristes. Fue esta intimidad la que sentí en lo profundo de ese extraño bosque de robles rojos, donde las hojas caían y eran rojas como la sangre.
Sin embargo me sentía seguida, espiada.
Este sentimiento de ser espiada, la percepción de que algo oscuro se estaba acumulando y haciendo planes a mis espaldas, la había tenido conmigo desde los años de mi adolescencia, cuando alguien había escondido mensajes extraños en mi correo, mensajes que parecían de amor, pero no eran muy claros y, por lo tanto, aún más perturbadores.
A pesar de esos presagios oscuros, avanzaba en la maleza y, a menudo, me daba la vuelta para comprobar porqué no me sentía serena; Sentía la niebla, el rocío y no sabía qué era.
Entonces, de repente, la incertidumbre y el miedo se materializaron y fue un miedo real, un terror como el que solo los niños pueden percibir.
Me sentí pequeña y huí de ese hombre con botas negras que me estaba persiguiendo, preguntándome como un loco: "¿Por qué?"
Pero… ¿cómo, "por qué"?
¿Por qué en lugar de eso me estás haciendo esta pregunta? Me dije a mi misma.
Mientras corría para no ceder al pánico, pensé en cómo organizarme para sobrevivir: era el instinto de supervivencia, era una especie de frialdad natural y orgullo.
Él podría haberme matado, pero nunca habría entrado en mi mente.
Mi cerebro se concentraba, mientras mi cuerpo escapaba.
Corrí sobre las raíces con la esperanza de que el hombre feroz que me seguía, se cayera. Nunca lo miré a los ojos, esos ojos que te controlaban sigilosamente, los ojos de cocodrilo que apuntan a la presa bajo el agua.
Por intuición supe que mi perseguidor era diabético. Lo había percibido gracias a una de mis extrañas intuiciones y gracias a algunas voces provenientes de otras dimensiones muy distantes. También sabía que era diabético porque sus pies estaban cubiertos de llagas; Pronto tuvieron que ser cortados.
Mi esperanza provenía de mi ánimo tenaz y esperaba que se cansara, esperaba que la extraña enfermedad que probablemente sufría lo afectara repentinamente en la carrera, que detuviera el metabolismo del azúcar o que simplemente tuviera una crisis y cayera al suelo.
Corrí, mientras que las ramas se volvieron más bajas y más intrincadas. Me agaché esperando que él tuviera más dificultad, siendo más alto que yo; Tiré de las ramas hacia mí, deseando que le dieran en la cara.
Odiaba profundamente lo que me estaba haciendo. Mi odio fue causado, en particular, por el miedo que sentía. En parte fue orgullo, lo admito: ¿quién fue el que me obligó a huir?, ¿a atormentar mis extremidades en las garras torturantes del miedo?
Mientras tanto, seguí corriendo y él, con su cuerpo fuerte, parecía tolerar que la carrera de velocidad se hubiera convertido en una carrera de resistencia.
Mi sudor caía al suelo junto con grandes lágrimas, y sentí que la esperanza me estaba abandonando... pero luego vi algo nuevo: mi abuelo, frente a mí.
Al verme preocupada, mi abuelo me hubiese proyectado a otra situación, a una dimensión mucho más íntima y menos peligrosa, y él me habría tranquilizado, estaba segura de eso.
Mi certeza pronto habría tenido tiempo de materializarse o destruirse.

CAPÍTULO 2


"El futuro pertenece a quienes creen en la belleza de sus sueños" (Eleanor Roosevelt)

LA CONSOLACIÓN Y PROBLEMAS ALTERNATIVOS

Realmente era mi querido abuelo, tierno en la vejez, terrible en su juventud. Siempre había sido un tipo difícil, rencoroso y mordaz, y en cierto modo era el típico macho italiano.
De joven había tenido cabello castaño, con ojos oscuros españoles, piel de oliva quemada por el sol, anchos hombros campesinos. No era alto, como yo, pero si mucho más robusto. Solo las manos que teníamos eran las mismas, largas y delgadas, las que los británicos definían como de panaderos, y de hecho este había sido su trabajo durante toda su vida. Se levantaba antes de que el gallo cantara para trabajar muy duro, y no necesitaba la radio: pues, de hecho, tenía una voz cálida y llena, de barítono, una voz que te hace compañía y te tranquiliza en la vía, y en el camino de mis sueños, me lo encontré de nuevo.

Nuestro encuentro había sido reconfortante. Puso su mano larga y callosa en mi hombro y me susurró que no me preocupara, que todo se calmaría y que me entendía, me consolaba y sabía lo difícil que había sido mi travesía. Así es, a lo largo de todo mi recorrido emocional había encontrado malezas y espinas, y mis pies estaban llenos de ampollas. Moralmente estaba muy deprimida.
Él sabía por lo que estaba pasando. Había sido un líder partidista, había luchado contra la opresión de Mussolini. Amaba la libertad y ese era el nombre que le habían dado: se llamaba Libero. Era libre, era etéreo; Ahora era un espíritu, después que un ataque cardíaco nos lo arrebatara repentina y rápidamente en 1996.
Tan rápido que no había tenido el coraje de ir a verlo en la funeraria.
Sin embargo, ahora estaba frente a mí, como lo recordaba: todavía era oliva, siempre activo, y con la preocupación de ver a su nieta convertirse rápidamente en una joven mujer.
Sí, una mujer, me había convertido en una mujer. Me sentí inocente e ingenua, pero sabía que todavía me sucederían muchas otras cosas, que la vida era larga y llena de problemas, de molestias.

Dicen que para cada uno de nuestros talentos, Dios nos da un látigo. El látigo es dado para autoflagelarse y este último tiene un nombre: para mí, se llama sentido de culpa.
Los sentimientos de culpa siempre me habían causado pesadillas y, de hecho, siempre había sido muy comprensiva con los niños, y eso me había llevado a la próxima pesadilla con los ojos abiertos.
Los alumnos vieron cómo se materializaba un niño que me perseguía, pero no era un niño sonriente: tenía uñas y dientes, colmillos que podían morder y desgarrar. La pequeña criatura podría destrozarme. Estaba llorando, pero su llanto era casi un ladrido horripilante, y yo estaba aterrorizada, sudaba y temblaba. Siempre había sido emotiva, de hecho, me representaba bien la descripción de la persona sensible, en este caso aterrada.
Los sensibles son emocionales y empáticos. Aman la vida tranquila, las sonrisas y los niños; sufren de sentimientos de culpa, se retiran en corazas dentro de sí mismos.
No pude enclaustrarme en mí misma porque el niño enfurecido me perseguía y lloraba, gritando y aullando como el viento.
Tenía miedo de enfrentarme a la bestia y a mi inocencia que no había preservado. No había salvado lo que debería haber salvado y mi conciencia me siguió y me persiguió, y no pude hacer nada más que escapar, una vez más.
No hubiera tenido el corazón para golpear a un niño, así que corrí, pero me encontré corriendo con unas incómodas botas de tacón alto. Esto me produjo un dolor sordo en cada paso, que me desgarraba la piel y se me ampolló rápidamente. Era un tormento sin fin.
Luego caí sobre mis codos y empecé a avanzar con un esfuerzo aún mayor sobre el piso de madera marrón oscuro, resbaloso y hostil, tan frío como los ojos del niño que me perseguía. Sabía que los merecía, esos ojos, no había defendido a suficientes niños en la vida, no los había amado lo suficiente y a través de este último monstruo volvieron a visitarme. Una visita amarga pero constructiva: tenía que pagar el precio de mis errores y estaba lista para reconocerlos.
Después de esa persecución hubo otra visión perturbadora: una niña pequeña que rebotaba contra las paredes y no podía evitar que se lastimara. Estaba resbaladizo, cubierto de aceite y cambiaba de dirección. Era impredecible.
Representaba exactamente la confusión que llevaba dentro.
No sabía si protegerla o salvarme del monstruo que todavía me perseguía, el bebé aullando preguntándome por qué, tratando de agarrarme y llamándome MAMÁ.
Una palabra espantosa para mí que, aunque amo a los niños, nunca he considerado seriamente ser madre y construir una familia. Siempre lo he visto como algo lejano en el futuro, lejos de mí, limitando mi personalidad y también, odio tener que admitirlo, destructivo para el delicado cuerpo femenino. Son tiernos los niños, y necesitan atención, cada vez que veía a las hijas de mis amigas dando sus primeros pasos, vagaba pensativamente, temiendo que la plaga de turno rompiera algo o se hiciera daño; Luego, están los niños y… los niños. Hay niños que no nacen normales.
Quiero decir, todos tenemos nuestra individualidad, pero hay niños que abusan de los animales y esta es una primera señal preocupante. Muchos asesinos en serie solían abusar de los animales cuando eran niños, y fue el caso del niño que me perseguía en aquel lugar sucio, esa cabaña boscosa llena de celdas.
Sentí, por su violencia, por la forma en que rompió las cosas, que no había recibido amor, pero también sentí que la semilla del mal era inherente a él: había sido maltratado y ahora disfrutaba del abuso. Era el mal que se esparcía como una enfermedad sin dar tregua, que te perseguía y que acabaría destruyéndote lentamente simplemente con tocarte. Era angustioso y siempre presente. No podía seguir huyendo, tenía que reaccionar, pero todavía no sentía mis piernas lo suficientemente fuertes, incluso si, tarde o temprano, debía tomar una decisión.
La decisión fue vital, no podía dejar que el niño me destruyera, pero también tenía que detener a la niña que continuaba resbalándose y rebotando contra las paredes.
Tenía que estudiar un plan, una estrategia para convertir en inofensivo al monstruo y salvar a la niña.
Además, también me dolía la espalda: era mi reacción típica al estrés.
La tensión nerviosa, por ejemplo, antes de los exámenes universitarios, me hacía contraer los músculos de la espalda, con malos resultados para los hombros y los músculos cervicales.
Sin embargo, tenía que hacer algo, ¡tenía que hacer una maldita cosa!
Me moví, para que la niña no se golpeara contra la pared sino contra mí; Esperaba que después de un tiempo de inercia se detuviera. Las cuerdas desgarradas que la balanceaban estaban desarticuladas, parcialmente desolladas y deshaciéndose; Sin embargo eran resistentes. Traté de cortarlas con la navaja que saqué de mi bolso, pero ella tendía a salirse de mis manos y estaba muy viscosa debido al aceite espeso e impenetrable. Una sustancia oleosa similar al betún.
Estaba oscuro y este asunto me daba problemas. Me sentí observada por el niño que me perseguía, sentí escalofríos en mi espalda y temí la muerte en cada instante, en cada respiración... El niño era mi conciencia y no me daba paz.
La conciencia es lo que te mantiene despierto por la noche y te hace observar mucho tiempo un techo que siempre es el mismo.
Te hace caminar pasado y futuro en un instante, ves toda la vida en un momento y luego tienes que decidir, tienes que decidir de acuerdo con tu conciencia.
Y decidí: trataría de salvar a la niña. Podría morir, podría hacerme pedazos, pero tenía que pasar la prueba; Tenía que cambiar y ser más fuerte.
La fortaleza también se aprende al caminar y quería que así fuera en mi vida, no quería huir hasta que fuera estrictamente necesario. Algo en mí estaba cambiando y, a la final, si, era justamente de esa manera.
Fue un deseo de paz y justicia lo que paradójicamente me empujó a luchar, una mezcla de bondad y dignidad que es inherente a los buenos guerreros de las historias que me contaron de niña. Fue la no aceptación del mal, jamás y sin ningún tipo de compromiso, pues debido a compromisos por demasiada bondad que había asumido, tuve que recurrir a la huida, la humillación y un sentimiento deprimente de baja autoestima. Ya no quería depresión, quería combatirla. Quería salvar a la niña que estaba dando vueltas, porque en ese péndulo de incertidumbres me vi a mí misma, balanceándome entre una decisión y otra, confundida e insegura.
Tuve que actuar instintivamente cuando la niña llegó a mitad de camino. Trataría de cortar la cuerda, el problema era: ¿con qué?
Podría haber intentado con el cuchillo con el que corté la carne seca o las ramas enteras de las bayas que tanto me gustaban. Era una navaja pequeña y estaba bastante maltratada... pero tenía que actuar con rapidez y ser precisa, porque tenía otro monstruo no lejos de mí.
Me lancé con la cabeza gacha, pensando que podía ser mi hija y que tenía el deber moral de salvarla, o al menos intentarlo. El cuchillo cortó rápidamente la primera parte de la cuerda porque era delgada, pero luego se detuvo.
Cuanto más lo intentaba, menos podía cortar.
Escuché una risa detrás de mí y sentí un escalofrío, un escalofrío que corría por mi columna haciendo temblar mis brazos. Mis extremidades temblaron pero no mi voluntad, y entendí que el sombrío niño era el niño que me perseguía y que en ese momento aparecía ante mí, con sus ojos verdes y terribles.
Había escondido en la cuerda pequeños alfileres.
Furiosa, comencé a quitarlos, tratando de equilibrar la rotación con mi peso. Estaba desesperada, pero lo intenté y lo intenté de nuevo, punzándome las manos y maldiciendo por los pinchazos.
Y la cuerda cedió. La pequeña cayó al suelo, pero al menos podría decir que su eterno balanceo había cesado.
Después de ver esos horribles ojos verdes, estaba confundida, pero me hice la fuerte y comencé a gritarle al monstruo, no tenía más que mi voz. Le dije, mostrándole a la pequeña niña tendida en el suelo: "Esto es lo que hiciste, no me queda más nada, ¡NADA! Me quitaste todo porque sé que esta niña estaría atada a mí en el futuro. Ahora mátame si quieres... haz lo que quieras, ¿qué quieres, mi sangre?
Lo desafié como loca, pero él había cambiado. Me estrechó la mano y me dijo que había hecho lo correcto, que había pasado la prueba y que me había fortalecido.
La fortaleza que se había forjado dentro de mí la construí con paciencia, así como los herreros vencen el hierro y lo moldean para obtener espadas muy afiladas y objetos de valor excepcional. Pero incluso aquellos que se forjan, se presionan y se empeñan pueden cometer errores, y este es quizás el origen de toda inseguridad y del anillo común a toda la humanidad: un escalofrío y una inseguridad que nos empujan a escapar o atacar; capitular o vencer.
Esta vez había ganado, pero el viaje tenía que continuar y otros desafíos aparecían ante mí. Por un lado, no podía esperar para medirme contra ellos, pero por el otro, todavía sentía un temblor helado de miedo hacia lo desconocido. Sin embargo, continué con mis botas gastadas hacia otros desafíos y otros territorios.
Los tormentosos territorios típicos de una tundra del norte parecían estar a mis espaldas, con su fuerte olor de abedul y los altos abetos seguidos por la nieve invernal. Los árboles siempre verdes, que antes estaban a mí alrededor, se apartaron para dejar espacio a un misterioso laberinto.
De repente, me encontré cerca de unas intrincadas ruinas, que tenían tantos años como capas de líquenes que los cubrían. Estaban en mal estado pero aún dibujaban sus contornos. Si quería ir al laberinto, tenía que seguir la dirección de esas ruinas; Pacientemente, con tenacidad y espíritu de sacrificio, tuve que someter mi voluntad a la del destino. El destino no había sido muy generoso hasta ahora, dada la secuencia de desafíos que habían endurecido mi espíritu y mi piel, fortaleciendo mi cuerpo y cansándome terriblemente.
La fatiga era un sentimiento que conocía bien, una amiga y una compañera cotidiana. Era como una mujer que no miente: hermosa y terrible al mismo tiempo. No tan atractivos fueron los escritos que encontré en las paredes, terribles escritos y pentagramas que parecían estar dibujados con restos humanos y sangre.
Al revisar los escritos, me asusté mucho más: decían que no entraran y que no se aventuraran, que no probaran este terrible camino; decían que dejaran sus deseos porque no se harían realidad, porque simplemente moriríamos.
Rastros humanos, cráneos y cuerpos torturados no muy lejos de mí. Me sentí observada y espiada. Todo, absolutamente todo podía haber pasado en ese momento.
Sola atravesé ese nuevo territorio hostil hecho de arena, con pequeños espacios pavimentados y musgo que crecía entre las grietas de las antiguas ruinas.
En esas ruinas había cráneos abandonados, algunos con el cabello aún enredado, un cabello ahora amarillento por el tiempo.
De repente, un crujido sospechoso y luego un golpe fuerte. Una puerta giratoria apareció frente a mí, que empujé.
Y lo que encontré me dejó sin palabras.
Era yo misma. Era yo, pero en cierta forma diferente.
Era yo, era yo misma lo que veía y no lo podía creer. Finalmente tendría alguien con quien hablar y confrontar. Podría decirme de dónde venía, qué hacía.
Ella se parecía a mí en todo, solo que estaba vestida con más elegancia. Se había enfrentado a muchos altibajos como yo, pero no tan peligrosos. Al estar en un hermoso jardín, en una dimensión distante, se había caído y tropezó con la puerta dimensional que había abierto. Así, había pasado de un mundo a otro, encontrándose confundida y sorprendida por la novedad.
Ahora éramos dos en este mundo paralelo, éramos dos heroínas en la noche, en el frío de estas escalofriantes ruinas. Éramos dos, pero aún así seguíamos siendo gemelas, dos pequeñas almas en la noche, dos velas encendidas que podían ayudarse mutuamente o decidir morir compitiendo.
La competencia femenina era algo mortal, que había llevado a las mujeres a agarrarse de los cabellos por el amor de un mujeriego o perder sus empleos por no estar dispuestas a congraciarse con el jefe; La competencia es tan poderosa y mortal como los frascos de veneno. No quedaba más que temerle.
Analicé cuidadosamente las actitudes de mi clon, mi gemela, pero ella siempre se mostró muy afable y comprensiva. Siempre me seguía y tenía una actitud amable y abierta hacia mí. En la medida que nos aventurábamos más y más en las ruinas, nuestra armonía se incrementaba.
Ese breve momento de tranquilidad, ese breve momento en que me di cuenta de que ya no estaba sola, de que podía tener un futuro, sin embargo, pronto se disipó.

PARTE II

El MONSTRUO DE LA CAVERNA


Era monstruoso, ruidoso y se alimentaba del miedo. Su cuerpo estaba enrojecido con venas a la vista por la quemadura total de su piel. Era muy alto, de unos cuatro o cinco metros, con pies fuertes y muy grandes que se movían, haciendo el sonido de una roca que se hace añicos en el suelo. Su boca estaba llena de dientes para morder y le encantaba la carne humana.

Había vivido allí durante siglos, y jóvenes y viejos ocultos esperaban en el centro de las ruinas, en el punto en que se hacían más amplias; Había vivido en las ruinas desde que era un castillo fantástico. Era el hijo indeseado de la violencia y había sido maldecido desde el primer momento. Era el resultado de una violación combinada con siete maldiciones antiguas.
Sus ojos eran de color amarillo brillante y podía ver en la oscuridad, olfatear en la oscuridad.
Había hecho un pacto con otra criatura demoníaca: un monstruo que odiaba la inocencia.
Sus nombres eran Maldición, el resultado de las maldiciones, y Venganza, el que odiaba la inocencia.
Venganza era un asesino silencioso, refinado, inteligente y psicópata que, viéndose morir en la hoguera, había hecho un pacto con Maldición antes de ser quemado vivo. Maldición, había podido recuperar las cenizas de Venganza y traerlo de vuelta a este mundo. Este último, después de ser quemado en la hoguera, había regresado con una sed de sangre cada vez mayor.


Venganza llevaba una camisa hecha jirones en la que todavía se podía leer su nombre: estaba escrito en tiza blanca y rodeado por el rojo de sus víctimas.
Los dos asesinos inmediatamente sintieron la presencia de dos humanos y se escondieron en la oscuridad sin decir una palabra, sin un solo momento de vacilación. Conocían nuestro miedo, podían olerlo y percibían cada olor en el aire, la inseguridad. Ya sabían que éramos dos almas errantes que habían perdido su orientación.

La otra yo y yo estábamos felices de estar juntas, pero ese sentimiento nos traicionó, en el sentido de que inicialmente habíamos explorado con temor las ruinas antiguas con estanques derruidos y decadentes, pero luego, nos dejamos llevar por el entusiasmo y seguimos adelante, pero sin un mapa. Muchas veces nos encontramos en callejones sin salida, y al final, después de dar vueltas y vueltas varias veces, nos dimos cuenta de que estábamos perdidas.
Ya no sabíamos volver, teníamos que intentar salir. Las ruinas estaban cada vez menos dañadas y más compactas, como si hubiéramos entrado en un ala relativamente más nueva. Las paredes eran gruesas, grises y húmedas, el agua goteaba del techo y creaba charcos en el suelo.
Dentro de ese laberinto había grandes habitaciones medio vacías, grises, húmedas y oscuras. A veces la condensación se depositaba en la pared, otras formaban una niebla lejos de nosotros. Intrigadas, tratamos de saber de qué se trataba la niebla y por qué nos sentíamos terriblemente espiadas.
En ese misterioso laberinto, dos sentimientos opuestos impregnaron nuestras almas: el miedo y el deseo de explorar.
El deseo de explorar nuevos territorios es un impulso que se siente especialmente durante la pubertad y, de alguna manera, volvimos a ser adolescentes, a pesar de que nos enfrentamos a nuevas búsquedas.
Nuestras emociones eran conflictivas, pero sabíamos que, aunque el peligro era inminente, éramos seres humanos y teníamos que comer. Eran días de escasez, pero aún teníamos reservas de carne seca porque cuando mi otra yo estaba fuera de las ruinas, había cazado y recogido bayas.
Nos retiramos a un rincón para consumir ese frugal almuerzo que, en mi opinión, solo podía ser delicioso. Nuestros dientes funcionaron como cuchillas que cortan todo y nuestra comida desapareció rápidamente. Limpiamos el área y continuamos nuestro peregrinaje esperando no encontrarnos indispuestas. Durante el viaje habíamos vuelto a ver las horribles imágenes dibujadas y escritos que nos incitaban a marcharnos, a escapar, pero ¿Hacia dónde podríamos escapar?
¿Dónde podríamos encontrar un refugio? ¿Cómo podríamos salir de ese laberinto?



Continuamos y afortunadamente encontramos armas y balas; Las llevamos pensando que en el futuro podrían sernos útiles.
También encontramos una especie de campamento destruido. Parecía que había sido atacado y los cadáveres habían sido arrastrados: las franjas de sangre causadas por el arrastre de los cuerpos eran claramente visibles, pero no encontramos ninguna de las víctimas.
Recolectamos todas las armas posibles y también el pequeño botiquín de primeros auxilios: no sabíamos lo que nos esperaba y para eso queríamos prepararnos. Si quisieran matar a estas dos mujeres solitarias, bueno, tendrían que trabajar duro.
Estábamos armadas y, con la esperanza de ayudar a quienes habían sido atacados, avanzamos siguiendo los caminos de sangre. Sin embargo, pronto comenzamos a temer lo peor para los pobres desafortunados:
Estos deben haber perdido mucha sangre y su final ya había sucedido o estaba muy cerca.
Seguimos las vetas de sangre a lo largo de una gran sala, luego pasamos a un lugar más estrecho y oscuro. Solo algunas antorchas iluminaban el camino, pero ya habíamos decidido nuestra ruta y nos dimos ánimo mutuamente.
Desde el estrecho corredor había un pasaje más ancho con techos muy altos que contenía otra gran sala amurallada en el centro. De adentro para afuera solo se veía la entrada, y fue bueno porque, sintiendo nuestro olor, los monstruos salieron a buscarnos sin saber exactamente dónde estábamos, y pudimos escondernos rápidamente detrás de una roca.
Estaban horribles y sucios, manchados de sangre. Simplemente escalofriante. Estaban peleando, lo supe porque se lanzaban extraños rayos y bolas de fuego que golpeaban sus cuerpos; Si los golpeaban, se quejaban con terribles gritos de barítono.
No eran gritos comprensibles para nosotros, pero asumí que habían empezado a pelear y, a hacerse daño, probablemente porque tenían demasiado tiempo, solos y aburridos.
La lucha continuó y comenzaron a dejar de oler el aire, pero solo para pelear entre ellos, siempre de una manera más apasionada. Quizás habían perdido interés en nosotros.
Se hacían daño el uno al otro: era hora de atacar y buscar sobrevivientes. Todavía podríamos salvarlos o tratar de hacerlo, pensé esperanzada. Sin embargo, no había muchas esperanzas, pero si acababan de ser atacados, tal vez con el botiquín de primeros auxilios los hubiese podido ayudar.
Así que decidimos atacar a los monstruos por la espalda y disparar apuntándole a sus heridas; Para debilitarlos, si no matarlos.
Imaginé claramente nuestro compromiso, nuestro progreso silencioso.
Empezamos a disparar un segundo antes de que nos notaran. Nuestras balas, a pesar de su gigantesco tamaño, eran dolorosas. Le descargamos todo lo que pudimos sobre ellos, pero luego todo terminó mal.
Vi el final, lo vi en los ojos oscuros de la mujer que había sido mortalmente herida y era exactamente igual a mí; Podía ver con sus ojos y percibir la vida que lentamente la estaba abandonando. Sin embargo, tuve que irme. Ella entendió que tenía que escapar y en sus ojos vi el perdón y la comprensión. Mi huida era comprendida, justificada.
En los días por venir, soñaría y sentiría todo el dolor de esa criatura que venía de lejos, que nunca volvería a ver, mi propia imagen proveniente de una dimensión diferente. Podía sentir el impacto helado generado por el ardiente vórtice que me absorbía, pude sentir el contacto con el frío suelo rudimentario, había mirado hacia arriba sabiendo que no había más esperanza en este mundo.

A pesar de que todos los monstruos seguían vivos y podían hacerme daño, tuve que dejar sola a mi nueva compañera de aventuras.
Para intentar matarlos, ella se prendió fuego y explotó las balas que quedaban. Eso provocó un inmenso dolor a los monstruos que parecían gritar, gemir y rugir de ira, frustración y dolor. Los había visto de rodillas por el rabillo del ojo y dentro de mí esperaba deshacerme de ellos.
Crucé el ancho pasaje y me encontré en la habitación donde Maldición y Venganza torturaban a los prisioneros y los sacrificaban a quien sabe cual divinidad del inframundo.
Varios cuerpos habían sido sacrificados y colgados cabeza abajo, de modo que la sangre goteaba y con eso la vida. Era espeluznante y dramática, la peor escena que había visto jamás.
Tenía piel de gallina y lágrimas en los ojos; Un terror nunca conocido recorría mi cuerpo. Temblaba ante el mínimo peligro, y ante cada movimiento en la luz de las antorchas, un escalofrío me recorría la espalda. Me repetía a mí misma que tenía el deber moral de ayudar a las personas necesitadas, esa era mi naturaleza y tenía que seguirla.
Escuché algo como un sollozo dentro de un saco y traté de averiguar qué era. Sin embargo, podría ser peligroso: podría ser un prisionero inocente o una criatura como Maldición y Venganza.
Seguí los gemidos. Probablemente era la voz de un hombre que pedía ayuda, pero no entendía lo que estaba diciendo ni a quién estaba invocando. Abrí el saco y salió un hombre bellísimo. Tenía ojos azul verdoso, cabello rubio y los rasgos típicos nórdicos que siempre me habían enloquecido; Los brazos eran poderosos y parecían haber sido creados para protegerme.
Me sonrió con gratitud y trató de hablarme, pero no entendí lo que estaba diciendo. En un instante, sin embargo, nos dimos cuenta de que teníamos que escapar de nuevo porque Venganza y Maldición aullaban y deseaban la revancha. Estaban muy cerca de nosotros.
Escapamos sin hacer ruido.
Al fondo de la habitación, de repente él me señaló una compuerta con reja. Primero, sin embargo, debería abrir eso y luego la rejilla, así que yo, que estaba armada, tuve que protegerlo y dispararle numerosas balas a los dos monstruos que estaban heridos, pero todavía endemoniadamente muy activos. A estas alturas ya podía verlos: eran dos criaturas del inframundo. Comenzaron a lanzar bólidos amarillos en mi dirección, me protegí como pude y les seguí disparando.
Estaba tan concentrada, que el bellísimo hombre se sintió obligado a agarrarme por el cuello para darme la vuelta y hacerme entrar por la trampilla, que nos apresuramos a cerrar detrás de nosotros, al igual que la reja.
A tientas caminamos por ese lugar oscuro. La luz era tenue, pero no estaba sola. Tanto él como yo tuvimos en los ojos y en el corazón uno de los días más tristes y dolorosos que los humanos pudieron haber conocido; Éramos pequeños, débiles y asustados.
A pesar de nuestro miedo y los gritos enloquecidos de los dos monstruos, en la tenue luz, el maravilloso hombre logró encontrar una espada.
Me di cuenta de que mi compañero de aventura sabía cómo empuñarla y también debió haber entrenado para usarla; Esto justificaba los atractivos brazos grandes y musculosos.
Continuando con la espada, también encontró a un hombre muerto con una armadura, y me hizo entender que quería que lo ayudara a quitar el cadáver, de manera que él pudiera usarla; Afortunadamente, no le quedó ni muy grande ni demasiado estrecha. Era rápido y ágil incluso vistiendo eso.


Avanzamos a través de los túneles que eran cálidos y tenuemente iluminados, pero nos daban cierta sensación de tranquilidad. Continuamos durante mucho tiempo. No había peligros.
A estas alturas ya había comprendido que él sabía cómo usar las armas, que era inteligente y trataba de comunicarse; debe haber sido un soldado. Me pareció gentil en gestos y movimientos, tal vez porque lo había salvado. Siempre estaba dispuesto a ayudarme y parecía estar buscando comida al igual que yo.
En ese caso tuvimos suerte: las ruinas tenían sus desagües y estábamos en uno de ellos.
El agua demostró ser de buena calidad y al agregar unas hierbas medicinales, se hizo potable. También encontramos cadáveres de animales. Él era muy bueno cortando la carne, la cubrimos con sal para conservarla por mucho tiempo.
Éramos un buen equipo: yo era emotiva y sensible, feroz luchadora armada, él era más técnico y considerado, pero siempre, como yo, dispuesto a ayudarnos el uno al otro. Fuimos muy leales entre nosotros y en el tiempo que pasamos en las ruinas nos convertimos en buenos amigos, con lo que nos permitió la barrera del idioma.
Habíamos encontrado animales muertos, y gracias a su habilidad con cualquier cosa que parecía un cuchillo o una espada, también conseguimos cómodos abrigos que por la noche nos servían como cobertores: para mantenernos calientes.
Después de varios días de vigilancia y esfuerzos, nos encontramos en una pendiente que nos llevó a un agujero. Bajamos, pero el camino era inclinado y resbaladizo, y en un principio, mientras no perdiéramos el equilibrio, bajamos rápidamente. Daba miedo pero ahora no podíamos devolvernos. Seguimos bajando sin podernos detener, nuestras piernas se movían más y más velozmente. Temíamos que nunca nos detendríamos. No podíamos agarrarnos a ninguna barandilla o plantar firmemente nuestras botas, solo podíamos rezar para que tarde o temprano la maldición terminara. Pero ¿podría realmente terminar? ¿Podríamos realmente encontrar un punto de apoyo?

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