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Voces De Luz
Aldivan Teixeira Torres
Voces de Luz es el primer libro de la serie de niños de luz cuya temática principal es la religión y la relación entre las personas.



“Voces de Luz”
Aldivan Teixeira Torres

Voces de Luz
____________________________
Aldivan Teixeira Torres
©2018-Aldivan Teixeira Torres
Todos los derechos reservados
E-mail:aldivanvid@hotmail.com
Traductor: jose Francisco grillo cañizales



Este libro, incluyendo todas sus partes, está protegido por derechos de autor y no puede ser reproducido sin el permiso del autor, revendido o transferido.
_____________________________________________________ Breve Biografía: Aldivan Teixeira Torres, nació en Arcoverde- PE-Brasil, creó las series el vidente, las series hijos de la luz, poesía y guiones. Su carrera literaria comenzó a finales de 2011 con la publicación de su primer trabajo la novela Fuerzas opuestas. Por alguna razón, dejó de escribir solamente reanudando su carrera en la segunda mitad de 2013. Desde entonces, nunca se detuvo. Él espera que su escritura contribuirá a la cultura de Pernambuco y Brasil, despertando el placer de la lectura en los que aún no tienen el hábito. Su lema es "Para la literatura, la igualdad, la fraternidad, la justicia, la dignidad y el honor del ser humano para siempre".

”.

“Dedicación y Agradecimientos”

Dedico este primer trabajo de esta nueva serie a todos los lectores admiradores de mi trabajo, a los amigos, colegas, conocidos, vecinos, y en especial a mi familia. De cualquier forma, a todos los que me apoyan.
Quiero demostrar a través de este y otros estudios las numerosas manifestaciones de Dios en la tierra, a través de sus queridos hijos ya reconocidos por sus méritos, y a través de ellos incrementar la conciencia de la confrontación general de los tópicos que considero importantes.
Debido a eso, mis agradecimientos especiales a todos aquellos dispuestos a leerlo pacientemente.

“Sólo el pecado habla al impío en el fondo de su corazón; ¡ningún temor de Dios ante sus ojos! Se mira con tan buen concepto, que se niega a admitir su culpa. Sus palabras son fraude y maldad; renunció a ser sensato, a obrar el bien. Hasta en su lecho rumia sus maldades; se obstina en el camino que no es bueno, no renuncia al mal. Señor, tu amor está sobre los cielos y tu fidelidad pasa las nubes. Como los altos montes es tu justicia, y tus decretos como los abismos; Señor, tú ayudas a hombres y animales: ¡qué valiosa es tu gracia! A ti acuden los hijos de Adán debajo de tus alas se refugian; se sacian con lo mejor de tu casa, y le quitas la sed en tu río de delicias. En ti se halla la fuente de la vida, y es por tu luz que vemos la luz. Conserva tu amor a los que te conocen, tus premios a los de recto corazón. Que no me aplaste el pie del orgulloso, ni me atrape la mano del impío. ¡Ahí están, cayeron los malhechores, fueron tumbados y no pueden levantarse!” (Salmos Capítulo 36, La Santa Biblia)

Introducción
Voces de Luz es el primer libro de la serie de niños de luz cuya temática principal es la religión y la relación entre las personas. Su objetivo es informar, reflejar, cuestionar valores y confrontar con hechos históricos.
Hago una invitación al lector para que se sumerja en esta aventura llena de entretenimiento, misterio e información que ciertamente contribuirán a una nueva visión de la vida y el futuro. Con mis cumplidos, les doy un gran abrazo a ustedes mis huéspedes y les deseo una lectura feliz.

Resumen
“Voces de Luz” (#)
Voces de Luz (#)
Introducción (#)
Pernambuco, 30 de Octubre, 2014 (#)
Decisión (#)
Justicia (#)
Misericordia (#)
Caridad (#)
Tolerancia (#)
Paciencia (#)
Fe (#)
Cartago – Actual Túnez - año 465 (#)
Niñez (#)
El Monasterio (#)
Nuevas Actitudes (#)
El Regreso al Monasterio (#)
Una Semana Después (#)
La Primera Lección (#)
El Trabajo (#)
El Ejemplo de Persistencia (#)
El Período de Seis Años (#)
Viaje Forzoso (#)
Parada en Siracusa (#)
Devuelta en casa (#)
Decisión II (#)
En Casa (#)
La Semana (#)
Un Tiempo Después (#)
La Misión (#)
Nominación (#)
Viaje a Roma (#)
Caminando en Roma (#)
El Retorno (#)
Cuentos, El Nuevo Obispo de Ruspe (#)
El Exilio (#)
El Cruce (#)
Cartas al Rey (#)
Repercusión (#)
Tres Meses Después (#)
La Secuencia de Trabajo (#)
En Cartago (#)
El Regreso (#)
Diez Años Después (#)
Nueva Posición (#)
En Ruspe (#)
Final (#)
Final de la Primera Misión (#)
Conclusión (#)

Pernambuco, 30 de Octubre, 2014
Después de una noche sin sueño llena de ansiedad, crisis y problemas por resolver, el hijo de Dios finalmente despertó. Como es usual, se levanta, se estira, toma su toalla, jabón y champú y con pasos regulares camina hacia el baño. Cruza la puerta del dormitorio, llega a la sala a través del corredor, pasa a la cocina, encuentra a su familia y toma una cubeta de agua que su colaboradora hermana había preparado, le agradece por eso, y finalmente, entra al pequeño cuarto de su casa humilde. Una vez ahí se desviste, comienza a enjabonarse, se vierte un poco de agua, se frota con esfuerzo para mantenerse limpio y puro para otro día de trabajo pesado.
Durante el baño, muchas ideas llegan a su mente acerca de los problemas generales de tu vida, incluyendo tu carrera de escritor. En ese momento, todo se reducía a una gran esperanza de que sus trabajos poseían la expectativa de tener un efecto en todos los campos del futuro. Esto era lo que él pensaba.
Con las secuencias de enjuagues, todo va de forma muy rápida en su mente, como una película: La envidia por parte de otros, la ambición humana, las dificultades en las relaciones y la persistente fuerza de su familia en oposición de sus sueños, Toda esta cantidad de pensamientos se presentaban como una carga pesada que él era forzado a conllevar.
Pero, incluso siendo afrontado por tantas dificultades, nada ni nadie lograría hacer que él se rindiera. Era correcto para él, y con eso en mente termina el baño esperando por días mejores. Con la ropa y la toalla, sale del baño, pasando a través de los mismos lugares antes de llegar a su cuarto.
En su fortaleza, se coloca ropa y zapatos nuevos, peinando su cabello, rociándose un poco de perfume y empacando rápidamente su bolso. Mientras termina de arreglarse, sale del cuarto cargando el bolso, llega a la sala de estar, avisa que va a salir, pasa más allá del obstáculo y finalmente gana acceso al camino que lo llevará a la calle.
Desde la entrada gana acceso a la calle y en unos cuantos pasos se consigue con sus colegas, que realizaron el mismo camino que él. Cada uno luchaba por cumplir sus metas y eran modelos a seguir en la comunidad.
Con la misma compañía, el hijo de Dios camina por el centro de la ciudad y obtiene acceso al camino. Le tomaría unos 150 metros para llegar al borde de la autopista BR 232.
Este pequeño pasadizo es completado sin ninguna sorpresa en la interacción entre sus amigos, transformándose en una rutina menos monótona. Ahora solo faltaba esperar la van que los llevaría a sus respectivos trabajos.
Ellos no esperan mucho tiempo. Después de quince minutos la van gris llega, todos se montan, y una vez que se acomodan, la travesía continúa. Disfrutan la ruta de 18,5 Km para continuar hablando con los otros pasajeros y con el conductor, quien ya los consideraba sus amigos debido a su encuentro diario. Todo estaba muy bien.
Debido a que la van iba a gran velocidad, no tomó más de quince minutos en llegar a las puertas de la ciudad desde el camino, la dulce ciudad de Arcoverde. Atraviesan el vecindario de Boa Vista, llegando al centro de la ciudad y los pasajeros comienzan a llegar a sus respectivas paradas. Eventualmente llega el turno del hijo de Dios. Él agradece a todos por su atención, se despide, cruza la calle y entra al trabajo que le gustaba mucho.
Él saluda a los guardias, pasa a través de las puertas electrónicas, sigue por un corredor, atraviesa otra puerta, saluda a los colegas que ya están presentes y se sienta en su mostrador de servicio. Abre su mochila, saca las herramientas de trabajo que incluyen estampillas, saca grapas, engrapadora, calculadora y su botella de agua y un vaso. Toma un sorbo del precioso líquido y va al baño, pasando por dos puertas más. Al llegar al lugar, realiza sus necesidades fisiológicas, se lava sus manos y cara, se seca y finalmente sale del baño. Supera los mismos obstáculos para llegar otra vez a su mostrador. Ahora estaba listo para empezar su trabajo de servicio de atención al cliente, con una duración de seis horas.
Comienza la jornada con los servicios de atención que incluyen la actualización de datos, lineamientos, entradas en procedimientos administrativos. Todo era muy dinámico y requiere de mucha responsabilidad por parte de los servidores. Exactamente a las 9am, el hijo de Dios tenía hambre y toma su primera parada técnica. De nuevo abre la mochila, toma su almuerzo y navega hasta la despensa. Existían dos obstáculos que superar y llegando a la habitación el hijo de Dios se asegura de lavarse sus manos, tomar su almuerzo y sentarse en una pequeña mesa dentro del cuarto. El ambiente todavía está conformado por el mostrador de la cocina, el closet doble, el refrigerador, microondas y estufa. Solo en ese momento, la primera cosa que hizo el hijo de Dios fue servirse té y comenzó a comerse su bocadillo (pan con huevo y queso). Sólo le toma 10 minutos completar esta acción, se lava las manos y se dirige a su mostrador, debido a que posee una responsabilidad y no quería dejar a nadie esperando.
Al llegar a su puesto, resume sus llamadas durante unas largas cuatro horas. Debido a que este era un día inusual, fueron capaces de completar las sesiones dentro del tiempo establecido, y alrededor de la 1pm, el hijo de Dios salió de su mostrador, se despidió de sus colegas y salió por la misma entrada local.
Al obtener acceso a las calles, él caminó con un paso acelerado hacia la parada de la van, para lograr llegar a su hogar lo más rápido posible, porque tenía trabajo por hacer. De esta forma, pasa por el callejón de Buíque, gira a la derecha, sigue la avenida principal hasta la intersección, el lugar más peligroso de la ciudad.
Cuando llega a la esquina, la señal indica que no hay paso para los peatones. Se detiene por un momento y observa el movimiento, cuando disminuye decide atravesarla porque en su visión no se presentaba ningún peligro.
Sin embargo, cuando llegó a la mitad del cruce, un camión escondido gira hacia él y parece ir descontrolado. El hijo de Dios no reacciona ante el peligro, hubo un grito, alguien lo estaba agarrando y el camión pasa muy cerca. El golpe de la caída lo deja confundido por un buen período de tiempo.
Una vez que comienza a caminar, es sostenido por un hombre joven y sonrosado y por mucha gente curiosa. Sin entender exactamente lo que estaba pasando en realidad, entra en contacto con el hombre joven.
—¿Qué te pasó, y quién eres?
— Soy Emanuel Melkin Escapuleto y soy el que logró salvar su vida. Por favor preste más atención al cruzar una calle. (le recomendó)
El hombre joven mantuvo su preocupación con Aldivan, que todavía era sacrificado. Para lograr resolver la confusión, le habló a la gente alrededor.
— Muchas gracias a todos. Ya se pueden marchar. Yo cuidaré de él.
Uno a uno, la gente curiosa comenzó a irse deseando que el hijo de Dios se recuperara. Afortunadamente, sólo fue un susto fugaz. Emanuel seguía siendo muy considerado con Aldivan y lo ayudó a levantarse. Después se reestableció la conversación entre ellos.
— Yo quería agradecerle por todo lo que ha hecho por mí. Por cierto, cuando yo estaba cruzando la calle, no te vi. ¿De dónde has venido? (El hijo de Dios)
— Yo estaba detrás del poste de luz a tu lado, estaba atendiendo una llamada en el celular. Cuando me di cuenta que el camión iba a golpearlo, no pensé dos veces. (Emanuel)
— Muchas gracias otra vez. ¿Eres de por acá?
— No. Estoy de vacaciones. Yo vivo en la aldea de Ibimirim llamada Jeritacó. ¿Has escuchado de él?
— Nunca. Yo no conozco Ibimirim, pero tengo deseos de visitarlo.
— ¿Qué bien, y tú? ¿De dónde eres?
— Yo no poseo una residencia fija. Mi trabajo de escritor me hace viajar constantemente en busca de aventura.
— Oh genial. ¡Mira! ¿Estás muy ocupado? Quiero conocerte mejor.
El hijo de Dios revisa la hora y nota que son la 1:30pm. De hecho, su agenda estaba muy ocupada, pero esa conversación era buena y prestar atención era lo menos que podía hacer por alguien que había salvado su vida. El decidió aceptar la propuesta.
— Esta bien. ¿Quieres ir a un restaurant cercano? Te invito el almuerzo.
— Gracias. Acepto. Estoy hambriento.
— Así que, sígueme.
Ambos cruzaron la avenida cuidadosamente y siguieron por la calle en dirección a la oficina postal. Luego de superar una docena de tiendas, encontraron un lugar callado donde el almuerzo era similar a un auto-servicio.
Ellos entraron al establecimiento llamado Massa Delícia, escogieron una mesa disponible, el hijo de Dios soltó su bolso y junto a su nuevo amigo, fueron a preparar sus platos. Cada uno llena su plato con comida distinta, gracias a la amplia variedad presente. Al final, tomaron sus cubiertos, pesaron el plato, tomaron la factura y se dirigieron a su mesa. También ordenaron algo para tomar.
Con unos cuantos pasos, llegaron a la mesa, se acomodaron en dos sillas alrededor de la misma y mientras comían intercambiaban información.
— Así que, otra vez, ¿Cuál es tu nombre? (Emanuel)
— Mi nombre es Aldivan Teixeira Tôrres, pero también soy conocido como el hijo de Dios, el Vidente o Divinha. Como ya dije, soy un escritor, autor de la serie “El Vidente”.
— ¡Genial! Y, ¿Cuál es el género?
— Yo escribo romance de ficción. Mi meta con la literatura es contribuir con mi experiencia de vida para que muchas personas puedan ser transformadas.
— Yo amo leer. ¿Tienes algunos libros que has escrito que puedas mostrarme?
— Si tengo. Espera un momento.
El hijo de Dios agarra su mochila, la abre y saca una copia de su primer libro publicado “Fuerzas Opuestas: El misterio de la Cueva” y se lo entrega a Emanuel. Con un vistazo rápido, leyó la sinopsis, la caratula, el resumen y la introducción; luego continuó con la conversación.
— Muy interesante. Lo disfruté mucho. ¿Puedo quedármelo?
— Por supuesto. ¡Es tuyo!
— Gracias.
Emanuel mantiene el libro a su lado y ambos se concentran en su almuerzo por un momento, dejando de hablar. Por un momento los ojos de Emanuel brillaron como si se le hubiese ocurrido una idea y resumió la conversación con su amigo a su lado.
Escucha, ¿Tú crees que fue una coincidencia que nos conociéramos?
— No lo sé. No creo en las coincidencias.
— Yo tampoco. Y tengo una proposición para ti.
— ¿Cuál?
— Quiero ser tu compañero en una nueva serie.
— ¿Y qué te califica a ti para que yo te acepte?
— Tengo un talento especial. Puedo capturar exactamente los puntos vitales de los problemas, los enfoques claves de las historias. Un ejemplo fue encontrarte y salvar tu vida en ese preciso momento. También tengo contactos importantes alrededor del mundo que serán muy útiles.
— Está bien. Específicamente ¿Cuáles son estos enfoques?
— Son relacionados al área religiosa. ¿Eso te interesa?
— Demasiado. ¿Y qué sugieres para nuestra primera aventura?
Emanuel mira la hora en su reloj de muñeca y parece estar decepcionado. Luego continúo con la conversación.
— ¿Cuándo puedes visitar me para hablar mejor?
— ¿Ir a Jeritacó? Yo ni siquiera sé dónde queda.
— Hay una van desde Ibimirim con destino a dicho lugar. Una vez ahí, te informarás acerca de dónde queda mi casa. Es una ciudad pequeña y todo el mundo me conoce.
— OK. Lo pensaré, y si puedo ir, probablemente sea el sábado. ¿Tienes alguna forma de comunicarte conmigo?
— Tengo un celular, pero solo funciona en el centro de la ciudad. Pero, como dije, cuando llegues allá me encontrarás. Bueno, ahora me debo ir o perderé la van.
— OK. Nos veremos pronto.
— Adiós.
Emanuel le da la mano al hijo de Dios y se va rápidamente de ahí, dejándolo con dudas. Entre los diversos pensamientos que rondaban su mente estaban preguntas como: ¿Quién era esa persona de verdad? ¿Cuál es su intención? ¿Por qué sentía que lo conocía desde hace tiempo? Era un gran misterio que le provocaba cada vez más angustia. Sin embargo, en ese tiempo, él iba súper tarde y su familia podría estar preocupada, debido a que él no les había avisado. Su aventura tendría que ser pospuesta para otro día.
El hijo de Dios recogió su plato, tomó su mochila y se paró con dirección a la cajera. Entregó el plato, el recibo y el dinero. Esperó el cambio y salió del establecimiento, comenzando su travesía hacia la parada de la van, que estaba muy cerca.
Los pasos rápidos continuaron durante unos trescientos metros, cruzó la misma intersección y ¡vaya! No pasó nada porque en el momento había menos movimiento. Luego giró a la derecha, caminó unos cien metros, giró a la izquierda y alcanzó su destino.
Eran las 2:30pm y ya sea por acción del destino o mera suerte, quedaba un asiento disponible en el auto. Inmediatamente fue al carro con la compañía de los fiscales y escogió un buen lugar al lado de una rubia joven y delgada y una mujer de mediana edad. Saluda rápidamente a ambas y al conductor y el carro avanza. Se despidió rápidamente de su querida Arcoverde, prometiendo regresar el día siguiente.
El carro sigue la dirección desde el centro de Boa Vista hacia la autopista BR 232 y mientras la van iba con su paso frenético el hijo de Dios aprovechó la oportunidad para establecer una conversación con sus vecinos sentados cerca.
— ¡Hola! ¿Estás bien? ¿Siempre vienes a Arcoverde?
— Si. La ciudad de Pesqueira tiene pocas opciones para conseguir pruebas más precisas, por lo que me veo obligada a venir acá. (Mujer de mediana edad).
— Yo estaba en la casa de mi hermano. Habían pasado siglos desde que lo había visitado. (Rubia joven)
— ¿Cuál es tu nombre? (el hijo de Dios)
— Georgia. (Mujer de mediana edad)
— Karla. ¿Y tú? (Rubia joven)
— Aldivan Teixeira Tôrres, pero pueden llamarme Vidente o el hijo de Dios.
— ¿Vidente? ¿De verdad? (Georgia)
— Sí. Tengo un talento maravilloso, todavía no desarrollado, pero para mí es muy útil. (El hijo de Dios)
— Interesante. (Georgia)
— ¿Y, hijo de Dios? ¿Tu afirmación no es exagerada? (Karla)
— No me tomes como presumido. No fue mi decisión tomar este título, pero si, las entidades me acompañan. (El hijo de Dios).
— ¡Wow! ¡Increíble! (Karla)
— Estoy cada vez más sorprendida con este joven hombre. (Georgia)
— No se impresione. Aunque no me adentraré con las explicaciones, soy un hombre joven perfectamente normal que busca el significado de la vida. Quiero esparcir con la literatura un mensaje de esperanza a otros como yo, para que puedan experimentar la transformación por la acción del espíritu. Eso es todo. (El hijo de Dios).
— Muy bien. Le deseo suerte en su travesía (Georgia).
— Deseo con muchas ganas leer sus libros, porque todavía me siento perdida. (Karla)
— Gracias a ambas. Esto me motiva aún más a seguir mis sueños. (El hijo de Dios).
El destino se acerca, el carro gira hacia la derecha y entra en un camino angosto. Dentro de unos metros, el Vidente se despide, paga el pasaje y finalmente sale de la van. Camina unos cuantos metros más y llega a su hogar.
Entra en su residencia, en la sala es recibido con gran cariño por parte de sus familiares y luego se dirige a su cuarto, donde cambia de ropa rápidamente, pero mantiene consigo su mochila. Después salió del cuarto, va a través de la sala y el pasillo y finalmente llega a la cocina. En el ambiente, lavó sus manos en el lavamanos, se seca con el paño de tela, se prepara su plato con lo que está en la cocina (pasta, arroz, frijoles, harina, carne, ensaladas, vegetales y jugo) y finalmente se sienta en una silla alrededor de la mesa principal. En ese momento tendría quince minutos de descanso para alimentarse y reposar.
Después de su almuerzo, se devolvió al cuarto donde se desvistió, se puso una toalla y toma champú, jabón y crema hidratadora. Luego va al baño de la casa donde tomaría una ducha muy rápida. Y entonces lo hizo. Quince minutos después estaba de vuelta en su cuarto, bañado y con una muda de ropa.
Ahora solo se encontraban el Vidente y la computadora, adentrándose en su trabajo de escritor. Él trabajaría por el resto de la tarde, cenaría y luego continuaría trabajando toda la noche. Todo por lograr cumplir su sueño “Conquistar al mundo con sus palabras”.
Al final del día, se dormiría usualmente a una hora temprana. Esta es la rutina diaria del soñador, el Vidente de la cueva y en este día especial (30 de octubre), él se encontraba conmovido por su experiencia con Emanuel, el joven hombre que le hizo una importante propuesta que podría cambiar su carrera.

Decisión
Luego del paso de dos días, llegó el sábado. El hijo de Dios se levanta muy temprano, se estira, se quita su ropa, se coloca la toalla en la cintura, agarra el champú, el jabón, la afeitadora, la crema de afeitar y la crema hidratadora y se dirige al baño, pasando a través de los dos cuartos y la sala de la residencia. Al llegar al compartimiento, colocó los artículos necesitados en el lavamanos, tomó la toalla, abrió la llave de la ducha y comenzó a inundar su cuerpo con el agua fría proveniente de la cisterna, que está mucho más fría.
Un momento después, cerró la ducha, enjabonó su cuerpo y uso ese ejercicio para meditar un poco acerca de lo que había pasado hace dos días atrás. Después de un breve análisis concluyó que un viaje a Jeritacó, una aldea olvidada en las tierras bajas del noreste y eran el hogar de Emanuel, una criatura singular, que lo había salvado de la muerte. Aún si sólo fuese por gratitud, él podía visitarlo y descubrir un poco más acerca de Emanuel y de su propuesta. ¡Lo había decidido! Iría a Jeritacó
Con la decisión en su mente, se terminó de enjuagar, enjabonó un poco más su cuerpo y volvió a abrir la ducha. El flujo de agua lavó sus impurezas, pero no se llevó sus preguntas ni preocupaciones que poseía ante el nuevo desafío. La nueva aventura que estaba en camino.
Sintiéndose limpio, el hijo de Dios terminó su ducha, se puso de nuevo su toalla, dio 4 pasos que lo colocaron en frente del borde del lavamanos y comenzó la segunda parte del servicio del baño: Afeitarse su barba. Se colocó la crema de afeitar en toda su cara y con la ayuda de la afeitadora comenzó a remover su barba de su cara y cuello. Necesitaba estar presentable para hacer una buena impresión a cualquier lugar al que iba. En siete minutos concluyó su trabajo, se lavó su cara, limpió su afeitadora y salió del baño.
Ahora el próximo paso es regresar a su cuarto, rápidamente llega a ese ambiente después de pasar por los mismos obstáculos. Inmediatamente tomó su nueva maleta de ruedas y comenzó a guardar sus efectos personales. Entre los objetos se encontraba la ropa, compuesta por pantalones, pantalones cortos, ropa interior, piyamas, su manta abrigada; sombreros, gorras, zapatos casuales y zapatos deportivos, artículos de higiene personal como jabón, champú, pasta dental, toallas de cara y de cuerpo completo; radio de baterías y su crucifijo y su biblia, que son inseparables. También se lleva un poco de dinero, tres copias de su libro publicado y el teléfono, por si ocurre una eventualidad.
Al terminar de arreglar todo, tomó su maleta, pasó a través de los dos cuartos y el corredor y al final llegó a la cocina, donde ya estaban sus familiares. Cuando le preguntaron acerca de la maleta, les anunció acerca de su viaje a Jeritacó, que era recibido con poca sorpresa, debido al hecho de que era un escritor, sin importarle que su familia no acepte o crea en sus habilidades como profesional.
Después de desearle los buenos días a todos, se sentó y tomó su café mañanero acompañado de pan con requesón y queso. Como estaba apurado, no le tomó más de cinco minutos terminar su desayuno y al final se despidió de todos con lágrimas en sus ojos. Sería una separación momentánea entre ambos, pero él esperaba que esta vez estuviese menos tiempo fuera de casa en comparación a sus otras sagas.
Luego de partir, pasó a través de los mismos ambientes en la dirección opuesta, alcanzó la puerta de salida, hizo una respiración profunda y salió. Así se inició el nuevo desafío en esa mañana del sábado.
Con un paso regular, el hijo de Dios pasó a través del carril y llegó al perímetro urbano de la ciudad, caminando en dirección a la autopista BR 232. En ese momento, en su corazón prevalecía una mezcla de anticipación, ansiedad y nerviosismo, lo que era natural debido a que se estaba embarcando en una nueva aventura por sí solo.
En el centro de la ciudad, caminó a través del mismo saludando a sus amigos en la vía, giró a la izquierda caminando por doscientos metros y después llegó a la autopista. Ahora, le faltaba poco para llegar a la parada de la van cuya primera parada era Arcoverde.
En esta última parte de su viaje, el hijo de Dios aprovechó para planear los próximos pasos dentro de su mente, los cuáles a su parecer eran de gran importancia. Sólo existían dos posibilidades en ese momento: El viaje a Jeritacó sería un empujón que le permitiría elevarse a niveles más altos o sólo sería un momento de distracción junto a su nuevo amigo. Se conformaría con cualquiera de ellas y seguramente lo sacarían fuera de su monotonía reciente luego de haber completado su cuarta saga de la serie “El Vidente” llamada “El Testamento – El Código de Dios” quien reveló a un Señor distinto de la mayoría.
Con todo planeado y en orden, Aldivan alcanzó el borde de la autopista alrededor de las 7:00am. Ahora estaba rezando para que el transporte no se tomara mucho tiempo en llegar, ya que se estaba haciendo tarde.
Pasados quince minutos pasó una van gris, con cuatro filas de sillas, y aunque llegó casi llena se detuvo casi enfrente de nuestro querido personaje. Delicadamente el conductor, llamado Evandro, se bajó, abrió la puerta de la van y colocó a Aldivan en una esquina. Luego cerró la puerta, se fue a su lugar y continuaron con su trayectoria. El destino comenzó a ser trazado en su complejo e intrincado trayecto, que le permitiría a el Vidente observar nuevos horizontes. Era lo menos que esperaba luego de todo el esfuerzo que estaba invirtiendo.
El comienzo del viaje pareció ser normal, un intenso movimiento en la autopista desde Recife en dirección a Hinterland por parte del gran número de personas que regresaban a su hogar, desde conocidos, amigos a turistas en un paseo. Dentro del tráfico continúo, Aldivan intentaba distraerse de la mejor forma posible: meditando un poco; observa a sus compañeros viajeros y la bella y abundante vegetación de la región, que incluía las montañas de Caatinga, valles, granjas con su ganado pastando y casas coloniales, ranchos, pequeñas ciudades y aldeas en el límite de la autopista, estaba amando lo que veía. Sin duda alguna esta era un área hermosa merecedora de su Señor creador, su verdadero padre.
Cuando se cansó de este ejercicio, comenzó a conversar con su vecino de silla acerca de las noticias, el fútbol, mujeres, política, religión, sexo y relaciones. Todo era muy agradable ese sábado 1 de noviembre de 2014.
El tiempo pasa rápido. Pasaron a través de Riacho do Meio, quince metros más adelante se encuentran con la metrópolis de bosques de maleza, la dulce Arcoverde, tantas historias y tradiciones dentro del estado de Pernambuco.
En ese momento, la velocidad de la van incrementó y unos cuantos minutos después arriban a la entrada de la autopista que les permitiría llegar a los límites de la ciudad. El Vidente se baja de la van al atravesar el centro de Boa Vista, específicamente en la última parada que realiza la misma. Él paga su pasaje, se despide de sus nuevos amigos, pasa a través de una pequeña pared y llega a la parada de la van de Ibimirim; al llegar ahí, sorprendentemente logra obtener el último asiento. Inmediatamente entra en la van, del mismo tamaño, pero de color gris y luego arranca. Así comienza la segunda parte de la trilogía de la ruta.
Durante esta ruta, de aproximadamente 8 kilómetros, hace las mismas cosas que en el principio, enfocándose en la conversación y sintiéndose muy bien. Luego de haber vivido la etapa oscura de la noche, de la cual las fuerzas del universo lo liberaron, se convirtió en un ser humano con una nueva visión de la vida, más gentil, humano y amigable, diferente a su anterior ser, que era muy tímido, por lo que su nuevo estado representaba un avance importante. Ahora se sentía conectado con el mundo y no podía esperar para registrar su victoria, aunque era un proceso que le consumía mucho tiempo. Si así estaba predestinado, entonces ¡que así sea!
Una hora y veinte minute después de su salida a Arcoverde, completan el trayecto que consiste de dos tramos asfaltados de las autopistas BR 232 y la 110. Entran en la pequeña ciudad, pasan a través de las primeras calles y se acercan al centro comercial. En ese momento el Vidente pide bajarse de la van, paga el pasaje, se despide y se dirige hacia la avenida principal de la ciudad. Eran casi las 9:00am cuando él decidió buscar un restaurante simple para comer algo y descansar.
Después de buscar por cinco minutos, encontró un lugar silencioso llamado Raio de Esperança (Rallo de Esperanza), que tenía un estilo de chalet ubicado en la planta baja de un edificio con una terraza rodeada por árboles que funcionan como mesas.
Cuando estaba entrando al establecimiento, que estaba lleno, se sienta en una mesa ubicada a su derecha (en la esquina), a sólo cinco pasos de la entrada. Tomó el menú que estaba sobre la mesa y comienza a analizar las posibilidades disponibles para comer un bocadillo.
Luego de cinco minutos se decide por ordenar pan con queso acompañado por jugo de guaba. Llamó al mesero, le dijo su orden y mientras espera su comida, está atento de toda la actividad que estaba ocurriendo a su alrededor. En el establecimiento había parejas, grupos de amigos y personas solas que estaban divididas en todas las clases sociales, colores, etnias, orientaciones sexuales y probablemente varias religiones. Una mezcla común de la gente de Brasil, con la cual él estaba familiarizado gracias a su sentimiento de descubrimiento.
Un momento después, el mesero regresa, le da su almuerzo y su factura para que realizara el pago, él le agradece y comienza a disfrutar su bocadillo con felicidad, ya que estaba muy hambriento. Mientras come, su imaginación vuela hacia el pasado, el presente y especialmente hacia el futuro. Las posibilidades eran infinitas para su aventura que recién comenzaba.
Cuando terminó de comer, se paró y se acercó al mostrador con la factura en la mano. Hizo una pequeña cola y cuando fue su turno de pagar, alcanzó su billetera dentro de su bolsillo y la abrió, sacando uno de sus billetes. El total era de diez reales y aun así recibió como cambio cuatro reales. Una vez que estuvo listo, su viaje continuaba.
Regresó a su mesa, agarró su equipaje de ruedas y finalmente saló del establecimiento. Le preguntó a la primera persona que se encontró en la calle acerca de la ubicación de los taxis y la amable persona le dio le número de una agencia.
Le agradeció a la persona por la información, tomó su celular escondido en su bolso y comenzó a marcar el número. Intentó una, dos, tres veces sin éxito alguno, siempre llegando al buzón de mensajes. Mientras insistía con su cuarto intento, una persona atendió.
— ¿Aló? ¿Quién es?
— Hola, mi nombre es Aldivan y necesito un taxi con urgencia.
— Hola Aldivan, mi nombre es Wellington. Ha contactado a la persona adecuada. ¿Cuál es el destino?
— La aldea de Jeritacó, ¿la conoce?
— Sí la conozco. He estado ahí varias veces. ¿Dónde se encuentra?
— Estoy en el centro de la ciudad, al lado del Raio da Esperança (Rayo de Esperanza).
— Ah, yo sé dónde es. Espere un minuto, voy en camino.
— OK.
— Lo veré pronto.
— Esta bien.
El hijo de Dios desconectó la llamada y mantuvo su celular en su mochila, prestando atención al movimiento de las calles. Cuando llegará el taxi, le haría señas para que fuese más fácil de reconocer. El esperaba que no tardara mucho, porque ya eran las 9:00am.
El deseo del Vidente fue escuchado por los Dioses, Luego de diez minutos aproximadamente su taxi arribó. El entró al carro (un modelo Gol plateado, del año 2013) con sus maletas y sus preocupaciones. Saludó a Wellington, quien hizo lo mismo, y comenzaron su camino hacia su destino final: La aldea de Jeritacó.
Luego de haber pasado quince minutos desde el punto de partida, pasaron el límite de la ciudad, tomaron un camino de tierra precario y en cuanto Wellington tuvo la oportunidad de hablar, la tomó.
— Me olvide, ¿De dónde eres?
— Soy nativo de Arcoverde/PE ¿y tú?
— De hecho, yo soy de Ibimirim. Dime ¿Cuál es tu interés con esa aldea?
— Nada en especial. Voy a visitar a un amigo que conocí, estoy en búsqueda de una nueva historia.
— ¿Historia? ¿Eres escritor?
— Sí, soy el autor de la serie El Vidente, que ya tiene cuatro libros.
— No había escuchado de ellos. ¿Cuáles son los títulos y la temática de los libros?
— Fuerzas Opuestas – El Misterio de la Cueva es el libro con el cuál comencé mi carrera, trata de una pelea por un sueño y una travesía a través del tiempo buscando corregir injusticias, ayudar a alguien a encontrarse a sí mismo y recolectar las fuerzas opuestas no balanceadas. El segundo título es La Noche Oscura del Alma y fue inspirado por un momento crítico y muy difícil de mi vida. Y posee como lección principal el poder del perdón y la recuperación aún en los momentos más difíciles. "El encuentro de dos mundos” es un viaje hacia el pasado tratando de encontrar los orígenes. Habla acerca de los dones, la batalla en contra de la élites y la injusticia y el valor de la persistencia. Finalmente, recién terminada, “El Testamento – El Código de Dios” que cuenta la historia de Phillipe, un ser humano marcado por una gran tragedia y su encuentro con el Señor – diferente de la concepción tradicional – quien es capaz de cambiar su punto de vista del mundo y le da las herramientas necesarias para continuar con su vida. Este es el libro más importante de la humanidad.
— Muy interesante. ¿Tiene una copia de alguno de ellos con usted?
— Tengo el primero.
Aldivan busca por un momento en su maleta el libro y se lo da a Wellington. Mientras manejaba, puso el libro en el compartimento al lado de él y resumió con la conversación.
— Me gusta mucho leer, pero lo que me falta es tiempo, ya que trabajo todo el día, pero en el primer día libre que tenga leeré su libro. Lo prometo.
— Gracias.
— De nada.
La conversación se detuvo inmediatamente y luego los dos estaban concentrados en sus propios oficios. Mientras Wellington manejaba, el hijo de Dios prestaba atención al paisaje totalmente desconocido. Más adelante, el camino convergía cerca de los bancos de una represa, tan grande que no se podía observar su fin. Aldivan no podía contener su curiosidad.
— ¿Cuál es el nombre de esta represa?
— Se llama Poço da Cruz, es la más grande del estado.
— ¡Rayos! Es extremadamente grande, pero parece un poco seca.
— Consecuencia de las sequías recientes y el uso irracional del agua. En el pasado generaba muchos ingresos para la región, a través de proyectos de irrigación.
— Ah ya veo, que lástima que esté prácticamente seca, pero la naturaleza es sabia.
— Este es el Noreste. Nosotros tenemos que vivir con este problema, la sequía, yo creo que por un largo tiempo porque muchos proyectos importantes del gobierno no han sido completados todavía.
— Estoy de acuerdo. Sin embargo, no deberíamos esperar para que el gobierno actúe. Debemos luchar con nuestras propias armas.
— ¿Cómo cuál, por ejemplo?
— El uso racional del agua, la construcción de tanques y pozos, debemos convertirnos en miembros activos de la sociedad, entre otros ejemplos.
— Yo hare eso.
— OK.
Una nueva pausa en la conversación. Siguieron el camino de tierra con sus curvas y líneas rectas, rodeados por el río Moxotó y la represa de Poço da Cruz. El paisaje poseía pequeñas elevaciones de tierra cubiertas por caatinga, vegetación típica de esta región. El Vidente se impresiona cada vez más con la belleza del lugar, una Europa semi-árida dentro del noreste de Brasil que vale la pena visitar, y gracias a su profesión se le presentó la oportunidad única de conocerla.
Continuaron avanzando con destreza alrededor del río Moxotó y la represa de Poço da Cruz en los lados izquierdo y derecho respectivamente. Durante el resto del viaje mantuvieron una conversación sencilla que incluía varios tópicos para lograr mantenerse distraídos. Gracias a eso ni se dieron cuenta del largo tiempo que pasaron juntos.

Exactamente una hora después completaron su viaje, alcanzando la aldea rústica que sólo poseía una calle central con varias casas distribuidas a lo largo de la misma. Se detuvieron en el centro de la ciudad, el Vidente pagó la factura y prometió llamarlo cuando regresara; finalmente se despidieron. Inmediatamente después el taxi salió de la aldea y Aldivan se encontraba sólo, excepto por la compañía invisible de su padre, que lo protegía constantemente. El destino estaba a punto de desenvolverse.

Caminó unos cuantos metros, observando el reloj que marcaba las 11;00am. Apresuró el paso en dirección a un abasto para pedir direcciones. Entró en la propiedad compuesta por un espacio que separaba al mostrador de los estantes que poseían la comida. Se anuncia y comienza a hablar con el único vendedor disponible.
— Hola ¿Cómo estás? Mi nombre es Aldivan y quería saber la ubicación de la casa de Emanuel. ¿La conoces?
— Mi nombre es Pamela. Conozco a Emanuel, él vive en una cabaña al final de la calle, en el número 35. Sólo necesitas seguir caminado por la calle hasta encontrarlo. ¿Puedo preguntar por qué lo está buscando?
— Soy su amigo, pero la razón de mi visita es privada.
— Oh, entiendo. Lo lamento.
— No es nada. Gracias por la información. Adiós.
— Adiós.
Después de la conversación, el hijo de Dios dejó la propiedad y fue en dirección a la calle que le indicó Pamela. En cinco minutos alcanzó su destino, una cabaña baja hecho de paja y lodo, lleno de grietas a lo largo de sus cuatro metros de ancho por dos de alto. En unos pocos pasos llegó a la puerta y su corazón comenzó a acelerarse. ¿Qué le esperaba? ¿Su intuición estaría acertada o sería una nueva frustración? ¿Estarían en casa? Todas esas preguntas, junto a muchas otras, le vinieron rápidamente a su mente y solo serían resueltas una vez que acumulara coraje y tocara la puerta. Y eso es exactamente lo que nuestro solemne personaje hizo con firmeza. Tocó una, dos, tres veces. En su último intento escuchó a alguien arrastrando sus cholas. Alguien se acercaba.
Un momento después, la puerta se abrió y desde adentro emerge un hombre blanco y viejo, de unos sesenta años, estatura media, cuerpo muscular, pero normal, cabello blanco sin ser teñido, facciones bellas, pero arrugadas por el tiempo; usaba pantalones cortos y anchos, sandalias playeras y una camisa de malla. Cuando vio al hijo de Dios, puso una cara misteriosa y le preguntó:
— ¿Quién eres? ¿Qué estás buscando?
Mi nombre es Aldivan Texeira Tôrres y estoy buscando por un hombre joven llamado Emanuel. ¿Él vive acá?
— ¿Aldivan? Oh si, Emanuel es mi hijo y te mencionó en una conversación. Discúlpeme por lo anterior, pase. La casa es simple, pero siempre está abierta para los amigos de mis hijos.
— Gracias.
Aldivan entró a la cabaña acompañado por el anfitrión. Dentro, la cabaña poseía un corredor donde estaba distribuida una estantería con TV, radio y algunas imágenes de santos en el principio del mismo, en el lado derecho; un sillón viejo de cinco asientos se ubicaba en el lado izquierdo; en el centro había una mesa simpe con tres bancos. En la derecha, al final, se encontraban dos camas con colchones de grama y en el lado izquierdo se encontraba una cocina a carbón con varias olas.
El anfitrión le ofreció un banco que fue aceptado con gusto. Como seguía lleno de dudas, Aldiván comenzó la conversación de nuevo.
— ¿Cuál es su nombre señor?
— Soy Messias Escapuleto. Mi familia tiene raíces en Italia.
— Oh! Que bien. ¿Y Emanuel? ¿Dónde está?
— Está trabajando, pero no tardará mucho en llegar. Mire, puede disculparme un momento, tengo una olla en el fuego y tengo que ir a verla o si no la comida se quemará.
— Por supuesto, vaya.
Messias se fue por un momento, tiempo suficiente para que el hijo de Dios le dé un mejor vistazo al lugar. ¿Esta todavía es la realidad de muchos brasileros viviendo en extrema pobreza? Su admiración por esas personas aumentó considerablemente en ese momento. El hecho de ser pobre no significaba que no realizaban un esfuerzo para poseer un mejor estilo de vida.
Un momento después regresó Messias de lo que consideraba era el área de cocina para atender a las visitas luego de preparar el almuerzo. Se sentó en un banco a su lado y gentilmente resumió la conversación.
— Se me acaba de olvidar, ¿De dónde eres?
— Soy nativo de Arcoverde/PE y ¿usted?
— Como ya le dije, mi familia es de Italia, de la región de Sicilia. Después de una recesión en mi país mis abuelos migraron acá en búsqueda de una mejor calidad de vida. Inicialmente vivieron en el sudeste, en el interior del estado de São Paulo. Les fue muy bien con el cultivo de café, pero luego de unos desacuerdos serios tuvieron que huir hacia el noreste. Yo heredé esta cabaña de ellos.
— ¡Rayos! ¡Qué historia! Debe estar orgulloso.
— Si lo estoy, para ser honesto, estoy orgulloso de ser honesto, amable y dedicado. El resto no importa.
— Estoy de acuerdo. Somos parecidos.
Los ojos de Messias brillaban porque estaba pasando algo extraño: existía una química entre los dos, aunque ellos no se conocían. Antes de que pudieran volver a hablar, alguien tocó la puerta, él se disculpa y la abre. Cuando se abre la puerta él se encuentra con su hijo y ambos entran a la cabaña.
Al darse cuenta de la presencia de Aldivan, Emanuel fue inmediatamente a saludarlo con un gran abrazo. El Vidente regresó el abrazo y Messias interviene:
— Almorcemos, la comida se está enfriando.
Aldivan y Emanuel están de acuerdo con la idea. Ellos tenían mucha hambre y no podían esperar para comer. Todos se sientan en los banquitos alrededor de la mesa mientras Messias iba a buscar la comida de la cocina.
Después de unos segundos regresó y comenzó a servirles. El menú consistía de frijoles con harina, arroz y huevos fritos, nadie estaba decepcionado. Al final él se sirvió y se sentó en la mesa, así los tres hombres comenzaron a comer. La atmósfera propiciaba una conversación y eso es lo que pasó un momento después.
— ¿Qué piensas de nuestra querida aldea? (Emanuel)
— Me gusta mucho. Me gusta el aire fresco del campo y la tranquilidad. (El hijo de Dios)
— Que bien. Te pedí que vinieras para acá debido a nuestra propuesta: escribir una serie nueva y emocionante. (Emanuel)
— Si. ¿cuál es tu idea? (El hijo de Dios)
— Tu presencia es importante. Quiero que me ayudes a convencer a mi padre de que debe probarse a sí mismo. (Emanuel)
— ¿Cómo es eso? ¿Qué oculta Sr. Messias? (El hijo de Dios se interesó)
— Esa es la Inocencia de Emanuel, No le haga caso. (Intentó desviar la atención)
— ¿Inocencia? ¿Y qué son esas luces que destellan en tu cuerpo por la noche? ¿Y el hecho de que nunca he conocido a mi madre o incluso que tu no avances de edad?
— ¿Cómo ese so? (preguntó el Vidente sorprendido)
— Eso es lo que dije. Desde que era un niño no he visto que cambie ni un poco. Puedes hablar papá, él es el hijo de Dios, es digno de confianza. (Dijo Emanuel)
Messias se sonrojó. En su larga vida nadie nunca lo había colocado entre la espada y la pared de esa forma. ¿Sería que su tiempo había llegado? Antes de que pudiera pensar en una respuesta, investigó el aura del visitante con su poder secreto especial y se sorprendió con lo que encontró. Ahí, frente a él, se encontraba el ser más puro del universo, sin ninguna mancha aparente. ¿Sería posible que fuese el maestro de luz que prometió Yahweh? Sólo había una forma de averiguarlo: Ponerlo a prueba para verificar la autenticidad de su carácter.
— Está bien, ganaron. Sí, soy diferente y creo que tengo una misión contigo. Pero quiero probar que, efectivamente, eres el hijo de Dios. (Lo retó)

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