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El Baile De La Luna: Libro Uno Dela Serie ”Lazos De Sangre”
Amy Blankenship
La vida de Envy era increible. Tenía un hermano genial, un novio genial y el mejor trabajo con el que cualquiera podía soñar... poner copas en los mejores clubes de la ciudad. Por lo menos, todo era genial hasta que recibió la llamada de uno de sus mejores amigos diciéndole que su novio estaba bailando el ”limbo vertical” en la pista de baile del Moon Dance. Su decisión de enfrentarse a él desencadenará una serie de sucesos que la introducirán en un mundo paranormal y peligroso. Un mundo en el que las personas pueden transformarse en jaguares, los vampiros vagan por las calles y los ángeles caídos están entre nosotros. Devon es un hombre jaguar, un poco borde al principio y uno de los dueños del Moon Dance. Su mundo dará un vuelco cuando observa a una atractiva muchacha de cabellos rojos bailando en su club, armada con un corazón cínico y una pistola paralizante. Con una guerra de vampiros amenazando con desencadenarse, Devon jura que la hará suya... y luchará para conseguirlo.


“Moon Dance: El Baile de la Luna”
Libro Uno de la Serie “Lazos de Sangre”

Editado por Tracy Murray
Author: Amy Blankenship
Translated by Vanessa Pérez (http://www.traduzionelibri.it/profilo_pubblico.asp?GUID=68adb7d953923ea543c87f322700fcac&caller=traduzioni)

Copyright © 2012 Amy Blankenship
English Edition Published by Amy Blankenship
Spanish Edition Published by TekTime
All rights reserved.

Prólogo

El Bosque Nacional Ángeles es hogar de los peligrosos pumas y los jaguares importados que recorren el vasto bosque. En ocasiones, durante las noches despejadas, se multiplican durante un rato ya que los "hombres animales", o cambiantes como se les conoce comúnmente, vagan por la tierra indómita entre sus primos lejanos. Es durante esas noches cuando los animales de verdad se resguardan en su denso hábitat mientras los depredadores de la ciudad invaden su territorio el tiempo suficiente para cazar o, en raras ocasiones, montar peleas que no pueden desarrollarse en el hábitat humano.
No existe nada más despiadado que uno de estos cambiantes pelándose; y si uno de ellos resulta herido, este se vuelve tan peligroso para los humanos como cualquiera de sus homólogos del reino animal. Para proteger a los humanos entre los que viven, las disputas de los cambiadores, cuando es posible, se llevan a cabo fuera del alcance de estos humanos y el mejor lugar para esto es en la profundidad de los cotos de caza de la zona.
Esta noche el bosque está envuelto de una calma inquietante. Mientras tanto, los dueños de las dos discotecas más importantes de la ciudad se adentran en este terreno inhóspito arrancándose la ropa de las espaldas para dejar libre a sus bestias interiores. Esta noche han estado buscando la tumba de un vampiro que podría destruirlos a los dos.
En las profundidades del bosque no había humanos que pudieran oírlos. Malachi, el líder de un pequeño clan de jaguares, se abalanzó entre la oscuridad hacia su adversario... Un hombre a quien nunca debería haber confiado más que en su mejor amigo. Su objetivo era otro cambiante, uno con sangre de puma corriendo por sus venas, Nataniel Wilder... su socio durante más de 30 años.
Malachi irrumpió en el claro y encontró a Nataniel esperándole con forma humana. Malachi avanzó un par de pasos mientras se convertía de nuevo en humano también. Sin importar la forma que tuvieran, ambos eran letales. Como humanos, ambos eran atléticos con músculos de acero tensados bajo la piel suave. Los cambiantes envejecían despacio y los dos parecían no sobrepasar apenas la treintena, aunque ya estaban bien entrados en los cincuenta.
Si esto hubiera sido una película de Hollywood, habría costado unos cuantos minutos llevar a cabo el cambio, pero esto era real y no había monstruos babeantes en el claro. La desnudez no significaba nada para los cambiantes y la luna brillaba sobre ellos como un foco a través de las nubes de tormenta.
–Esto no tiene que acabar así, –Nataniel dijo mientras se mantenía firme y trataba de hacer entrar en razón a su amigo. –¡Escúchame! Aquello ocurrió hace treinta años y las cosas han cambiado... Yo he cambiado.
–¡Treinta años de mentiras! –Rugió Malachi y su voz retumbó por el claro. Su mirada se dirigió hacia el lugar donde él había enterrado a Kane y sintió el ardor de las lágrimas que se amontonaban en sus ojos. –Por tu culpa, metí a Kane en ese agujero… ¡Por tu culpa lo he traicionado durante treinta años!
–¡No puedo dejar que lo desentierres, Malachi! Ya sabes lo que ocurrirá si lo haces, –Nataniel observó con nervios mientras Malachi suspiró con melancolía sobre la tumba del hombre que una vez fue su mejor amigo. Él nunca lo entendió. Kane era un vampiro y, por lo tanto, era peligroso.
Kane también había sido una de las dos cosas que se habían interpuesto en el camino de la alianza entre jaguares y pumas... Kane y la preciosa, mentirosa e infiel esposa de Malachi, Carlota. Nataniel la amó primero. Él no quería que todo acabara de aquel modo. Al final, Nataniel se había encargado del problema en un arrebato de celos... matando dos pájaros de un tiro.
–¡Él era mi mejor amigo y nunca me traicionó! ¡Tú fuiste el que me apuñaló por la espalda! –Malachi contuvo las lágrimas de rabia mientras se tocaba el pendiente que llevaba; el pendiente de Kane. ¿Qué había hecho? Cuando encontró a Kane inclinado sobre el cuerpo sin vida de su mujer, se detuvo confundido, hasta que Nataniel confirmó que Kane era el asesino.
Ella había muerto justo ahí, en ese terreno, así que pensó que sería justo que Kane se uniera a ella... bajo la misma tierra. Incluso había robado el libro de hechizos de Kane y lo había llegado a usar en su contra por venganza.
Sí, Nataniel tenía razón en una cosa. La mayoría de los vampiros eran diabólicos, aunque había algunas excepciones y Kane había llegado a ser una de ellas. Pero nada era más maligno que lo que él mismo había hecho. Este hechizo solo podía deshacerlo el alma gemela de Kane.
Malachi pensó que sería gracioso en aquel momento porque Kane siempre había sido joven y aun así no había conocido a su alma gemela. En el pasado, él y Kane habían llegado a bromear sobre que jamás nacería una mujer para él. Su mente volvió a recordar la sonrisa de Kane mientras decía que 'Dios debía tener sentido del humor para llegar a ser capaz de crear una mujer que aguantara sus excentricidades'.
–Lleva ahí debajo demasiado tiempo. –Advirtió Nataniel. –Con ese deseo de sangre y locura que lleva dentro… si lo liberas ahora, Kane, nos matará a los dos.
Malachi volvió la cabeza y fulminó a Nataniel con la mirada.
–Solo tendrá que matarme a mí porque tú ya estrás muerto.
Después de lanzar la amenaza, ambos se convirtieron de nuevo en su forma animal.

*****

En el límite de un camping cerca del gran coto de caza, Tabatha King, o Tabby como todo el mundo la llamaba, estaba sentada en los escalones de la enorme caravana de sus padres mirando a las estrellas que se asomaban entre las densas nubes. Se sopló el flequillo de los ojos, contenta porque por fin había dejado de llover.
Esa era la primera vez que ella iba de camping y lo último que quería era quedarse encerrada dentro de la caravana. Estaba muy ilusionada con el viaje y aún más porque sus padres habían decidido llevarse al perro de la familia, Scrappy, con ellos. Le había costado muchas súplicas, pero tras prometer que cuidaría de su pequeño mejor amigo, un cachorrito de raza Yorkshire, finalmente convenció a sus reacios padres.
Scrappy solía ladrar a la oscuridad, moviéndose de un lado a otro con su correa, intentando perseguir las sombras que llamaban su atención. La niña resopló cuando Scrappy consiguió deshacerse de la correa y salió corriendo. Ella estaba de pie en los escalones metálicos cuando el cachorro se escabulló como un dardo a través de una pequeña abertura en la valla que separaba el camping del coto de caza.
–¡No, Scrappy! –Gritó Tabby y salió corriendo detrás del perro. Sus padres confiaban en ella para que no se escapara. Se paró delante de la verja y respiró profundamente mientras miraba a través de la oscuridad de los árboles. –No soy una cobarde. –Se mordió el labio de abajo con determinación antes de ponerse de rodillas para inspeccionar la abertura.
Después de sufrir algunos rasguños, se deslizó por el pequeño agujero de la valla y corrió por el bosque siguiendo el sonido de unos ladridos lejanos. –Me vas a meter en un lío, –susurró con dureza. Después hizo algunos ruidos con la lengua ya que sabía que el perro a menudo acudía con esos sonidos.
–Tabby, ¿dónde estás?
Tras de sí, Tabatha oyó a su madre que la llamaba, pero ella estaba más interesada en llevar a su perro de vuelta al camping. Scrappy era su perro y ella tenía que cuidar de él. Así que, en lugar de contestar a los gritos de su madre o llamar al perro, se quedó callada y siguió los agudos sonidos de los ladridos de Scrappy.
No pasó mucho tiempo hasta que Tabatha tuvo que parar un minuto para recuperar el aliento. Apoyó la espalda contra un árbol y puso las manos sobre las rodillas cubiertas de suciedad mientras respiraba y prestaba atención a los sonidos del bosque. Siempre había deseado plantarse en mitad del bosque y simplemente escuchar, como hacían los indios en las películas de televisión.
Las nubes de lluvia que se habían separado hacia un rato volvieron y el brillo de la luna desapareció. Ella abrió los ojos de par en par cuando se dio cuenta de que ya no veía las luces del camping en la distancia.
Dio un paso adelante con dudas, miró a su alrededor desesperadamente y lo único que podía ver era oscuridad, troncos de árboles que apenas era capaz de reconocer, e incluso sombras más oscuras. Ella gimió cuando algo lanzó un gruñido a lo lejos detrás de ella. Decidió que no le gustaba esa dirección, así que salió corriendo sin mirar atrás.
Tras lo que pareció una eternidad, oyó a Scrappy ladrando de nuevo y se lanzó hacia esa dirección con la esperanza de que lo que fuera que había gruñido anteriormente no estuviera persiguiéndola. Oyó otro gruñido, pero en este caso venía de algún lugar delante de ella.
Intentó frenarse clavando los talones en el suelo, pero estaba cubierto de hojas y barro a causa de la lluvia. En lugar de parar, ella se deslizó incluso con más fuerza antes de caer por una pendiente.
Se le cortó la respiración cuando su cuerpo se estrelló contra un árbol caído que frenó su caída. De lo primero que se dio cuenta cuando recuperó el aliento fue que Scrappy ya no estaba ladrando. Oyó el gruñido de nuevo y empezó a trepar por donde había caído cuando oyó un quejido suave. Hizo fuerza con las rodillas, miró por encima del tronco de un árbol y vio un pequeño claro en el cual se proyectaban directamente los rayos de la luna.
Justo en el centro del claro estaba Scrappy, quejándose como si hubiera sido golpeado por el perro de su misma calle cuando se cruzan. El cachorro estaba agazapado y arrastrándose hacia atrás. Tabatha abrió sus ojos azules de par en par cuando vio el porqué. Dos animales se acercaban lentamente el uno al otro en el claro y Scrappy estaba justo en medio.
–Tonto, –Tabby susurró entre dientes.
Ella reconocía los animales de las imágenes que su padre le había enseñado antes del viaje. Uno era un puma y el otro lo reconoció de la televisión... un jaguar. Le encantaba ver documentales de animales y ella no era tan aprensiva como su madre cuando los animales trataban de atacarse unos a otros en la tele. Pero esto era diferente… era real y un tanto aterrador.
Eran grades gatos que podían comerte de un bocado. Los gráciles animales se rodeaban mientras gruñían profundamente con los ojos brillantes como medallones de oro. La brisa se llevaba aquel terrible sonido y le llegaba a Tabatha mientras continuaba observándolos con un asombro nervioso.
–Vamos, Scrappy, –susurró con la esperanza de que los enormes gatos no la oyeran. –Ven aquí antes de alguno de ellos te pise. –Iba a decir ‘te coma’ pero no quería asustar al pequeño cachorro más de lo que ya estaba.
De repente, los gatos chillaron, lo que hizo que Tabatha se cubriera las orejas con las manos porque le pareció un sonido demasiado agudo y aterrador. Corrieron con todas sus fuerzas a través del claro y Scrappy metió el rabo entre las patas gritando de miedo.
Al ver al perrito traumatizado, Tabatha trepó por el tronco y corrió hacia Scrappy lo más rápido que pudo. Ella estaba más cerca de Scrappy que los gatos, así que se echó rápidamente sobre el pequeño cuerpo del perro para cubrirlo al mismo tiempo que los dos animales saltaron y colisionaron en el aire, justo encima de ella.
–¡Por favor! ¡No hagáis daño a mi perro! –gritó.
Chilló de nuevo cuando unas garras afiladas estrujaron su brazo y otras arañaron su espalda. Los gatos cayeron al suelo detrás de la niña con un ruido seco, como de huesos que chocan, gruñéndose y chillándose el uno al otro. Ella permanecía encorvada sobre Scrappy, que seguía temblando y quejándose suavemente, sin atreverse a mirar a los animales que peleaban a solo unos metros detrás de ella.
Tabatha tenía miedo de moverse y se aferraba al perro todo lo que podía. Tenía los ojos fuertemente cerrados y empezó a susurrarle a Scrappy que corriera y consiguiera ayuda, en caso de que alguno de los gatos la cogiera a ella. Algo líquido y caliente roció su espalda, pero ella no se movió. Al final, la pelea terminó y se atrevió a mirar por encima de su hombro.
La niña empezó a temblar y llorar cuando vio a dos hombres detrás de ella cubiertos de sangre. Tabatha se puso de rodillas lentamente sosteniendo a Scrappy en sus brazos y empezó a retroceder. ¿Dónde habían ido el puma y el jaguar? ¿Habían atacado a esos dos hombres y después huido? ¿Por qué iban desnudos?
Nataniel abrió los ojos de repente y le enseñó sus dientes afilados.
Tabatha se tropezó y casi se cae, pero consiguió mantenerse en pie. Scrappy se quejó de nuevo cuando el gruñido del hombre imitó al del puma y trató de desasirse de los brazos de Tabatha. Huyó hacia el bosque chillando de miedo.
Malachi se retorció de dolor porque la sangre salía a borbotones de su pecho. Abrió la boca y gruñó una palabra hacia la niña pequeña.
–¡Corre! –su voz terminó con un grito que recordaba al de un jaguar.
Tabatha no se lo pensó dos veces y obedeció. Se dio la vuelta y salió corriendo del claro sin atreverse a mirar atrás. No le importaba saber dónde iba; solo quería escapar de aquellos dos hombres aterradores cubiertos de sangre.

*****

–Gracias. Vamos ahora con las noticias locales. Anoche, una familia de la localidad pudo respirar tranquila. La hija, Tabatha, fue encontrada vagando sin rumbo por el Bosque Nacional Ángeles después de haber estado perdida durante tres días tratando de encontrar el perro de la familia, que se había escapado, mientras pasaban unos días en el camping cercano a un lago. Al parecer, el perro se había liberado de la correa y corrió hacia el bosque. La valiente niña de siete años persiguió al perro y no fue encontrada hasta esta mañana. Desafortunadamente, el perro no estaba con ella. Según la policía, la niña se encuentra en el hospital recuperándose del trauma, ya que parece que ha sobrevivido al ataque de un puma. La pequeña Tabatha ha contado a los guardabosques que en el bosque se encontró con dos hombres heridos, pero después de una búsqueda exhaustiva por una zona de trece mil km cuadrados, no han encontrado nada. Seguiremos informándoles más tarde.

Capítulo 1
10 años más tarde…
La música a todo volumen retumbaba fuera de la discoteca. Su gran cartel de luz de neón morada parpadeaba al ritmo de la música. La luz proyectaba un resplandor espeluznante sobre los edificios de la calle. En el tejado del edificio, se encontraba un hombre de pelo rubio con un pie en el borde. Se balanceó hacia delante con el codo apoyado en la rodilla mientras se fumaba un cigarro.
Kane Tripp bajó la cabeza ligeramente y hundió la mano en su pelo peinado en punta. Detestaba cortárselo y echaba de menos lo largo que solía llevarlo. Todavía recordaba la sensación de su suavidad acariciándole la zona baja de la espalda. Acercó el cigarro a los labios, aspiró profundamente mientras pensaba en las cosas que echaría de menos, como los cigarros que solía fumarse antes de ser enterrado vivo.
Hace cuarenta largos años, Malachi lo cogió desprevenido. Él era el líder de un pequeño clan de jaguares que acusó de asesinato a su compañero cambiante. Antes de aquella noche, Kane tenía buena relación con los jaguares, incluso su líder había llegado a ser uno de sus amigos más cercanos. Kane apretó los labios mientras hacía memoria. Malachi lo acusó, juzgó y sentenció en un arrebato de ira.
Malachi usó un conjuro del mismo libro que Kane creía que había escondido perfectamente para condenarlo a una maldición que no le permitiría hablar ni moverse... ni siquiera le permitiría defender a su amigo. Después le quitó el pendiente de heliotropo a Kane para permitirle moverse con libertad a plena luz del día. Los heliotropos pertenecieron en primer lugar al primer vampiro, Syn.
Una vez, Kane preguntó de dónde salió el primer vampiro y la respuesta le sorprendió.
Syn vino a este mundo solo, herido y muerto de hambre. Un joven lo encontró y, llevado por su hambre, Syn le chupó la sangre. El vampiro pronto se dio cuenta de que los humanos de este mundo eran criaturas frágiles, cuyas almas los abandonarían si él compartiera su sangre, con la esperanza de crear una familia en este planeta. Pero, una vez sus almas se fueron, los humanos no le servían; eran poco más que monstruos.
Durante su vida eterna, Syn únicamente había encontrado tres humanos que retuvieron su alma... y se convirtieron en sus hijos. La única diferencia era que, una vez se habían convertido, el sol les quemaba. De modo que, tanto él como sus hijos, tenían que huir de la luz del día. Esto nunca había supuesto un problema en el planeta de Syn a causa del heliotropo.
Los gruesos brazaletes que Syn llevaba puestos venían de su mundo y estaban hechos de heliotropo. Él confeccionó un anillo, un collar y un solo pendiente haciendo añicos uno de los brazaletes. Una vez más, Kane levantó la mano y tocó el pendiente.
Mientras que el heliotropo le había dado una vida más o menos normal... el libro de hechizos de Syn había supuesto su perdición. Kane lo dejó a disposición de sus elegidos mientras dormía. Dentro se encontraba el hechizo maldito, una forma de sacrificar a los hijos sin alma en caso de que llegaran a suponer un peligro para los humanos.
Como estaba bajo los efectos del hechizo maldito, Kane solo pudo observar desde sus oscuros ojos, sin parpadear, como su viejo amigo le echaba tierra por encima en su propia tumba. Lo último que recuerda es que vio el cielo lleno de estrellas por encima del bosque.
La oscuridad lo consumió todo y se hizo el silencio. Estaba condenado por el hechizo, pero aun así podía sentir que había cosas deslizándose en la tierra y se acercaban a él. Minúsculas y mortales criaturas que evitaban comerse su cuerpo, pero inconscientemente mordían su alma.
Con el paso del tiempo creyó volverse loco, empezaba a oír ruidos muy a menudo... voces. No le molestaba que le acompañaran en su prisión e, incluso, ansiaba oírlas más a menudo. En ocasiones oía familias al completo y otras veces solo escuchaba la voz de algunos adultos.
A veces intentaba luchar contra el hechizo para pedir ayuda o para encontrar algún tipo de compañía. Estaba totalmente controlado por la magia que le arrebataba todo su poder. Conocía el hechizo... lo había usado contra algunas criaturas. Se trataba de un conjuro que requería de la sangre de alguien amado para liberar a quien se encontrara bajo sus efectos. Un hechizo de amor tan profundo que solo podía romperlo el alma gemela de la víctima.
Siempre había funcionado con los vampiros sin alma porque, evidentemente, se necesita tener alma para poder llamar a otro “alma gemela”. Él mismo había usado el hechizo en más de una ocasión para hacer desaparecer de este mundo a sus demoníacos hermanos que no conocían nada más allá de la sed de sangre.
Kane rio maliciosamente con el inquietante recuerdo de saber que estaba condenado... porque no tenía un alma gemela. De hecho, nunca se había conocido algo similar. Y si la hubiera tenido, entonces sería bastante improbable que ella decidiera simplemente tumbarse sobre su fosa mientras se desangra. Malachi tenía el corazón completamente destrozado... había amado tanto a su mujer que quería que Kane conociera la profundidad de un amor así y lo anhelara con todas sus fuerzas.
Y así hizo. Él vertería lágrimas en más de una ocasión, rogando porque lo oyera cualquier dios, para que llegara su alma gemela y lo pudiera liberar. Si él hubiera asesinado a la mujer de su amigo, entonces habría sido un castigo justo. Pero él era totalmente inocente.
Una noche, cuando ya hacía tiempo que había desterrado toda esperanza... lo oyó. El peculiar sonido de los gruñidos de Malachi interrumpieron bruscamente su absurdo monólogo interior, junto con otros gritos de furia animal. Después, y para su sorpresa, oyó la voz de una niña pequeña justo sobre su cabeza, que les gritaba para que no hicieran daño a su cachorrito.
El sonido de su asustada y pequeña voz hizo que algo dentro de él se rompiera, algo que le hizo desear ser libre para poder protegerla de las bestias de la noche.
‘Malachi no hará daño a tu perrito, pequeña,’ Kane susurró mentalmente.
Y era cierto. Malachi no haría daño a nadie, especialmente a un niño, a menos que le hubieran herido a él primero de algún modo. Sabiendo que su amigo estaba sobre su cabeza, Kane sintió como una chispa de vida volvía en él. Se llenó de ira cuando oyó a la niña gritar de nuevo y como algo aterrizaba de manera brusca en el suelo. Sangre... olió la sangre fresca recién derramada a través de la tierra blanda que se filtraba hacia donde él estaba.
Fue lo más acogedor que jamás podría haberse encontrado. El aroma invadió su mente y casi lo vuelve aún más loco, ya que sabía que era incapaz de alcanzarla. Estaba tan débil por haber pasado tanto tiempo ya si un solo trago de sangre... muerto de sed y aun así sin poder morir del todo. Entonces sintió como uno de sus dedos se movía.
Kane se concentró en aquel movimiento y focalizó su mente todo lo que pudo en intentar moverse. Sentía como pasaban los días, centrándose en el calor que le invadió y que vino de la tierra que tenía encima. El aroma de la sangre lo rodeaba por completo ahora, incitándole a seguir adelante. Al final, fue capaz de hacer funcionar sus brazos lentamente y empezó un lento proceso para poder abrirse paso y salir de su propia tumba.
Pasaron más días y, cuando finalmente rompió la superficie, lloró literalmente de alegría. Cuando se quitó toda la tierra de encima, Kane abrió los ojos y miró hacia arriba, riendo de manera casi como un loco cuando vio el cielo oscuro lleno de estrellas sobre su cabeza. Cuando volvió a mirar al suelo, vio un trozo de tela con pequeñas gotas de sangre secas. Lo recogió y se lo acercó a la nariz inhalando el olor de la sangre que lo había liberado.
Tiró del resto de su cuerpo para sacarlo de la tierra mientras apretaba con fuerza aquel pedazo de tela con restos de su salvador. Malachi y el cambiante que realmente mató a la mujer del jaguar yacían muertos a pocos metros de su tumba.
Les echó un vistazo cuando pasó por delante de sus cuerpos. Sabía que la niña se había ido hacía tiempo ya, pero Kane estaba convencido de que ella era su alma gemela. ¿Quién más pudo haber roto el hechizo que le impuso Malachi?
Demasiado débil como para ir en busca de la niña, Kane se arrastró hasta Malachi, con intención de tocar su mejilla una última vez. Al girar la cara hacia él, a Kane se le cortó la respiración por la confusión. Malachi llevaba puesto el pendiente de heliotropo. ¡Su pendiente!
Tras un instante de ira y un movimiento demasiado rápido como para detectarlo, Kane tenía el pendiente en la mano. Le echó una mirada a Nataniel, el hombre que le había tendido una trampa, y después reunió toda la oscuridad a su alrededor como si fuera una capa y de desvaneció en la oscuridad.
Kane abrió la boca y observó como el humo flotaba en el aire, ondulándose delante de él antes de desaparecer con la brisa. Había pasado los últimos diez años vagando de un país a otro, de un continente a otro, aprendiendo acerca de todo lo que se había perdido durante los treinta años pasó confinado en su particular cárcel.
Poco a poco había ido reponiendo fuerzas. El primer paso lo dio con un pequeño cachorro Yorkshire blanco que encontró dentro de un árbol hueco de aquel bosque. Era la mascota de alguien y tenía remordimientos por hacer algo así, pero la necesidad que tenía de alimentarse era mayor que su culpa en aquel momento.
Solo cuando terminó de alimentarse se dio cuenta de que el perrito pertenecía a la niña que lo había liberado. Sintió una chispa de vida en la pequeña bola de pelo y decidió hacer la cosa más horrible de todas. Se mordió la muñeca y forzó un par de gotas de sangre que cayeran en su lengua rosa. Después puso al perrito en el suelo preguntándose qué clase de locura estaba haciendo. Nunca funcionaría... ¿no?
Ella le había salvado dos veces sin saberlo. El recuerdo de su voz asustada aún tenía el poder de sacarle de su sueño más profundo. Él desearía haberla visto... para tener aunque fuera un atisbo de la persona que acompañaba la voz que le atormentaba.
Metió la mano en el bolsillo y sacó el pequeño collar de perro con una etiqueta en forma de hueso colgando. Ya sabía el nombre de la familia, pero la dirección ya no era válida... no lo había sido en años. Cuando al fin aprendió a utilizar un ordenador, buscó a los padres de la chica, pero habían muerto y la casa había sido vendida. La hija, él estaba seguro que fue quien lo liberó, se había desvanecido sin dejar pistas.
Kane tiró el cigarro al lado del pie izquierdo y lo pisoteó. Cuando regresó a Los Ángeles, inmediatamente volvió a la discoteca donde Malachi vivió y la cual regentó. Pero lo habían vendido y sus hijos se habían cambiado de dirección. El nuevo lugar fue una vez un almacén abandonado, pero los jaguares recientemente lo habían renovado, convirtiéndolo en una discoteca que se ajustaba a los nuevos tiempos. Los hijos de Malachi era quienes sacaban el negocio adelante.
Agitó la cabeza preguntándose cómo fue capaz Malachi de casarse por segunda vez, después de todo lo que había amado a su primera mujer. Ella fue su alma gemela, incluso aunque los cambiantes eran conocidos por su apetito sexual, una vez conocen a su alma gemela les resultaba casi imposible amar a otra.
Cuando Kane buscó información, descubrió que la nueva mujer de Malachi había dado a luz a cuatro hijos, pero murió dando a luz al más joven, Nick.
Malachi murió la noche que él oyó los gruñidos desde su tumba, pero Kane aún sentía la necesidad de vengarse que le quemaba desde el interior. Casi todos los vampiros nacen de la oscuridad y, tal vez, Syn estaba equivocado sobre sí mismo y no eran tan diferente de sus malvados hermanos. A lo mejor, perder la cabeza durante treinta tortuosos años ya le había dañado lo suficiente como para no ser una excepción. Su mente seguía estando en el lugar oscuro donde Malachi la había dejado.
Por lo que Kane sabía, fueron los jaguares los primeros en derramar sangre. Ahora, él había vuelto para presentar sus respetos en especie... a la maldita raza entera de cambiantes, empezando por los hijos de Malachi. Ah, pero él no se detendría ahí. Los siguientes serían los hijos del cambiante que le tendió una trampa... Nataniel Wilder.
No le resultó difícil hacerse con algunos seguidores que le ofrecieran sangre. A Kane aún le fascinaba el movimiento alternativo–gótico que se movía en el centro de la ciudad. Muchos de ellos soñaban con convertirse en lo que él realmente era... un vampiro auténtico en lugar de un aspirante a gótico.
Todo lo que tenía que hacer era convertir a uno y dejar a su subordinado sin alma vagando a su suerte. Eligió al más peligroso del grupo... el que parecía haber perdido ya su alma en la oscuridad. Raven, un canalla, que era casi un psicópata como humano... un gótico marginado, con sed de sangre mucho antes de ni siquiera sentir una necesidad verdadera.
Raven era la única persona a la que Kane le había contado todo sobre la trampa que le tendieron los cambiantes y cómo lo enterraron vivo. No sabía por qué se lo había contado a Raven... por aburrimiento quizás.
Kane dejó al canalla suelto por la ciudad. Raven estaba enfadado con el mundo mucho antes de renacer como hijo de la noche, y ahora Kane le había proporcionado una vía de escape para era ira. Raven había aceptado vengarse en nombre de Kane y el vampiro desalmado era capaz de utilizar sus nuevas habilidades a fondo.
Ni se molestó en intentar disuadir a Raven porque se ajustaba totalmente a sus planes de tender una trampa al resto de la familia de Malachi. ¿Por qué iba a proteger a los cambiantes de Raven? Lo máximo que hizo fue decirle al chico que no tenía que matar humanos para alimentarse, que no tenía que causar ningún daño, si no quería. No fue culpa suya que, en lugar de eso, Raven decidiera matar a su antojo.
La primera vez que Raven mató fue la única en la que Kane intervino, agarrando al chico antes de que dejara el cuerpo sin vida con la marca del vampiro a la vista de cualquier humano. A los vampiros se les inculcaba que debían ocultar este tipo de secretos para asegurar su preservación y a Kane se le había olvidado compartirlo con Raven. Kane entonces le enseñó cómo cortar a través de las marcas de los colmillos para que solo pareciera un asesinato sádico.
Raven se encargaba de dejar a sus víctimas en los alrededores del Moon Dance para que las autoridades pudieran encontrarlos. Era el plan perfecto. La mayoría de los vampiros eran diabólicos de manera innata, así que Kane pasó la mayor parte de su vida eterna al alcance de asesinos. Al ver a este chico matar, era como si le resultara de lo más natural.
Si Syn hubiera estado despierto para contemplar la oleada de asesinatos, el habría acabado con todo aquello matando a Raven o condenándolo bajo tierra en una tumba. Ahora que Kane había experimentado tal castigo, preferiría mil veces antes una muerte rápida.
Antes de su destierro, llegó a tener un amigo más... Michael. Ellos habían estado juntos mucho más tiempo del que podían o querían recordar. Ambos habían sido obsequiados con el heliotropo porque mantenían sus almas... ellos y el hermano de Michael, Damon.
Michael era un buen hombre. Aunque estuviera del lado de los ángeles, como ellos mismos decían, había escuchado por ahí que Damon había desarrollado un lado oscuro y quería atraer a su hermano hacia la oscuridad también. A lo mejor decidía hacerle una pequeña visita a Damon antes de terminar lo que había venido a hacer y así le enseñaba algunos modales. Kane se preguntó de dónde salió aquella rivalidad repentina entre hermanos porque Michael siempre había querido a su hermano... aunque las cosas siempre pueden cambiar en un abrir y cerrar de ojos.
Kane no quería que Michael conociera el demonio que habitaba dentro de él desde que fue enterrado vivo. Había pasado algún tiempo en las últimas dos semanas observando a Michael desde la distancia. Él sabía que Michael y el hijo mayor del jaguar, Warren, eran amigos... justo como él y Malachi llegaron a serlo una vez.
Los cambiantes eran unos traidores y Michael todavía tendría que averiguar este pequeño detalle. Al acabar con los cambiantes, hasta le estaría haciendo un último favor a Michael... por los viejos tiempos.
Kane alzó la mano, tocó el pendiente que contenía el heliotropo sabiendo que este no le permitía matar humanos. Si su alma fuera totalmente demoníaca, entonces la magia contenida en el heliotropo no funcionaría con él. A menudo se preguntaba cómo Malachi podría haber pasado por alto ese simple hecho... la prueba de su inocencia estaba justo delante de sus narices.
Da igual... Se había pasado treinta años en su prisión por algo que no había hecho.
–La venganza será un infierno para vosotros, amigos míos.

*****

–¿Vendedor telefónico? –Preguntó Chad tratando de esconder su mueca de burla mientras su hermana pequeña cerraba la puerta de un sonoro portazo que hizo que esta cayera al suelo. Se estrelló contra el suelo con gran estruendo.
Envy le dio una patada al teléfono en el pasillo imaginándose que era la cabeza de su novio antes de darse la vuelta hacia su hermano. –¿Es que todos sois unos cerdos o solo los tíos con los que salgo?
Chad levantó las manos con gesto de rendición.
–En mi opinión, las chicas sois igual de malas. Ahora cálmate y cuéntale a tu hermano mayor qué ha pasado.
Envy apoyó la frente en la pared. Se negaba a verter ni una sola lágrima. Trevor no le gustaba lo suficiente como para llorar por él y ella se estaba empezando a cansar seriamente de todos los chicos de un modo o de otro.
–Jason me acaba de pedir salir. Él creía que estaba soltera de nuevo porque se encontró con Trevor en la nueva discoteca. Prácticamente, se estaba tirando a otra en la pista de baile.
Chad agitó la cabeza. No sentiría ninguna pena por Trevor cuando su hermana le pusiera las manos encima.
–¿Y por qué no salimos por ahí entonces? –arqueó una ceja, no quería perdérselo por nada del mundo.
Envy sonrió, le había gustado la idea.
–Dame diez minutos y estoy lista.
Chad asintió y se sentó en la punta del sofá. Cogió el mando a distancia para ver las noticias, aunque no les prestó mucha atención. Él no quería que su hermana saliera con Trevor. Él sabía que el tipo actuaba como un completo americano, el típico niño rico de bachillerato que trata de despistar a todo el mundo; pero eso no significaba que le gustara que mintiera a su hermana sobre su verdadero ser. Si Trevor iba a acostarse con ella, entonces necesitaba saber por lo menos la verdad sobre la persona con la que se acostaba su hermana.
Empezar una relación con una mentira no era la mejor manera. Si ibas a mentir, entonces, en primer lugar, no deberías verte involucrado. Él arrinconó a Trevor la última vez que se vieron en la estación y le dijo al “agente secreto” que le contara a Envy toda la verdad sobre lo que estaba haciendo o, si no, que se alejara de ella. No era culpa suya que Trevor no escuchara a nadie más que a sí mismo.
Le enfadaba pensar que Trevor pudiera estar utilizando a Envy mientras llevaba a cabo sus negocios encubiertos en los locales nocturnos de moda. Como ella era camarera en muchas discotecas, Trevor podía seguirla a cualquier edificio antes de que abrieran al público y quedarse hasta que cerraban. Al estar allí, entre la multitud, Trevor podía husmear mucho mejor sin que Envy se enterara de nada.
Chad rechazó desvelar la verdad, incluso aunque el equipo de Fuerzas Especiales había estado intentando que lo hiciera por la fuerza hasta entonces. Lo más cerca que había estado de hacerlo era siendo su chico favorito para llamar cuando era el momento de tumbar puertas de una patada y bajarle los humos a la gente. Y a él le parecía bien. Él prefería mucho antes dale una patada en el culo a uno de los malos y después escabullirse, charlar con la gente y remover papeles para intentar encontrar la porquería de alguien.
Ahora, su amigo Jason, por el contrario, sería mucho mejor novio para Envy. Ella había ido al colegio con Envy, y eso era un problema. Jason se había colgado por Envy durante toda la secundaria y había pasado tanto tiempo en su casa, que Envy lo consideraba un hermano... no alguien con quien salir.
Jason se unió a los guardabosques del Bosque Nacional Ángeles justo cuando acabó la escuela y nunca cambió de oficio. A Envy aún le gustaba salir por ahí con Jason. También solía ver a su mejor amiga Tabatha, ya que Tabatha era compañera de unidad de Jason.
Chad se levantó del sofá y esperó en al otro lado de la puerta de la habitación de Envy. Habían sido compañeros de habitación durante los últimos cuatro años, desde que sus padres murieron en un accidente de coche, y se las habían apañado bastante bien. Él era policía y ella estaba en nómina en bastantes discotecas de la ciudad como camarera.
La única razón por la que él no le había dicho lo típico de “búscate un trabajo de verdad” era porque la mayoría de las noches ella ganaba más dinero que él. Lo que hacía las cosas más fáciles porque, cuando llegaba el día de pagar el alquiler, Envy era quien solía pagarlo mientras que él se preocupaba de todo lo demás.
–¿A qué discoteca vamos? –preguntó él al otro lado de la puerta.
–La nueva. Moon Dance, –Envy se hizo una coleta con algunas capas del pelo mientras las de abajo le colgaban por la espalda. –Puede que también me ofrezca como camarera ya que vamos.
Chad frunció el ceño.
–Es la que está casi a las afueras de la ciudad, ¿verdad? –Él volvió a su habitación sin esperar su respuesta. Últimamente, las cosas se habían vuelto un poco peligrosas por aquella zona de la ciudad. Las desapariciones eran el mayor peligro, y ya se habían encontrado unos cuantos cuerpos a una manzana de esa discoteca.
Hasta entonces, no habían encontrado nada que pudiera vincularse directamente con el Moon Dance, excepto que todas las víctimas escogidas eran asiduos de la discoteca. Era el lapso de tiempo entre asesinatos lo que hacía sospechar a Chad y a tantos otros. Se habían hecho algunas preguntas para averiguar si había un asesino en serie paseándose por el bar. Varias de las últimas víctimas habían sido vistas por la discoteca. Como policía, no podía dejar pasar la posibilidad de que existiera algún tipo de conexión.
Como su pistola y su placa ya estaban en el coche, Chad cogió la pistola paralizante y se la metió entre el cinturón. Con todas las atrocidades que estaban ocurriendo por allí, quería que Envy la tuviera solo por si algo malo ocurría mientras ella estuviera en la discoteca.
Al salir de su habitación, echó un vistazo al pasillo y se quedó de piedra cuando vio a su hermana. Una falda negra de cuero con encaje asomando hasta la mitad del muslo cubría sus piernas a conjunto con una camisa de encaje a la altura del ombligo. algunos parches de cuero estratégicamente colocados cubrían lo necesario... lo justo para esconder sus pechos y mostrar su vientre y su ombligo.
También llevaba puestas unas botas negras de cuero hasta justo por encima de las rodillas con unas cadenas elegantes de adorno alrededor de los tobillos. Un colgante que su madre le había regalado hacía años adornaba su cuello con una bonita pieza de cuarzo de amatista. La mayoría de su pelo rojo lo llevaba recogido en una coleta alta con algunos mechones cayendo por un hombro.
Llevaba también un maquillaje elegante con delineador de ojos y sombra negros, así como un tono oscuro de lápiz de labios. Parecía una dominatriz.
–¡Joder! ¿Salimos a por sangre? –Chad levantó una ceja echándole un vistazo... dos veces. Se estaba planteando cancelar la salida nocturna y hacerla volver a su habitación por razones de seguridad.
–Bueno, he decidido –Envy levanté una ceja con delicadeza, –que después de encargarme de Trevor, ¡me lo voy a pasar bien! Desde ahora en adelante, me niego a quedar solo con un tío. No quiero un novio… ¡quiero MUCHOS! Así, cuando uno de ellos se comporte como un gilipollas, me dará igual porque tendré otros que estarán más que contentos por darle una patada.
–Sí, recuerdo lo bien que funcionaba eso en el instituto. –Chad movió la cabeza con gesto de disgusto porque sabía que su hermana era mucho más frágil de lo que fingía ser, –Iremos en mi coche por si llaman desde la central.
–Solo si me dejas jugar con las luces azules –Envy sonrió porque sabía que le dejaría.
Chad suspiró y caminó hacia el coche. –Te juro que eres peor que un crío en una tienda de juguetes apretando todos y cada uno de los peluches que hacen ruido y volviendo a todos locos.
–¿Qué? –rio ella–. Me gustan las luces azules. La gente se aparta de nuestro camino cuando las enciendo.
–¿Cómo aquella vez que las encendiste porque nos habíamos quedado sin café? – preguntó. –Sabes que eso es gastar dinero de los contribuyentes, ¿verdad?
–Si no te callas conduciré yo. Y entonces tendrás que lidiar con las luces rojas y la sirena –le advirtió con un guiño de ojo juguetón.
Chad se calló inmediatamente porque la última vez que ocurrió, ella llegaba tarde al trabajo y él se encontraba demasiado enfermo como para conducir, así que se sentó en el asiento del pasajero medio dormido. El jefe todavía enfurecía al recordarlo.

*****

Envy apagó las luces azules a una manzana de la discoteca y miró hacia arriba a los focos que bailaban a través del cielo cubierto de nubes. Observó como el edificio de dos plantas entraba en su campo de visión.
Había estado trabajando tanto últimamente que no había tenido un momento para observar el Moon Dance, aunque algunos de sus clientes ya lo habían puesto por las nubes anteriormente. Por fuera no era nada sofisticado. Parecía simplemente un almacén de ladrillo con pocas ventanas y un enorme letrero de neón púrpura en la fachada frontal.
La gente hacía cola a medio camino entre el enorme aparcamiento, iban vestidos con sus mejores prendas para la discoteca y hablaban entre ellos de manera animada. El hecho de que fueran las diez de la noche y siguiera habiendo cola para entrar le hacía pensar que trabajar allí podía ser muy lucrativo.
–Sí, sin duda voy a presentarme al puesto de camarera– sonrió valorando la posibilidad de trabajar allí.
–Por lo menos ya no hay casi cola –Chad dijo con sarcasmo. No quería esperar para ver como Trevor se llevaba una buena dosis de la adrenalina de su hermana.
Aparcó al fondo del aparcamiento, en el lugar más oscuro, al lado del coche de Trevor. Antes de que Envy pudiera abrir la puerta del coche, Chad se acercó y cogió a su hermana por el brazo.
–Toma –le dio la pistola paralizante y, sin pronunciar una sola palabra más, abrió la puerta y salió del coche.
Envy rodeó el pequeño aparato con sus dedos y sonrió. Su hermano le había enseñado técnicas de defensa personal hasta tal punto que, probablemente, ella podría derribar a la mayoría de los policías con los que él trabajaba sin sudar una gota. Pero Chad siempre decía, ‘¿Por qué pelear, cuando puedes apretar un botón?’
Ella deslizó la pistola en el pequeño bolsillo de la falda de cuero al lado de su DNI. A ella no le importaría apretarle bien "los botones" a Trevor. De hecho, aceptaría de buen grado apretar el botón del ascensor que va al infierno solo por verlo a él allí mismo en aquel momento. Nadie engañaba a Envy Sexton y se libraba de sufrir las consecuencias.
Caminaron en paralelo a la cola y Envy se alegró especialmente cuando la cola empezó a avanzar rápido, solo les costó un par de minutos entrar.
El portero iba vestido con unos pantalones Armani y una chaqueta de traje a juego. La camisa que llevaba debajo se ajustaba a su cuerpo y dejaba intuir su pecho esculpido. El pelo castaño caía a ambos lados de su cara haciendo ondas. Llevaba barba de varios días y sus penetrantes ojos oscuros casi brillaban más que el cartel de luces de neón.
Chad pagó y mostraron sus carnets de identidad antes de que el hombre les pusiera el sello en la mano y desabrochara la catenaria de terciopelo para permitirles el paso. Entraron por la puerta principal y se aproximaron por un pequeño pasillo a otra puerta que se abrió automáticamente a su paso. Ambos se detuvieron cuando entraron en la sala principal y observaron sus alrededores. Se parecía mucho a entrar en otra dimensión.
Como el aparcamiento estaba lleno, cualquiera pensaría que el local estaría repleto de gente por todas partes, pero no era así. Los labios de Envy se entreabrieron mientras caminada por la pista de baile hasta el enorme hueco vacío en el centro de la sala.
Se acercó a la barandilla y observó la pista de baile que tenía bajo sus pies. A ambos lados de donde se encontraban había una pasarela que atravesaba el nivel principal con una barra que recorría toda la distancia. La barra se componía de una lámina de cristal templado y unas luces de neón suaves zigzagueando por toda la superficie.
Dos escaleras conectaban con el piso inferior por la izquierda y por la derecha y se encontraban en medio antes de llegar finalmente a la pista de baile. La pista de baile brillaba con luces suaves, lo suficiente como para fundir los pies de la gente en una especie de luz negra. Todo esto añadido a la confusión que se creaba gracias a la luz estroboscópica y los focos que se movían en todas direcciones sin enfocar directamente a los bailarines.
De la forma en la que estaba configurado, podías ver las rodillas y los pies de los bailarines, pero el resto de sus cuerpos permanecía entre las sombras.
Envy se apoyó en la barandilla y miró buscando más barras en el nivel inferior, pero allí no había nada más que pista de baile. De algún modo le recordaba a un foso. Una vez bajabas esas escaleras, estabas al amparo de la oscuridad que ensombrecía a los bailarines aportándoles privacidad.
–¿Tiene tres pisos? –preguntó ella mirando al techo sobre sus cabezas. Contando el sótano, ese sería el tercer piso. Ella se preguntaba si también sería parte de la discoteca o si se encontraba fuera del alcance de los clientes.
Vítores y abucheos llamaron su atención y miró de nuevo al piso de abajo. Observó con incredulidad como un foco de luz azul pálido iluminaba una jaula en medio del foso. En seguida, se sintió cautivada por el hombre que estaba detrás de los barrotes.
La mirada de Chad también se paró en la jaula. Parecía una celda pequeña de una cárcel. Dentro había un hombre y una mujer acechándose en círculos. Incluso desde la distancia a la que se encontraban, de podía sentir el ardor de sus movimientos. Los nudillos de Chad se volvieron blancos al agarrarse con fuerza al pasamanos mientras el tío de la jaula empujó a su compañera de baile hacia los barrotes solo para que ella tuviera que escurrirse por debajo de su brazo mientras él intentaba sujetarla contra los barrotes.
Girando, él agarró a la chica por la muñeca y la atrajo hacia él de espaldas antes de guiar sus manos hacia las barras que tenía delante. Haciendo que agarrara las barras, él se restregó por su cuerpo casi desnudo hasta que ella echó la cabeza hacia atrás contra su pecho como si lo estuviera disfrutando.
Todo aquello mostraba una naturaleza animal, casi como una danza ritual de apareamiento. Chad y Envy se vieron cautivados por el espectáculo, cada uno de ellos afectado de manera diferente.
Chad los observó durante unos pocos minutos más en silencio mientras la pareja principal se apartaba de un salto el uno del otro para que el hombre atrapara a la chica en una posición diferente. El calor de sus movimientos hizo que la bragueta de sus vaqueros creciera mientras las caderas del hombre se sacudían contra el culo de la chica. Chad se forzó a mirar hacia otro lado, como por ejemplo a las decoraciones de las paredes superiores que podía ver desde donde estaban.
La mayoría eran luces intermitentes con una luz negra fija cerca de pinturas que parecían retratos sobre jaguares en posición elegante, algunos luchando y otros depredadores solitarios de caza. Aquellos animales mortales parecían tener vida propia. Las pinturas estáticas casi se movían con las luces, dando la impresión de que aquellos animales estaban vivos y les observaban.
Tenía que admitir que el tema era único, pero funcionaba. Sus ojos siguieron el movimiento de las luces por las paredes y se dio cuenta de que unas cadenas colgaban entre las pinturas, algunas de ellas con collares de pinchos y látigos de cuero negro.
Volvió de nuevo la mirada hacia la jaula y estaba a punto de ir en busca de Jason cuando vio a Trevor en la pista de baile cerca de uno de los focos. El muy idiota estaba bailando entre dos chicas y parecía que se lo estaba pasando de maravilla. Miró hacia Envy, pero Chad supo que no tenía que decirle ni una palabra ya que ella estaba observando directamente al trío.
Envy ladeó la cabeza intentando estudiar a Trevor como si no lo conociera lo suficiente. Para empezar, aquello le hizo replantearse por qué había empezado a salir con él.
Tenía que reconocer que él era agradable a la vista. Asquerosamente guapo sería una frase más adecuada. Parecía el típico surfista californiano de pelo rubio y liso, moreno dorado y ojos azules. Estaba para chuparse los dedos, lo que resultaría bastante divertido.
Pero si quitabas esa belleza, no tenía mucho más para atraer a una chica. Lo único que quedaba era el típico niño rico de alguna fraternidad universitaria. Cuando estaba cerca, era muy atento con los demás, pero también desaparecía de repente, a veces durante días.
La única otra cosa buena que ella podría decir de él era que se movía bastante bien en la cama y, gracias a eso, ella había pasado algunos de los mejores momentos de su vida.
En realidad, ella había llegado a creer que a él le gustaba mucho... puede que incluso algo más que eso. Eso demuestra lo poco que sabía ella de los hombres. A decir verdad, se estaba empezando a cansar de estar sola... pero entonces, eso no era razón suficiente como para empezar a quedar con otro tío.
Suspiró con nostalgia mientras observaba como agarraba el culo de la chica que tenía pegada a él. De repente se dio cuenta de que no estaba celosa. Si realmente hubiera estado enamorada de él, ¿no debería estar totalmente cabreada en lugar de sentirse herida? Lo que más le molestaba era que él había mentido sobre quererla a ella con exclusividad.
Jason había estado esperando que Envy entrara por la puerta de la discoteca desde el taburete más cercano a la puerta. Él sabía que ella aparecería por allí y no se sorprendió de verla con Chad. Tras concederles algunos minutos para observar el lugar, esbozó una mueca de satisfacción cuando se dio cuenta de la tensión que se acumulaba en los hombros de Envy. Sabía que había visto a su novio morreándose con otra en la pista de baile.
Él había intentado esconder sus celos durante el último par de meses y no quería hacerle daño a ella, pero si era algo así lo que hacía falta para alejarla de Trevor, por lo menos sería por su bien.
Girándose hacia Kat, la guapa camarera con la que había estado hablando, Jason sonrió.
–Te dije que vendrían –él asintió mirando hacia Envy y Chad.
Había estado allí durante más de una hora, pero después de ver a Trevor engañando a Envy, no tenía ganas de unirse a la multitud. Se había acabado aburriendo y empezó a hablar con Kat para pasar el rato. Incluso le había hablado del novio infiel de Envy.
–Entonces, ¿esos son tu mejor amigo y su hermana? –Kat echó un vistazo a la pareja, pero su principal interés estaba en el policía. Si Jason no le hubiera dicho que era policía, ella no lo habría adivinado jamás. Estaba más bueno que el pan.
Medía más o menos un metro ochenta y cinco, de piel morena y pelo castaño con reflejos dorados. Lo llevaba algo más largo que el típico policía y parecía como si el viento se lo hubiera colocado hacia un lado, lo que le daba un aire algo salvaje. Se encontró a sí misma comparándolo con Quinn, parpadeó y se dio cuenta de que lo había vuelto a hacer. Miró de nuevo a Jason sabiendo que ambos necesitaban apagar de una vez aquellos fuegos o corrían el riesgo de quemarse constantemente.
–No parece un poli –dijo Kat, observando a Chad y preguntándose si saldría con alguien. Jason no había dicho si sí o si no.
–Bueno –Jason casi se enfurruñó cuando se dio cuenta de cómo estaba mirando a Chad. Agitó la cabeza, –Vuelvo en unos minutos.
Acabándose la bebida se levantó del taburete y comenzó a andar hacia sus amigos. Cuando salvó la distancia que les separaba puso una mano sobre el hombro de Envy. Acercó los labios a su oreja y susurró, –¿Quieres bailar?
Envy sonrió sin girarse. –Oh, ¡vaya que sí! –exclamó ella, y de un salto bajó el tramo de escaleras que tenía delante, dejando a Jason junto a Chad con la mano todavía sosteniendo un hombro imaginario. Parpadeó cuando oyó a Chad riéndose.
–Joder –Jason suspiró mientras la veía bajar las escaleras.
Chad le dio unas palmaditas en el hombro con lástima mientras lo dirigía de vuelta a la barra y se apoyaba en ella –No dejes que te moleste. Creo que Envy solo tiene una cosa en la cabeza y tiene que ver con la venganza.
Echó un vistazo a la chica detrás de la barra y, por un momento, incluso se olvidó de que Jason estaba allí. Ella estaba increíble con su bronceado y el pelo tan largo y moreno que le caía con ondulaciones por la espalda y hacia los labios. Sus ojos eran todo lo contrario, de un color azul claro con un profundo anillo negro alrededor del color más claro.
Fueron sus labios carnosos los que llamaron su atención después de decir: –Solo un refresco, por favor.
–¿No bebes esta noche? –preguntó Jason, e intentó no mirar a su amiga mientras los ojos de Chad seguían en Kat. ¿Por qué todas las chicas se fijaban en los policías?
–No, tengo la sensación de que tengo que estar sobrio por ahora. No me gusta Trevor, así que le di a Envy mi pistola paralizante para que se divirtiera.
–Chad apartó su mirada de la chica lo suficiente como para hacerle un amago de sonrisa a Jason–. Y he venido conduciendo el coche patrulla.
Sabía que Jason leería entre líneas.
repentinamente, Jason se apartó de la barra de un empujón perdonando a su amigo por ser un imán para las mujeres. –Oh vaya, ¡entonces esto no me lo pierdo! –
Él volvió a la barandilla seguido por la risa de Chad.
–Bueno, ya he hecho felices a dos personas esta noche –Chad le guiñó un ojo a Kat, sabía que ella le estaba escuchando, y después pagó su bebida. debía ir a ver lo que Envy era capaz de hacer.
Kat Asintió cuando Chad le deslizó un billete de veinte y le dijo que se quedara el cambio antes de alejarse de allí y unirse a Jason. Estos dos podían ser muy peligrosos para las hormonas de una chica. Jason tenía el pelo largo y castaño claro, con la cara y el cuerpo de un vigilante de la playa.
Ella había pillado a la mayoría de las chicas tratando de llamar su atención mientras pasaban. Jason parecía no enterarse de ello y parecía perdido en sus propios pensamientos... hasta que empezó a hablarle sobre su mejor amigo, Chad, y la chica que tanto trataban de proteger ambos.
Ella echaba de menos algo así, alguien aparte de sus hermanos que la protegiera. Parpadeó lentamente forzándose a borrar la imagen de Quinn de su mente y centrándose en el problema que tenía entre manos.
Fue el comentario sobre la pistola paralizadora la que le ayudó a olvidarse de Quinn por un momento. Kat decidió advertir a sus hermanos sobre el nuevo pasatiempo que estaba a punto de empezar. Ya había tenido suficientes problemas últimamente enfrentándose a la serie de asesinatos que rodeaban la discoteca. Lo último que necesitaban era seguir atrayendo una atención negativa.
Chad se apoyó un poco en la barandilla buscando a Envy. Gracias a Dios los bailarines de la jaula seguían allí y prestaban parte de la luz del foco que los iluminaba para que fuera más fácil localizarla. Escuchó un débil gruñido que venía de Jason, siguió su línea de visión y entonces la divisó bailando en medio de un grupo de chicos, cerca del brillo del foco de la jaula. Frunció el ceño, aguzó su mirada y se preguntó qué estaría a punto de hacer.
–Por lo menos está observando a Trevor. Por cierto, gracias por llamarme –dijo con voz seria–. He esperado mucho para que algo así ocurriera.
Jason se encogió de hombros, –No por mí. Por ella. Se merece algo mejor que él. –Intentó sonreír, mientras observaba, sabiendo que ella estaría soltera a partir de ese momento. Pero la imagen de todos esos otros tipos intentando llamar su atención hizo que su pequeña sonrisa tuviera un toque de tristeza.

Capítulo 2
Envy sintió el calor deslizándose sobre ella como una segunda piel mientras bajaba los escalones. Intentó relajar sus tensos músculos y se acercó a la pista de baile Dio algunos pasos en dirección a Trevor, sentía como si estuviera en medio de un poco de sexo ya que notaba como algunos dedos tocaban suavemente su piel y cuerpos desconocidos se deslizaban contra el suyo.
La pista de baile era más oscura que las de otras discotecas en las que ella había estado o había trabajado y se dio cuenta de que le gustaba esa privacidad. No había muchas parejas bailando, era más como un grupo de cuerpos calientes mezclándose. Al sentir el cambio de ambiente, ella misma fue levantando lentamente los dedos para acariciar otros cuerpos en la oscuridad. El subidón de adrenalina que vino después la agitó al ritmo de la música sensual.
No tenía ganas de enfrentarse a Trevor, se tomó un momento para cerrar los ojos y dejarse llevar con una música que solo podía describirse como el sonido de la lujuria.
Empezó a sentir que los breves toques se volvían más intensos, así que Envy abrió los ojos y se encontró a sí misma mirando hacia varios pechos masculinos, algunos mostrando su piel bajo camisas desabrochadas y otros cubiertos con materiales ceñidos, lo que era igual de seductor. No se atrevió a mirar hacia sus caras por miedo a hacer contacto visual.
Sintiéndose un poco excitada, empezó a retroceder y no le importaba que ellos la siguieran en ese baile seductor. Al sentir el frío acero de los barrotes de la jaula de baile en su espalda, ella levantó la vista lentamente hacia la plataforma. Sus ojos se quedaron atrapados en el chico que estaba dentro de la jaula mientras hacía que la chica se arrodillara debajo de él en postura sumisa.
La sala entera pareció desvanecerse mientras mantenían sus miradas. La manera en la que él la estaba mirando hizo que Envy se sintiera como si fuera ella a la que estaba sometiendo. Él tenía los ojos de color azul pálido con un grueso anillo negro alrededor del iris. Ella no había visto ojos así de sorprendentes e intensos en su vida. Podría haber estado observándolos durante horas y aun así querer más, y eso la asustaba.
Su mirada le dio la impresión a Envy de que él ya sabía cómo era ella desnuda. La manera en la que sus ojos recorrían su cuerpo y se paraban en ciertas partes... hizo que sintiera como si fueran sus manos las que tocaban esos mismos lugares. La urgencia de tirarse hacia los barrotes de la jaula y rogarle que la tomara rápido y fuerte allí mismo fue casi demasiado para poder resistirse.
Envy intentó recordarse a sí misma que podía irse de la pista de baile cuando quisiera mientras apartaba con dificultad sus ojos de la mirada posesiva del chico.
Trevor no se estaba divirtiendo incluso aunque trataba de dejarse llevar con el baile y mezclarse todo lo que pudiera. Pero ni las chicas calientes ni el baile eran las verdaderas razones por las que él estaba allí. Él mantenía su mirada en el chico de la jaula porque ese era su verdadero objetivo.
El nombre del chico era Devon Santos, fue el último en ser visto con Kelly Foster, la veinteañera que fue encontrada la semana anterior en un callejón cercano. Ella estuvo en esa misma jaula con Devon la última noche que fue vista con vida.
Hasta entonces, él se había enterado de que la chica asesinada había dejado de trabajar en una discoteca calle abajo llamada Night Light. Solamente trabajó en el Moon Dance una noche... la noche que fue asesinada. La suya no era la única muerte que estaba siguiendo, pero era la más importante. Quien fuera que se deshiciera del cuerpo, se aseguró de dejarlo cerca de los pumas y los jaguares como un regalo.
Devon era socio propietario del local, junto con sus dos hermanos, Nick y Warren, y su única hermana, Kat. Los rumores decían que ambas discotecas tenían una enemistad desde hacía tiempo y que las dos familias habían sido rivales desde que los patriarcas habían desaparecido diez años antes.
Trevor entornó los ojos, sabiendo la verdadera razón de la enemistad entre las discotecas. No se trataba de discotecas normales, estas estaban dirigidas por cambiantes. La discoteca en la que Kelly había estado trabajando estaba dirigida por hombres puma. Ella lo dejó y vino a trabajar para los hombres jaguar, para acabar muerta al siguiente día. Aquello era demasiado como para ignorarlo.
Si los humanos supieran que los cambiantes vivían entre ellos, cundiría el pánico... aunque ellos habían sido parte de la sociedad durante muchos años sin que el secreto saliera a la luz. Mientras ellos siguieran cumpliendo las leyes de la raza humana, no había necesidad de descubrirlos. La mentalidad humana volvería a tiempos oscuros si aquello ocurría.
La teoría tras las operaciones encubiertas del comando paranormal de la CIA los trataba del mismo modo que trataba a los OVNI y los encuentros alienígenas; mentir, esconder y encubrir. Había cosas mucho peores por ahí que los cambiantes que encajaban perfectamente con los humanos... otras criaturas más peligrosas de las que los humanos solo hacían malas películas de miedo y otras de las que los humanos no tenían ni idea.
Pero, cuando la gente empezó a desaparecer o a aparecer muerta, su equipo se dispersó para intentar averiguar qué estaba pasando.
Observando cómo Devon abandonaba la chica de la jaula y se acercaba a los barrotes para observar a otra persona, Trevor desvió su mirada. En aquel instante su presión sanguínea se elevó súbitamente cuando divisó a Envy apoyada contra la misma jaula y rodeada por una masa de chicos.
¿Qué demonios estaba ella haciendo allí? Dejó a sus compañeros de baile sin pensárselo y avanzó con empujones a través de la multitud hacia ella.
Devon gruñó suavemente cuando la chica que había llamado su atención levantó las manos para agarrar los barrotes detrás de ella. Él podía oler su calor por encima del de cualquiera de la discoteca, y aquello le atraía. Cubriendo las manos de la chica con las suyas, dejó que sus dedos trazaran un camino de forma seductora por sus brazos a través de la jaula.
Justo cuando Envy iba a levantar su mirada hacia el erótico bailarín, alguien la agarró del brazo y la apartó de la jaula. Sus labios se separaron cuando vio de quien se trataba. Se había olvidado de Trevor por completo. La atmosfera de seducción desapareció de repente y ella volvía a estar enfadada porque recordó el motivo por el que había ido al Moon Dance en primer lugar... venganza.
–¿Qué demonios estás haciendo aquí? –le dijo Trevor de manera brusca, intentando alejarla de la jaula y del peligroso alcance de Devon. Si el jaguar era el asesino, entonces aquella manera de mirar a Envy la marcaba como la siguiente víctima.
Envy mantuvo la otra mano asida firmemente a la barra simplemente porque no le gustaba la manera en la que Trevor había decidido maltratarla. Estaba actuando como si ella le hubiese hecho algo malo a él. Con su sonrisa más dulce, ella le dijo: –He venido a bailar… lo mismo que tú.
Trevor apretó los labios sabiendo que ella le había visto bailando con otras chicas, pero lo que ella no sabía era que solo las estaba utilizando como tapadera. Ni siquiera se preocupó por preguntarles el nombre. Envy y él se miraron a los ojos durante varios latidos del corazón antes de que él suspirara.
Acercándose a su oído, Trevor dijo:
–Te lo puedo explicar –él no había querido contarle quién era en realidad porque, igual que el imbécil de su hermano, tenía miedo de que ella creyera que solo la estaba utilizando para tener mejor acceso a los bares donde trabajaba.
–Vamos –intentó de nuevo apartarla de mirada caliente de Devon. Volvió a levantar la vista hacia Devon y, si las miradas matasen, se habría convertido en un charco de sangre allí mismo. Volvió la mirada de nuevo hacia su novia.
Envy sacudió la cabeza. Apostaba a que se lo podía explicar.
–Vine a bailar. Puedo bailar con estas señoritas o puedes unirte y bailar con nosotros.
Ella levantó delicadamente una ceja, como si a ella le diera igual una u otra opción.
Trevor volvió la cabeza lentamente y echó un vistazo por encima de su hombro a los tíos lujuriosos que seguían rondando por allí esperando por si tenían alguna oportunidad con ella. –Largo–, les dijo en tono amenazador mientras se acercaba a Envy. Si ella quería bailar, entonces por descontado, ella bailaría con él.
Envy se puso de morros con él, pero en su interior se preguntaba por qué actuaba con tantos celos cuando él había estado bailando de manera tan provocativa con otras dos chicas.
–No eres nada divertido –Ella finalmente soltó el barrote para poner las manos sobre su propio cuerpo, sacando la pequeña pistola paralizante de su bolsillo de manera despreocupada y entonces deslizó las manos por sus costillas.
Devon permanecía de pie, observando a la pequeña pelirroja que había atraído mucho más que solo su atención. No le gustaba el olor del tío que estaba intentando reclamarla. Olía a pólvora vieja y eso significaba que llevaba un arma escondida en alguna parte. Quitó el pestillo de la jaula y salió diciéndole a la bailarina que se tomara un descanso.
Tocándose la oreja con el dedo, Devon escuchó a su hermano informarle a través del intercomunicador casi invisible de que la chica que se había acercado a la jaula tenía una pistola paralizante y tenía intención de usarla contra un chico. Miró por toda la pista de baile hacia la luz negra que iluminaba los escalones donde Nick estaba listo para intervenir, si fuera necesario.
Había sido Warren el que había hablado por el intercomunicador, así que Devon se imaginó que su hermano mayor estaba observándolos desde una de las cámaras de vigilancia con visión nocturna que colgaban sobre la pasarela que tenía encima.
Volviendo la vista hacia las pequeñas manos de la chica recorriendo el cuerpo del chico, Devon sintió la imperiosa necesidad de arrancarle la cabeza. Hasta que vio el destello plateado mientras su mano bajaba por la cadera del chico. Sus labios dibujaron el esbozo de una sonrisa y decidió no actuar aún.
–Yo me encargo de esto –susurró Devon por el intercomunicador.
Chad y Jason se sonrieron sabiendo que se estaba preparándose para bajar los escalones que llevaban a la pista de baile.
Trevor se dio cuenta de repente de que Envy no le había dicho que ella iba a ir allí, así que ¿por qué se sentía tan culpable? –Te he preguntado qué estabas haciendo aquí–, repitió, y esta vez su voz era firme mientras se acercaba a ella. Mala idea, casi perdió el hilo de sus pensamientos porque la mayor parte de su sangre fue a parar a su ingle, lo que le produjo una erección, la primera desde que había entrado en la discoteca.
Envy apretó su cuerpo contra el de Trevor de manera seductora para tener una oportunidad de echarse atrás rápidamente.
–Vine a darte algo –contestó ella y concentró todo el deseo que sentía desde la pista de baile en sus ojos para distraerlo.
–Espero que vaya a juego con lo que yo tengo para ti– gimió Trevor mientras sentía que ella pasaba la mano por su ingle.
–Averígualo –Envy siseó y apretó la pistola paralizante contra su erección. Se apartó bruscamente justo cuando él tuvo un espasmo y cayó de rodillas sin decir nada.
–¡Ups! –Envy puso mala cara y volvió a meter la pistola en el bolsillo rápidamente antes de darse la vuelta para huir en dirección contraria. Lo último que quería era estar todavía allí cuando Trevor tuviera las fuerzas suficientes de volver a ponerse de pie.
Cuando Envy pudo abrirse paso por la oscura pista de baile, alguien la agarró fuertemente del brazo. Creyendo que era su hermano, ella no levantó la mirada y se dejó guiar. Justo cuando levantó la mirada, vio una pequeña puerta abierta por la que fue empujada.
Envy casi no tuvo tiempo de volverse antes de que la puerta se cerrara y bloqueara tras ella. Una tenue luz sobre su cabeza se balanceaba revelando monitores y al chico de la jaula. Ella abrió la boca para hablar, pero no pudo.
–Creía que sería mejor que vieras tu obra desde la seguridad de la oficina –Devon sonrió burlonamente y señaló una de las pantallas.
Envy echó un vistazo a la pantalla creyendo que la visión de Trevor agarrándose la entrepierna le haría reír... pero, sin embargo, se sentía mal por él. Le hizo sentir que se había pasado un poco. Al verle retorcerse de dolor, se alegró de que el monitor ni tuviera sonido porque estaba segura de que no quería saber lo que estaba diciendo.
Observaba en silencio cuando Chad y Jason aparecieron entre la multitud y le ayudaron a subir las escaleras. No sabía lo que estaban diciendo, pero cuando Trevor empujó a Chad con más fuerza de la que debería tener segundos después de haber sufrido la descarga, sus ojos volvieron a la puerta dispuesta a escaparse de allí antes de que alguno resultara herido.
Al ver al bailarín agitando la cabeza como advertencia mientras se colocaba entre ella y la puerta, Envy volvió a mirar al monitor y se sorprendió de ver que en realidad era Jason quien había cogido a Trevor haciéndole una llave mientras Chad le ponía las esposas.
Se sintió más que enfadada consigo misma por su comportamiento infantil. Intentó acercarse a la puerta para decirle a Chad que dejara ir a Trevor. De nuevo, la mano la agarró del brazo. Ella miró hacia abajo negándose a mirarlo a los ojos, cuando obviamente había sido culpa suya meterse en ese lío. La culpa solo se añadió a su enfado y le dio más coraje.
–Después de haberme visto utilizar una pistola paralizante en un tío, ¿de verdad piensas que es buena idea?
Volvió a clavar su mirada en los ojos de él intentando no perder el aliento por el impacto. Ahora que los veía de cerca, sus ojos eran incluso más increíbles de lo que parecían desde el otro lado de los barrotes de la jaula.
–Quien quiera que sean esos tíos, tal vez prefieras que los saquen de la discoteca antes de volver a la pista de baile –Devon le advirtió de nuevo y vio cómo se encendía la llama en sus ojos. Casi podía ver cómo se le erizaba la piel con la necesidad de ir a salvar al chico a quien acababa de herir... pero no tenía ninguna intención de dejarla escapar.
–¿Cómo te llamas?
–¿Por qué? –Envy apartó bruscamente el brazo. –¿Para que los dueños puedan prohibirme la entrada a la discoteca?
–No creo –Devon gruñó profundamente ante aquella idea. –Pero puede que quieras mantener la pistola guardada durante el resto de la noche.
Él vio como ella volvía a mirar al monitor para ver que su víctima ya se había ido.
‘Joder,’ Envy suspiró mentalmente mientras se apoyaba en la puerta y sentía las vibraciones de la música a través de la madera. Se mordió el labio inferior sabiendo que había ido demasiado lejos. Entonces se acordó de la otra razón por la que había ido al Moon Dance aquella noche y se preguntó no sería buen momento para pedir trabajo. ¿Por qué no intentarlo? Se encogió de hombros mentalmente.
–¿Sabes si están contratando a gente?
Devon no pudo evitar esbozar una sonrisa. Lo que daría por meterla en la jaula con él durante un rato para intentar domar el fuego que ardía en su interior.
–¿Bailas? –preguntó esperanzado.
Los ojos de Envy se abrieron de par en par cuando recordó haberlo visto en la jaula y un fuego recorrió sus muslos... Desafortunadamente, le ocurrió lo mismo en las mejillas. –No –susurró un poco con voz ronca, –no bailo. Atiendo la barra en alguno de los otros clubes de la zona y quería dejar un currículum mientras estaba aquí.
–Qué lástima –Devon sonrió y se echó hacia delante para abrir un cajón del escritorio. Sacó un formulario y se lo entregó. Ella todavía no le había dicho su nombre, pero si ella rellenaba el formulario, tendría la información que necesitaba. También quería asegurarse de que no había trabajado en el Night Light.
Se estaba cansando de que mandaran a gente solo para husmear. Había sido Quinn quien terminó con la amistad entre los pumas y los jaguares, así que, por él, los pumas podían dejarlos en paz de una maldita vez.
Alguien en el Night Light había enviado a la última persona que contrataron, y ahora que la habían asesinado, los pumas estaban buscando respuestas en el Moon Dance... del mismo modo que la policía. Para más inri, la única noche que había trabajado allí, pidió que fuera en la jaula con él.
Devon cogió la silla que estaba bajo el escritorio sabiendo que la manera más rápida de que ella se quedara más rato era dándole lo que quería. –Puedes rellenarla ahora. Tal vez consigas el trabajo antes de que la noche acabe.
Envy se sentó, pero volvió a mirar al monitor con el ceño fruncido.
–¿Crees que el dueño me vio usando la pistola paralizante en Trevor? –ella volvió a morderse en labio inferior y se imaginó como debió haberse visto desde fuera–. Ojalá no lo hubiera hecho, de verdad.
Devon se inclinó por encima del respaldo de la silla de la chica como si estuviera mirando al monitor con ella. Poniendo sus labios muy cerca de su oreja le preguntó:
–Si el dueño te hubiera visto y te preguntara sobre ello, ¿qué le dirías? –Respiró lentamente ya que su aroma lo tenía atrapado y le calentaba la sangre.
Envy empezó a girar la cabeza para mirarle, pero se detuvo. La sensación que le estaba causando con su cercanía se extendía por el hombro hacia el cuello. –Solo estaba siendo mala–, respiró, sintiendo como el calor se le acumulaba de nuevo en el abdomen. Este chico era peligroso para sus sentidos. No sabía si darse la vuelta y abalanzarse sobre él o salir corriendo.
La comisura del labio de Devon insinuó una sonrisa, pero él no se movió de donde estaba.
–Entonces, ¿vas por ahí dando descargas a tíos así porque sí?
Él podía oler su excitación creciente y aquello hacía que sus pantalones le resultaran incómodamente apretados.
–No –Envy se alegró de la distracción cuando cogió un bolígrafo de la mesa y empezó a completar el formulario–, solo a los que se lo merecen –respondió sin querer hablar más de ello.
Devon se puso de pie y luchó contra la idea de agarrarla de la silla y sentarla en el escritorio delante de él. Sea como fuere, él ya estaba pasando los dedos por su pelo sedoso a la altura del respaldo de la silla.
Permaneció en silencio mientras ella rellenaba el formulario y pudo leerlo todo por encima de su hombro, memorizando cada una de las palabras. Envy Sexton, y las discotecas de pumas y vampiros no aparecían por ningún lado en su extensa lista de experiencia profesional en discotecas. Sabía que con un par de llamadas podría despejar su horario diciéndole a las otras discotecas que no le dieran trabajo. No tenía ganas de compartir aquella fierecilla.
Envy terminó el formulario y empezó a levantarse, pero Devon puso la mano en su hombro para que se quedara quieta. Con rapidez, cogió el papel de sus manos y se acercó a la puerta.
–Quédate aquí. Vuelvo en seguida con una respuesta –Devon alcanzó el pomo de la puerta, pero se detuvo cuando ella habló.
–¿Cómo te llamas? –preguntó Envy, dudando por si le acababa de dar el papel al mismo dueño del local. Tal vez podía saltarse la entrevista.
–Devon Santos –contestó él. Después desapareció por la puerta antes de que ella pudiera pararle.
Él ya sabía que Nick le esperaba al otro lado de la puerta porque podía olerlo. Dándole el formulario a Nick, Devon le informó:
–Tenemos nueva camarera.
Esperó a que Nick revisara el papel sabiendo que estaba buscando lo mismo que él ya había comprobado.
Nick acababa de echar a dos fanáticos de los vampiros y a un vampiro que se habían colado allí y aquello le había fastidiado para el resto de la noche. Odiaba a los vampiros y a cualquier humano estúpido capaz de salir por ahí con ellos. No vio ningún indicio de que esa chica estuviera asociada con ellos y, oliendo la excitación que le había causado a su hermano, Nick decidió dejar que Devon se encargara de sus asuntos.
Le devolvió el formulario.
–Pero dile que se deje la pistola paralizante en casa –Nick observó a su hermano un momento y añadió–: Kat dice que el tío al que le ha dado la descarga era su novio y que el que le puso las esposas era su hermano.
–Ese novio suyo tenía una pistola. Pude olerlo –Devon se encogió de hombros y sus ojos se estrecharon–: Tal vez no era tan buen novio.
–Tal vez quieras andar con cuidado... –Nick agitó la cabeza, y vio como aquello despertaba más interés en su hermano–. Si la quieres, a lo mejor deberías encargarte de controlarla mientras esté aquí –Nick apretó los dientes al notar olor a vampiro. Sin mediar palabra, se fue por donde había venido.
Envy miró a un lado y a otro con nervios y vio un ascensor que no había visto antes. Levantó una ceja al ver que tenía un teclado en lugar del típico botón. Empezó a dar golpecitos con el bolígrafo preguntándose cuánto tiempo estaría allí esperando. Todavía tenía que enterarse de si Chad había arrestado a Trevor o simplemente lo había obligado a abandonar la discoteca.
Observó el escritorio para intentar alejar su mente de allí por un momento. Ella era una investigadora nata, como su hermano, aunque Chad intentaba no darle importancia. La verdad es que Chad podría llegar a ser un gran detective. Él le decía a todo el mundo que era un simple policía de patrulla, pero no podía ser menos cierto. Era el líder de los SWAT.
Al final, ella echó un vistazo al papel que había cogido despreocupadamente de la mesa. Era la factura de un proveedor. Escaneó con la mirada la información de facturación y vio un nombre en la parte inferior. Con un golpe volvió a poner el papel sobre la mesa. Devon Santos… mierda. Él era uno de los raritos dueños y le había dejado creer a ella que solo era un bailarín.
En ese momento, la puerta volvió a abrirse y Devon entró.
–¿Cuándo quieres empezar?

*****

Nick se apresuró hacia la pista de baile escaleras arriba y hacia la entrada. Empujó la puerta con más fuerza de la necesaria y observó al hombre que intentaba pasar por el control de seguridad. Como todos los seguratas eran cambiantes, podían oler a un vampiro incluso cuando no había señales aparentes de que lo fuera.
El sentido de la moda de un vampiro normal en la ciudad parecía haber sido sacado de la tribu Gótica. En los últimos meses, sin embargo, unos diez vampiros habían intentado entrar con traje y corbata o simplemente con ropa normal de fiesta. Por eso, ahora se fiaban más de los aromas que de las apariencias. Regla número uno... No pasa ningún vampiro sin el permiso del dueño.
–¿Qué estás haciendo aquí? –preguntó Nick tratando de parecer profesional delante de su clientela humana. El hombre inclinó la cabeza hacia un lado y sonrió malvadamente, algo que hizo que el estómago de Nick se revolviera.
–Me gustaría pasar –dijo Raven mientras sus pupilas se agrandaban intentado usar sus poderes para cautivar a cualquiera que fuera capaz de caer rendido bajo un hechizo de sumisión de un vampiro.
Nick lo miró de arriba a abajo. El tipo llevaba el pelo negro con mechas de un rosa neón en las puertas que le colgaban por la parte baja de la cara. Era joven; probablemente no llegaba a los veinticinco, con la piel muy pálida y maquillado con línea de ojos bastante fuerte. Llevaba los labios maquillados de negro, incluso las uñas las llevaba negras.
–Lo siento, señor…
Nick permanecía quieto observando todos y cada uno de los movimientos del vampiro. Daba igual el tamaño o la edad, los vampiros siempre eran peligrosos y no debían ser subestimados.
–Raven, llámame Raven –contestó el hombre preguntándose cuánto podría presionar a un jaguar.
–Lo siento, Raven, estamos llenos –le explicó Nick mientras apretaba los dedos alrededor de su revólver Derringer de dos disparos que llevaba escondida en el bolsillo de su chaqueta. La llevaba cargada con balas de plata llenas con agua bendita. Esbozó una sonrisa sádica con la comisura de los labios, mientras notaba la hoja de madera de la daga con mango de hueso que llevaba en el antebrazo.
–Entonces ¿por qué está toda esa gente esperando en la cola? –preguntó Raven viendo como el matiz dorado empezaba a recorrer los ojos del jaguar.
Nick sonrió, pero sintió como le rechinaban los dientes. –Tienen reserva.
Los ojos de Raven brillaron en la tenue luz por un momento como si brillaran de manera inquietante con algún tipo de fuego interior. Nick bajó los tres escalones que le separaban del nivel de la calle y se puso entre Raven y la multitud de humanos, entonces se acercó al oído de Raven.
–Vete, vampiro –le susurró con una calma fría mientras presionaba sus costillas con la punta de la daga de madera de modo que nadie pudiera verlo–: No vas a entrar.
Nick se enderezó y dobló el brazo de modo que solo le bastaría un amago rápido para apuñalarlo con la daga. –Le pido disculpas, señor, que tenga una buena noche.
Raven volvió a sonreír, esta vez casi amablemente.
–Sí, esa es mi intención.
Se alejó de la puerta y empezó a andar calle abajo con las manos metidas en los bolsillos de sus vaqueros negros y silbando una canción un tanto inquietante. Cuando el jaguar se acercó a su oído, Raven vio que su maestro entraba en la discoteca. No había visto a Kane desde hacía bastante tiempo. De hecho, esa era la primera vez en bastantes semanas, aunque había sentido sus ojos de padre clavados en él muchas veces.
Lo que más sorprendió a Raven era que Kane pudiera entrar en la guarida de sus enemigos. El Maestro le había contado la historia de que fue enterrado vivo por el líder del clan de los jaguares. ¿Tenía el Maestro su propio plan?
‘Te tendieron una trampa, maestro, pero ahora me aseguraré de que haya sangre en sus manos.’ Raven susurró para sí mismo antes de desvanecerse en las sombras. Sabía que no tendría que esperar mucho. Todavía podía oler la sangre de su última víctima ya que el aroma seguía flotando con la brisa hacia el Moon Dance.

*****

Kat observó cómo Chad y Jason sacaban a pobre novio fuera del local... esposado. Dicen que la curiosidad mató al gato, pero ella solo quería comprobar qué planeaban hacerle. Al menos, no quería estar preguntándoselo el resto de la noche.
Saliendo por una de las puertas laterales, se quedó en las sombras mientras los seguía. Con sus sentidos intensificados, no tenía que estar demasiado cerca para oír lo que decían.
Chad y Jason bloquearon a Trevor entre su coche y el coche patrulla para que no pudiera volver sobre sus pasos para buscar a Envy. Chad le quitó las esposas porque sabía que no podía arrestarlo sin una razón legal... a menos que Trevor le empujara.
–¡Seguro que has sido tú el que le ha dicho que estaba aquí! –Trevor gruñó a Jason. –No creas que no he visto cómo se te ponía dura por ella. No podías mantenerte al margen, ¿verdad?
Chad sacó el brazo cuando Jason dio un paso adelante de manera amenazante.
–Jason, yo me encargo a partir de ahora. ¿Por qué no vuelves dentro e intentas encontrar a Envy? No la quiero por aquí hasta que Trevor se haya ido.
–No puedes evitar que vuelva ahí dentro. ¡Estoy trabajando! –siseó Trevor sin pensar.
–Sí, ya hemos visto en qué estabas trabajando –Jason apretó las manos, pero con una mirada afilada de Chad supo que sería mejor que volviera a la discoteca antes de que Trevor no fuera el único en acabar esposado. Volviendo sobre sus pasos, lanzó una observación por encima del hombro para que Trevor lo oyera.
–Estaremos en la pista de baile… sin despegarnos el uno del otro.
Trevor intentó avanzar, pero Chad lo empujó de nuevo contra el coche. Para sorpresa de Chad, Trevor era mucho más fuerte de lo que parecía y tuvo que forcejear un poco.
–Te advertí que no jodieras a mi hermana a menos que le dijeras quién eres en realidad y la verdadera razón por la que siempre estás pasando el rato en las discotecas. Joder tío, Envy se cree que solo eres un niñato de fraternidad. Si quisieras impresionarla deberías haberle contado la verdad. Algo que ella no es capaz de digerir es una mentira. Especialmente si le mienten en la cara.
Kat estrechó su vista hacia Trevor. ¿Qué se suponía que significaba todo eso?
–Sabes tan bien como yo que, si le hubiera dicho que trabajo de manera encubierta, siempre se preguntaría si la estaba utilizando cuando salgo a las discotecas con ella –bramó Trevor, mientras recuperaba la compostura. De todos modos, no intentó volver a la discoteca. Si hubiera usado toda su fuerza, entonces Chad sería hombre muerto y Trevor no sería mejor que la gentuza que caza.
Saber aquello le ayudaba a calmarse lo suficiente como para frenar su instinto animal, pero no podía evitar estar cabreado. –¡Joder! Si me ha dado una descarga.
–Te lo mereces por infiel y malnacido. Eso es lo que recibes por no contarle la verdad. Se te acabaron las noches, a menos que quieras frecuentar otros bares. Además, Envy todavía tiene la pistola paralizante –Chad sonrió burlonamente–. Te aconsejo dejarla en paz durante el resto de la noche... o, mejor aún, durante el resto de su vida si no puedes ser sincero con ella.
Trevor apretó los dientes, pero no dijo nada más. Chad no podía decirle que se alejara de Envy, pero dejar que se calmara tal vez era buen consejo.
–Vale, pero ese –señaló a la discoteca– no es lugar seguro para que tu hermana pase el rato, y lo sabes.
Abrió la puerta de su coche de un tirón, forzando a Chad a echarse un paso hacia atrás para que no le golpeara. Dio un portazo y tardó segundos en salir quemando rueda del aparcamiento.
Cuando Trevor estaba lo suficientemente lejos para que Chad no pudiera ver las luces de su coche, cogió su teléfono móvil y marco el número de alguien que le debía un favor. Se desvió hacia la tienda más cercana y aparcó detrás de un camión para pasar inadvertido.
Le frustraba dejarla allí después de la manera en la que Devon la había estado mirando. Incluso aunque Devon no fuera un asesino, aquella mirada no era nada bueno. Chad pensó que podría darle un puñetazo cuando se trataba de Envy. Tendría que ver si le gusta cuando descubra que es el más débil. También tendría que lidiar con Jason mientras tanto.
Kat se sumergió aún más en las sombras cuando Chad se giró y miró hacia su dirección. Ella frunció el ceño, sabía que era imposible que la viera ya que él no tenía la visión nocturna que tenían los cambiantes. Se sopló el pelo de los ojos y esperó mientras él miraba hacia donde ella estaba. Después suspiró cuando se dio la vuelta y volvió a la discoteca.
Así que Trevor era policía encubierto y la hermana de Chad no lo sabía. Obviamente, Jason tampoco. Lo malo era que Trevor dijo que estaba allí trabajando en un caso. Kat apretó los dientes sabiendo que debía referirse a los asesinatos. Tenía que decirle a Warren que se diera prisa en descubrir quién estaba dejando aquellos rastros de sangre antes de que los culparan a ellos.

*****

Envy se puso de pie despacio preguntándose por qué Devon no había admitido directamente que él era uno de los dueños y no la había contratado directamente. Odiaba que la gente le mintiera, pero no lo conocía y él no le debía nada. Así que se tragó lo que estaba a punto de decir. Aunque no se le quedaría dentro demasiado tiempo.
–Ha sido tremendamente rápido –ella le miró con expectación y rodeó su pecho con los brazos.
–He hablado bien de ti. A veces me escuchan –Devon la observó con curiosidad, oliendo como cambiaba su aroma. Estaba enfadada con él. Olía bien.
–Tal vez porque eres el dueño –la pequeña sonrisa de Envy se desvaneció.
Así que por eso está cabreada. No le gusta cuando siente que alguien le oculta algo. Lo tendría en cuenta. Devon inclinó la cabeza hacia un lado lentamente.
–Solo soy uno de los dueños. Somos dueños tanto yo como mi hermano y mi hermana. Intentamos tomar las decisiones los unos por los otros cuando contratamos a alguien nuevo.
Envy levantó la mirada hacia él sintiéndose mal de repente.
–Lo siento, no quería… –se rindió con un suspiro y bajó los brazos.
–Por lo menos no has sacado la pistolita –Devon sonrió, con la esperanza de subirle el ánimo.
Envy se sonrojó y sintió la necesidad de desaparecer de su vista antes de parecer aún más tonta.
–He estado trabajando sobre todo por la tarde y mañana tengo el día libre así que si… –le informó nerviosa, mientras no perdía de vista la puerta de salida y empezaba a acercarse a ella antes de aquel se convirtiera en el trabajo más corto de la historia.
–Mañana por la noche entonces –Devon le abrió la puerta y ella salió–. A las siete.
La observó corriendo y la dejó marchar porque sabía que podría atraparla aunque corriera lejos. Cerró la puerta de la oficina y se giró hacia el monitor para observar cómo ella caminaba por el borde exterior de la pista de baile hacia las escaleras. Sus ojos se estrecharon cuando uno de los tíos de antes la cogió por el brazo para llamar su atención. Devon se acercó a la puerta, pero Kat entró de repente antes de que pudiera ir tras Envy.
–La chica de la pistola paralizante... –Kat empezó, pero su hermano la interrumpió con una mirada fulminante.
–Se llama Envy y mañana por la noche vas a enseñarle las instalaciones. La acabo de contratar como camarera –Devon se cruzó de brazos y se apoyó el filo del escritorio.
–Guarda las garras –Kat inclinó la cabeza cuando Devon volvió a mirar al monitor y se tensó. Siguiendo su mirada, pudo ver que Envy y Jason estaban en medio de la pantalla.
–Vaya, vaya, tiene un montón de admiradores esta noche.
Ella sabía que no era del todo cierto, pero quería ver la reacción de Devon. Obtuvo su respuesta cuando el fino plástico del respaldo de la silla de oficina se partió porque él lo estaba agarrando con demasiada fuerza.
Devon plantó sus ojos en Kat.
–¿Por qué estás en mi oficina?
Kat simplemente sonrió. Esto iba a ser muy divertido. Se acercó y señaló a la pantalla. –Este de aquí, se llama Jason Fox y he estado un rato hablando con él en la barra antes de que aparecieran sus dos amigos.
Devon levantó una ceja esperando que su hermana fuera al grano.
–Jason ha sido el que la ha llamado para que viniera a la discoteca. De hecho, le pidió salir –ella esbozó una sonrisa cuando la raja del respaldo de la silla se rompió en pedazos en la mano de Devon.
–No sé qué le dijo a Jason, pero él dijo: ‘Entonces ¿por qué está Trevor montándoselo con otra en la pista de baile?’
–Así que, él es la razón por la que ella se dejó caer por aquí –Devon gruñó tirando el trozo de plástico al escritorio–. Seguramente tengas razón en esto.
–Sí, pero es divertido verte pasar vergüenza –Kat decidió seguir con su historia cuando él le echó una mirada que decía “vete a la mierda”. Algún día, compraría los derechos de aquella expresión.
–Es igual, todo fue una trampa por lo que oí. Su hermano le dio la pistola sabiendo que estaba lo suficientemente cabreada como para utilizarla contra su novio infiel, pero la verdad es que Trevor no estaba poniéndole los cuernos.
–¿Qué? –Devon gruñó porque no le gustaba por donde iba la historia.
Kat estuvo los siguientes diez minutos poniendo al día a su hermano sobre todos los secretos sucios que sabía. Por si acaso, no se olvidó de incluir el hecho de que Jason sufría de un enamoramiento hacia Envy a largo plazo.

Capítulo 3
Jason tiró de Envy hacia sus brazos.
–Me debes un baile.
Estaba muy contento de que ella no fuera el tipo de persona que dispara al mensajero. Si no fuera por él, ella seguiría teniendo novio... es cierto que podía ser un novio desleal y que por eso él la hubiera llamado en primer lugar. –Lo siento–, le susurró mientras trataba de abrazarla más fuerte y moviéndose con la música.
Envy giró los ojos dejando que se saliera con la suya sin pensárselo dos veces.
–No hay nada que sentir –ella le pasó los dedos por la espina dorsal acercándose a él–. Vuelvo a estar libre y me he hecho con otro trabajo mientras tanto.
Ella sonrió mientras miraba a su alrededor por la pista de baile de nuevo.
–Este lugar es algo diferente de las discotecas donde he trabajado anteriormente, pero creo que puede ser interesante.
Jason no dijo nada por un momento al sentir el cuero que le cubría el pecho deslizarse contra su camisa, algo que le hizo sentir genial. Se alegraba de que ella no supiera la reacción que provocaba en él porque si lo supiese, entonces ella pararía.
–¿Quieres ir a escalar el sábado por la mañana? –él dejó que las manos bajaran por sus costados y la agarró por las caderas.
–¿Escalar? Suena divertido. hace ya tiempo desde la última vez –Envy asintió. Sus ojos se entornaron cuando Jason tiró de ella aún más y entró en contacto con algo largo y duro que presionaba su ombligo. Ella tragó saliva cuando sus ojos se encontraron con los de él.
–¿Dónde está Chad? –ella respiró, sabiendo que ya lo había vuelto a hacer. No era su intención. Jason había sido, y seguía siendo, una de las personas que más apreciaba del mundo; lo último que ella quería era fastidiar su relación acostándose con él. Lo quería demasiado como para hacerle eso.
–La última vez que lo comprobé, estaba sacando la basura –Jason suspiró cuando ella se apartó de él. Él puso sus dedos bajo su barbilla y levantó sus ojos hacia los de él–. Trevor no te merece.
–Chad no lo ha detenido, ¿verdad? –preguntó Envy cogiendo a Jason de la mano y dirigiéndole hacia las escaleras. Ella había conseguido evitar esa conversación durante años y no iba a estropear su récord en aquel momento.
–No, creo que la descarga ya fue castigo suficiente… eso y perderte. Chad solo se estaba asegurando de que él encontraba su coche –Jason sonrió con superioridad. Al final de las escaleras, él se dio cuenta de que Chad estaba parado en la barra al lado de la puerta esperándoles. Manteniendo la mano de Envy entrelazada con la suya, la dirigió en aquella dirección.
La culpa le dolía en el pecho a Envy. Ella en realidad no era una persona perversa en el fondo, y lo que le había hecho a Trevor no estaba bien. Solo había estado bien durante un rato, pero ahora se sentía fatal. Mantuvo los ojos agachados, demasiado avergonzada como para mirar a su hermano.
Chad echó una mirada a Envy y supo que había llegado el momento de llevarla a casa.
–¿Preparada? –le preguntó, alejándose un paso de la barra.
–Yo puedo acercarla a casa –se ofreció Jason, y añadió rápidamente–, si ella quiere estar un rato más conmigo.
Chad pudo ver un atisbo de esperanza en los ojos de Jason y se preguntó si estaba haciendo lo correcto o si estaba enviando a su querido amigo a un fracaso absoluto. Notó como su teléfono vibraba en sus caderas y levantó la mano.
–Espera un momento –al ver que se trataba de la comisaria, se abrió camino hacia la puerta para poder escuchar con más claridad.
Envy se sopló el flequillo de los ojos. Sabía que por muy rara que estuviera resultando la noche, a Chad acababan de llamarlo del trabajo. Ella vio como volvía a meterse el teléfono en el bolsillo mientras caminaba de vuelta hacia ellos.
–¿Estarás bien con Jason? –Chad preguntó. Cuando ella asintió, él puso los dedos debajo de su barbilla y le levantó la cara.
–Has hecho lo correcto con Trevor, así que levanta la cabeza. Probablemente no llegue a casa hasta mañana por la mañana, así que no me esperes despierta.
Envy le dedicó una pequeña sonrisa mientras él salía. Ambos la habían cogido de la barbilla y le habían dicho que aquello era culpa de Trevor, no de ella. Ella quería a Jason porque era como Chad y por eso ella nunca sentiría la necesidad de tener una cita con él.
Justo cuando Chad salió por la puerta principal, el teléfono móvil de Jason empezó a vibrar. Ella se dio la vuelta y vio como contestaba, después frunció el ceño porque él se puso serio. Sabía que él estaba de guardia aquella semana y deseaba que no fueran los guardabosques que lo necesitaban en mitad de la noche. En su opinión, aquello no podía significar nada bueno.

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